Es
necesario comprender la necesidad de aprender a vivir. Las experiencias de la
vida diaria son muy útiles; desafortunadamente las gentes las repudian, las
enjuician, las detestan, etc. Muchos se quejan de si mismos y de los demás; se
asombra uno de ver como es que las gentes subestiman las experiencias.
Nosotros
debemos actuar a la inversa, tomar las experiencias para nuestra propia
auto-realización; ellas en si mismas pueden ofrecernos material didáctico
suficiente como para el desarrollo de la esencia, o en otras palabras, para el
crecimiento anímico. Así pues, las experiencias resultan ciertamente
magnificas, en todo sentido. No es posible sacar material didáctico del
desarrollo de la conciencia de cualquier otro lugar que no sea de las
experiencias: por eso quienes las repudian, protestan contra las dolorosas
experiencias de la vida, obviamente se privan de lo mejor, se privan
precisamente de la fuente viva que puede conducirnos al robustecimiento de la
vida anímica.
Cuando
uno toma las experiencias como material didáctico para la su auto-realización,
descubre sus propios defectos psicológicos, porque es en relación con la
humanidad, es en relación con nuestros familiares, es en relación con nuestros
compañeros de trabajo, en la fábrica, en el campo, etc. Mediante las
experiencias logramos el auto-descubrimiento; obviamente las experiencias son
buenas, hacen aflorar nuestros propios errores; en presencia de nuestros
insultadores, por ejemplo, aflora el Yo de la Ira; en presencia del vino aflora
el Yo de la Borrachera; en presencia de personas de otro sexo, si no estamos
alertas y vigilantes como el vigía en época de guerra, aflora la Lujuria.
Así
pues, resulta útil la experiencia para conocernos a si mismos. Obviamente lo
principal es no identificarnos con ningún acontecimiento, con ninguna
circunstancia; necesitamos aprender a ver los distintos eventos y circunstancias
sin identificarnos con los mismos. Necesitamos aprovechar cada experiencia, por
horrorosa que sea, para el auto-descubrimiento; cuando uno se esta
auto-observando a si mismo, ve cuan útiles son las experiencias.
Es
necesario entender la necesidad de desintegrar al Ego; no seria posible esto si
no aprovecháramos las duras experiencias de la vida. Hay personas también, que
después de un trabajo de observación constante con los distintos eventos de la
existencia, se olvidan del trabajo, entonces las experiencias vuelven a ser
tomadas como antes.
Cuando
uno toma las experiencias de la vida como un medio para llegar a un fin, como
un medio para el auto-descubrimiento, como un medio para la auto-observación,
puede saborearlas. El sabor del trabajo es algo maravilloso, le da a uno una
exquisitez inefable.
Cuando
uno descubre que tiene tal o cual defecto psicológico y lo elimina, entonces
viene a saborear el trabajo con un sabor inconfundible; pero cuando uno después
de haber trabajado, abandona el trabajo sobre si mismo y vuelve a tomar las
experiencias de la vida como antes, es decir vuelve a reinvertir el sentido de
las experiencias, entonces indublitablemente sentirá otra vez el mismo sabor de
la rutina diaria, el mismo sabor a vida de siempre.
Tenemos
pues que distinguir claramente entre el sabor trabajo y el sabor de la vida
rutinaria. Así pues mis caros hermanos, no huyan de las experiencias de la
vida, aprovechen la mas simple experiencia para el auto-descubrimiento;
cualquier evento por insignificante que sea, nos permite el auto-conocimiento.
Precisamente en relación con las distintas gentes es como viene uno a
auto-descubrir , a descubrir sus propios errores que afloran tan
espontáneamente que basta estar en estado de alerta para verlos.
Defecto
descubierto debe ser trabajado, debe ser enjuiciado, analizado correctamente,
debe ser comprendido a través de la técnica de la meditación. Posteriormente
viene la ejecución, la disolución; cualquier agregado psíquico puede ser
disuelto con la ayuda de Devi Kundalini Shakti, nuestra Madre Divina; si
nosotros le suplicamos que elimine de nuestro interior, nuestro agregado
psíquico que hemos comprendido, Ella así lo hará, lo desintegrará y quedaremos
libres de tal defecto.
