sábado, 25 de septiembre de 2021

COSMOGONIA DE LAS TRIBUS DE NORTE AMERICA


ALGUNAS COSMOGONÍAS INDÍGENAS NORTEAMERICANAS
TRIBUS DEL SUDOESTE
LOS CREADORES
Las leyendas de estas tribus narran cómo los diversos mundos tomaron forma por la intervención de un Creador utilizando diversas sustancias, entre ellas su propio cuerpo. En un mito Papago, el Hacedor creó el mundo con el sudor y el polvo recogidos de su piel. Entre los Navajo, la Mujer Cambiante, creó a las personas con piel de sus pechos mezclada con polvo de maíz y agua. En la leyenda Pima, el Mago, o Hacedor del Hombre, decidió hacerlos de arcilla cocida, para lo cual construyó un horno e introdujo en él las figuras moldeadas. Pero Coyote, la deidad perversa en varias tribus, interfirió en el proceso convenciéndolo prematuramente de que los hombres ya estaban hechos, con lo que nacieron los blancos. Después lo persuadió para que permanecieran en el horno demasiado tiempo apareciendo así los negros. Ambas razas fueron deportadas a ultramar antes de que el Hacedor del Hombre encontrara el punto exacto de cocción y creara a los Pima.

La existencia de los blancos encontraba diversas justificaciones en otros mitos. Así, en los Navajo, fueron enviados por Primer Hombre y Primera Mujer, junto con la guerra y la peste, como castigo porque envidiaban la prosperidad de los nativos.
Los seres creados necesitaban aprender a elaborar las cosas y la deidad Apache Usen, les enseñó a encontrar hierbas con las que hacer medicinas para sanar enfermedades. Montezuma, creador de los Papago, les mostró cómo cazar y cultivar maíz.
El Creador del mundo desaparecía con frecuencia hastiado por la maldad que se había instalado entre los humanos, justificándose la destrucción de los mundos y de los seres que los habitaban como un castigo por su mal comportamiento. Según un mito Navajo, Primer Hombre y Primera Mujer enviaron monstruos para destruir a los hombres contra los que se sentían enfurecidos porque afirmaban que la felicidad era creación propia. En la leyenda Papago, los primeros hombres se rebelaban contra Montezuma y éste creó una nueva raza humana que destruyó a la primera. Un cuento apache narraba cómo una inundación acabó con la vida de los seres indignos.

LOS HOPI
Al comienzo del tiempo, una chispa de conciencia se encendió en el espacio infinito. Esta chispa era el espíritu del Sol, llamado Tawa, que fue el creador del primer mundo al que dio la forma de una enorme caverna poblada únicamente por insectos. Tawa observó el movimiento de los seres creados y quedó insatisfecho porque aquella población carecía de inteligencia. Ante ello decidió enviar a la Abuela Araña para manifestarles el descontento del espíritu del Sol hacia ellos y conducirlos a otro mundo, que se ubicaba sobre el techo de la caverna primitiva.
Los insectos iniciaron el ascenso hacia el nuevo mundo, pero el trayecto fue tan largo y penoso que, al llegar a la cima, muchos se habían convertido en animales más poderosos. Sin embargo, a Tawa tampoco le parecieron capaces de entender el sentido de la vida y pidió a la Abuela Araña que los condujera al tercer mundo. Y, en el transcurso de este viaje, algunos animales se transformaron en hombres. La Abuela Araña les enseñó la alfarería y el arte del tejido y en la cabeza de los seres humanos comenzó a despuntar un destello del sentido de la vida. Pero los brujos malvados, que sólo se sentían a gusto en las tinieblas, extinguieron aquel destello de luz y cegaron a los humanos sumergiéndolos de nuevo en el caos. Ante esta situación, la Abuela Araña los visitó de nuevo haciéndoles ver el descontento de Tawa y obligándoles a subir al cuarto mundo que se encontraba sobre sus cabezas, pero esta vez no serían guiados sino que ellos mismos deberían encontrar el camino.
Los ignorantes humanos trataron de buscar la senda que les llevara a su destino, pero, no encontrando el modo de hacerlo, decidieron enviar al “pájaro gato” para explorar el territorio. El comisionado pasó al cuarto mundo a través de un agujero en el cielo y descubrió una zona desértica. Sobrevolando sobre ella, descubrió en la lejanía una cabaña de piedra y un ser que parecía dormitar recostado sobre una pared. El “pájaro gato” se posó a su lado encontrando un rostro rojo, cubierto de cicatrices, quemaduras y costras de sangre. Tenía los pómulos y la nariz pintados con unos trazos negros y sus ojos estaban tan hundidos en las órbitas que eran casi invisibles, aunque en sus pupilas brillaba una luz aterradora. El explorador reconoció en aquél personaje a la Muerte y, en nombre de los seres humanos, solicitó permiso para compartir el territorio con ella. La Muerte dio su autorización y el emisario volvió al tercer mundo con la buena nueva. Aún así, no sabían cómo subir y pidieron ayuda a la Abuela Araña, quien les aconsejó que plantaran un bambú y que cantaran para hacerlo crecer. Cantaron sin cesar y el bambú creció hasta atravesar el agujero del cielo.
Los humanos treparon por el tallo y alcanzaron el cuarto mundo. Una vez allí, construyeron cabañas y poblados, plantaron semillas, hicieron jardines y huertos y una vez conseguido “el sentido de la vida”, inventaron leyendas para no olvidarlo.

