SEGUNDA PARTE EL
LIBRO SELLADO
"IN IMNOBUS DEBEMOS SUBJICERE VOLUNTATEM NOSTRAM
VOLUNTATIS DIVINAE"
CAPÍTULO XIV EL TRONO EN EL CIELO
D
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espués de estas
cosas miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo (la puerta de la glándula
pineal); y la primera voz que oí, era como de trompeta que hablaba conmigo,
diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de ser después de éstas.
Y luego yo fui en espíritu: y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo,
y sobre el trono estaba uno sentado (el Cordero).
Y el que estaba sentado, era
al parecer semejante a una piedra de jaspe y sardio (el Hijo del Hombre es hijo
de la piedra viva, y todos los Maestros son hijos de las piedras preciosas del
Templo. La piedra cúbica de Jesod, es el sexo). Y un arco celeste había
alrededor del trono, semejante en el aspecto a la esmeralda (la aureola de la
Sabiduría; el Hijo del Hombre es el Espíritu de Sabiduría). Y alrededor del
trono había veinticuatro sillas, y vi sobre las sillas veinticuatro ancianos
sentados (los veinticuatro ancianos que gobiernan el zodíaco), vestidos de
ropas blancas; y tenían sobre sus cabezas coronas de oro. Y del trono salían relámpagos
y truenos y voces: y siete lámparas de fuego estaban ardiendo delante del
trono, las cuales son los siete espíritus de Dios" (Ap. 4: 1-5).
Los veinticuatro
ancianos existen en el macrocosmos y en el micro-cosmos: Arriba y abajo. En el
firmamento del cielo, y en el firmamento atómico del hombre.
Los siete espíritus
ante el trono existen arriba y abajo, en el firmamento del cielo y en el
firmamento atómico del hombre. Tal como es arriba es abajo.
Así como hay un
zodíaco en los cielos, así también en la tierra hay un zodíaco viviente.
Ese zodíaco es el
hombre.
"Y delante del
trono del Cordero (tanto en el cielo, como en el hombre), había como un mar de
vidrio semejante al cristal (el Ens Seminis). Y en medio del trono, y alrededor
del trono (que está arriba y abajo, en el universo y en el hombre) cuatro
animales llenos de ojos delante y detrás (los cuatro animales que simbolizan
toda la ciencia del Gran Arcano" (Ap. 4: 6).
"Y el primer
animal era semejante a un león (el fuego sagrado); y el segundo animal,
semejante a un
becerro (la sal, es decir, la materia); y el tercer animal tenía la cara como
de hombre (el mercurio de la filosofía secreta, el Ens Seminis); y el cuarto
animal, semejante a un águila volando (el águila volando representa el aire) (A
p. 4: 7).
El fuego filosofal
debe buscarse en el Ens Seminis.
Ese fuego en sus
principios no es más que una exhalación seca y terrestre, unida a los vapores
seminales. Cuando el sacerdote aprende a retirarse del altar sin gastar ni una
sola gota del vino sagrado, entonces esa exhalación seca y terrestre se
trasmuta en el rayo terrible del Kundalini. Al llegar a estas alturas recibimos
la espada flamígera.
El Ens Seminis,
fecundado por el fuego se convierte en maestro y regenerador del hombre. El
fuego se alimenta con el aire vital, Prana o vida universal. Realmente, el
fuego a base de tanto inhalarse y exhalarse durante el éxtasis supremo del
amor, llega a convertirse en el rayo terrible, que subiendo por el canal
medular abre las siete iglesias.
Tenemos que decapitar
al yo, con la espada flamígera de la justicia cósmica.
"Y los cuatro
animales (de la alquimia sexual), tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y
de dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo de día ni de noche,
diciendo: Santo, santo, santo, el Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y
que ha de venir" (Ap. 4: 8).
Este es el terrible
arcano 6 del tarot. Recordad que cuando Moisés golpea con su vara la piedra
filosofal, brota el manantial de agua pura de vida.
El hombre es el
sacerdote y la mujer es el altar. El vino sagrado es el Ens Seminis, el agua
pura de vida.
Recordad la
serpiente de cobre de Moisés entrelazada en el Tau, es decir, en el Lingam
generador. Recordad, buen devoto, la doble cola de la serpiente que forma las
patas del gallo solar de los Abraxas. Todo el trabajo de la Gran Obra consiste
en desprenderse de los anillos encantados de la serpiente seductora; domarla,
vencerla, ponerle el pie sobre la cabeza y levantarla por el canal medular,
para abrir las siete iglesias.
El arcano 6, es la
lucha entre el espíritu y la bestia animal. El número seis representa la lucha
entre Dios y el diablo. El antagonismo entre el amor y la pasión animal. Las
seis alas de los cuatro animales están llenas de ojos que nos vigilan arriba y abajo,
en el cielo y en el abismo.
"¡Ay de ti, Oh
Guerrero, Oh luchador, si tu servidor se hunde!"
No derrames el vino
sagrado de tu templo.