¡Cuán dichoso se siente uno cuando elimina de si algún defecto!, siente uno como que le hubieran quitado una abrumadora carga de encima, ¡cuanta dicha!. Y a medida que los distintos agregados psíquicos se van desintegrando, la Esencia, el Budhata, se va liberando; y cuando todos los agregados han sido reducidos a polvareda cósmica, desaparece la consciencia egoica, solo queda la Conciencia limpia del Ser, la Conciencia prístina original.
Una plática de Samael Aun Weor
LA
NECESIDAD DE APRENDER A VIVIR
Bueno, comenzaremos nuestra plática
de esta noche... Ante todo, mis estimables hermanos, se hace necesario saber
vivir; esto es algo que debemos entender.
Cuando platicamos con alguien, éste
nos cuenta los diversos sucesos de su vida; nos habla, dijéramos, de
acontecimientos, de lo que le sucedió en determinadas épocas de su historia,
como si la vida fuera, únicamente, una cadena de eventos; no se dan cuenta las
gentes, de que además de las circunstancias de la existencia, existen también
los estados de Conciencia; la capacidad para vivir se basa, precisamente, en
la forma como uno acierta a combinar los estados conscientivos con las
circunstancias de la existencia. Puede darse el caso de que una circunstancia
que podría haber sido feliz, no lo fue, debido a que no supimos combinar el
estado conscientivo con el evento en sí mismo.
Cuando examinamos el mundo en que
vivimos, podemos verificar el hecho contundente, claro y definitivo, de que
hay personas que deberían ser felices y no lo son. Hemos conocido muchos casos
concretos de sujetos que tienen una buena casa, un hermoso carro, una
magnífica esposa, preciosos hijos y dinero suficiente, y sin embargo no son
felices; en cambio, hemos podido corroborar el caso de individuos que están
menesterosos, posiblemente humildes trabajadores de pico y pala, que ni gozan
de una hermosa mansión, ni tienen más dinero que el que se necesita para el
diario sustento, ni usan precioso automóvil último modelo, y sin embargo son
felices en sus hogares, con sus hijos, pobres pero limpios, aseados, y sus
esposas hacendosas y sinceras. Así pues, no es el dinero en sí mismo el que
puede darnos la felicidad; todo depende de la forma en que uno sepa combinar
los estados conscientivos con los sucesos o las circunstancias de la vida
práctica. Si alguien colocado en magníficas condiciones no está a la altura de
las circunstancias, si no sabe combinar, inteligentemente, los estados
conscientivos con el medio en el que se desenvuelve y vive,
incuestionablemente será un desdichado; empero otro, que aunque esté en
circunstancias difíciles si sabe combinar los hechos de su vida práctica con
los estados de Conciencia, logra bienestar, prosperidad, felicidad, etc. Así
pues, que se hace urgente comprender la necesidad de aprender a vivir
sabiamente.
Si queremos un cambio definitivo de
las circunstancias de la vida, se hace necesario que tal cambio se verifique
primero dentro de nosotros mismos; si internamente no modificamos nada,
externamente la vida continuará con sus dificultades. Ante todo es necesario
hacernos dueños de sí mismos; mientras uno no sepa gobernarse a sí mismo,
tampoco podrá gobernar las circunstancias difíciles de la existencia.
Cuando contemplamos los diversos
acontecimientos de la vida, cuando vemos este orden de cosas, podemos
evidenciar que las gentes son verdaderas máquinas que no saben vivir; si
alguien les insulta, reaccionan furiosas; si alguien les saluda, sonríen dichosas;
resulta muy fácil en verdad, para cualquier perverso, jugar con las máquinas
humanas; puede hacérseles pasar de la tristeza a la alegría y viceversa, con
sólo decirles unas cuantas palabras. ¡Qué fácil les resulta!, ¿verdad? Basta
con que alguien nos insulte para estar reaccionando, basta que alguien nos dé
unas palmaditas en el hombro para sonreír contentos; no sabemos gobernarnos a
sí mismos, otros nos gobiernan, y eso de hecho es lamentable (somos
incapaces).