LOS NAVAJO
Los Navajo, al igual que los Hopi, hablaban de la existencia de varios mundos. Sin embargo no coincidían en el número que correspondía al actual. Para los Hopi era el cuarto, mientras que para los Navajo era el quinto. Los mundos se hallaban superpuestos y los humanos iban ascendiendo en la escala hasta llegar al mundo superior donde adquirían el conocimiento y la visión. Los Navajo apilaron cuatro montañas una encima de otra y después plantaron una caña y subieron por ella pasando del inundado tercer mundo al cuarto.
En casi todas las leyendas aparecía la idea común de que los mundos inferiores carecían de capacidad para albergar el creciente número de seres o se habían inundado o estaban hechizados por los brujos de la oscuridad que no deseaban el progreso humano.

LOS APACHES
Los jicarilla, los mezcaleros y los chiricahua eran las tribus más conocidas. En ellas, la religión resultaba fundamental y poseían una mitología muy rica. Emigraron hacia el sudoeste desde de los bosques del nordeste y sus mitos hablaban de la búsqueda de una tierra propia ayudados por los Dioses Gemelos, que les marcaban los territorios donde podían vivir y les ayudaban a destruir a los enemigos.
Eran relatos de un viaje fantástico, asistidos por la Mujer Araña y otras deidades, que mostraban unos sucesos complejos que evolucionaban continuamente. La Mujer Cambiante vivía renovándose permanentemente para convertirse en la deidad identificadora del pensamiento religioso apache. Para ellos, el mundo estaba en continuo movimiento y generalmente sus rituales eran espontáneos.

