Y entonces muchos enfermos y
tullidos fueron a Jesús, preguntándole: “Si todo lo sabes, dinos ¿por qué
sufrimos estas penosas llagas? ¿Por qué no estamos enteros como los demás
hombres? maestro, cúranos, para que nos
hagamos fuertes y no tengamos que vivir por más tiempo en nuestro sufrimiento.
Sabemos que en tu poder está curar todo tipo de enfermedad.
Líbranos de Satán y de todos
sus grandes males. Maestro, ten compasión de nosotros”. Y Jesús respondió:
“Felices vosotros que tenéis hambre de la verdad, pues os satisfaré con el pan
de la sabiduría. Felices vosotros que llamáis, pues os abriré la puerta de la
vida. Felices vosotros que rechazáis el poder de Satán, pues os conduciré al
reino de los ángeles de nuestra Madre, donde el poder de Satán no puede
penetrar.”
Y ellos le preguntaron con
desconcierto: “¿Quién es nuestra Madre y cuáles son sus ángeles? ¿Y dónde se
halla su reino?”.
“Vuestra Madre está en
vosotros y vosotros en ella. Ella os alumbró y ella os da vida. Fue ella quien
dio vuestro cuerpo, y a ella se lo devolveréis de nuevo algún día. Felices
vosotros cuando lleguéis a conocerla, así como a su reino; si recibís a los
ángeles de vuestra Madre y cumplís sus leyes. En verdad os digo que quien haga
esto nunca conocerá la enfermedad. Pues el poder de nuestra Madre está por
encima de todo. Y destruye a Satán y su reino, y tiene gobierno sobre todos
vuestros cuerpos y sobre todas las cosas vivas”.
“La sangre que en nosotros
corre ha nacido de la sangre de nuestra Madre Terrenal. Su sangre cae de las
nubes, brota del seno de la tierra, murmura en los arroyos de las montañas,
fluye espaciosamente en los ríos de las
llanuras, duerme en los lagos y se enfurece poderosa en los mares tempestuosos”.
“El aire que respiramos ha
nacido del aliento de nuestra Madre Terrenal. Su respiración es azul celeste en
las alturas de los cielos, silba en las cumbres de las montañas, susurra entre
las hojas del bosque, ondea sobre los trigales, dormita en los valles profundos
y abrasa en el desierto”.
“La dureza de nuestros huesos
ha nacido de los huesos de nuestra Madre Terrenal, de las rocas y de las
piedras. Se yerguen desnudas a los cielos en lo alto de las montañas, son como
gigantes que yacen dormidos en las faldas de las montañas, como ídolos levantados
en el desierto, y están ocultos en las profundidades de la tierra”.
“La delicadeza de nuestra
carne ha nacido de la carne de nuestra Madre Terrenal; carne que madura
amarilla y roja en los frutos de los árboles, y nos alimenta en los surcos de
los campos”.
“Nuestros intestinos han
nacido de los intestinos de nuestra Madre Terrenal, y están ocultos a nuestros
ojos como las profundidades invisibles de la tierra”.
“La luz de nuestros ojos y el
oír de nuestros oídos nacen ambos de los colores y de los sonidos de nuestra
Madre Terrenal, que nos envuelve como las olas del mar al pez, o como el aire
arremolinado al ave”.
“En verdad os digo que el
Hombre es Hijo de la Madre Terrenal, y de la tierra”.
“La luz de nuestros ojos y el
oír de nuestros oídos nacen ambos de los colores y de los sonidos de nuestra
Madre Terrenal, que nos envuelve como las olas del mar al pez, o como el aire
arremolinado al ave”.
“En verdad os digo que el
Hombre es Hijo de la Madre Terrenal, y de ella recibió el Hijo del Hombre todo
su cuerpo, del mismo modo que el cuerpo recién nacido nace del seno de su
madre. En verdad os digo que sois uno con la Madre Terrenal; ella está en
vosotros y vosotros en ella. De ella nacisteis, en ella vivís y a ella de nuevo
retornaréis. Guardad por tanto Sus leyes, pues nadie puede vivir mucho ni ser
feliz sino aquél que honra a su Madre Terrenal y cumple Sus leyes. Pues vuestra
respiración es Su respiración; vuestra sangre Su sangre; vuestros huesos Sus
huesos; vuestra carne Su carne; vuestros intestinos Sus intestinos; vuestros
ojos y vuestros oídos son Sus ojos y Sus
oídos”.
“En verdad os digo que si
dejaseis de cumplir una sola de todas estas leyes, si dañaseis uno sólo de los
miembros de todo vuestro cuerpo, os perderíais irremisiblemente en vuestra dolorosa
enfermedad y sería el llorar y rechinar de dientes. Yo os digo que, a menos que
sigáis las leyes de vuestra Madre, no podréis de ningún modo escapar a la
muerte. Y quien abraza a las leyes de su Madre, a él abrazará su madre también.
Ella curará todas sus plagas y él nunca enfermará. Ella le dará larga vida y le
protegerá de todo mal; del fuego, del agua, de la mordedura de las serpientes
venenosas. Pues ya que vuestra madre os alumbró, conserva la vida en vosotros.
Ella os ha dado Su cuerpo, y nadie sino Ella os cura. Feliz es quien ama a su
Madre y yace sosegadamente en Su regazo. Porque vuestra Madre os ama, incluso
cuando le dais la espalda. Y ¿cuánto más os amará si regresáis de nuevo a Ella?
En verdad os digo que muy grande es Su amor, más grande que la mayor de las
montañas y más profundo que el más hondo de los mares. Yaquellos quienes aman a
su Madre, Ella nunca les abandona. Así como la
gallina protege a sus
polluelos, como la leona a sus cachorros, como la madre a su recién nacido, así
protege la Madre Terrenal al Hijo del Hombre de todo peligro y de todo mal.
“Pues en verdad os digo que
males y peligros innumerables espetan a los Hijos de los Hombres. Belcebú, el
príncipe de todos los demonios, la fuente de todo mal, acecha en el cuerpo de todos
los Hijos de los Hombres.
Él es la muerte, el señor de
toda plaga y, poniéndose una vestimenta agradable tienta y seduce a los Hijos
de los Hombres. Promete riqueza y poder, y espléndidos palacios, y adornos de
oro y plata, y numerosos sirvientes. Promete gloria y renombre, sensualidad y
fornicación, borrachera y atracón, vida desenfrenada, holgazanería y ocio. Y
tienta a cada cual según aquello por lo que más se inclina su corazón. Y el día
en que los Hijos de los Hombres ya se han vuelto esclavos de todas estas
vanidades y abominaciones, entonces él, en pago de ello, les arrebata todas
aquellas cosas que la Madre Terrenal tan abundante les dio. Les arrebata su
respiración, su sangre, sus huesos, su carne, sus intestinos, sus ojos y sus
oídos. Y la respiración del Hijo del Hombre se vuelve corta y sofocada,
trabajosa y maloliente como la de las bestias inmundas. Y su sangre se vuelve
espesa y fétida, como el agua de las ciénagas; se coagula y ennegrece como la
noche de la muerte. Y sus huesos se vuelven duros y nudosos; se deshacen por
dentro y por fuera se resquebrajan, como una piedra cayendo sobre una roca. Y
su carne se vuelve grasienta y acuosa; se corrompe y se pudre con costras y
forúnculos que son una abominación. Y sus intestinos se llenan de inmundicia
detestable rezumando corrientes en putrefacción; y en ellos habitan numerosos
gusanos abominables. Y sus ojos se
enturbian, hasta que la noche oscura los envuelve; y sus oídos se tapan, come
el silencio de la tumba. Y por último, el Hijo del Hombre perderá la vida.
Pues no guardó las leyes de su
Madre, sino que sumó un pecado a otro. Por ello le son arrebatados todos los
dones de la Madre Terrenal: la respiración, la sangre, los huesos, la carne,
los intestinos, los ojos y los oídos y, por último, la vida con la que coronó
su cuerpo la Madre Terrenal”.
come el silencio de la tumba.
Y por último, el Hijo del Hombre perderá la vida.
Pues no guardó las leyes de su
Madre, sino que sumó un pecado a otro. Por ello le son arrebatados todos los
dones de la Madre Terrenal: la respiración, la sangre, los huesos, la carne,
los intestinos, los ojos y los oídos y, por último, la vida con la que coronó
su cuerpo la Madre Terrenal”.
“Pero si el pecador Hijo del
Hombre se arrepiente de sus culpas y las repara, y regresa de nuevo a su Madre
Terrenal; y si cumple las leyes de su Madre Terrenal y se libera de las garras
de Satán resistiendo sus tentaciones, entonces la Madre Terrenal recibe de
nuevo a su Hijo pecador con amor y le envía sus ángeles para que le sirvan. En
verdad os digo que cuando el Hijo del Hombre resiste al Satán que habita en él
y no hace su voluntad, en esa misma hora se hallan ahí los ángeles de la Madre
para servirle con todo su poder y liberarle por entero del poder de Satán.
“Pues ningún hombre puede
servir a dos señores. Porque o bien sirve a Belcebú y sus demonios o sirve a
nuestra Madre Terrenal y a sus ángeles.
O sirve a la muerte o sirve a
la vida. En verdad os digo qué felices son aquellos que cumplen las leyes de la
vida y no vagan por los caminos de la muerte.
Y cuantos le rodeaban
escuchaban sus palabras con asombro pues su palabra tenía poder y enseñaba de
manera bien distinta a la de los sacerdotes y escribas.
Y aunque el sol ya se había
puesto, no se fueron a sus casas. Se sentaron alrededor de Jesús y le
preguntaron: “Maestro ¿cuáles son esas leyes de la vida? Quédate con nosotros
un rato más y enséñanos. Queremos escuchar tu enseñanza para que podamos
curarnos y volvernos rectos
Y el propio Jesús se sentó en
medio de ellos y dijo: “En verdad os digo que nadie puede ser feliz, excepto
quien cumple la Ley”
Y los demás respondieron:
“Todos cumplimos las leyes de Moisés, nuestro legislador, tal como están
escritas en las sagradas escrituras Y Jesús les respondió: “No busquéis la Ley
en vuestras escrituras, pues la Ley es la Vida, mientras que lo escrito está
muerto. En verdad os digo que Moisés no recibió de Dios sus leyes por escrito,
sino a través de la palabra viva. La Ley es la Palabra Viva del Dios Vivo, dada
a los profetas vivos para los hombres vivos. En dondequiera que haya vida está
escrita la ley. Podéis hallarla en la hierba, en el árbol, en el río, en la
montaña, en los pájaros del cielo, en los peces del mar; pero buscadla
principalmente en vosotros mismos.
Pues en verdad os digo que
todas las cosas vivas se encuentran más cerca de Dios que la escritura que está
desprovista de vida. Dios hizo la vida y todas las cosas vivas de tal modo que
enseñasen al hombre, por medio de la palabra siempre viva, las leyes del Dios
verdadero. Dios no escribió las leyes en las páginas de los libros, sino en
vuestro corazón y en vuestro espíritu. Se encuentran en vuestra respiración, en
vuestra sangre, en vuestros huesos, en vuestra carne, en vuestros intestinos,
en vuestros ojos, en vuestros oídos y en cada pequeña parte de vuestro cuerpo.
Están presentes en el aire, en el agua, en la tierra, en las plantas, en los
rayos del sol, en las profundidades y en las alturas. Todas os hablan para que
entendáis la lengua y la voluntad del Dios Vivo. Pero vosotros cerráis vuestros
ojos para no ver, y tapáis vuestros oídos para no oír. En verdad os digo que la
escritura es la obra del hombre, pero la Vida y todas sus huestes son la obra
de nuestro Dios. ¿Por qué no escucháis las palabras de Dios que están escritas
en Sus obras? ¿Y por qué estudiáis las escrituras muertas, que son la obra de
las manos del hombre?”
son la obra de nuestro Dios.
¿Por qué no escucháis las palabras de Dios que están escritas en Sus obras? ¿Y
por qué estudiáis las escrituras muertas, que son la obra de las manos del
hombre?”
