miércoles, 26 de abril de 2017

LA SERPIENTE EMPLUMADA

En la aurora de los tiempos, la verdad aún es inocente y se expone sin más. Luego, desde esta perspectiva inmemorial, quizá lo auténticamente divino fuera lo humano, así en su talante más natural y manifiesto. El Prometeo griego así nos lo traduce en su generoso sacrificio. Su altruismo heroico tan personal.


Como veremos a continuación, lo mismo sucede con la serpiente emplumada, Quetzalcoatl, muy venerada deidad de los antiguos pueblos de Mesoamérica, en su ayuda a la gestación de lo humano y además su mítica ofrenda del maíz, descubrimiento vital para los primeros hombres.
En la ciudad sagrada se congregaron los dioses más importantes para conciliar, entre ellos estaban los consternados Citlalinicue, Citlaltonac, Apantecuchtli, Tepanquizqui, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. Debatieron acerca de quién habitaría la recién cimentada tierra, bajo los cielos inmensos apenas forjados. Entonces Quetzalcoatl se avino a resolver prácticamente, el tortuoso dilema. Descendió a Mictlan, el reino de ultratumba, y solicitó a su monarca, el gran Mictlantecuhtli, que le entregase los huesos preciosos que tenía guardados para sí.
—¿Qué harás con ellos, Quetzalcóatl?
Y una vez más dijo (Quetzalcóatl):
—Los dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra.
Y respondió Mictlantecuhtli:
—Está bien, haz sonar mi caracol y da vueltas cuatro veces alrededor de mi círculo precioso.
Pero el caracol divino no tiene orificio para soplar. Quetzalcoatl acude al auxilio de sus aliados los gusanos, estos perforan el duro caracol y lo dejan listo. Quetzalcoatl llama ahora a las abejas que penetran por los agujeros del caracol y le hacen emitir con su zumbido en ecos el místico sonido deseado. Ante esto el siniestro Mictlantecuhtli, señor de los muertos, debe ceder. Le entrega los huesos mágicos a Quetzalcoatl. Pero en seguida, en la negrura de su máscara de cráneo, se gesta la traición. Le ordena a sus servidores que detengan a Quetzalcoatl en su partida, puesto que no ha de llevarse el tesoro preciado.
Ante esto Quetzalcoatl decide llevar a cabo una singular estratagema, le solicita a su nahual, a su doble silvestre y animal, que acuda con los sirvientes del señor de los muertos para avisarles que el mismo irá a devolverlos. El nahual a gritos, así lo anuncia.
Pero Quetzalcoatl no lo lleva a cabo; ha ganado tiempo, ha hecho un atado con los huesos de hombre y de mujer mezclados para ahora tratar de huir, finalmente, de la sombría Mictlan.
Mictlantecuhtli furioso, se lamenta:
—Dioses, ¿de veras se lleva Quetzalcóatl los huesos preciosos? Dioses, id a hacer un hoyo.
Y sus sirvientes divinos obedecen: cavan una fosa en la tierra calcinada. Quetzalcoatl al intentar sortearlo, es sorprendido por una codornices que lo asustan. La Serpiente Emplumada muere de espanto. Cae en la fosa. Los huesos se disgregan en torno suyo, luego son roídos por las codornices voraces.
Quetzalcoatl revive entonces y pide consejo a su nahual, su doble en la otredad:
—¿Qué haré, nahual mío?
Y este le respondió:
—Puesto que la cosa salió mal, que resulte como sea.
De esta manera Quetzalcoatl reúne los huesos y sale por fin de Mictlan. Algún tiempo después arriba con su preciada carga a Tamoanchan, lugar sagrado y de sortilegio perenne. Allí la gran Cihuacóatl, patrona de la fertilidad, le ayuda, moliendo los huesos. A continuación esparcen el polvo sobre un barreño mágico. Quetzalcoatl entonces punza su miembro y rocía de la herida practicada, abundante sangre sobre el polvo. De la mezcla surgen los primeros hombres. Quetzalcóatl y los demás dioses velan y hacen penitencia sobre el prodigio obtenido.
Luego proclaman:
—Han nacido, oh dioses, los macehuales (los merecidos por la penitencia).
Pero los humanos, los macehuales, precisan de alimento.
A esto Quetzalcoatl ha observado a una hormiga huir con un grano de maíz en su espalda para internarse con él en la Montaña de Nuestro Sustento. Quetzalcoatl interroga a la hormiga sobre la procedencia del maíz, pero el insecto se rebela y no le confiesa nada. Al final cede: le mostrará el sitio deseado al dios. Quetzalcoatl se transforma en una hormiga negra, y junto con la hormiga roja recuperarán un gran caudal de grano. A continuación Quetzalcoatl lo lleva hasta Tamoanchan donde dioses y hombres comieron hasta saciarse.

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