LA CREACIÓN APACHE
Las leyendas apaches, al igual que las de otras tribus, comenzaban diciendo que “Al principio, donde ahora se encuentra el mundo, no había nada excepto oscuridad, agua y ciclón. Era un lugar solitario donde no existía vida y sólo los Hactcin ocupaban el vacío desde siempre. Ellos fueron los creadores haciendo primero la Tierra, el mundo subterráneo, y, después, el Cielo. Crearon la Tierra con forma de mujer y la llamaron Madre y a continuación hicieron el Cielo con forma de hombre y lo llamaron Padre. Él mira hacia abajo y ella hacia arriba. El hombre es nuestro padre y la mujer nuestra madre.”
Los Hactcin eran los dioses misteriosos apaches y personificaban los poderes de la Naturaleza. El más poderoso, Hactcin Negro, hizo un animal de barro y sintió curiosidad por ver cómo caminaría sobre cuatro patas. El animal caminó y el dios se sintió satisfecho. Más tarde, al verlo solo, pensó en crear otros animales terrestres utilizando el cuerpo del primero. Y así fue y todos los animales existentes sobre la tierra procedieron de aquél. En aquellos tiempos todos los animales hablaban la lengua apache.
Hactcin Negro extendió la mano y una gota de lluvia cayó en ella. La mezcló con tierra y se convirtió en barro. Con él modeló un pájaro y de nuevo sintió curiosidad por ver cómo utilizaría sus alas. Y el ave voló y, de nuevo, la deidad quedó satisfecha con su obra y disfrutó observando las diferencias entre los animales terrestres y el ave del cielo. Sin embargo, pronto llegó a la conclusión de que el pájaro necesitaba compañeros y tomándolo entre sus manos lo hizo girar rápidamente hasta provocar su mareo. Al sentirse mareado, el pájaro vio las figuras de toda clase de aves girando en torno suyo y cuando se recuperó, allí estaban todos los pájaros que había visto.
Las aves carecían de alimentos, pero el creador levantó sus manos hacia cada uno de los puntos cardinales e hizo que de ellas cayeran toda clase de semillas. Cuando los pájaros fueron a comerlas, éstas se transformaron en pequeños insectos en continuo movimiento dificultando grandemente la captura. Sin embargo, el Hacedor animaba a las aves para que los atraparan y los pájaros adquirieron habilidad para la caza pudiendo así alimentarse.
En cierta ocasión, todos los animales pidieron a Hactcin Negro que crease a un ser que pudiera sustituirlo cuando marchara al lugar donde nadie lo vería. El dios accedió y pidió a los animales que le llevaran toda clase de objetos. Y así lo hicieron. Le llevaron polen de plantas, ocre rojo, barro blanco, piedra blanca, azabache, turquesa, piedra roja, ópalo, abulón y diversas piedras preciosas. Hactcín Negro solicitó a los animales que se distanciaran de él y tras mirar hacia el este, sur, oeste y por último hacia el norte, dibujó una silueta con polen en el suelo. Después depositó todos los objetos dentro del contorno de la figura y se convirtieron en carne y huesos. Las venas eran de turquesa, la sangre de ocre rojo, la piel de coral, los huesos de piedra blanca, las uñas de los dedos y los dientes de ópalo, la pupila del ojo de azabache, el blanco de los ojos de abulón y la médula de los huesos de barro blanco. Cogió una nube oscura y con ella hizo el pelo, que se convertirá en una nube blanca cuando llegue la vejez.
El Hactcin Negro sopló sobre figura infundiéndole vida. La dirección del aire generado por el soplo estaba marcada por las espirales de las yemas de los dedos de la mano. Las hendiduras de los pies marcaban la dirección del aire al abandonar el cuerpo en el momento de la muerte. El hombre estaba tumbado boca abajo con los brazos extendidos. Sus facciones quedaban ocultas ante los animales y éstos se encontraban deseosos de ver al nuevo ser y el ansia que sentían generó la curiosidad. Hactcin enseñó al nuevo ser a hablar, reír, gritar, andar, correr y otras muchas cosas. Y cuando los pájaros contemplaron la obra del dios, empezaron a cantar como lo hacen cada día de su vida.