“¿Cómo podemos leer las leyes
de Dios en algún lugar, de no ser enlas Escrituras? ¿Dónde se hallan escritas?
Léenoslas de ahí donde tú las ves, pues nosotros no conocemos más que las
escrituras que hemos heredado de nuestros antepasados. Dinos las leyes de las
que hablas, para que oyéndolas seamos sanados y justificados”.
Jesús dijo: “Vosotros no
entendéis las palabras de la Vida, porque estáis en la Muerte. La oscuridad,
oscurece vuestros ojos, y vuestros oídos están tapados por la sordera. Pues os
digo que no os aprovecha en absoluto que estudiéis las escrituras muertas si
por vuestras obras negáis a quien os las ha dado. En verdad os digo que Dios y
sus leyes no se encuentran en lo que vosotros hacéis. No se hallan en la
glotonería ni en la borrachera, ni en una vida desenfrenada, ni en la lujuria,
ni en la búsqueda de la riqueza, ni mucho menos en el odio a vuestros enemigos.
Pues todas estas cosas están lejos del verdadero Dios y de sus ángeles. Todas
estas cosas vienen del reino de la oscuridad y del señor de todos los males. Y
todas estas cosas las lleváis en vosotros mismos; y por ello la palabra y el
poder de Dios no entran en vosotros, pues en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu habitan todo tipo de males y abominaciones. Si deseáis que la palabra
y el poder del Dios Vivo penetren en vosotros, no profanéis vuestro cuerpo ni
vuestro espíritu; pues el cuerpo es el templo del espíritu, y el espíritu es el
templo de Dios. Purificad, por tanto, el templo, para que el Señor del templo
pueda habitar en él y ocupar un lugar digno de él.
“Y retiraos bajo la sombra del
cielo de Dios, de todas las tentaciones de vuestro cuerpo y de vuestro
espíritu, que vienen de Satán”.
“Renovaos y ayunad. Pues en
verdad os digo que Satán y sus plagas solamente pueden ser expulsados por medio
del ayuno y la oración. Id por vuestra cuenta y ayunad en solitario, sin
descubrir vuestro ayuno a hombre alguno. El Dios Vivo lo verá y grande será
vuestra recompensa. Y ayunad hasta que Belcebú y todos sus demonios os
abandonen y todos los ángeles de nuestra Madre Terrenal vengan a serviros. Pues
en verdad os digo que a no ser que ayunéis, nunca os libraréis del poder de
Satán ni de todas lasenfermedades que de Satán vienen. Ayunad y orad fervientemente,
buscando el poder del Dios vivo para vuestra curación. Mientras ayunéis, evitad
a los hijos de los hombres y buscad los ángeles de nuestra Madre Terrenal, pues
quien busca hallará”.
“Buscad el aire fresco del
bosque y de los campos, y en medio de ellos hallaréis el ángel del aire.
Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que el ángel del aire abrace
vuestro cuerpo. Respirad entonces larga y profundamente, para que el ángel del
aire penetre en vosotros. En verdad os digo que el ángel del aire expulsará de
vuestro cuerpo toda inmundicia que lo profane por fuera y por dentro. Y así
saldrá de vosotros toda cosa sucia y maloliente, igual que el humo del fuego
asciende en forma de penacho y se pierde en el mar del aire. Pues en verdad os
digo que sagrado es el ángel delaire, quien limpia cuanto está sucio y confiere
a las cosas malolientes un olor agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar
ci ángel del aire podrá acudir ante la faz de Dios. Verdaderamente, todo debe
nacer de nuevo por el aire y por la verdad, pues vuestro cuerpo respira el aire
de la Madre Terrenal, y vuestro espíritu respira la verdad del Padre Celestial.
“Después del ángel del aire,
buscad el ángel del agua. Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que
el ángel del agua abrace todo vuestro cuerpo. Entregaos por entero a sus
acogedores brazos y, así como el aire penetra en vuestra respiración, que el
agua penetre también en vuestro cuerpo. En verdad os digo que el ángel del agua
expulsará le vuestro cuerpo toda inmundicia que lo mancille por fuera y por
dentro. Y toda cosa sucia y maloliente fluirá fuera de vosotros, igual que la
suciedad de las vestiduras, lavada en el agua, se va y se pierde en la
corriente del río. En verdad os digo que sagrado es el ángel del agua que
limpia cuanto está sucio y que confiere vuestro cuerpo. Entregaos por entero a
sus acogedores brazos y, así como el aire penetra en vuestra respiración, que
el agua penetre también en vuestro cuerpo. En verdad os digo que el ángel del
agua expulsará le vuestro cuerpo toda inmundicia que lo mancille por fuera y
por dentro. Y toda cosa sucia y maloliente fluirá fuera de vosotros, igual que
la suciedad de las vestiduras, lavada en el agua, se va y se pierde en la
corriente del río. En verdad os digo que sagrado es el ángel del agua que
limpia cuanto está sucio y que confiere a todas las cosas malolientes un olor
agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar el ángel del agua podrá acudir
ante la faz de Dios. En verdad quetodo debe nacer de nuevo del agua y de la
verdad, pues vuestro cuerpo se baña en el río de la vida terrenal y vuestro
espíritu se baña en el río de la vida eterna. Pues recibís vuestra sangre de
nuestra Madre Terrenal y la verdad de nuestro Padre Celestial”.
“Pero no penséis que es
suficiente que el ángel del agua os abrace sólo externamente. En verdad os digo
que la inmundicia interna es, con mucho, mayor que la externa. Y quien se
limpia por fuera permaneciendo sucio en su interior, es como las tumbas
bellamente pintadas por fuera, pero llenas por dentro de todo tipo de
inmundicias y de abominaciones horribles. Por ello, en verdad os digo, que
dejéis que el ángel del agua os bautice también por dentro, para que os
liberéis de todos vuestros antiguos pecados y para que asimismo internamente seáis
tan puros como la espuma del río jugueteando a la luz del sol”.
“Buscad, por tanto, una gran
calabaza con el cuello de la longitud de un hombre; extraed su interior y
llenadla con agua del río caldeada por el sol.
Colgadla de la rama de un
árbol, arrodillaos en el suelo ante el ángel del agua y haced que el extremo
del tallo de la calabaza penetre vuestras partes ocultas, para que el agua
fluya a través de todos vuestros intestinos. Luego, descansad arrodillándoos en
el suelo ante el ángel del agua y orad al Dios vivo para que os perdone todos
vuestros antiguos pecados; y orad también al ángel del agua para que libere
vuestro cuerpo de toda inmundicia y enfermedad.
Dejad entonces que el agua
saiga de vuestro cuerpo, para que se lleve de su interior todas las cosas
sucias y fétidas de Satán. Y veréis con vuestros ojos y oleréis con vuestra
nariz todas las abominaciones e inmundicias que mancillaban ci templo de
vuestro cuerpo; igual que todos los pecados que residían en vuestro cuerpo,
atormentándoos con todo tipo de dolores. En verdad os digo que ci bautismo con
agua os libera de todo esto.
Renovad vuestro bautismo con
agua todos los días durante vuestro ayuno, hasta el día en que veáis que el
agua que expulsáis es tan pura como la espuma del río. Entregad entonces
vuestro cuerpo a la corriente del río y, una vez en los brazos del ángel del
agua, dad gracias al Dios vivo por haberos librado de’vuestros pecados. Y este
bautismo sagrado por el ángel del agua es el renacimiento a la nueva vida. Pues
vuestros ojos verán a partir de entonces y vuestros oídos oirán. No pequéis
más, por tanto, después de vuestro bautismo, para que los ángeles del aire y
del agua habiten eternamente en vosotros y os sirvan para siempre”.
“Y si queda después dentro de
vosotros alguno de vuestros antiguos pecados e inmundicias, buscad al ángel de
la luz del sol. Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que el ángel
de la luz del sol abrace todo vuestro cuerpo. Respirad entonces larga y
profundamente para que el ángel de la luz del sol os penetre. Y el ángel de la
luz del sol expulsará de vuestro cuerpo toda cosa fétida y sucia que lo
mancille por fuera y por dentro. Y así saldrá de vosotros toda cosa sucia y
fétida, del mismo modo que la oscuridad de la noche se disipa ante la
luminosidad de! sol naciente. Pues en verdad os digo que sagrado es el ángel de
la luz del sol, quien limpia toda inmundicia y confiere a lo maloliente un olor
agradable. Nadie a quien no deje pasar el
ángel de la luz del sol podrá
acudir ante la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer de nuevo del sol y de
la verdad, pues vuestro cuerpo se baria en la luz del sol de la Madre Terrenal,
y vuestro espíritu se baria en la luz del sol de la verdad del Padre Celestial.
debe nacer de nuevo del sol y
de la verdad, pues vuestro cuerpo se baria en la luz del sol de la Madre
Terrenal, y vuestro espíritu se baria en la luz del sol de la verdad del Padre
Celestial.
“Los ángeles del aire, del
agua y de la luz del sol son hermanos. Les fueron entregados al Hijo del Hombre
para que le sirviesen y para que él pudiera ir siempre de uno a otro.
“Sagrado es, asimismo, su
abrazo. Son hijos indivisibles de la Madre Terrenal, así que no separéis
vosotros a aquellos a quienes la tierra y el cielo han unido. Dejad que estos
tres ángeles hermanos os envuelvan cada día y habiten en vosotros durante todo
vuestro ayuno.
“Pues en verdad os digo que el
poder de los demonios, todos los pecados e inmundicias, huirán con presteza de
aquel cuerpo que sea abrazado por estos tres ángeles. Del mismo modo que los
ladrones huyen de una casa abandonada al llegar el dueño de ésta, uno por la
puerta, otro por la ventana y un tercero por el tejado, cada uno donde se
encuentra y por dondepuede, asimismo huirán de vuestros cuerpos todos los
demonios del mal, todos vuestros antiguos pecados y todas las inmundicias y
enfermedades que profanaban el templo de vuestros cuerpos. Cuando los ángeles
de la Madre Terrenal entren en vuestros cuerpos, de modo que los señores del
templo lo posean nuevamente, entonces huirán con presteza todos los malos
olores a través de vuestra respiración y de vuestra piel, y las aguas
corrompidas por
vuestra boca y vuestra piel y
por vuestras partes ocultas y secretas. Y todas estas cosas las veréis con
vuestros propios ojos, las oleréis con vuestra nariz y las tocaréis con
vuestras manos. Y cuando todos los pecados e inmundicias hayan abandonado
vuestro cuerpo, vuestra sangre se volverá tan pura como la sangre de nuestra
Madre Terrenal y como la espuma del río jugueteando a la luz del sol. Y vuestro
aliento se volverá tan puro como el aliento de las flores perfumadas; vuestra
carne tan pura como la carne de los frutos que enrojecen sobre las ramas de los
árboles; la luz de vuestro ojo tan clara y luminosa como el brillo del sol que
resplandece en el cielo azul. Y entonces os servirán todos los ángeles de la
Madre Terrenal. Y vuestra respiración, vuestra sangre y vuestra carne serán una
con la respiración, la sangre y la carne de la Madre Terrenal, para que vuestro
espíritu se haga también uno con el espíritu del Padre Celestial. Pues en
verdad nadie puede llegar al Padre Celestial sino a través de la Madre
Terrenal. Del mismo modo que un niño recién nacido no puede entender la
enseñanza de su padre mientras su madre no le haya primero amamantado, bañado,
cuidado, dormido y alimentado. Mientras el niño es pequeño, su lugar está junto
a su madre y a ella debe obedecer. Cuando el niño ya ha crecido, su padre le
lleva a trabajar al campo ¡ a su lado, y el niño regresa junto a su madre solamente
cuando llega la hora de la comida y de la cena. Y entonces el padre le enseña,
para que se adiestre en los trabajos de su padre. Y cuando el padre ve que su
hijoentiende su enseñanza y hace bien su trabajo, le da todas las posesiones
para que éstas pertenezcan a
su amado hijo y para que éste continúe la obra de su padre. En verdad os digo
que feliz es el hijo que acepta el consejo de su madre y lo sigue. Y cien veces
más feliz en el hijo que acepta y siguetambién el consejo de su padre, pues ya
se os dijo: ‘Honra a tu padre ya tu madre’. Pero yo os digo, Hijos del Hombre:
Honrad a vuestra Madre Terrenal y guardad todas Sus leyes, para que sean largos
vuestros días en esta tierra, y honrad a vuestro Padre Celestial para que sea
vuestra en los cielos la vida eterna. Pues el Padre Celestial es un centenar de
veces más grande que todos los padres por sangre y descendencia, y mayor es la
Madre Terrenal que todas las madres por el cuerpo. Y más querido es el Hijo del
Hombre alos ojos de su Padre Celestial y de su Madre Terrenal que lo son los
niños a los ojos de sus padres por sangre y por descendencia y de sus madres
por el cuerpo. Y más querido es el Hijo del Hombre a los ojos de su Padre
Celestial y de su Madre Terrenal que lo son los niños a los ojos de sus padres
por sangre y por descendencia y de sus madres por el cuerpo. Y más sabias son la
Palabra y la Ley de vuestro Padre Celestial y de vuestra Madre Terrenal que las
palabras y la voluntad de todos los padres por sangre y por descendencia, y de
todas las madres por el cuerpo. Y también de más valor es la herencia de
vuestro Padre Celestial y de vuestra Madre Terrenal, el reino eterno de la vida
eterna y celestial, que todas las herencias de vuestros padres por sangre y por
descendencia, y de vuestras madres por el cuerpo”.
