miércoles, 31 de mayo de 2017

EHECATL

Ehécatl quiere decir “viento” en náhuatl, y se refiere a la vez, al dios del viento de los prehispánicos. Corresponde a una de las advocaciones del célebre Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, y expresa el aspecto sombrío y letal de este dios, en general bondadoso. Su jeroglífico en los códices y relieves presenta un rostro humano con barba, pico y un ojo de muerto fuera de la órbita, que acaso aluda a un astro.
Frecuentemente era representado con una máscara bucal roja en forma de pico. Utilizándola limpiaba el camino para Tlaloc, dios de la lluvia, y los Tlaloque, dioses menores de la lluvia. También a veces se le representaba con dos máscaras. Muestra un caracol en el pecho, puesto que el viento es utilizado para hacer sonar el caracol, que asemeja el sonido del viento. Su aliento sonoro motiva el movimiento del Sol, anuncia y hace a un lado a la lluvia.


Proporciona vida a lo que está inerte. Ehécatl se enamoró de una muchacha humana de nombre Mayáhuel, y brindó a los hombres la capacidad de amar para que ella pudiera corresponderle a su ardorosa pasión. Su sentimiento amoroso se ha simbolizado con un árbol bello y frondoso, que crece en el lugar en el que arribó Ehécatl a la tierra. De acuerdo al mito azteca, tras la creación del quinto sol, éste estaba quieto en un lugar del cielo, al igual que la luna, hasta que el dios Ehécatl soplo sobre ellos y les motivo su movimiento. Los templos de Ehecatl comúnmente poseían forma circular, a fin de tener menor resistencia al viento y facilitar su circulación. En ocasiones especiales se le asociaba con los cuatro puntos cardinales, pues el viento viene y va en todas direcciones.
El viento por ser invisible requiere de una representación metafórica. Algunos dicen que los Ehecatotontli son “los vientecillos”, pero más bien son las múltiples partículas de energía que constituyen el aire, y mismas que le dan movimiento. A semejanza de Ehecatl, pero tan pequeños que son invisibles, los Ehecatotontli se reproducen por millares y forman culebras de aire, ráfagas, vendavales, borrascas, golpes de viento, trombas, según cuántos sean y con qué intensidad actúen. Se les rinde culto mediante pequeñas estatuillas con cara de niño, que se colocan en los santuarios de los montes, casi siempre ubicados en las cimas.

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