Pero los animales pensaron que el hombre no debía estar solo y Hactcin Negro, para satisfacer su deseo, le provocó un sueño en el que aparecía una mujer sentada a su lado y al despertar la encontró allí. El hombre le habló y ella respondió y juntos iniciaron su vida amenizada por el canto de los pájaros.
Estos acontecimientos no tuvieron lugar en el mundo actual, sino que se produjeron en el útero de la Tierra donde reinaba la oscuridad. Las dos deidades principales, Hactcin Blanco y Hactcin Negro sacaron de sus bolsas un pequeño Sol y una pequeña Luna, los hicieron crecer y los enviaron al aire, donde se movían de este a oeste arrojando luz a su alrededor. La luz produjo una gran impresión entre los animales, los pájaros y la gente. Sin embargo, muchos chamanes deseaban tener el poder sobre todas las cosas y pretendían atribuirse la creación de ambos astros, al tiempo que discutían sobre las funciones que debían realizar cada uno de ellos. Unos querían que el Sol luciera siempre, otros no lo deseaban porque era preciso descansar y la luz lo impediría, otros hablaban de suprimir la Luna por innecesaria. Hactcin les pidió que no discutieran durante tres días. Cada mañana el Sol salía y los seres vivientes eran felices, pero al cuarto día, el astro rey se introdujo por un agujero que había sobre él y la Luna lo siguió. Por esta razón existen los eclipses.
Los Hactcin pidieron a los chamanes que demostraran su poder haciendo volver el Sol. Los chamanes cantaron haciendo ceremonias y cuantas representaciones mágicas sabían, pero continuaban sin Sol y sin Luna.
Hactcin Blanco intervino diciéndoles que su oportunidad para demostrar el poder había concluido y dio opción a los animales para que lo intentaran.
El saltamontes fue el primero en actuar extendiendo sus patas en las cuatro direcciones y cuando las recogió sujetaba pan. El ciervo hizo lo mismo y obtuvo la yuca, el oso cerezas, la marmota bayas, la ardilla fresas, el pavo maíz y así cada animal lograba un producto. Pero, aunque los Hactcin estaban contentos con estos regalos, el Sol y la Luna permanecían escondidos y entonces los dioses decidieron actuar. Enviaron a buscar rayos de cuatro colores en las cuatro direcciones, y los rayos trajeron nubes de cuatro colores de las que cayó lluvia. Después enviaron a buscar el arco iris para hacerla hermosa. Mientras se sembraban las semillas que la gente había producido, los Hactcin hicieron un cuadrado de arena con cuatro túmulos pequeños coloreados colocados en hilera en los que pusieron las semillas. Los pájaros y los animales cantaron y las semillas florecieron y los pequeños túmulos crecieron hasta convertirse en una montaña que continuó elevándose.
Entonces los Hactcin seleccionaron a los doce chamanes que más se habían distinguido por su magia y pintaron a seis de ellos de azul para representar el verano y a los otros seis de blanco para simbolizar el invierno y los llamaron Tsanati. Éste fue el origen de la sociedad de danza de los Tsanati de los apaches. Después los Hactcin hicieron seis payasos pintándolos de blanco con cuatro rayas horizontales negras, una en la cara, otra en el pecho, una sobre el muslo y otra en la pierna. Los Tsanati y los payasos se unieron a la gente en su baile, para hacer que la montaña creciera hasta que su cima alcanzara el agujero por el que habían desaparecido el Sol y la luna. Después construyeron cuatro escalas de luz de distintos colores para poder ascender hasta el mundo actual. En su ascensión, los payasos iban en cabeza armados de látigos mágicos para ahuyentar las enfermedades. Les seguían los Hactcin y los Tsanati y tras ellos los seres humanos y los animales. Y su emergencia a la superficie fue como el nacimiento de un niño del vientre de su madre, en este caso, del útero de la Tierra.