y de su Madre Terrenal que lo
son los niños a los ojos de sus padres por sangre y por descendencia y de sus
madres por el cuerpo. Y más sabias son la Palabra y la Ley de vuestro Padre
Celestial y de vuestra Madre Terrenal que las palabras y la voluntad de todos
los padres por sangre y por descendencia, y de todas las madres por el cuerpo.
Y también de más valor
es la herencia de vuestro
Padre Celestial y de vuestra Madre Terrenal, el reino eterno de la vida eterna
y celestial, que todas las herencias de vuestros padres por sangre y por
descendencia, y de vuestras madres por el cuerpo”.
“Y vuestros verdaderos
hermanos son todos aquellos que hacen la voluntad de vuestro Padre Celestial y
de vuestra Madre Terrenal, y no vuestros hermanos de sangre. En verdad os digo
que vuestros verdaderos hermanos en la voluntad del Padre Celestial y de la
Madre Terrenal c’s amarán un millar de veces más que vuestros hermanos de
sangre. Pues desde los días de Caín y Abel, cuando los hermanos de sangre transgredieron
la voluntad de Dios, no existe una verdadera fraternidad por la sangre. Y los
hermanos actúan entre sí como extraños. Por ello os digo, amad a vuestros
verdaderos hermanos en la voluntad de Dios un millar de veces más que a
vuestros hermanos de sangre”.
Pues vuestro Padre Celestial
es amor.
Pues vuestra Madre Terrenal es
amor.
Pues el Hijo del Hombre es
amor.
“Por el amor el Padre
Celestial y la Madre Terrenal y el Hijo del Hombre se hacen uno. Pues el
espíritu del Hijo del Hombre fue creado del espíritu del Padre Celestial, y su
cuerpo del cuerpo de la Madre Terrenal.
Haceos, por tanto, perfectos
como perfectos son el espíritu de vuestro Padre Celestial y el cuerpo de
vuestra Madre Terrenal. Y amad así a vuestro Padre Celestial, igual que El ama
vuestro espíritu. Y amad así a vuestra Madre Terrenal, igual que Ella ama
vuestro cuerpo. Y amad así a vuestros verdaderos hermanos, igual que vuestro
Padre Celestial y vuestra Madre
Terrenal les aman. Y entonces
os dará vuestro Padre Celestial su santo espíritu, y vuestra Madre Terrenal os
dará su cuerpo santo. Y entonces los Hijos de los Hombres se darán amor unos a
otros como verdaderos hermanos, el amor que recibieron de su Padre Celestial y
de su Madre Terrenal; y todos se convertirán en consoladores unos de otros. Y desaparecerá
entonces de la tierra todo mal y toda tristeza, y habrá amor y alegría sobre la
tierra. Y será entonces la tierra como los cielos, y vendrá el reino de Dios. Y
entonces vendrá el Hijo del Hombre en toda su gloria, para heredar el reino de
Dios. Y entonces los Hijos de los Hombres dividirán su divina herencia, el
reino de Dios. Pues los Hijos del Hombre viven en el Padre Celestial y en la
Madre Terrenal, y el Padre Celestial y la Madre Terrenalviven en ellos. Y
entonces con el reino de Dios llegará el fin de los tiempos.
Pues el amor del Padre
celestial da vida eterna a todo lo que está en el reino de Dios. Pues el Amor
es eterno. El Amor es más fuerte que la Muerte”.
“Aunque vi hable con las
lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, mis palabras son
como el sonido del latón o como ci tintineo de un platillo. Aunque diga lo que
ha de venir y conozca todos los secretos y toda la sabiduría; y aunque tenga
una fe tan fuerte como la tormenta que mueve las montañas de su sitio, si no
tengo amor no soy nada. Y aunque dé todos mis bienes para alimentar al pobre y
le ofrezca todo el fuego que he recibido de mi Padre, si no tengo amor no
hallaré en ello provecho alguno. El amor es paciente y el amor es amable. El
amor no es envidioso, no hace el mal, no conoce el orgullo; no es rudo ni
egoísta. Es ecuánime, no cree en la malicia; no se regocija en la injusticia,
sino que se deleita en la justicia. El amor lo defiende todo, el amor lo cree
todo, el amor le espera todo, y el amor
lo soporta todo; nunca se
agota; pero en cuanto a las lenguas, cesarán, y en cuanto al conocimiento, se
desvanecerá. Pues poseemos en parte la verdad y en parte el error, mas cuando
venga la plenitud de la perfección, lo parcial será aniquilado. Cuando el
hombre era niño hablaba como un niño, entendía como un niño, pensaba como un
niño; pero cuando se hizo hombre abandonó las cosas de los niños. Porque
nosotros vemos ahora a través de un cristal y a través de dichos oscuros. Ahora
conocemos parcialmente, mas cuando hayamos acudido ante el rostro de Dios, ya
no conoceremos en parte, pues cuanto al conocimiento, se desvanecerá. Pues
poseemos en parte la verdad y en parte el error, mas cuando venga la plenitud
de la perfección, lo parcial será aniquilado. Cuando el hombre era niño hablaba
como un niño, entendía como un niño, pensaba como un niño; pero cuando se hizo
hombre abandonó las cosas de los niños. Porque nosotros vemos ahora a través de
un cristal y a través de dichos oscuros. Ahora conocemos parcialmente, mas
cuando hayamos acudido ante el rostro de Dios, ya no conoceremos en parte, pues
nosotros mismos seremos enseriados por él. Y ahora nos quedan tres cosas: la
fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de ellas es el amor. »Y ahora os
hablo en la lengua viva del Dios Vivo, por medio del santo espíritu de nuestro
Padre Celestial. No hay aún ninguno de entre vosotros que pueda entender todo
cuanto os digo. Quien os comenta las escrituras os habla en una lengua muerta
de hombres muertos, a través de su cuerpo enfermo ymortal. Por lo tanto a él le
pueden entender todos los hombres, pues todos los hombres están enfermos y
todos están en la muerte. Nadie ve la luz de la vida. El ciego guía a los
ciegos en el oscuro sendero de los pecados, las enfermedades y los
sufrimientos, y al final se precipitan todos en la fosa de la muerte”.
“Yo os he sido enviado por mi
Padre para que haga brillar la luz de la vida entre vosotros. La luz se ilumina
a sí misma y a la oscuridad, mas la oscuridad se conoce sólo a sí misma y no
conoce ¡a luz. Aún tengo que deciros muchas cosas, mas aún no podéis
comprenderlas. Pues vuestros
ojos están acostumbrados a la
oscuridad, y la plena Luz del Padre Celestial os cegaría. Por eso no podéis
entender aún cuanto os hablo acerca del Padre Celestial, quien me envío a
vosotros. Seguid pues primero sólo las leyes de vuestra Madre Terrenal, de
quien ya os he contado. Y cuando sus ángeles hayan lavado y renovado vuestros
cuerpos y fortalecido vuestros ojos, seréis capaces de soportar la luz de
nuestro Padre Celestial. Cuando seáis capaces de contemplar el brillo del sol
del mediodía con los ojos fijos, podréis entonces mirar la luz cegadora de
vuestro Padre Celestial, la cual es un millar de veces más brillante que el
brillo de un millar de soles. Mas ¿cómo miraríais la Luz cegadora de vuestro
Padre Celestial, si no podéis soportar siquiera la luz del sol radiante?
Creedme, el sol es como la llama de una vela comparado con el sol de la verdad
del Padre Celestial. No tengáis, por tanto, sino fe y esperanza y amor. En
verdad os digo que no desearéis vuestra recompensa.
Si creéis en mis palabras
creéis en quien me envió, que es el señor de todos y para quien todas las cosas
son posibles. Pues lo que resulta imposible conlos hombres, es posible con
Dios. Si creéis en los ángeles de la Madre Terrenal y cumplís sus leyes,
vuestra fe os sostendrá y nunca conoceréis laenfermedad. Tened esperanza
también en el amor de vuestro padre celestial,
pues quien confía en él no
será nunca defraudado ni tampoco conocerá a la muerte.
“Amaos los unos a los otros,
pues Dios es amor, y así sabrán los ángeles que vais por sus caminos. Y
entonces acudirán todos los ángeles ante vuestro rostro y os servirán. Y Satán
partirá de vuestro cuerpo con todos SUS pecados, enfermedades e inmundicias.
Id, renunciad a vuestros pecados; arrepentios vosotros mismos; y bautizaos
vosotros mismos; para que nazcáis de nuevo y no pequéis más.
Entonces Jesús se levantó.
Pero todos los demás permanecieron sentados, pues cada hombre sentía el poder
de sus palabras. Y entonces apareció la luna llena entre las nubes desgarradas
y envolvió a Jesús en su resplandor. De su cabello ascendían destellos, y
permaneció erguido entre ellos en la luz de la luna, como si flotase en el
aire. Y nadie se movió, ni tampoco se oyó la voz de nadie. Y nadie supo cuánto
tiempo había pasado, pues el tiempo parecía parado.
Entonces Jesús vendió sus
manos hacia ellos y dijo: “La paz sea con vosotros’’. Y de este modo, partió
como la brisa que mece las hojas de los árboles.
Y aún durante un buen rato
permaneció la compañía sentada sin moverse, y luego fueron saliendo del
silencio, uno tras otro, como tras un largo sueño. Pero nadie deseaba irse, como
si las palabras de quien le había dejado aún sonasen en sus oídos. Y
permanecieron sentados como si escuchasen alguna música maravillosa.
Pero al fin uno dijo, como si
estuviera algo atemorizado: ‘‘¡Qué bien se está aquí!’’ Otro dijo: “¡Ojalá esta
noche no acabara nunca!” Y otros:
“¡Ojalá pudiera estar entre
nosotros para siempre!” “De verdad que es el mensajero de-Dios, pues puso la
esperanza en nuestros corazones’’. Y nadie deseaba irse a su casa, diciendo:
“Yo no voy a casa, donde todo
es oscuro y triste. ¿Por qué hemos de ir a casa donde nadie nos quiere?’’.
Y de este modo hablaron, pues
casi todos ellos eran pobres, cojos, ciegos, lisiados, vagabundos, gentes sin
hogar despreciadas en su desdicha, que sólo habían nacido para ser motivo de
lástima en las casas donde durante apenas unos días encontrasen refugio.
