sábado, 26 de septiembre de 2015

LA GRAN REBELIÓN cap xxv y cap xxvi

CAPÍTULO XXV   EL DIFÍCIL CAMINO

Incuestionablemente existe un lado oscuro de nosotros mismos que no conocemos o no aceptamos; debemos llevar la luz de la conciencia a ese lado tenebroso de sí mismos.

Todo el objeto de nuestros estudios Gnósticos es hacer que el conocimiento de sí mismos se tome más consciente.

Cuando se tienen muchas cosas en uno mismo que no se conocen ni se aceptan, entonces tales cosas nos complican la vida espantosamente y provocan en verdad toda suerte de situaciones que podrían ser evitadas mediante el conocimiento de sí.

Lo peor de todo esto es que proyectamos ese lado desconocido e inconsciente de sí mismos en otras personas y entonces lo vemos en ellas.

Por ejemplo: las vemos como si fuesen embusteras, infieles, mezquinas, etc., en relación con lo que cargamos en nuestro interior.

La Gnosis dice sobre este particular, que vivimos en una parte muy pequeña de nosotros mismos. Significa ello que nuestra conciencia se extiende solo a una parte muy reducida de nosotros mismos.

La idea del trabajo esotérico Gnóstico es la de ampliar claramente nuestra propia conciencia.

Indubitablemente en tanto no estemos bien relacionados consigo mismos, tampoco estaremos bien relacionados con los demás y el resultado serán conflictos de toda especie.

Es indispensable llegar a ser muchísimo más conscientes para consigo mismos mediante una directa observación de sí.

Una regla Gnóstica general en el trabajo esotérico Gnóstico, es que cuando no nos entendemos con alguna persona, se puede tener la seguridad de que ésta es la cosa misma contra la cual es preciso trabajar sobre si mismo.

Lo que se critica tanto en los otros es algo que descansa en el lado oscuro de uno mismo y que no se conoce, ni se quiere reconocer.

Cuando estamos en tal condición el lado oscuro de nosotros mismos es muy grande, pero cuando la luz de la observación de sí ilumina ese lado oscuro, la conciencia se acrecienta mediante el conocimiento de sí.

Esta es la Senda del Filo de la Navaja, más amarga que la hiel, muchos la inician, muy raros son los que llegan a la meta.

Así como la Luna tiene un lado oculto que no se ve, un lado desconocido, así también sucede con la Luna Psicológica que cargamos en nuestro interior.

Obviamente tal Luna Psicológica está formada por el Ego, el Yo, el Mí Mismo, el Sí mismo.

En esta luna psicológica cargamos elementos inhumanos que espantan, que horrorizan y que en modo alguno aceptaríamos tener.

Cruel camino es este de la AUTO-REALIZACIÓN INTIMA DEL SER, ¡Cuántos precipicios!, ¡Qué pasos tan difíciles!, ¡Qué laberintos tan horribles!.

A veces el camino interior después de muchas vueltas y revueltas, subidas horripilantes y peligrosísimas bajadas, se pierde en desiertos de arena, no se sabe por donde sigue y ni un rayo de luz te ilumina.

Senda llena de peligros por dentro y por fuera; camino de misterios indecibles, donde solo sopla un hálito de muerte.

En este camino interior cuando uno cree que va muy bien, en realidad va muy mal.

En este camino interior cuando uno cree que va muy mal, sucede que marcha muy bien.

En este camino secreto existen instantes en que uno ya ni sabe que es lo bueno ni que es lo malo.

Lo que normalmente se prohíbe, a veces resulta que es lo justo; así es el camino interior.

Todos los Códigos morales en el camino interior salen sobrando; una bella máxima o un hermoso precepto moral, en determinados momentos puede convertirse en un obstáculo muy serio para la Auto-Realización íntima del Ser.

Afortunadamente el Cristo Intimo desde el mismo fondo de nuestro Ser trabaja intensivamente, sufre, llora, desintegra elementos peligrosísimos que en nuestro interior llevamos.

El Cristo nace como un niño en el corazón del hombre pero a medida que va eliminando los elementos indeseables que llevamos dentro, va creciendo poco a poco hasta convertirse en un hombre completo.


CAPÍTULO XXVI  LOS TRES TRAIDORES

En el trabajo interior profundo, dentro del terreno de la estricta auto-observación psicológica, hemos de vivenciar en forma directa todo el drama cósmico.

El Cristo Intimo ha de eliminar todos los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos.

Los múltiples agregados psíquicos en nuestras profundidades psicológicas gritan pidiendo crucifixión para el señor interior.

Incuestionablemente cada uno de nosotros lleva en su psiquis a los tres traidores.