LOS COMANCHES
Los comanches ocupaban el territorio que comprendía el este de Nuevo México, Sudeste de Colorado y Kansas, Oklahoma, y nordeste y sudeste de Texas.
Poseían una mitología muy rica y en sus leyendas abundaban los símbolos siendo habituales las referencias al parentesco entre humanos y animales al igual que en otras tribus de la zona. Según ellos, los espíritus de los animales podían favorecer o perjudicar a determinados individuos de la comunidad. Consideraban al Sol, la Luna y la Tierra como dioses y pensaban que todos los animales e insectos tenían poderes con la única excepción del caballo que carecía de ellos.
Según el mito de la creación, el Gran Espíritu creó el pueblo comanche a partir de los remolinos de polvo que recogió en los cuatro puntos cardinales. La gente creada era poderosa y poseía la fuerza de las grandes tormentas. Al propio tiempo fue creado un demonio de forma cambiante que pronto comenzó a atormentar a los humanos. El Gran Espíritu lo confinó en una sima sin fondo, pero el demonio se instaló en los colmillos y los aguijones de las criaturas venenosas y continuó dañando a las personas.

TRIBUS DE LAS PRADERAS
LOS PIES NEGROS
Las leyendas de los Pies Negros mencionaban los tiempos en los que no existía más que Napi, Hombre Anciano, y agua. Napi se encontraba sentado en un tronco sobre el agua meditando sobre si debajo existiría algo y se encontraba acompañado por cuatro animales a los persuadió para que exploraran el mundo subacuático. Sólo el ratón almizclero volvió con un trozo de barro que Napi sostuvo entre sus manos mientras crecía. A continuación lo depositó en el agua y el montículo de barro creció tanto que Napi pudo mantenerse en pie sobre él. Después soltó un lobo que corrió sobre el barro parcialmente seco y cada vez que se paraba aparecía una profunda hendidura que producía un valle. Sus siguientes movimientos dieron lugar a las montañas y las llanuras, mientras el agua fluía entre algunas de las hendiduras para crear los lagos y los ríos.
El papel de los animales en el origen del mundo se conmemoraba en el elaborado ceremonial del Beaver Bundle (Manojo del Castor) que contenía, al menos en teoría, representaciones de todos los animales asociados con la historia cultural de los Pies Negros excepto la rana, que fue excluida porque no podía cantar ni bailar.

LOS PAWNEE
Mientras la mayoría de las tribus de las llanuras explicaban sus orígenes como una emergencia de la tierra, los Pawnee atribuían la creación de todas las cosas a Tírawahat, El que Está Arriba, ser supremo e inmutable. Éste otorgó un gran poder a las estrellas, sobre todo a la estrella de la mañana cuyo hermano menor era el Sol. En el este se encontraban las estrellas que representaban a los hombres, gobernados por la estrella de la mañana y el Sol. En el oeste aparecían las de las mujeres, dirigidas por el lucero de la tarde y la Luna. El mito contemplaba la unión de la estrella de la mañana y el lucero de la tarde y la del Sol con la Luna. Cada pareja procreó descendientes y todos ellos poblaron la Tierra. Los mitos mostraban obstáculos que simbolizaban las enfermedades y dificultades que experimentaban los humanos a lo largo de la vida, y afirmaban que sólo con elaborados ceremoniales, que invocaban los poderes de la estrella de la mañana y el Sol, se podían superar esos males.

LOS CROW
La versión de los indios Crow sobre el origen de la Tierra y de la humanidad combinaba poderes submarinos y celestiales. Así, el hechicero Cuervo relataba que hace muchos años sólo existía agua y las únicas criaturas vivientes eran los patos y el Hombre Anciano. Un día, Hombre Anciano se reunió con los patos informándoles de que había tierra bajo ellos e instruyó a un pato silvestre, de cabeza roja, para que buceara y subiera una porción de ella, pero el intento resultó fallido.
Después ordenó a un pato moteado y a otro de plumas azules que lo volvieran a intentar, pero sólo tuvo éxito el último, que salió con un poco de barro en sus patas palmeadas.
En compañía de este pato y con el barro en la mano, Hombre Anciano viajó desde el este esparciendo el barro con la mano, haciendo, de este modo, la Tierra. Al pasar por las llanuras encontraron una piedra que Hombre Anciano consideró la parte más antigua de la Tierra, capaz de reproducirse por sí misma, lo que explicaba la existencia de piedras por toda la Tierra.
Al fin vieron un ser humano que Hombre Anciano dijo que había sido una estrella y que ahora estaba sujeto a la Tierra. Al acercarse a él, se transformó en una planta de tabaco, planta que los Crow consideraban la primera que brotó sobre la Tierra. El hechicero explicó entonces que las estrellas habían asumido esta forma y que si se cogía el tabaco, se cultivaba en primavera y se efectuaban ceremonias apropiadas, los llamados rituales de la Sociedad del Tabaco, se satisfarían todas las necesidades del pueblo.