Incluso algunos que tenían tanto casa como familia dijeron: ‘También nosotros
nos quedaremos con
vosotros’. Pues todos sentían
que las palabras de Quien se había ido unían a la pequeña compañía con hilos
invisibles. Y todos sentían que habían nacido de nuevo. Veían ante sí un mundo
luminoso, incluso cuando la luna se ocultó en las nubes. Y en los corazones de
todos se abrieron flores maravillosas, de una belleza maravillosa: las flores
de la alegría”.
Y cuando los brillantes rayos
del sol aparecieron sobre el horizonte, todos sintieron que aquel era el sol
del reino de Dios que venía. Y con semblantes alegres se adelantaron a
encontrar a los ángeles de Dios.
Y muchos sucios y enfermos
siguieron las palabras de Jesús y buscaron las orillas de las corrientes
murmurantes. Se descalzaron y desvistieron, ayunaron y entregaron sus cuerpos a
los ángeles del aire, del agua y de la luz del sol. Y los ángeles de la Madre
Terrenal les abrazaron y poseyeron sus cuerpos por dentro y por fuera. Y todos
ellos vieron cómo todos los males, pecados e inmundicias les abandonaban
rápidamente.
Y el aliento de algunos se
volvió tan fétido como el olor que sueltan los intestinos, y a algunos les
fluían babas y de sus partes internas surgió un vómito maloliente y sucio.
Todas estas inmundicias salieron por sus bocas.
En algunos por la nariz, y en
otros por los ojos y los oídos. Y a muchos les vino por todo su cuerpo un sudor
apestoso y abominable por toda su piel. Y en muchos de sus miembros se abrieron
forúnculos grandes y calientes, delos que salían inmundicias malolientes, y de
sus cuerpos fluía orina en abundancia y en muchos su orina no estaba sino seca
y se volvía tan espesa como la miel de las abejas; la de los otros era casi
roja y dura casi como la arena de los ríos. Muchos lanzaban fétidos pedos de
sus intestinos, semejantes al aliento de los demonios. Y su hedor se hizo tan
grande que nadie podía soportarlo.
Y cuando se bautizaron a sí
mismos, el ángel del agua penetró en sus cuerpos, y de ellos salieron todas las
abominaciones e inmundicias de sus antiguos pecados, y semejante a un río que
descendiese de una montaña, salieron a borbotones de sus cuerpos gran cantidad
de abominaciones duras y blandas. Y la tierra donde cayeron sus aguas quedó contaminada,
y tan grande era el hedor que nadie podía permanecer en aquel lugar. Y los
demonios abandonaron sus intestinos en forma de numerosos gusanos que se
retorcían en el lodo de sus inmundicias internas. Y después que el ángel del
agua les hubo expulsado de los intestinos de los Hijos de los Hombres, se
retorcieron en el suelo con ira impotente. Y entonces descendió sobre ellos ci
poder del ángel de la luz del sol, y allí perecieron en sus abominaciones duras
y blandas. Y la tierra donde cayeron sus aguas quedó contaminada, y tan grande
era el hedor que nadie podía permanecer en aquel lugar. Y los demonios
abandonaron sus intestinos en forma de numerosos gusanos que se retorcían en el
lodo de sus inmundicias internas. Y después que el ángel del agua les hubo
expulsado de los intestinos de los Hijos de los Hombres, se retorcieron en el
suelo con ira impotente. Y entonces descendió sobre ellos ci poder del ángel de
la luz del sol, y allí perecieron en sus desesperadas convulsiones, pisoteados
bajo los pies del ángel de la luz del sol. Y todos se estremecieron
aterrorizados al mirar todas aquellas abominaciones de Satán, de quienes les
habían salvado los ángeles. Y dieron gracias a Dios por haberles enviado sus
ángeles para liberarle.
Y había algunos atormentados
por grandes dolores que no parecían querer abandonarles; y no sabiendo qué
hacer, decidieron enviar alguno de ellos a Jesús, pues deseaban mucho tenerle
entre ellos.
Y cuando dos hubieron ido en
su busca, vieron al mismo Jesús acercándose por la orilla del río. Y sus
corazones se llenaron de esperanza y de alegría cuando oyeron su saludo: ‘‘La
paz sea con vosotros’’. Y muchas eran las preguntas que deseaban hacerle, mas
en su sorpresa no podían empezar, pues nada acudía a sus mentes. Les dijo
entonces Jesús: “He venido porque me necesitáis”. Y uno gritó: ‘Maestro,
verdaderamente te necesitamos. Ven y líbranos de nuestros sufrimientos’’. —Y
Jesús les habló en parábolas—: ‘Sois como el hijo pródigo, quien durante muchos
años comió y bebió, y pasó sus días con sus amigos en el desenfreno y la
lascivia.
Y cada semana, sin que su
padre lo supiese, contraía nuevas deudas, malgastando cuanto tenía en pocos
días. Y los prestamistas siempre le prestaban, pues su padre poseía grandes
riquezas y siempre pagaba pacientemente las deudas de su hijo. Y en vano
amonestaba a su hijo con buenas palabras, porque nunca escuchaba las
advertencias de su padre, quien le suplicaba en vano que renunciase a sus
vicios sin fin, y que fuera a sus campos a vigilar el trabajo de sus
sirvientes. Y el hijo le prometía siempre todo si pagaba sus antiguas deudas,
mas al día siguiente empezaba de nuevo. Y durante más de siete años el hijo
continuó en su vida licenciosa.
Pero, al fin, su padre perdió
la paciencia y no pagó más a los prestamistas las deudas de su hijo. ‘Si sigo
pagándolas siempre —dijo— no acabarán los pecados de mi hijo’. Entonces, los
prestamistas, que se vieron engañados, en su cólera se llevaron al hijo como
esclavo, para que con su trabajo diario les pagase el dinero que habían tomado
prestado. Y entonces se acabó el
comer, el beber y todos los
excesos diarios. De la mañana a la noche mojabalos campos con el sudor de su
frente, y con el trabajo desacostumbrado todos sus miembros le dolían. Y vivía
de pan seco, no teniendo más que sus propias lágrimas para humedecerlo. Al
tercer día había sufrido tanto por el calor y el cansancio, que le dijo a su
dueño: ‘No puedo trabajar más porque
me duelen todos mis miembros.
¿Por cuánto tiempo más me atormentarás?’
‘Hasta el día en que por el
trabajo de tus manos me hayas pagado todas tus deudas, y cuando hayan pasado
siete años, serás ubre’. Y el hijo desesperado respondió llorando: ‘¡Pero si no
puedo soportarlo ni siquiera durante siete días! Apiadaos de mí, pues todos mis
miembros me duelen y me abrasan’. Y el malvado acreedor le gritó: ¡sigue con tu
trabajo! Si pudiste dedicar tus días y tus noches al desenfreno durante siete
años, tendrás que trabajar ahora durante siete años. No te perdonaré hasta que
me hayas pagado todas tus deudas hasta el último dracma’. Y el hijo regresó desesperado
a los campos, con sus miembros atormentados por el dolor, para seguir con su
trabajo. Ya difícilmente podía tenerse en pie debido al cansancio y a los
dolores, cuando llegó el séptimo día, el día del Sabat, en el cual nadie
trabaja en el campo. Reunió el hijo entonces el resto de sus fuerzas y se
arrastró hasta la casa de su padre. Y echándose a los pies de su padre, le dijo:
‘Padre, créeme por última vez y perdóname todas mis ofensas contra ti.
Te juro que nunca más volveré
a vivir desenfrenadamente y te obedeceré en todo. Libérame de las manos de mi
opresor. Padre, mírame y contempla mis miembros enfermos y no endurezcas tu
corazón’. Entonces brotaron lágrimas de los ojos del padre, que tomando a su
hijo en brazos dijo: Alegrémonos, porque hoy se me ha dado una gran alegría,
pues he recuperado a mi amado hijo que estaba perdido’. Le vistió con sus
mejores ropas, y durante todo el día hicieron fiesta. Y a la mañana siguiente
dio a su hijo una bolsa de plata para que pagase a sus acreedores cuanto les
debía. Y cuando su hijo todo. Libérame de las manos de mi opresor. Padre,
mírame y contempla mis miembros enfermos y no endurezcas tu corazón’. Entonces
brotaron lágrimas de los ojos del padre, que tomando a su hijo en brazos dijo:
Alegrémonos, porque hoy se me ha dado una gran alegría, pues he recuperado a mi
amado hijo que estaba perdido’. Le vistió con sus mejores ropas, y durante todo
el día hicieron fiesta. Y a la mañana siguiente dio a su hijo una bolsa de
plata para que pagase a sus acreedores cuanto les debía. Y cuando su hijo regresó,
le dijo: ‘Ya ves, hijo mío, lo fácil que es con una vida desenfrenada contraer
deudas por siete años, pero es difícil pagarlas con el trabajo de siete años’.
‘Padre, es verdaderamente duro pagarlas incluso durante sólo siete días’. Y el
padre le advirtió, diciéndole: ‘Sólo por esta vez se te ha permitidopagar tus
deudas en siete días en lugar de en siete años, el resto te está perdonado.
Pero cuida de no contraer más deudas en el tiempo venidero.
Pues en verdad te digo que
nadie más que tu padre perdona tus deudas por ser su hijo. Porque de saber sido
con cualquier otro, habrías tenido que trabajar duramente durante siete años,
como está ordenado en nuestras leyes’. Padre, a partir de ahora seré tu hijo
amante y obediente, y nunca más contraeré deudas, pues sé que pagarlas es duro.
Y fue al campo de su padre y
todos los días vigilaba el trabajo de los labradores de su padre. Y nunca les
hizo trabajar demasiado duro, pues recordaba su propio trabajo pesado. Y
pasaron los años y las posesiones de su padre aumentaron más y más bajo su
mano, pues su tarea contaba con la bendición de su padre. Y lentamente devolvió
a su padre diez veces más de cuanto había derrochado durante aquellos siete
años. Y cuando el padre vio que el hijo trataba bien a sus sirvientes y todas
sus posesiones, le dijo: Hijo mío, veo que mis posesiones están en buenas
manos. Te doy todo mi ganado, mi casa, mis tierras y mis tesoros. Que todo esto
sea tu herencia; continúa aumentándola para que goce en ti’. Y cuando el hijo
hubo recibido laherencia de su padre, perdoné las deudas a todos sus deudores
que no podían pagarle; pues no olvidó que su deuda había sido también perdonada
cuando no podía pagarla. Y Dios le bendijo con una vida larga, con muchos hijos
y con muchas riquezas, pues era amable con todos sus sirvientes y con todo su
ganado.”
Jesús se volvió entonces al
pueblo enfermo y dijo: “Os hablo en parábolas para que entendáis mejor la
palabra de Dios. Los siete años de comer y beber y de vida desenfrenada son los
pecados del pasado. El malvado acreedor es Satán. Las deudas son las
enfermedades. El trabajo duro son los dolores. El hijo pródigo sois vosotros
mismos. El pago de las deudas es la expulsión de vosotros de los demonios y de
las enfermedades y la curación de vuestro cuerpo. La bolsa de plata recibida
del padre es el poder libertador de los ángeles. El padre es Dios. Las
posesiones del padre son el cielo y la tierra. Los sirvientes del padre son los
ángeles. El campo del padre es el mundo, que se convierte en el reino de los
cielos si los Hijos de Hombre trabajan en él junto a los ángeles del Padre
Celestial. Pues yo os digo que es mejor que el hijo obedezca a su padre y
vigile a los sirvientes de su padre en el campo, a que se convierta en deudor
del malvado acreedor. Y fatigarse y sudar en la servidumbre para restituir
todas sus deudas. De igual modo, es mejor que los Hijos del Hombre obedezcan
también las leyes de su
Padre Celestial y que trabajen
con sus ángeles en su reino, a convertirse en deudores de Satán, el señor de la
muerte, de todos los pecados y todas las enfermedades, a sufrir con dolores y
sudor hasta haber reparado todos sus pecados. En verdad: os digo, que grandes y
muchos son vuestros pecados.
