JORNADA SEXTA
Al otro día siguiente, el primero que abriólos ojos nos despertó a todos e inmediatamente nos pusimos a discurrir sobre el posible desarrollo de los acontecimientos.
Unos decían que los decapitados revivirían todos juntos; otros afirmaban que la desaparición de los ancianos debería dar a los jóvenes no solo la vida, sino también la facultad de reproducirse. Algunos aseveraban que no podían haber matado a las personas
reales sino que eran otros los que habían sido decapitados en lugar de ellos. Después de estar hablando así durante un rato, entró el anciano, nos saludó y comprobó que nuestros trabajos estuviesen terminados y de forma correcta; habíamos puesto tanto celo y cuidado en ello que se mostró satisfecho. Cogió los frascos y los colocó en un joyero.
Luego entraron algunos pajes que traían escaleras, cuerdas y grandes alas; las depositaron frente a nosotros y se fueron. Entonces
dijo el anciano: “Hijos queridos, cada uno de vosotros tiene que encargarse de una de estas cosas durante todo el día, así que podéis escogerlas o echarlas a suerte”. Le dijimos que preferíamos escoger.
“No - rectificó el anciano -, las echaremos a suerte”.