LOS CHEYENNES
Los cheyennes eran uno de los principales pueblos indígenas de América del Norte. Según su mito de la Creación, al principio no existían más que el vacío, la oscuridad, el silencio y Maheo, el Gran Espíritu, que se sentía muy solo.
Maheo poseía un gran poder, pero no lo utilizaba para nada y, sintiéndose insatisfecho de ello, decidió aplicarlo creando una gran extensión de agua salada. El Gran Espíritu supo que en el agua podría existir la vida y usando de nuevo su poder creó los peces que nadaban en las aguas oscuras. Después dio vida a las almejas y los caracoles marinos que se encontraban en la arena. Continuó con su tarea y se dijo “formaré ahora los animales que puedan moverse sobre el agua”. Y así sucedió. Y fueron apareciendo los gansos, los ánades, los charranes, las fochas, las cercetas y demás aves acuáticas. Maheo, a causa de la oscuridad reinante, podía escuchar el chapoteo de las patas y el batir de las alas, pero no los veía. Ante esta situación, formuló el deseo de contemplar todo lo que había creado y la luz comenzó a clarear por este, primero difusa y blanca y, más tarde, dorada y brillante, extendiéndose hacia el oeste hasta llegar al horizonte.
Gracias a la luz, Maheo pudo contemplar su creación y quedó maravillado de la obra. Sin embargo, la gansa se acercó a él y le manifestó el cansancio que sufrían las aves de tanto nadar sin encontrar un lugar fuera del agua donde reposar. Entonces, el Gran Espíritu agitando sus brazos, les otorgó la capacidad de volar. Pero los pájaros también se cansaban de volar y pidieron a Maheo que les creara un lugar seco y firme donde poder caminar y reposar.
Maheo aceptó la petición de las aves, pero su poder sólo le permitía crear cuatro cosas y para hacer más necesitaba ayuda. Pidió a los seres del agua que buscaran tierra. La gansa, el somormujo y el ánade lo intentaron, pero fracasaron. Finalmente la focha consiguió sacar una pequeña bola de barro en su pico. Meheo la premió haciendo que su carne supiera a barro por lo que ningún ser la comería debido a su mal sabor.
El Gran Espíritu recogió la bola de barro entre sus manos y ésta empezó a crecer hasta hacerse tan grande que ya no era posible sostenerla. De nuevo Meheo recurrió a los animales buscando a alguien que pudiera soportarla. Únicamente podía hacerlo la tortuga, quien aceptó ayudar cargando la bola de barro sobre su espalda. La bola fue creciendo hasta formar una colina y la Abuela Tortuga desapareció bajo ella. Meheo sentenció que la Tierra debía ser conocida como la Abuela y que el ser que soportaba la Tierra debía ser el único animal que pudiera vivir bajo el agua, sobre ella o en la Tierra y también el único que pudiera desplazarse nadando o caminando, según su voluntad. Desde entonces, la Abuela Tortuga y todos sus descendientes caminan muy lentos, pues cargan en sus espaldas el peso del mundo y los seres que lo habitan.
Tras estas creaciones, había agua y también tierra, pero ésta era estéril y Maheo pensó que Abuela Tierra debía ser como una mujer y, en consecuencia, procrear. Ante el deseo del Gran Espíritu, los árboles y las hierbas brotaron, convirtiéndose en el cabello de la Abuela. Las flores se transformaron en brillantes adornos y las frutas y semillas fueron ofrecidas por la tierra al Gran Espíritu. Los pájaros se posaron a descansar en las manos de la Abuela, a cuyos lados se acercaron también los peces. Mirando a la mujer Tierra, Maheo sintió que era la más hermosa de las cosas que había hecho y pensó que no debía estar sola. Consideró que era conveniente darle algo de él para que supiera que siempre estaría cerca de ella apoyándola en todo cuanto necesitara. Se sacó una costilla de su costado izquierdo y la colocó en el seno de la Tierra donde se transformó en el primer hombre. Al ver su obra, el Gran Espíritu decidió que tampoco el hombre debería estar solo y utilizando una de sus costillas del costado derecho formó una hembra, que puso al lado del hombre. Entonces sobre la Abuela Tierra hubo dos seres humanos, cuyos padres eran ella misma y Maheo. Todos eran felices, y el Gran Espíritu se sintió contento con la obra realizada.
Un año más tarde, en la primavera, nació el primer niño. Y a medida que transcurrió el tiempo nacieron otros quienes, cumpliendo su destino, fundaron las diferentes tribus. Luego Maheo vio que el pueblo creado carecía de ciertas cosas y, para remediar la carestía, creó los animales terrestres para alimento y protección de los hombres. Y, finalmente, como elemento esencial para su pueblo, el Gran Espíritu creó el bisonte.