Durante muchos años habéis
cedido a las tentaciones de Satán. Habéis sido glotones, bebedores y putañeros,
y vuestras antiguas deudas se han multiplicado. Y ahora debéis repararlas, y el
pago es duro y difícil. No os impacientéis por tanto ya al tercer día, como el
hijo pródigo, sino esperad pacientemente al séptimo día, que está santificado
por Dios, y entonces
acudid con corazón humilde y
obediente ante el rostro de vuestro Padre Celestial, para que os perdone
vuestros pecados y todas vuestras antiguas deudas. En verdad os digo que
vuestro Padre Celestial os ama infinitamente, pues también él os permite pagar
en siete días las deudas de siete años.
Quienes le deban los pecados y
enfermedades de siete años, pero le paguen honestamente y perseveren hasta el
séptimo día, a ellos perdonará nuestro Padre Celestial las deudas de los siete
años completos.”
Celestial, para que os perdone
vuestros pecados y todas vuestras antiguas deudas. En verdad os digo que
vuestro Padre Celestial os ama infinitamente, pues también él os permite pagar
en siete días las deudas de siete años.
Quienes le deban los pecados y
enfermedades de siete años, pero le paguen honestamente y perseveren hasta el
séptimo día, a ellos perdonará nuestro Padre Celestial las deudas de los siete
años completos.”
“¿Y si hemos pecado durante
siete veces siete años?”, preguntó un hombre enfermo que sufría horriblemente.
“Incluso en ese caso el Padre Celestial os perdona todas vuestras deudas en
siete veces siete días.
“Felices son aquellos que
perseveran hasta el fin, pues los demonios de Satán escriben todas vuestras
malas acciones en un libro, el libro de vuestro cuerpo y de vuestro espíritu.
En verdad os digo que no hay una sola acción pecaminosa, hasta desde el
principio del mundo, que no sea escrita ante nuestro Padre Celestial. Pues
podéis escapar a las leyes hechas por los reyes, pero a las leyes de vuestro
Dios, a esas no puede escapar ninguno de los Hijos del Hombre. Y cuando acudís
ante el rostro de Dios, los demonios de Satán hacen de testigos en contra
vuestra por medio de vuestros actos, y Dios ve vuestros pecados escritos en el
libro de vuestro cuerpo y de vuestro espíritu, y su corazón está triste. Mas si
os arrepentís de vuestros pecados y buscáis a los ángeles de Dios por medio del
ayuno y de la oración, entonces, por cada día que seguís ayunando y orando, los
ángeles de Dios borran un año de vuestras malas acciones del libro de vuestro
cuerpo y de vuestro espíritu. Y cuando la última página ha sido también borrada
y limpiada de todos vuestros pecados, os encontráis ante la faz de Dios, y Dios
se alegra en su corazón y os perdona todos vuestros pecados. Os libera de las
garras de Satán y del sufrimiento; os hace entrar en su casa y ordena a todos
sus sirvientes, y a todos sus ángeles, que os sirvan. Os da larga vida, y nunca
más conocéis la enfermedad. Y si en adelante, en lugar de pecar, pasáis vuestros
días haciendo buenas acciones, entonces escribirán los ángeles de Dios todas
vuestras buenas acciones en el libro de vuestro cuerpo y de vuestro espíritu.
En verdad os digo que ninguna acción buena queda sin ser escrita ante Dios, y
así ocurre desde el principio del mundo. Pues de vuestros reyes y de vuestros
gobernadores podéis esperar en vano vuestra recompensa, mas nunca han de
esperar vuestras acciones buenas su premio de Dios.
“Y cuando acudís ante el
rostro de Dios, sus ángeles atestiguan a vuestro favor por medio de vuestras
buenas acciones. Y Dios ve vuestras buenas acciones escritas en vuestros
cuerpos y en vuestros espíritus, y se alegra en su corazón. Bendice vuestro
cuerpo y vuestro espíritu, y todas
vuestras acciones, y os da en
herencia su reino terrenal y celestial, para que en él tengáis la vida eterna.
Feliz es aquel que puede entrar en el reino de Dios, pues nunca conocerá la
muerte.
Y un gran silencio se hizo
tras sus palabras. Y quienes se sentían desanimados obtuvieron nueva fuerza de
sus palabras, y continuaron ayunando y orando. Y quien había hablado primero
exclamo: “Perseveraré hasta el séptimo día”. Y el segundo igualmente dijo: “Yo
también perseveraré durante siete veces el séptimo día”.
Jesús les respondió: ‘‘Felices
son aquellos que perseveran hasta el fin, pues heredarán la tierra.
Y había entre ellos muchos
enfermos atormentados por fuertes dolores, y se arrastraron con dificultad
hasta los pies de Jesús. Pues no podían ya caminar sobre sus pies. Dijeron:
‘‘Maestro, el dolor nos atormenta intensamente; dinos qué haremos”. Y mostraron
a Jesús sus pies, cuyos
huesos estaban retorcidos y
nudosos y dijeron:
“Ni el ángel del aire ni el
del agua, ni el de la luz del sol han disminuido nuestros dolores, a pesar de
habernos bautizado nosotros mismos y de haber ayunado y orado y seguido tus
palabras en todo”.
‘‘En verdad os digo que
vuestros huesos sanarán. No desesperéis, pero no busquéis vuestra curación sino
en el sanador de los huesos, el ángel de la tierra. Pues de ella salieron
vuestros huesos, y a ella retornarán”.
Y señaló con su mano donde la
corriente de agua y el calor del sol habían ablandado la tierra dando un barro
arcilloso, en el borde del agua.
‘‘Hundid vuestros pies en el
fango, para que el abrazo del ángel de la tierra extraiga de vuestros huesos
toda inmundicia y toda enfermedad Y veréis cómo Satán y vuestros dolores huyen
del abrazo del ángel de la tierra. Así desaparecerán las nudosidades de
vuestros huesos, y se enderezarán, y todos vuestros dolores desaparecerán”.
Los enfermos siguieron sus
palabras, pues sabían que se curarían.
Y había también otros enfermos
que sufrían mucho con sus dolores, a pesar de lo cual persistían en su ayuno. Y
sus fuerzas se agotaban, y un calor extremo les atormentaba. Y cuando se
levantaban de su lecho para ir donde Jesús, les empezaba a dar vueltas la
cabeza, como si un viento racheado les azotase, y tantas veces como trataban de
ponerse en pie caían
nuevamente al suelo. Entonces,
Jesús acudió a ellos y les dijo: “Sufrís porque Satán y sus enfermedades
atormentan vuestros cuerpos. Más no temáis, pues su poder sobre vosotros
terminará pronto. Porque Satán es como un vecino colérico que penetró en la
casa de su vecino mientras éste estaba ausente, pretendiendo llevarse sus
bienes a su propia casa. Pero alguien avisó al otro que su enemigo estaba
saqueando su casa, y regresó a ésta corriendo. Y cuando el malvado vecino, tras
haber reunido cuanto le había apetecido, vio de lejos al dueño de la casa que
regresaba a toda prisa, se encolerizó por no poder llevarse todo y se puso a
romper y estropear cuanto allí había, para destruirlo todo. Así aunque aquellas
cosas no pudieran ser suyas, tampoco las tendría el otro. Pero el dueño de la
casa llegó inmediatamente y, antes de que el malvado vecino consiguiese su
propósito, le asió y le echó de la casa: En verdad os digo que de igual modo
penetró Satán en vuestros cuerpos, que son la morada de Dios. Y tomó en su
poder cuanto deseó robar: vuestra respiración, vuestra sangre, vuestros huesos,
vuestra carne, vuestros intestinos, vuestros ojos y vuestros oídos. Mas por medio
de vuestro ayuno y de vuestra oración habéis llamado de nuevo al señor de
vuestro cuerpo y a sus ángeles. Y ahora Satán ve que el verdadero señor de
vuestro cuerpo vuelve y que es el fin de su poder. Por ello, en su cólera,
reúne una vez más sus fuerzas para destruir vuestros cuerpos antes de la llegada
del señor. Por eso Satán os atormenta con tanto dolor, pues siente que su fin
ha llegado. Mas no dejéis que vuestros corazones se estremezcan, pues pronto
aparecerán los ángeles de Dios para ocupar nuevamente sus lugares y volver a
consagrarlos como templos de Dios. Y asirán a Satán y le expulsarán de vuestros
cuerpos, junto con todas sus enfermedades y todas sus inmundicias. Felices
seréis, pues recibiréis la recompensa de vuestra constancia nunca más
conoceréis enfermedad”.
Y había entre los enfermos uno
a quien Satán atormentaba r que a ningún otro. Su cuerpo estaba enjuto como un
esqueleto de piel amarilla como una hoja seca. Estaba ya tan débil que ni
quiera a gatas podía arrastrarse hasta Jesús, y sólo de lejos pudo gritarle:
“Maestro apiádate de mí, pues nunca ha sufrido ningún hombre, ni siquiera desde
el principio del mundo, como yo sufro. Sé que has sido en verdad enviado por
Dios, y sé que si lo deseas puedes expulsar inmediatamente a Satán de mi
cuerpo. ¿No obedecen los ángeles de Dios al mensajero de Dios? Ven, Maestro
expulsa ahora a Satán de mí, pues se enfurece colérico en mi interior y
doloroso es su tormento’’.
si lo deseas puedes expulsar
inmediatamente a Satán de mi cuerpo. ¿No obedecen los ángeles de Dios al
mensajero de Dios? Ven, Maestro expulsa ahora a Satán de mí, pues se enfurece
colérico en mi interior y doloroso es su tormento’’.
Y Jesús le respondió: “Satán
te atormenta tanto porque ya ayunado muchos días y no pagas su tributo. No le
alimentas todas las abominaciones con las que hasta ahora profanabas templo de
tu espíritu. Atormentas a Satán con el hambre, y por en su cólera te atormenta
él a ti a su vez. No temas, pues te digo que Satán será destruido antes de que
tu cuerpo sea destruido antes de que tu cuerpo sea destruido; pues mientras
ayunas y oras, los ángeles de Dios protegen tu cuerpo para que el poder de
Satán no te destruya. Y la ira de Satán impotente contra los ángeles de Dios”.
Entonces acudieron todos
juntos a Jesús, y con grandes vocee suplicaron diciendo: “Maestro, compadécete
de él, pues sufre más que todos nosotros, y si no expulsas enseguida a Satán de
su cuerpo tememos que no sobrevivirá hasta mañana”.
Y Jesús les replicó: “Grande
es vuestra fe. Sea según vuestra y pronto veréis, cara a cara, el horrible
semblante de Satán y el poder del Hijo del Hombre. Pues expulsaré de ti al
poderoso Satán por medio de la fortaleza del inocente cordero de Dios, la
criatura más débil del Señor. Porque el espíritu santo de Dios hace más
poderoso al más débil que al más fuerte Y Jesús ordeñó a una oveja que estaba
pastando la hierba. Y puso la leche sobre la arena caldeada por el sol,
diciendo: ‘‘He aquí que el poder del Ángel del agua ha penetrado en esta leche.
Y ahora penetrará también en ella el poder del ángel de la luz del sol”.
Y la leche se calenté con la
fuerza del sol.
“Y ahora los ángeles del aguay
del sol se unirán al ángel del aire.”
Y he aquí que el vapor de la
leche caliente empezó a elevarse lentamente por el aire.
‘‘Ven y aspira por la boca la
fuerza de los ángeles del agua, de la luz del sol y del aire, para que ésta
penetre en tu cuerpo y expulse de él a Satán.”
Y el enfermo a quien Satán
tanto atormentaba aspire a su interior profundamente aquel vapor blanquecino
que ascendía.
“Satán abandonará
inmediatamente tu cuerpo, ya que lleva tres días sin comer y no halla alimento
alguno dentro tuyo. Saldrá de ti para satisfacer su hambre con la leche
caliente y humeante, pues este alimento es de su agrado. Olerá su aroma y no
será capaz de resistir el hambre que lleva atormentándole desde hace tres días.