Judas, el demonio del deseo; Pilatos el demonio de la mente; Caifás, el demonio de la mala voluntad.

Estos tres traidores crucificaron al señor de Perfecciones en el fondo mismo de nuestra alma.

Se trata de tres tipos específicos de elementos inhumanos fundamentales en el drama cósmico.

Indubitablemente el citado drama se ha vivido siempre secretamente en las profundidades de la conciencia superlativa del ser.

No es pues, el drama cósmico propiedad del Gran Kabir Jesús como suponen siempre los ignorantes ilustrados.

Los Iniciados de todas las edades, los Maestros de todos los siglos, han tenido que vivir el drama cósmico dentro de sí mismos, aquí y ahora.

Empero, Jesús el Gran Kabir tuvo el valor de representar tal drama intimo públicamente, en la calle y a la luz del día, para abrir el sentido de la iniciación a todos los seres humanos, sin diferencias de raza, sexo, casta o color.

Es maravilloso que halla alguien que en forma pública enseñare el drama íntimo a todos los pueblos de la tierra.

El Cristo Intimo no siendo un lujurioso tiene que eliminar de sí mismo los elementos psicológicos de la lujuria.

El Cristo Intimo siendo en sí mismo paz y amor debe eliminar de sí mismo los elementos indeseables de la ira.

El Cristo Intimo no siendo un codicioso debe eliminar de sí mismo los elementos indeseables de la codicia.

El Cristo Intimo no siendo envidioso debe eliminar de sí mismo los agregados síquicos de la envidia.

El Cristo Intimo siendo humildad perfecta, modestia infinita, sencillez absoluta, debe eliminar de sí mismo los asqueantes elementos del orgullo, de la vanidad, del engreimiento.

El Cristo Intimo, la palabra, el Logos Creador viviendo siempre en constante actividad tiene que eliminar en nuestro interior, en sí mismo y por sí mismo los elementos indeseables de la inercia, de la pereza, del estancamiento.

El Señor de Perfección acostumbrado a todos los ayunos, templado, jamás amigo de borracheras y de grandes banqueteos tiene que eliminar de sí mismo los abominables elementos de la gula.

Extraña simbiosis la del Cristo-Jesús; el Cristo-Hombre; rara mezcla de lo divino y de lo humano de lo perfecto y de lo imperfecto; prueba siempre constante para el Logos.

Lo más interesante de todo esto es que el Cristo secreto es siempre un triunfador; alguien que vence constantemente a las tinieblas; alguien que elimina a las tinieblas dentro de sí mismo, aquí y ahora.

El Cristo Secreto es el señor de la Gran Rebelión, rechazado por los sacerdotes, por los ancianos y por los escribas del templo.

Los sacerdotes le odian; es decir, no le comprenden, quieren que el Señor de Perfecciones viva exclusivamente en el tiempo de acuerdo con sus dogmas inquebrantables.

Los ancianos, es decir, los moradores de la tierra, los buenos dueños de casa, la gente juiciosa, la gente de experiencia aborrece al Logos, al Cristo Rojo, al Cristo de la Gran Rebelión, porque éste se sale del mundo de sus hábitos y costumbres anticuadas, reaccionarias y petrificadas en muchos ayeres.

Los escribas del templo, los bribones del intelecto aborrecen al Cristo Intimo porque éste es la antítesis del Anticristo, el enemigo declarado de todo ese podridero de teorías universitarias que tanto abunda en los mercados de cuerpos y de almas.

Los tres traidores odian mortalmente al Cristo Secreto y le conducen a la muerte dentro de nosotros mismos y en nuestro propio espacio psicológico.

Judas el demonio del deseo cambia siempre al señor por treinta monedas de plata, es decir, por licores, dineros, fama, vanidades, fornicaciones, adulterios, etc.

Pilatos el demonio de la mente, siempre se lava las manos, siempre se declara inocente, nunca tiene la culpa, constantemente se justifica ante sí mismo y ante los demás, busca evasivas, escapatorias para eludir sus propias responsabilidades, etc.

Caifás el demonio de la mala voluntad traiciona incesantemente al señor dentro de nosotros mismos; el Adorable Intimo le da el báculo para pastorear sus ovejas, sin embargo, el cínico traidor convierte el altar en lecho de placeres, fornica incesantemente, adultera, vende los sacramentos, etc.

Estos tres traidores hacen sufrir secretamente al adorable señor Intimo sin compasión alguna.


Pilatos le hace poner corona de espinas en sus sienes, los malvados yoes lo flagelan, le insultan, le maldicen en el espacio psicológico íntimo sin piedad de ninguna especie.
V.M. SAMAEL AUN WEOR.

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