LOS SIOUX
Los sioux no poseían una historia sobre la creación al modo de otras tribus, pero sí tenían ciertas nociones de cómo los seres humanos hicieron su aparición en la Tierra. Al principio, los humanos vivían, junto con los bisontes y los demás animales de caza, en un gran espacio subterráneo. Tokahe, su jefe, los condujo hasta la superficie terrestre sorteando múltiples dificultades a lo largo del camino. Al llegar a su destino, los hombres debieron aprender a conseguir alimento y pieles para construir sus moradas y vestirse, mediante la caza de animales. De esta forma, Tokahe y sus compañeros fueron los primeros pobladores del mundo y ellos eran sus descendientes. Por ello los seres humanos eran conocidos como “wicasa akantula”, hombres de arriba.
Para los sioux no existía diferencia entre los conceptos natural y sobrenatural así como tampoco apreciaban separación alguna entre los humanos y la Naturaleza. Para ellos, Naturaleza y hombres formaban un conjunto indivisible. Les resultaba incomprensible el universo y eran conscientes de que no podían controlarlo por lo que sentían respeto y temor hacia él adoptando actitudes de veneración hacia lo que llamaban “wakan”, “lo que es difícil de comprender”.
Tenían un concepto abstracto del creador y lo llamaban “wakan tanka”, el gran misterio, refiriéndose a él como una fuerza incomprensible que no admitía personificación alguna.
Los chamanes, llamados “wicasa wakan”, hombres sagrados, trataron de comprender el gran misterio y para ello instituyeron unos seres etéreos, a quienes atribuyeron algunas peculiaridades humanas. Entre estos seres figuraban astros y algunas manifestaciones de la Naturaleza: el Sol, La Luna, el viento, el trueno, la Tierra, las rocas, etc., y toda una serie de espíritus invisibles. Unos se manifestaban beneficiosamente para los humanos y otros lo hacían para perjudicarlos.
Poseían una gran riqueza de ritos que abarcaban todos los aspectos de la vida. Algunos de ellos, según creían, les fueron enseñados por la Mujer Búfala Blanca, mientras que otros tenían su origen en visiones.

TRIBUS DEL NORDESTE
Estas tribus narraban historias para preservar las tradiciones e inculcar los valores culturales.

El origen de las historias.
Según los Seneca, uno de sus miembros, llamado Niño Huérfano, había adquirido gran habilidad en la caza de pájaros. Un día que se encontraba de caza se sentó en una piedra y, cuando preparaba sus flechas para lanzarlas, oyó una voz procedente de la roca preguntándole si deseaba que le contara historias. El cazador, ignorando el significado de la pregunta, indagó sobre ello y la voz de la piedra le respondió que era narrar lo que había acontecido desde hacía muchísimo tiempo.
El joven aceptó escuchar historias a cambio de pájaros y, poco a poco, la audiencia fue aumentando hasta que todo en pueblo se congregó en torno a la piedra para escuchar sus relatos. Todos llevaban comida como obsequio y desde entonces, siguiendo las instrucciones de la piedra, es preciso contar estas historias, generación tras generación, hasta que se acabe el mundo.

El mundo en la concha de la tortuga.
Según los iroqueses, su origen se remontaba a cuando se produjo la caída del Árbol de la Luz Celestial, que originó un agujero en la bóveda celeste por el que se deslizó Mujer Cielo cayendo hacia el Océano. Los gansos extendieron sus alas para recogerla y, al observar la acción, la Gran Tortuga ordenó a los seres acuáticos que bucearan hasta el fondo del mar en busca de tierra para colocar en su concha. Los animales fracasaron en su intento excepto el Ratón Almizclero que, moribundo, emergió llevando arena entre sus garras. Al colocarla sobre la concha de la tortuga, creció formando una isla sobre la que se posó la Mujer Cielo. De esta forma se creó la Tierra.