Es necesario comprender lo que es
la mente y lo que es el sentimiento y el sentimentalismo. Si estudiamos al
Ser, juiciosamente, veremos que la mente no es el Ser. En la Teosofía se habla
mucho del Cuerpo Mental, las diversas escuelas de pensamiento le citan. No
queremos con esto decir que todos los humanoides posean ya el vehículo mental;
habrá Manas, como se dice en sánscrito, o sea, substancia mental depositada en
cada uno de nosotros, pero eso no es poseer, realmente, el vehículo de la
mente. En todo caso la mente, sea que el ser humano posea ya tal vehículo, o
que esté comenzando a crearlo, o que aún todavía no lo tenga, no es más que un
instrumento de manifestación, pero no es el Ser. El sentimiento tampoco es el
Ser. En un pasado me sentí inclinado a creer que el sentimiento, en sí mismo,
correspondía de verdad al Ser; más tarde, después de severos análisis, me he
visto en la necesidad de rectificar tal concepto; obviamente, el sentimiento
deviene del Cuerpo Astral en los seres humanos. Podría objetárseme diciendo que
no todos poseen ese precioso Vehículo Kedsjano y en eso sí estamos de acuerdo,
mas sí existe la emoción, la substancia correspondiente en cada uno de
nosotros; de hecho, sea que se tenga el Vehículo Sideral o no, deviene claro
está eso que se llama "sentimiento". En su aspecto negativo, el
sentimentalismo nos convierte, pues, en entes demasiado negativos, mas en sí
mismo, el sentimiento no es tampoco el Ser: puede pertenecer al centro
emocional, pero no es el Ser.
La mente tiene su centro, el centro
intelectivo, pero no es el Ser. El centro de la mente, el intelectivo, está en
el cerebro, eso es obvio, pero no es el Ser. El sentimiento, que corresponde
al centro emocional o cerebro emocional, está en la región del Plexo Solar y
abarca hasta los centros nerviosos simpático y el corazón, pero no es el Ser
(el Ser es el Ser, y la razón de ser del Ser es el mismo Ser).
¿Por qué hemos de dejarnos llevar
por los Centros de la máquina? ¿Por qué permitimos que el centro intelectual o
el emocional nos controlen? ¿Por qué hemos de ser esclavos de esta maquinaria?
Debemos aprender a controlar todos los centros de la maquina, debemos
convertirnos en amos, en señores... Hay cinco centros en la máquina eso es
obvio: el intelectual, que es el primero; el emocional, que es el segundo; el
motor, que es el tercero; el instintivo, que es el cuarto y el sexual, que es
el quinto; más los centros de la máquina no constituyen el Ser; pueden estar al
servicio del Ser, pero no son el Ser. Así pues, ni la mente ni el sentimiento
son el Ser.
¿Por qué sufren los seres humanos,
por qué permiten al pensamiento y al sentimiento que intervengan en las
diversas circunstancias de la vida? Si nos insultan, reaccionamos de inmediato
insultando; si hieren nuestro amor propio sufrimos y hasta nos encolerizamos...
Cuando contemplamos todo el panorama de la vida, podemos evidenciar, claramente,
de que hemos sido, dijéramos, leños en el océano, debido precisamente a que
hemos permitido que en las diversas circunstancias de nuestra existencia, se
entrometan siempre la mente y el sentimiento; no le hemos dado oportunidad a la
Esencia, al Ser, para que se exprese a través de nosotros; siempre hemos
querido resolver las cosas por nuestra cuenta: reaccionamos ante cualquier
palabrita dura, ante cualquier problema, ante cualquier dificultad; nos
sentimos heridos cuando alguien nos hiere, o contentos cuando cualquiera nos
alaba; hemos sido víctimas de todo el mundo, todo el mundo ha jugado con
nosotros; hemos sido, dijéramos, leños entre las embravecidas olas del gran
océano, no hemos sido dueños de sí mismos.
¿Por qué nos preocupamos?, me
pregunto y les pregunto a ustedes. "Por los problemas", me dirán. La
preocupación, mis caros hermanos, es un hábito de muy mal gusto, de nada
sirve, nada resuelve; uno tiene que aprender a vivir de instante en instante,
de momento en momento. ¿Por qué ha de preocuparse uno? Así pues, ante todo no
permitir que la mente y los sentimientos se entrometan en las diversas
circunstancias de la vida; la personalidad humana debe volverse tranquila,
pasiva; esto implica, de hecho, una tremenda actividad de la Conciencia; esto
significa aprender a vivir conscientemente, esto significa poner el basamento
para el despertar.