"Y cuando
aquellos animales daban gloria y honra y alabanza al que estaba sentado en el
trono (dentro del hombre y dentro del universo), al que vive para siempre jamás
(el Cordero); los veinticuatro ancianos (en el macrocosmos y en el
microcosmos), se postraban delante del que estaba sentado en el trono, y
adoraban al que vive para siempre jamás, y echaban sus coronas delante del
trono, diciendo: Señor digno eres de recibir gloria y honra y virtud, porque tú
creaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron creadas"
(Ap. 4: 9-11).
Los veinticuatro
ancianos del zodiaco del cielo, arrojan sus coronas a los pies del Cordero.
Este acontecimiento se repite en el zodíaco hombre. Los veinticuatro ancianos
atómicos del cerebro, arrojan sus coronas a los pies del Cordero. "Tal
como es arriba es abajo". Todo lo que sucede en lo infinitamente grande,
se repite en lo infinitamente pequeño.
El Cordero es
unidad múltiple, perfecta. Hay tantos corderos en el cielo, como hombres en la
tierra. Realmente cada hombre tiene su Cordero.
El Cordero no es el
septenario teosófico. El Cordero es el rayo Logoico de donde dimana todo el
septenario teosófico.
Cuando el íntimo
abre las siete iglesias debe arrojar su corona a los pies del Cordero. El
íntimo es el Espíritu, la Mónada, el Ser.
El Íntimo no es el
Cordero. El íntimo emanó del Cordero.
Cuando el iniciado
pronuncia la séptima palabra terrible del Gólgota, entrega su espíritu al
Cordero y exclama: "Padre mío: En tus manos encomiendo mi espíritu"
(Lucas 23: 6).
CAPÍTULO XV EL LIBRO SELLADO
sta noche los
Hermanos del Templo hemos sufrido mucho por esa pobre humanidad que tanto adoramos.
El cielo esta noche se ha vestido con negros y densos nubarrones.
Aleonadas nubes que
el relámpago ilumina. Rayos, truenos, tempestades, lluvias y muy grande
granizo.
Esta noche todos
nosotros nos entramos por las puertas del templo, llenos de muy grande
tribulación. Hemos sufrido mucho por la gran huérfana que tanto amamos.
¡Pobre humanidad!
¡Pobres madres! ¡Pobres ancianos!
Algunos hermanos
nos hemos acostado en lechos de profundo dolor.
En el templo se
representa un drama apocalíptico.
Los hermanos somos
espectadores y actores simultáneamente de este drama sagrado.
Los sacerdotes
ataron dos cosas: un niño y un libro. Sobre el pecho del niño apocalíptico
resplandece el libro sellado. Las cuerdas de fino y cruel cáñamo envuelven el
delicado y tierno cuerpo del hermoso niño de angustias y dolores. Las crueles
ataduras pasan por sobre el libro sellado. El libro está sobre el inmaculado
pecho del niño. Ese niño es nuestro hijo muy amado. Suplicamos, lloramos,
pedimos misericordia, y entonces es libertado el niño de angustias y el libro
sellado con siete sellos.
Ahora abrimos el
libro y con él profetizamos a una mujer vestida de púrpura y escarlata.
Esa es la gran
ramera cuyo número es 666, y con ella han fornicado todos los reyes de la
tierra. La mujer nos escucha y dice: "Yo no sabía que ustedes podían
profetizarme con ese libro" Nosotros entonces dijimos: "Venimos a
profetizar y a Enseñar con este libro".
Así hablamos a la
mujer vestida de púrpura y escarlata; y mientras hablamos con ella, cruzan por
nuestra imaginación las imágenes de cinco montes. Esas son las cinco Razas que
han habido. Cada raza termina con un gran cataclismo. Pronto terminará nuestra
quinta raza.
"Y vi en la
mano derecha del que estaba sentado sobre el trono un libro escrito de dentro y
de fuera, sellado con siete sellos" (Ap. 5: 1).
"Y vi un
fuerte ángel predicando en alta voz: ¿Quién es digno de abrir el libro, y de
desatar sus sellos?. Y ninguno podía, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo
de la tierra, abrir el libro, ni mirarlo" (Ap. 5: 3). Realmente ese libro
sólo puede abrirlo el Cordero Encarnado.
"Y yo lloraba
mucho, porque no había sido hallado ninguno digno de abrir el libro, ni de
leerlo, ni mirarlo" (Ap. 5: 4).
"Y uno de los
ancianos me dice: No llores. He aquí el león de la tribu de Judá (el Verbo
iniciador de la Nueva Era Acuaria), la raíz de David, que ha vencido a la
bestia (dentro de sí mismo), para abrir el libro y desatar sus siete
sellos" (Ap. 5: 5). Eso lo ignora la humanidad, la Gran Ramera.
"Y miré, y he
aquí en medio del Trono y de los cuatro animales y en medio de los Ancianos
estaba un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, que son
los siete espíritus de Dios enviados en toda la tierra (para trabajar de
acuerdo con la Ley)" (Ap. 5: 6).
"Y él vino, y
tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono"
(Ap. 5: 7).