TRIBUS DEL SUDESTE
Según las historias de las tribus del Sudeste, antes de que aparecieran los seres humanos sólo existían dos mundos: el Superior y el Inferior. Los grandes pájaros, animales e insectos vivían en el Mundo Superior y pronto comprobaron que no había suficiente espacio para todos, por lo que se vieron obligados a buscar otro lugar más amplio que pudiera albergarlos. Escarabajo de Agua, según la versión Cherokee, se ofreció a explorar el Mundo Inferior, que era un gran océano, y buceando encontró barro en el fondo. Escarabajo de Agua volvió con su hallazgo y construyó con él un monte que se convirtió en la isla del Mundo Medio. Para los Creek y los Yuchi, el constructor fue Langosta.
Los animales del Mundo Superior rehusaron habitar la isla hasta que el barro blando se secara y Gran Buitre se encargó de acelerar el secado batiendo sus alas. A veces volaba tan bajo que su aleteo golpeaba el barro creando valles y montañas que, andando el tiempo, serían la tierra de los Cherokee.
Cuando los animales descendieron a vivir en la Tierra la encontraron oscura y utilizaron el Sol del Mundo Superior para obtener la luz. Tuvieron dificultades para determinar la distancia a la que debía colocarse el astro para que no los quemara y tras siete intentos consiguieron instalarlo en la posición correcta. La bóveda celeste era de piedra y se levantaba dos veces al día para permitir entrar al Sol por la mañana y salir por la tarde.

El fuego.
En la Tierra, sin embargo, las noches eran frías y la Luna no daba calor. Los animales pidieron ayuda a los seres que habían permanecido en el Mundo Superior, quienes les enviaron el fuego en forma de rayo que golpeó un árbol hueco y lo lanzó al agua. Cuervo se ofreció para traer el fuego, pero el humo y el calor ennegrecieron sus plumas y volvió sin él. La Lechuza, el Búho Ululante, el Caballo Negro Pura Sangre y la Culebra Negra también fracasaron en sus intentos. Cada uno fue marcado por el fuego, pero ninguno consiguió traer el ascua ardiente. Sólo Araña de Agua tuvo éxito tras tejar una cesta y colocársela sobre su espalda para transportar el fuego sin quemarse.

Creación de la humanidad.
Un mito Cherokee habla de un ser llamado Alguien Poderoso como el creador del primer hombre y la primera mujer con barro del Mundo Inferior. Cuando el hombre y la mujer se despertaron, Alguien Poderoso les pidió que caminaran por la isla en donde vivían y, tras cada paseo, los humanos encontraban un regalo: maíz, judías, una vivienda, etc. Al principio, se conseguía obtener comida sin ningún esfuerzo y la vida era fácil. Más tarde, Alguien Poderoso ordenó al hombre que golpeara a la mujer con un pez. Así lo hizo y siete días más tarde nació un hijo. Cada siete días nacía un niño que se hacía adulto en otros siete días. Al poco tiempo el mundo se llenó de seres humanos y entonces decidió que la mujer sólo podría dar a luz una vez al año y los niños tardarían mucho tiempo en hacerse adultos. Así ha sido siempre desde entonces.
Los mitos de los Creek y los Choctaw sobre la creación ofrecen una variante que se asemeja más a la mitología de tribus occidentales. En ambas culturas los seres humanos emergen de un gran agujero en el suelo, siendo su piel pálida por lo que toman el Sol hasta que se oscurece.



El diluvio.
El diluvio también tiene sus leyendas entre las tribus del Sudeste. La mayoría de ellas narran cómo un hombre y su esposa recibieron información sobrenatural sobre la inminencia de una inundación y que, para salvarse, debían construir una balsa o introducirse en el interior de una caña hueca. Cuando el nivel de las aguas decreció, enviaron diversas aves en busca de tierra y, al encontrarla, la pareja inició la tarea de repoblar el mundo, siempre con la ayuda divina.
Algún mito sugiere que la inundación fue provocada por Caddo, un espíritu maligno del Mundo Superior. La información a los humanos sobre la catástrofe que se iba a producir fue facilitada, según algunas versiones, por una rana profética como pago por la ayuda que había recibido de los hombres y para los Cherokee, el aviso procedió de un perro parlante.

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