Pero el Hijo del Hombre destruirá su
cuerpo para que no atormente a
nadie más”·
Entonces el cuerpo del hombre
se estremeció con una convulsión y pareció como si fuese a vomitar, pero no
podía. El hombre abría la boca en busca de aire, pues se le cortaba la
respiración. Y se desmayó en el regazo de Jesús.
“Ahora Satán abandona su
cuerpo. Vedle”. Y Jesús señaló la boca abierta del hombre enfermo.
Y entonces vieron todos con
asombro y terror cómo surgía Satán de su boca en forma de un gusano abominable,
en busca de la leche humeante.
Entonces Jesús tomó dos
piedras angulosas con sus manos y aplasté la cabeza de Satán y extrajo del
cuerpo del enfermo todo el cuerpo del monstruo, que era casi tan largo como el
hombre. Una vez que hubo salido aquel abominable gusano de la garganta del
enfermo, éste recuperé de inmediato el aliento, y entonces cesaron todos sus
dolores. Y los demás miraban con terror el abominable cuerpo de Satán.
“Mira qué bestia abominable
has llevado y alimentado en tu propio cuerpo durante tantos años. La he
expulsado de ti y matado para que nunca más te atormente. Da gracias a Dios por
haberte liberado sus ángeles, y no peques más, no vaya a retornar otra vez
Satán a tu cuerpo. Que tu cuerpo sea en adelante un templo dedicado a tu Dios”.
Y todos permanecían asombrados
por sus palabras y su poder. Y dijeron: “Maestro, verdaderamente eres el
mensajero de Dios, y conoces todos los secretos
‘‘Y vosotros — les replicó
Jesús— sed verdaderos Hijos de Dios para participar también de su poder y del
conocimiento de todos los secretos. Pues la sabiduría y el poder solamente
pueden provenir del amor a Dios. Amad, pues, a vuestro Padre Celestial y a
vuestra Madre Terrenal con todo vuestro corazón y con todo vuestro espíritu. Y
servidles para que Sus ángeles os sirvan también a vosotros. Sacrificad todos
vuestros actos a Dios. Y no alimentéis a Satán, pues la retribución del pecado
es la muerte. Mientras que en Dios se halla la recompensa del bien, su amor, el
cual es el conocimiento y el poder de la vida eterna”.
Y todos se arrodillaron para
dar gracias a Dios por su amor.
Y Jesús partió, diciendo:
“Vendré de nuevo junto a quienes persistan en la oración y el ayuno hasta el
séptimo día. La paz sea con vosotros el hombre enfermo de quien había expulsado
Jesús a Satán se puso en pie, pues la fuerza de la vida había regresado a él.
Respiró profundamente y sus ojos se esclarecieron, pues todo dolor le había
abandonado. Y arrojándose al suelo donde Jesús había estado, besó la huella de
sus pies y lloró.
Y era en el lecho de un río
donde muchos enfermos ayunaban y oraban con los ángeles de Dios durante siete
días y siete noches. Y ‘ande fue su recompensa, pues seguían las palabras de
Jesús. Y al acabar el séptimo día todos sus dolores les abandonaron. Y cuando
sol se levantó sobre el horizonte de la tierra, vieron que Jesús venía hacia
ellos desde la montaña, con ci resplandor del sol naciente alrededor de su
cabeza.
“La paz sea con vosotros”.
Y ellos no dijeron una
palabra, sino que sólo se postraron ante él y tocaron el borde de su vestidura
en agradecimiento por su curación.
“No me dejéis las gracias a
mí, sino a vuestra Madre Terrenal, la cual os envió a sus ángeles sanadores. Id
y no pequéis más, para que nunca volváis a conocer la enfermedad. Y dejad que
los ángeles sanadores sean vuestros guardianes”.
Pero ellos le contestaron:
“¿Adónde iremos, Maestro? Pues en ti están las palabras de la vida eterna.
Dinos cuáles son los pecados que debemos evitar, para que nunca más conozcamos
la enfermedad”.
Jesús respondió: “Así sea
según vuestra fe”, y se sentó entre ellos diciendo:
“Fue dicho a aquellos de los
antiguos tiempos: ‘Honra a tu Padre Celestial y a tu Madre Terrenal y cumple
sus mandamientos, para que tus días sean cuantiosos sobre la tierra’. Y luego
se les dio el siguiente mandamiento: ‘No matarás’, pues Dios da a todos la
vida, y lo que Dios ha dado no debe el hombre arrebatarlo. Pues en verdad os
digo que de una misma Madre procede cuanto vive sobre la tierra. Por tanto
quien mata, mata a su hermano. Y de él se alejará la Madre Terrenal y le
retirará sus pechos vivificadores. Y se apartarán de él sus ángeles y Satán
tendrá su morada en su cuerpo. Y la carne de los animales muertos en su cuerpo
se convertirá en su propia tumba. Pues en verdad os digo que quien mata se mata
a sí mismo, y quien come la carne de animales muertos come del cuerpo de la
muerte.
Pues cada gota de su sangre se
convierte en la suya en veneno; su respiración en la suya en hedor; su carne en
la suya en forúnculos; sus huesos en los suyos en yeso; sus intestinos en los
suyos en descomposición; sus ojos en los suyos en costras; sus oídos en los
suyos en ceras. Y su
muerte será la suya propia.
Pues solamente en el servicio de vuestro Padre
Celestial son vuestras deudas de siete años perdonadas en siete días.
Mientras que Satán no os
perdona nada ~ debéis pagarle todo. Ojo por ojo diente por diente, mano por
mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, vida por vida,
muerte por muerte. Pues el coste del pecado es la muerte. No matéis, ni comáis
la carne de vuestra inocente presa, no sea que os convirtáis-en esclavos de
Satán. Pues ése es el camino de los sufrimientos y conduce a la muerte. Sino
haced la voluntad de Dios, de modo que sus ángeles os sirvan en el camino de la
vida. Obedeced, por tanto, las palabras de Dios: ‘Mirad, os he dado toda hierba
que lleva semilla, sobre la faz de toda la tierra, y todo árbol en el que se
halla el fruto de una semilla que dará el árbol. Este será vuestro alimento. Y
a todo animal de la tierra, y a toda ave del cielo, y a todo lo que se arrastra
sobre la tierra, donde se halle el aliento de la vida, doy toda hierba verde
como alimento. También la leche de todo lo que se mueve y que vive sobre la
tierra será vuestro alimento. Al igual que a ellos les he dado toda hierba
verde, así os doy a vosotros su leche.
Pero no comeréis la carne, ni
la sangre que la aviva. Y en verdad demandaré vuestra sangre que brota con
fuerza, y vuestra sangre en la que se halla vuestra alma. Demandaré todos los
animales asesinados y las almas detodos los hombres asesinados. Pues yo el
Señor tu Dios soy un Dios fuerte y celoso, castigando la iniquidad de los
padres sobre sus hijos hasta la tercera
y cuarta generación de
aquellos quienes me odian, y mostrando misericordia hacia los millares de
aquellos que me aman y cumplen mis mandamientos.
Ama al Señor tu Dios con todo
corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas; éste es el primer y más
grande mandamiento. Y el segundo es según éste: ‘Ama a tu prójimo como a ti
mismo’. No hay mandamiento más grande que éstos”.
Y tras estas palabras todos
permanecieron en silencio, excepto uno que voceó: “¿Qué debo hacer, Maestro, si
veo que una bestia salvaje ataca a mi hermano en el bosque? ¿Debo dejar perecer
a mi hermano o matar a labestia salvaje? ¿No transgrediría así la ley?”
Y Jesús le respondió: “Fue
dicho a aquellos de los antiguos tiempos:
‘Todos los animales que se
mueven sobre la tierra, todos los peces del mar y todas las aves del cielo, han
sido puestos bajo vuestro poder’. En verdad os digo que de todas las criaturas
que viven sobre la tierra, sólo el hombre creó Dios a su imagen. Por ello, los
animales son para el hombre, y no el hombre para los animales. No
transgredirás, por tanto, la ley si matas al animal salvaje para salvar a tu
hermano. Pues en verdad te digo que el hombre es más que el animal. Pero quien
mata al animal sin causa alguna, sin que éste le ataque, por el deseo de matar,
o por su carne, o porque se oculta, o incluso por sus colmillos, malvada es la
acción que comete, pues él mismo se convierte en bestia salvaje. Y por tanto su
fin ha de ser también como el fin de los animales salvajes”.
Y otro dijo entonces:
‘‘Moisés, el más grande de Israel, consintió anuestros antepasados comer la
carne de animales limpios, y sólo prohibió la carne de los animales impuros.
¿Por qué, entonces, nos prohíbes la carne de todos los animales? ¿Qué ley viene
de Dios, la de Moisés o la tuya?
Y Jesús respondió: ‘‘Dios dio,
a través de Moisés, diez mandamientos a vuestros antepasados. ‘Estos
mandamientos son duros’, dijeron vuestros antepasados y no pudieron cumplirlos.
Cuando Moisés vio esto, tuvo compasión de sus gentes y no quiso que se
perdiesen. Y les dio entonces diez veces diez mandamientos, menos duros, para
que los siguiesen. En verdad os digo que si vuestros antepasados hubiesen sido
capaces de seguir los diez mandamientos de Dios, Moisés no habría tenido nunca
necesidad de sus diez veces diez mandamientos. Pues aquel cuyos pies son
fuertes como la montaña de Sión, no necesita muletas; mientras que aquel cuyos
miembros flaquean, llega más lejos con muletas que sin ellas. Y Moisés dijo al
Señor:
‘Mi corazón está lleno de
tristeza, pues mi pueblo se perderá. Porque no tienen conocimiento, ni son
capaces de comprender tus mandamientos. Son como niños pequeños que no pueden
entender aún las palabras de su padre.
Consiente, Señor, que les dé
otras leyes, para que no se pierdan. Si ellos no pueden estar contigo, Señor,
que al menos no estén contra ti; que puedan mantenerse a sí mismos, y cuando
haya llegado el momento y estén maduros para tus palabras, revélales tus
leyes’. Por eso rompió Moisés las dos tablas de piedra donde estaban escritos
los diez mandamientos, y les dio en su lugar diez veces diez. Y de estas diez
veces diez, los escribas y los fariseos han hecho cien veces diez mandamientos.
Y han puesto insoportables cargas sobre vuestros hombros, que ni ellos mismos
sobrellevan. Pues cuanto más cercanos a Dios están los mandamientos, menos
necesitamos; y cuanto más lejanos se hallan de Dios, más necesitamos entonces.
Por eso innumerables son las leyes de los fariseos y de los escribas, siete las
leyes del Hijo del Hombre tres las de los ángeles; y una la de Dios.
“Por eso yo solamente os
enseño las leyes que podéis comprender, para que os convirtáis en hombres y
sigáis las siete leyes del Hijo del Hombre. Entonces os revelarán también los
ángeles sus leyes, para que el espíritu santo de Dios descienda sobre vosotros
y os guíe hacia su ley’’.
Y todos estaban asombrados de
su sabiduría, y le pedían: “continúa Maestro, y enséñanos todas las leyes que
podemos recibir”.
Y Jesús continuó: “Dios ordenó
a vuestros antepasados: ‘No matarás’. Pero su corazón estaba endurecido y
mataron. Entonces, Moisés deseó que por lo menos no matasen hombres, y les
permitió matar a los animales. Y entonces el corazón de vuestros antepasados se
endureció más aún, y mataron a hombres y animales por igual. Más yo os digo: No
matéis ni a hombres ni a animales, ni siquiera el alimento que llevéis a
vuestra boca.