Todos quisieran ver, oír, tocar,
palpar las grandes realidades de los mundos superiores; mas naturalmente, ¿cómo
podrían los dormidos convertirse en experimentadores de las grandes
realidades? ¿Cómo podrían, aquellos que tienen la Conciencia en sueños, ser
investigadores de la vida en las regiones suprasensibles de la Naturaleza y
del Cosmos? Si nosotros despertáramos Conciencia, podríamos comprobar el hecho concreto de que
el mundo no es tal como lo estamos viendo. Muchas veces he dicho y os lo vuelvo
a repetir, que todas aquellas maravillas que figuran en el libro aquel de
"Las Mil y una Noche", todos esos prodigiosos fenómenos mágicos de la
antigua Arcadia, todos esos milagros de la tierra primigenia, de aquellos
tiempos en que los ríos de agua pura de vida manaban leche y miel, no han
concluido, siguen sucediéndose de instante en instante, de momento en momento,
aquí y ahora. Podría objetárseme, que si eso es así; ¿por qué no los vemos?,
¿por qué no presenciamos lo insólito?, ¿por qué no se nos da la posibilidad de
experimentar esas maravillas? La respuesta es la siguiente: nadie nos ha
prohibido la capacidad de experimentar, nadie nos impide ver y oír lo que
acaece a nuestro alrededor; si tales fenómenos no son perceptibles en este
momento para nuestros sentidos exteriores, se debe a un solo motivo y por
cierto muy grave: estamos en estado de hipnosis, dormidos, y el sujeto en
trance hipnótico, se hace incapaz para la percepción de tales fenómenos.
Mucho se ha dicho sobre el
abominable Organo Kundartiguador, órgano fatal que la humanidad tuvo en los
antiguos tiempos. No se ha perdido del todo; bien sabemos que aun existe un
residuo óseo, en la base inferior de la espina dorsal; nadie ignora que tal
residuo pertenece al abominable Organo Kundartiguador y posee, entre otras
cosas, un poder hipnótico formidable; esa corriente hipnótica general,
colectiva, es fascinante. Si vemos a alguien, por ejemplo, vestido con
extravagancia por las calles, no sentimos asombro; decimos, sencillamente:
"¡Qué sujeto tan excéntrico!" Otro, que vaya con nosotros, dirá:
"¡Así está la moda!" El de más allá exclamará: "¡He ahí un
Hippie!", y un anciano que pasa por la banqueta de enfrente, se limitará
a pensar: "¡Cómo está la gente de la Nueva Ola!"; pero unos y otros
están en estado de hipnosis, y eso es todo.
Sometan ustedes a un sujeto
cualquiera, XX, a un sueño hipnótico profundo; díganle luego que está en medio
del océano, que se desvista porque se va a ahogar, y lo verán ustedes
desvestirse; díganle que es un gran cantante, y lo verán ustedes cantando,
aunque en realidad de verdad sólo dé alaridos; díganle que se acueste en el
suelo y se acostará; que se pare de cabeza y se parará, porque está en estado
de hipnosis.
Hice, hace poco, un viajecito por
allá, hasta el Puerto de Bayarta, (México); allí existe, como en Acapulco, un
barco para los visitantes; no tuve inconveniente alguno para comprar el pasaje
que hubo de llevarme hasta una playa cercana; el trayecto fue ameno,
delicioso; navegar en el Pacífico resulta agradable. Había allí cierto
caballero de marras que la hizo de hipnotizador. Cuando resonaron los
instrumentos del conjunto, dijo a las gentes que bailaran, y bailaron; que se
tomaran de las manos y todos se tomaron de las manos; a los novios que se
besaran (se besaron); lo único que le faltó a aquel hombre, a aquel
hipnotizador improvisado, fue decirles que se pararan de cabeza, pero todo lo
que él ordenaba se hacía. Era de reírse uno y de admirarse al mismo tiempo, ver
todas las maravillas que hacia el hipnotizador: cómo jugaba con los pasajeros,
cómo los hacía reír, cómo los hacía saltar, cómo los hacía dar vueltas, etc.,
etc., etc. Claro, yo un sujeto que estoy acostumbrado a estar en estado de
alerta percepción, alerta novedad, me limité, exclusivamente, a ver a esos
tontos en estado de hipnosis.