"Y cuando hubo
tomado el libro, los cuatro animales y los veinticuatro ancianos se postraron
delante del Cordero, teniendo cada uno arpas y copas de oro llenas de perfumes,
que son las oraciones de los santos. Y cantaban un nuevo cántico, diciendo:
Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado,
y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y
nación" (Ap. 5: 8, 9). Realmente sólo el Cordero puede abrir el libro
sellado.
"Y nos ha
hecho para nuestro Dios (Interno) reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la
tierra" (Ap. 5: 10). Realmente nuestro Dios Interno es el rey y el
sacerdote.
"Y miré, y oí
voz de muchos ángeles alrededor del trono (que está en los cielos y dentro del
corazón del hombre), y de los animales y de los ancianos; y la multitud de
ellos era millones de millones, que decían en alta voz: El Cordero que fue
inmolado es digno de tomar el poder y riquezas, y sabiduría, y fortaleza, y
honra y gloria y alabanza. Y oí a toda criatura que está en el cielo, y sobre
la tierra, y debajo de la tierra, y que está en el mar, y todas las cosas que
en ellos están, diciendo: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la
bendición, la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás" (Ap. 5:
11-13).
"Y los cuatro
animales (de la alquimia sexual) decían: Amén. Y los Veinticuatro Ancianos
cayeron sobre sus rostros y adoraron al que vive para siempre jamás" (Ap.
5: 14).
Realmente el
Cordero Interno de cada hombre, es absolutamente perfecto y digno de toda
honra. Los hombres no somos sino pobres sombras de Pecado. Algunas gentes
dicen: "Yo creo en el yo quiero; así como en el yo puedo y en el yo
hago". A esto llaman dizque ser positivo. La realidad es que estas
personas están afirmando a Satán.
El Cordero no es el
yo. El Cordero no es ningún yo superior, ni mucho menos ningún yo inferior.
Cuando el Cordero dice "YO SOY", tradúzcase así: "ÉL ES",
puesto que Él es el que está hablando, y no es hombre. El Cordero está
desprovisto del yo, y de todo sello de individualidad, y de todo vestigio de
personalidad.
Si tu Dios Interno
es el dios de algún sol, el dios de alguna constelación, sed todavía más
humilde porque tú no eres sino un pobre Bodhisattva, un pobre hombre más o
menos imperfecto. No cometas el sacrilegio de decir: yo soy el dios tal, o el
gran Maestro fulano de tal, porque tú no eres el Maestro. Tú no eres el
Cordero. Tú sólo eres únicamente una sombra pecadora de aquel que jamás ha
pecado. El yo está compuesto por los átomos del enemigo secreto. El yo quiere
resaltar, subir, hacerse sentir, trepar al tope de la escalera, etc. Tú,
reconoce tu miseria; adora y alaba al Cordero, desvanécete, refúgiate en la
nada porque eres nadie. Así, por ese camino de suprema humildad, regresarás a
la inocencia del Edém. Entonces tu alma se perderá en el Cordero. La chispa
volverá a la llama de donde salió. Tú eres la chispa, el Cordero es la llama.
Y por esos días,
cuando ya tu alma haya vuelto al Cordero, multiplica tu vigilancia; recuerda
que el yo retorna como la mala hierba. Sólo el Cordero es digno de toda
alabanza, y honra, y gloria.
No te dividas entre
dos "yoes", uno superior y otro inferior. Sólo existe un solo yo. El
llamado yo superior no es sino un refinado concepto del Satán. Un sofisma del
yo.
No desees nada,
mata todo deseo de vida. Recuerda que el yo se alimenta de todo deseo.
Besad los pies del
leproso. Enjugad las lágrimas de tus peores enemigos, no hieras a nadie con la
palabra. No busques refugio.
Resuélvete a morir
en todos los planos de la conciencia cósmica. Entrega tus bienes a los pobres;
dad la última gota de sangre por la pobre humanidad doliente; renuncia a toda
felicidad y entonces el Cordero inmolado entrará en tu alma. Él hará en tu alma
su morada.
Algunos filósofos
afirman que el Cristo trajo la doctrina del "yo" porque dijo:
"yo soy" el camino, la verdad y la vida" (Juan 14: 6).
Ciertamente el Cordero dijo: "YO SOY".
Sólo el Cordero
puede decir "YO SOY". Eso lo dijo el Cordero; pero esto no lo podemos
decir nosotros (pobres sombras de pecado). Porque nosotros no somos el Cordero.
Realmente la traducción exacta y axiomática de ese "YO SOY",
pronunciada por el Cordero, es la siguiente: "ÉL ES el camino, la verdad y
la vida". Él lo dijo, porque lo dijo "ÉL ES". Nosotros no lo
dijimos, lo dijo ÉL, ÉL, ÉL.
Él vive en las
profundidades ignotas de nuestro ser. "ÉL ES" el camino, la verdad y
la vida. Él trasciende todo concepto del yo, toda individualidad, y cualquier
vestigio de personalidad.
Realmente el
Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder y riquezas, y, sabiduría, y fortaleza, y honra, y gloria, y
alabanza. Él es el único digno de abrir el libro y desatar sus sellos.
El Cordero es
nuestro divino Augoides. Lo único verdaderamente grande y divino, es el Cordero
Inmolado.
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