Pues si coméis alimento vivo,
él mismo os vivificará; pero si matáis vuestro alimento, la comida muerta os
matará también. Pues la vida viene sólo de la vida, y de la muerte viene
siempre la muerte. Porque todo cuanto mata vuestros alimentos, mata también a
vuestros cuerpos. Y todo cuanto mata vuestros cuerpos también mata vuestras
almas. Y vuestros cuerpos se convierten en lo que son vuestros alimentos, igual
que vuestros espíritus se convierten en lo que son vuestros pensamientos. Por
tanto, no comáis nada que el fuego, el hielo o el agua haya destruido. Pues los
alimentos quemados, helados o descompuestos quemarán, helarán y corromperán
también vuestro cuerpo. No seáis como el loco agricultor que sembró en su campo
semillas cocinadas, heladas y descompuestas. Y llegó el otoño y sus campos no dieron
nada. Y grande fue su aflicción. Sino sed como aquel agricultor que sembró en
su campo semilla viva, y cuyo campo dio espigas vivas de trigo, pagándole el
céntuplo por las semillas que plantó. Pues en verdad os digo, que el fuego, el
hielo o el agua haya destruido. Pues los alimentos quemados, helados o
descompuestos quemarán, helarán y corromperán también vuestro cuerpo. No seáis
como el loco agricultor que sembró en su campo semillas cocinadas, heladas y
descompuestas. Y llegó el otoño y sus campos no dieron nada. Y grande fue su
aflicción. Sino sed como aquel agricultor que sembró en su campo semilla viva,
y cuyo campo dio espigas vivas de trigo, pagándole el céntuplo por las semillas
que plantó. Pues en verdad os digo, vivid sólo del fuego de la vida, y no
preparéis ‘vuestros alimentos con el fuego de la muerte, que mata vuestros
aumentos, vuestros cuerpos y también vuestras almas.
“Maestro ¿dónde se halla el
fuego de la vida?”, preguntaron algunos de ellos.
‘‘En vosotros, en vuestra
sangre y en vuestros cuerpos
“¿Y el fuego de la muerte?”,
preguntaron otros.
“Es el fuego que arde fuera de
vuestro cuerpo, que es más caliente que vuestra sangre. Con ese fuego de muerte
cocináis vuestro alimento en vuestros hogares y en vuestros campos. En verdad
os digo que el mismo fuego destruye vuestro alimento y vuestros cuerpos como el
fuego de la maldad que destroza vuestros pensamientos y destroza vuestros
espíritus.
Pues vuestro cuerpo es lo que
coméis, y vuestro espíritu es lo que pensáis.
No comáis nada, por tanto, que
haya matado un fuego más fuerte que el fuego de la vida. Preparad, pues, y
comed todas las frutas de los árboles, todas las hierbas de los campos y toda
leche de los animales buena para comer.
Pues todas estas cosas las ha
nutrido y madurado el fuego de la vida, todas son dones de los ángeles de
nuestra Madre Terrenal. Mas no comáis nada a lo que sólo el fuego de la muerte
haya dado sabor, pues tal es de Satán.’’
“¿Cómo deberíamos cocer sin
fuego el pan nuestro de cada día, Maestro?”, preguntaron algunos con
desconcierto.
“Dejad que los ángeles de Dios
preparen vuestro pan. Humedeced vuestro trigo para que el ángel del agua lo
penetre. Ponedlo entonces al aire, para que el ángel del aire lo abrace
también. Y dejadIo de la mañana a la tarde bajo el sol, pira que el ángel de la
luz del sol descienda sobre él. Y la bendición de los tres ángeles hará pronto
que el germen de la vida brote en vuestro trigo. Moled entonces vuestro grano y
haced finas obleas, como hicieron vuestros antepasados cuando partieron de
Egipto, la morada de la esclavitud. Ponedlas de nuevo bajo el sol en cuanto
aparezca y, cuando se halle en lo más alto de los cielos, dadles la vuelta para
que el ángel de la luz del sol las abrace también por el otro lado, y dejadlas
así hasta que el sol se ponga. Pues los ángeles del agua, del aire y de la luz
del sol alimentaron y maduraron el trigo en el campo, y ellos deben igualmente
preparar también vuestro pan. Y el mismo sol que, con el fuego de la vida, hizo
que el trigo creciese y madurase, debe cocer vuestro pan con el mismo fuego.
Pues el fuego del sol da vida al trigo, al pan y al cuerpo. Pero el fuego de la
muerte mata el trigo, el pan y el cuerpo. Y los ángeles vivos del Dios Vivo
solamente sirven a los hombres vivos. Pues Dios es el Dios de lo vivo y no el
Dios de lo muerto.
“Comed, pues, siempre de la
mesa de Dios: los frutos de los árboles, el grano y las hierbas del campo, la
leche de los animales, y la miel de las abejas. Pues todo más allá de esto es
de Satán y por los caminos del pecado y la enfermedad conduce hacia la muerte.
Mientras que los alimentos que coméis de la abundante mesa de Dios dan
fortaleza y juventud a vuestro cuerpo, y nunca conoceréis la enfermedad. Pues
la mesa de Dios alimentó a Matusalén, el viejo, y en verdad os digo que si
vivís igual como él vivió, también el Dios de lo vivo os dará una larga vida
sobre la tierra como la suya”.
cuerpo, y nunca conoceréis la
enfermedad. Pues la mesa de Dios alimentó a Matusalén, el viejo, y en verdad os
digo que si vivís igual como él vivió, también el Dios de lo vivo os dará una
larga vida sobre la tierra como la suya”.
“Pues en verdad os digo que el
Dios de lo vivo es más rico que todos los ricos de la tierra y su abundante
mesa es más rica que la más rica de las mesas de festín de todos los ricos de
la tierra. Comed, pues, durante toda vuestra vida en la mesa de nuestra Madre
Terrenal, y nunca conoceréis la necesidad. Y cuando comáis en su mesa, comedlo
todo tal corno se halle en la mesa de la Madre Terrenal. No cocinéis ni
mezcléis todas las cosas unas con otras, o vuestros intestinos se convertirán
en ciénagas humeantes. Pues en verdad os digo que esto es abominable a los ojos
del Señor”.
“Y no seáis coipo el sirviente
avaricioso que comía siempre de la mesa de su señor la ración de otros. Y todo
lo devoraba y lo mezclaba en su glotonería. Y viendo aquello, su señor se
encolerizó con él y le expulsó de la mesa. Y cuando todos acabaron su comida,
mezcló cuanto quedó en la mesa y llamó al glotón sirviente, y le dijo: ‘Toma y
come esto junto a los cerdos, pues tu lugar está entre ellos, y no en mi mesa’.
“Tenedlo en cuenta por tanto,
y no profanéis con todo tipo de abominaciones el templo de vuestros cuerpos.
Contentaos con dos o tres tipos de alimento, que siempre hallaréis en la mesa
de nuestra MadreTerrenal. Y no deseéis devorar todo cuanto veáis en derredor
vuestro. Pues en verdad os digo que si mezcláis en vuestro cuerpo todo tipo de
alimentos, entonces cesará la paz en vuestro cuerpo y se desatan en vosotros
una guerra interminable. Y se aniquilará vuestro cuerpo como los hogares y los reinos
que divididos entre sí aseguran su propia destrucción. Pues vuestroDios es el
Dios de la paz, y nunca ayuda a la división. No levantéis, pues,contra vosotros
la cólera de Dios, para que no vaya a expulsaros de su mesa y os veáis
obligados a ir a la mesa de Satán, donde el fuego de los pecados, de las
enfermedades. y de la muerte corromperá vuestros cuerpos”.
“Y cuando comáis, no comáis
hasta no poder más. Huid de las tentaciones de Satán y escuchad la voz de los
ángeles de Dios. Pues Satán y su poder os tentarán siempre a que comáis más y
más. Pero vivid por el espíritu y resistid los deseos del cuerpo. Y que vuestro
ayuno complazca
siempre a los ángeles de Dios.
Así que tomad — cuenta de cuanto hayáis comido cuando os sintáis saciados y
comed siempre menos de una tercera parte de ello— .
“Que el peso de vuestro
alimento diario no sea menos de una mina, pero vigilad que no exceda de dos.
Entonces os servirán siempre los ángeles de Dios, y nunca caeréis en la
esclavitud de Satán y de sus enfermedades.
No obstaculicéis la obra de
los ángeles en vuestro cuerpo comiendo demasiado a menudo. Pues en verdad os
digo que quien come más de dos veces diarias hace en él la obra de Satán. Y los
ángeles de Dios abandonan su cuerpo y pronto toma Satán posesión de él. Comed
tan sólo cuando el sol esté en lo más alto de los cielos, y de nuevo cuando se
ponga. Y nunca conoceréis enfermedad, pues ello halla aprobación a los ojos del
Señor. Y si deseáis que los ángeles se complazcan en vuestro cuerpo y que Satán
os evite de lejos, sentaos entonces sólo una vez al día a la mesa de Dios. Y entonces
serán numerosos vuestros días sobre la tierra, pues esto es grato a ojos del Señor.
Comed siempre cuando sea servida ante vosotros la mesa de Dios, y comed siempre
de aquello que halléis sobre la mesa de Dios. Pues en verdad os digo que Dios
sabe bien lo que vuestro cuerpo necesita y cuándo lo necesita.
“Con la llegada del mes de Iyar
comed cebada; con el mes de Si van comed trigo, la más perfecta de las hierbas
que dan semilla. Y que vuestro pan de cada día sea hecho de trigo, para que el
Señor cuide vuestros cuerpos. Con el mes de Tummuz comed la uva ácida, para que
vuestro cuerpo adelgace y Satán lo abandone. En el mes de EIuI, recoged la uva
para que su jugo os sirva de bebida. En el mes de Marcheshvan recoged la uva dulce,
endulzada y seca pon el ángel de la luz del sol, para que aumente vuestros
cuerpos y que los ángeles del Señor moren en ellos. Debéis comer los higos
jugosos en los meses de Ab y de Shebat, y los que sobren que el ángel de la luz
del sol os los guarde. Comedlos con las almendras durante todos los meses en
que los árboles no dan frutos. Y las hierbas que brotan después de la lluvia,
comedias durante el mes de Thebet, para purificar vuestra sangre de todos
vuestros pecados. Y en el mismo mes empezad a beber también la leche de
vuestros animales, pues para ello dio el señor las hierbas de los campos a
todos los animales que producen leche, para que ellos alimentasen al hombre con
su leche. Pues en verdad os digo que felices son aquellos que comen sólo en la
mesa de Dios, y renuncian a todas las abominaciones de Satán. No comáis
alimentos impuros traídos de países lejanos, sino comed siempre cuanto
produzcan vuestros árboles. Pues vuestro Dios sabe bien lo que os es necesario,
y dónde y cuándo. Y Él da a todos los pueblos de todos los reinos los alimentos
mejores para cada uno de ellos. No comáis como los paganos, que se atiborran
con prisa, profanando sus cuerpos con todo tipo de abominaciones.
“Pues el poder de los ángeles
de Dios penetra en vosotros con el alimento vivo que el Señor os proporciona de
su mesa real. Y cuando comáis, tened sobre vosotros al ángel del aire, y bajo
vosotros al ángel del agua.
Respirad larga y profundamente
en todas vuestras comidas para que el ángel del aire bendiga vuestro alimento.
Y masticadlo bien con vuestros dientes, para que se vuelva agua y que el ángel
del agua lo convierta dentro de vuestro cuerpo en sangre. Y comed lentamente,
como si fuese una oración que hicieseis al Señor. Pues en verdad os digo que el
poder de Dios penetra
en vosotros si coméis de tal
modo en su mesa. Mientras que Satán convierte en ciénaga humeante el cuerpo de
aquel a quien no descienden los ángeles del aire y del agua en sus comidas. Y
el Señor no le permite permanecer por más tiempo en su mesa. Pues la mesa del
Señor es como un altar, y quien come en la mesa de Dios se halla en un templo.