Observen ustedes la propaganda:
"¡Compre usted tal remedio infalible contra la tos". Cada anuncio da
órdenes al pueblo hipnotizado para que vaya a tal o cual lugar, para que
compre tal o cual jabón, tal o cual perfume; para que visite tal o cual
consultorio, etc., etc., etc., y las gentes se mueven bajo las órdenes de los
hipnotizadores, los cuales a su vez, están también hipnotizados por otras
gentes y por otras multitudes; como las mismas muchedumbres, todos andan en
estado de hipnosis, de trance hipnótico.
Cuesta trabajo saber que uno está
en estado de hipnosis; si las gentes se lo propusieran, podrían despertar de
ese estado tan lamentable, pero desgraciadamente no se lo propone nadie. Cuesta
mucho pues, repito, descubrir el estado de hipnosis en que uno se halla; uno
viene a darse cuenta de que existe el hipnotismo, cuando la fuerza hipnótica
fluye más rápido, cuando se concentra en determinado lugar, cuando se hace una
sesión de hipnotismo; fuera de eso, fuera de tal momento, uno no se da cuenta
de que está en estado de hipnosis. Si uno pudiera despertar de ese sueño en que
se halla, verá entonces los fenómenos maravillosos que desde el principio del
mundo se han sucedido a su alrededor. Yo conozco fenómenos tan sencillos, que
cualquiera puede verlos; son físicos, materiales, están a la vista de todo el
mundo y sin embargo las gentes, viéndolos no los ven. Podrían decirme, o
preguntar ustedes y con justa razón (o podrían exigirme, para hablar mas
claro): "Si eso es así, ¿por qué no nos menciona tan siquiera uno?" Motivos:
si yo les mencionara a ustedes cualquiera de esos fenómenos (que son
perceptibles a simple vista), los verían de inmediato, mas morirían ustedes,
porque resulta que todos esos fenómenos, actualmente, que corresponden a
fuerzas y prodigios, están celosamente vigilados por ciertos Elementales muy
fuertes, que al sentirse descubiertos, causarían la muerte de los curiosos, y
como no tengo ganas de crearme un Panteón por mi cuenta, me veo en la necesidad
de callar. Así pues, hermanos, se hace necesario despertar, si es que se
quieren percibir las grandes realidades de la vida; mas sólo es posible
despertar sabiendo vivir.
¿Cómo podría despertar alguien que
es un juguete de los demás? Si yo les insultara a ustedes en este instante,
estoy seguro de que ustedes no me tolerarían, protestarían violentamente y a
lo mejor ustedes se retirarían violentamente. ¡Vean cuan fácil es hacerlos
cambiar a ustedes! Basta con que yo les diga una palabrita dura y ya se ponen
sonrojados y furiosos; ahora, si quiero halagarlos, me basta con decirles
palabritas dulces, y ya están contentos; es decir, ustedes son víctimas de las
circunstancias, no son dueños de sí mismos, y eso es lamentable, ¿verdad? De
manera, hermanos, que el que quiera ser amo de sí mismo, debe empezar por no
permitir que la mente y los sentimientos intervengan en los asuntos de la vida
práctica. Claro, esto requiere, como ya lo dije, una tremenda pasividad de la
personalidad y una espantosa actividad de la Conciencia. Precisamente eso es lo
que necesitamos: la actividad de la Conciencia. Cuando la Conciencia se vuelve
activa, sale de su letargo y entonces es obvio que viene el despertar.
Ante todo, debemos comenzar por no
hacer lo que hacen los demás. Cuando llego a los restaurantes y voy con toda mi
gente, a la hora de la comida puedo evidenciar el hecho de que todos pasan al
baño a lavarse las manos. Seré, pues, bastante cochino y sucio, pero yo no paso
a lavarme las manos. Cuando se me interroga sobre el por qué, respondo:
"Sencillamente porque a mí no me gusta hacer lo que los demás hacen, es
decir, no me gusta ser máquina". ¿De manera que si los demás se paran en
la cabeza, yo también tengo que pararme en la cabeza? Si los demás andan en
cuatro patas, ¿yo tengo que andar en cuatro patas? ¿Por qué? ¡No, hermanos!
Necesitamos convertirnos en individuos y eso solamente es posible
desegoitizándonos y no permitiendo que la mente y los sentimientos se
entrometan en las diversas circunstancias de la existencia. Cuando entonces
comenzamos con este trabajo, cuando aprendemos a volvernos tremendamente
pasivos, para darle oportunidad a las grandes actividades de la Conciencia,
vemos que todo cambia.
Quiero citarles nada más que un
hecho concreto: nos hallábamos en una casa, no importa cuál; uno de los
"niños bien" de aquella casa, andando por ahí, por esas calles del
mundo, convertido nada menos que en un Don Juan Tenorio, hizo de las suyas por
allá, con una muchachita. Conclusión, intervienen los familiares de ella; claro,
se presentan en esa casa los mismos, buscan al "nene de mamá", al
"niño bien" (¿travieso? Sí y enamorado... Parrandero y jugador? No
lo sé; solamente sé que es un verdadero Don Juan). El padre de la dama viene,
naturalmente, con intenciones de balacear al caballerito; nadie se atreve a
salir; sólo yo que estoy ahí, hago acto de presencia; como se me ha dado la
oportunidad de servir de mediador, la aprovecho. El furioso jefe de familia
llama al jovencito aquel para la casa; detengo al jovencito y hago entrar al jefe
de familia ofendido. Con gran dulzura y amor, invito al ofendido y al Don Juan
a sentarse un momento, y claro, ambos toman asiento. Junto con el jefe viene
una señora: comprendo que se trata de la madre de la dama. Hay palabras
terribles, no falta sino sacar la pistola y dispararla; sin embargo, le digo al
señor con buenas maneras: "Todo es posible arreglarlo; mediante la
comprensión, todo se puede solucionar; con matar no se resuelve el
problema". Aquel hombre se sintió, pues, sorprendido; no pensaba que en
aquella mansión hubiera alguien tan sereno y tan tranquilo. Hay conversaciones,
intercambio amistoso entre el jefe y el Don Juan; todo se arregla y se marcha
el ofendido, llevándose su pistola sin disparar, con los cinco tiros... Todo se
arregló; ¿por qué? Porque yo puse un estado de Conciencia superior en aquel
evento, al servir de mediador; mas si yo hubiera aconsejado a aquellas gentes,
a proceder con violencia; si yo mismo, dándomelas de muy buen amigo, hubiera
respondido con duras palabras, las circunstancias habrían sido diferentes y el
Don Juan hubiera ido a parar al Panteón y esas dos familias se hubieran llenado
de luto y de dolor.
De manera que las circunstancias de
la vida dependen de nuestros estados de Conciencia; cambiando uno sus estados
de Conciencia, cambian las circunstancias; eso es obvio. No podrían cambiar
las circunstancias de la vida, si no cambiamos antes nuestros estados de
Conciencia.
Los invito pues a ustedes, a la
reflexión más profunda. Conforme nosotros vayamos permitiendo que se
manifieste la Conciencia, conforme vayamos controlando la mente y el
sentimiento, para que no metan sus narices donde no deben, el resultado será
maravilloso, porque a medida que la Conciencia se activa, el proceso del
despertar se acentúa, y no solamente cambian todas las circunstancias que nos
rodean, sino que además empezamos a notar que durante las horas en que el
cuerpo físico duerme, nosotros trabajamos (vivimos, dijéramos) fuera del
cuerpo físico en forma más consciente. Y así, a medida que la personalidad se
va volviendo pasiva, a medida que la mente y el sentimiento van siendo
refrenados para que no se metan donde no deben, el despertar será cada vez más
grande y así terminaremos convertidos en grandes investigadores de la vida en
los mundos superiores... Quien quiera despertar, debe hacerlo aquí y ahora;
quien despierta aquí y ahora, despierta en todos los rincones del Universo.
Bien mis caros hermanos, hasta aquí
con esta pláticas.
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