Pues en verdad os digo queel cuerpo de los Hijos del Hombre se convierte en un
templo, y sus entrañas
en un altar, si cumplen los
mandamientos de Dios. Por tanto, no pongáis nada sobre el altar del Señor
cuando vuestro espíritu esté irritado, ni penséis de alguien con ira en el
templo de Dios. Y entrad solamente en el santuario del Señor cuando sintáis en
vosotros la llamada de sus ángeles, pues cuanto coméis con tristeza, o con ira,
o sin deseo, se convierte en veneno en vuestro cuerpo. Pues el aliento de Satán
lo corrompe todo. Poned con alegría vuestras ofrendas sobre al altar de vuestro
cuerpo, y dejad que todos vuestros malos pensamientos se alejen de vosotros al
recibir en vuestro cuerpo el poder de Dios proveniente de su mesa. Y nunca os
sentéis a la mesa de Dios antes de que él os llame por medio del ángel del
apetito.
“Regocijaos, pues, siempre con
los ángeles de Dios en su mesa real, pues esto complace al corazón del Señor. Y
vuestra vida será larga sobre la tierra, pues el más valioso de los sirvientes
de Dios os servirá todos los días: el ángel de la alegría.
“Y no olvidéis que cada
séptimo día es santo y está consagrado a Dios. Durante seis días alimentad
vuestro cuerpo con los dones de la Madre Terrenal, mas en el séptimo día
santificad vuestro cuerpo para vuestro Padre Celestial. Y en el séptimo día no
comáis ningún alimento terrenal, sino vivid tan sólo de las palabras de Dios. Y
estad todo el día con los ángeles del Señor en el reino del Padre Celestial. Y
en el séptimo día dejad que los ángeles de Dios levanten el reino de los cielos
en vuestro cuerpo, ya que trabajasteis durante seis días en el reino de la
Madre Terrenal. Y no dejéis que ningún alimento entorpezca la obra de los
ángeles en vuestro cuerpo a lo largo del séptimo día. Y Dios os concederá larga
vida sobre la tierra, para que tengáis vida eterna en el reino de los cielos.
Pues en verdad os digo que si no conocéis más enfermedades sobre la tierra,
viviréis por siempre en el reino de Señor en el reino del Padre Celestial. Y en
el séptimo día dejad que los ángeles de Dios levanten el reino de los cielos en
vuestro cuerpo, ya que trabajasteis durante seis días en el reino de la Madre
Terrenal. Y no dejéis que ningún alimento entorpezca la obra de los ángeles en
vuestro cuerpo a lo largo del séptimo día. Y Dios os concederá larga vida sobre
la tierra, para que tengáis vida eterna en el reino de los cielos. Pues en
verdad os digo que si no conocéis más enfermedades sobre la tierra, viviréis
por siempre en el reino de los cielos”.
“Y Dios os enviará cada mañana
el ángel de la luz del sol para despertaros de vuestro sueño. Obedeced, por
tanto, la llamada de vuestro Padre Celestial y no permanezcáis ociosos en
vuestros lechos, pues los ángeles del aire y del agua ya os aguardan afuera. Y
trabajad durante todo el día con los ángeles de la Madre Terrenal para que
lleguéis a conocerlos a ellos y a sus obras cada vez más y mejor. Mas cuando el
sol se ponga y vuestro Padre Celestial os envíe su ángel más preciado, el
sueño, id a descansar y permaneced toda la noche con el ángel del sueño. Y
entonces os enviará el Padre Celestial sus ángeles desconocidos para que
permanezcan junto a vosotros a lo largo de la noche. Y los ángeles desconocidos
del Padre Celestial os enseñarán muchas cosas sobre el reino de Dios, así como
los ángeles que conocéis de la Madre Terrenal os instruyen en las cosas de su reino.
Pues en verdad os digo que seréis cada noche los invitados del reino de vuestro
Padre Celestial si cumplís sus mandamientos. Y cuando os despertéis por la
mañana, sentiréis en vosotros ci poder de los ángeles desconocidos. Y vuestro
Padre Celestial os los enviará cada noche para que enriquezcan vuestro
espíritu, igual que la Madre Terrenal os envía sus ángeles para que construyan
vuestro cuerpo. Pues en verdad os digo que si durante e día os acoge en sus
brazos vuestra Madre Terrenal, y si durante la noche os respira su beso el
Padre Celestial, entonces los Hijos de los
Hombres os convertiréis en los
Hijos de Dios”.
“Resistid de día y de noche
las tentaciones de Satán. No os despertéis de noche ni durmáis de día, no os
abandonen los ángeles de Dios”.
“Ni tampoco os deleitéis con
ninguna bebida, ni en ningún humo de Satán, que os despertarán por la noche y
os harán dormir de día. Pues en verdad os digo que todas las bebidas y humos de
Satán son abominaciones a los ojos de vuestro Dios”.
“No cometáis putaísmo, ni de
día ni de noche, pues el putañero es como un árbol cuya savia se va del tronco.
Árbol que se secará antes de tiempo y no llegará a dar fruto. Por tanto, no
putañeéis para que Satán no seque vuestro cuerpo y el Señor haga infructuosa
vuestra semilla”.
“Evitad cuanto esté demasiado
caliente o demasiado frío. Pues es la voluntad de vuestra Madre Terrenal que ni
el calor ni el frío dañen vuestro cuerpo. Y no dejéis que vuestros cuerpos
estén más calientes o más fríos del calor o del frío que les proporcionen sus
ángeles. Y si cumplís los mandamientos de la Madre Terrenal, entonces en cuanto
vuestro cuerpo se vuelva demasiado caliente os enviará el ángel del frescor
para que os refresque, y en cuanto vuestro cuerpo esté demasiado frío os
enviará el ángel del calor para calentaros de nuevo”.
“Seguid el ejemplo de todos
los ángeles del Padre Celestial y de la Madre Terrenal, que trabajan día y
noche sin cesar en los reinos de los cielos y de la tierra, Por tanto, recibid
también en vosotros mismos a los más poderosos de todos los ángeles de Dios,
los ángeles de los actos, y trabajad juntos sobre el reino de Dios. Seguid el
ejemplo del agua cuando corre, del
viento al soplar, del sol
naciente y poniente, de las plantas y los árboles en su crecer, de los animales
cuando corren y retozan, de la luna creciente y menguante, de las estrellas en
su ir y venir; todas estas cosas se mueven y realizan sus tareas. Porque cuanto
tiene vida se mueve, y sólo lo que está muerto permanece quieto. Y Dios es el
Dios de lo vivo, y Satán el de lo muerto. Servid, pues, al Dios Vivo, para que
el movimiento eterno de la vida os mantenga y para que escapéis de la eterna
inmovilidad de la muerte.
Trabajad, pues, sin cesar para
levantar el reino de Dios, de modo que no crecer, de los animales cuando corren
y retozan, de la luna creciente y menguante, de las estrellas en su ir y venir;
todas estas cosas se mueven y realizan sus tareas. Porque cuanto tiene vida se
mueve, y sólo lo que está muerto permanece quieto. Y Dios es el Dios de lo
vivo, y Satán el de lo muerto. Servid, pues, al Dios Vivo, para que el
movimiento eterno de la vida os mantenga y para que escapéis de la eterna
inmovilidad de la muerte.
Trabajad, pues, sin cesar para
levantar el reino de Dios, de modo que no seáis arrojados al reino de Satán.
Pues una alegría eterna abunda en el reino vivo de Dios, mientras que una
quieta tristeza oscurece el reino de la muerte de Satán. Sed, pues, verdaderos
Hijos de vuestra Madre Terrenal y de vuestro Padre Celestial, para que no
caigáis en esclavos de Satán. Y vuestra
Madre Terrenal y vuestro Padre
Celestial os enviarán sus ángeles para que os enseñen, os amen y os sirvan. Y
sus ángeles escribirán los mandamientos de Dios en vuestra cabeza, en vuestro
corazón y en vuestras manos, pasa que conozcáis, sintáis y cumpláis los
mandamientos de Dios”.
“Y orad todos los días a
vuestro Padre Celestial y a vuestra Madre Terrenal, para que vuestra alma se
vuelva tan perfecta como el santo espíritu de vuestro Padre Celestial, y para
que vuestro cuerpo se vuelva tan perfecto como el cuerpo de vuestra Madre
Terrenal. Pues si entendéis, sentís y cumplís los mandamientos, entonces todo
cuanto pidáis a vuestro Padre Celestial y a vuestra Madre Terrenal os será
concedido. Porque la sabiduría, el amor y el poder de Dios están por encima de
todo”
“Orad, por tanto, del
siguiente modo a vuestro Padre Celestial:
‘Padre nuestro que estás en
los cielos, bendito sea Tu Nombre.
Venga a nosotros Tu Reino.
Hágase Tu Voluntad como en los cielos así en la tierra. El pan nuestro de cada
día dánosle hoy. Y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores. Y no nos conduzcas a la tentación sino líbranos del Maligno.
Pues tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre. Amen
“Y orad del siguiente modo a
vuestra Madre Terrenal: ‘Madre nuestra que estás en h. tierra, bendito sea tu
nombre. Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en nosotros así como en
ti se hace. Igual que envía cada día a tus ángeles, envíalos también a
nosotros. Perdónanos nuestros pecados, porque todos los expiamos en ti. No nos
conduzcas a la enfermedad sino líbranos del mal, pues tuya es la tierra, el
cuerpo y la salud.
Amén.’’
Y todos rezaron junto a Jesús
al Padre Celestial y a la Madre Terrenal.
Y después Jesús les habló así:
“Igual que vuestros cuerpos han renacido por medio de los ángeles de la Madre
Terrenal, que vuestro espíritu renazca de igual modo por medio de los ángeles
del Padre Celestial.
Convertios, pues, en
verdaderos Hijos de vuestro Padre y de vuestra Madre, y en verdaderos Hermanos
de los Hijos de los Hombres. Hasta ahora estuvisteis en guerra con vuestro
Padre, con vuestra Madre y con vuestros Hermanos. Y habéis servido a Satán.
Vivid a partir de hoy en paz con vuestro Padre Celestial, con vuestra Madre
Terrenal y con vuestros Hermanos, los
Hijos de los Hombres. Y luchad
únicamente en contra de Satán, para que no os robe vuestra paz. A vuestro
cuerpo doy la paz de vuestra Madre Terrenal, y la paz de vuestro Padre
Celestial a vuestro espíritu. Y que la paz de ambos reine entre los Hijos de
los Hombres.
“¡Venid a mí cuantos os
sintáis hastiados y cuantos padezcáis los conflictos y las aflicciones! Pues mi
paz os fortalecerá y confortará. Porque mi paz rebosa dicha. Por eso os saludo
siempre de este modo: ¡La paz sea con vosotros! Saludaos siempre por tanto
entre vosotros de igual manera, para que a vuestro cuerpo descienda la paz de
vuestra Madre Terrenal y a vuestro espíritu la paz de vuestro Padre Celestial.
Y entonces hallaréis la paz también entre vosotros, pues el reino de Dios
estará en vuestro interior. Y ahora regresad entre vuestros Hermanos, con
quienes hasta ahora estuvisteis en guerra, y dadles a ellos también vuestra
paz. Pues felices son quienes luchan paz rebosa dicha. Por eso os saludo
siempre de este modo: ¡La paz sea con vosotros! Saludaos siempre por tanto
entre vosotros de igual manera, para que a vuestro cuerpo descienda la paz de
vuestra Madre Terrenal y a vuestro espíritu la paz de vuestro Padre Celestial.
Y entonces hallaréis la paz también entre vosotros, pues el reino de Dios
estará en vuestro interior. Y ahora regresad entre vuestros Hermanos, con
quienes hasta ahora estuvisteis en guerra, y dadles a ellos también vuestra
paz. Pues felices son quienes luchan por la paz, porque hallarán la paz de
Dios. Id, y no pequéis más. Y dad a todos vuestra paz, igual que yo os he dado
la mía. Pues mi paz es la de Dios.
La paz sea con vosotros.
Y les dejó.
Y su paz descendió sobre
ellos; y con el ángel del amor en su corazón, con la sabiduría de la ley en su
cabeza y con el poder del renacimiento en sus manos, se dispersaron entre los
Hijos de los Hombres para llevar la luz de la paz a aquellos que luchaban en la
oscuridad.
Y se separaron, deseándose
unos a otros:
“LA PAZ SEA CONTIGO.”
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