sábado, 14 de agosto de 2021

COSMOGONIA NORDICA


El caos, la oscuridad y la confusión reinaban en el Universo cuando surgió, en su centro, un abismo de infinita profundidad, en cuyo interior existían unas temperaturas tan bajas, que todo cuanto caía en él se congelaba al instante. El abismo recibió el nombre de Ginnunga y dividía al Universo en dos partes.
Al norte se encontraba Niflheim, un mundo de agua, hielo perpetuo y oscuridad, donde manaba la fuente Hvergelmir de la que fluían los doce ríos conocidos como Elivagar, cuyos cursos terminaban en el abismo helándose sus envenenadas aguas al acercarse al mismo y formando inmensos bloques de hielo que lo iban llenando.

Al sur, existía un mundo de fuego y luz perpetua llamado Muspellheim donde habitaba Surtr, el gigante de fuego, que fue la primera criatura viviente. Surtr poseía una espada llameante y con ella lanzaba grandes lenguas de fuego sobre el abismo helado, formándose elevadas columnas de vapor que, al chocar contra el hielo, se transformaban en escarcha. De ella, nació una figura andrógina que se llamó Ymer, el primer gigante, y Audhumbla, una enorme vaca de cuyas ubres surgían cuatro chorros de leche, que servían para alimentar a Ymer. Audhumbla no tenía con qué alimentarse y buscando en el borde de la oscuridad encontró sustento chupando constantemente unos enormes cantos rodados salobres recubiertos de escarcha. Y así, lamiendo durante tres días, hizo aparecer una noble forma andrógina dotada de gran belleza y poder. Recibió el nombre de Bure o Buri, el productor, y fue el creador de la raza de los Aesir, dioses dominantes de la mitología nórdica.
Ymer, tras saciarse de la leche de Audhumbla, cayó en un profundo sueño y una lengua de fuego de la espada de Sturtr le hizo sudar. Bajo los pies de Ymer salió un hijo monstruoso de seis cabezas, Thrudgelmir, que fue el antecesor de los gigantes malignos del hielo. Tras el alumbramiento, Ymer despertó.
Bure engendró, consigo mismo (partenogénesis), un hijo llamado Bor, quien tomó por esposa a la giganta Bestla. De esta unión nacieron tres hijos: Odín, Ve o Hoenir y Vili, también conocido con el nombre de Lodur. Odín fue el principal dios Aesir.
Ymer y su hijo sintieron una profunda aversión hacia los dioses y pronto estalló la guerra entre ellos.
El conflicto bélico, que duró una eternidad, finalizó cuando Odín y sus hermanos vencieron al gigante Ymer ocasionándole grandes heridas por las que manó tanta sangre que el resto de los gigantes, excepto Bergelmir y su esposa, murieron ahogados
Los dos gigantes supervivientes huyeron y encontraron un lugar llamado Jotunheim, tierra de gigantes, donde procrearon una nueva raza educándolos en el odio hacia los Aesir.

Los Aesir crearon el mundo con el cadáver de Ymer. Con su sangre hicieron los océanos y los ríos, con su piel Midgard, la tierra, con los huesos las montañas, con las muelas las rocas, con los dientes los acantilados, con el vello la vegetación, con el cráneo el cielo y con el cerebro las nubes. La Tierra fue colocada entre el hogar de los dioses y el de los gigantes para permanecer separados y estaba sostenida sobre los hombros de cuatro enanos llamados Nordi, Sudri, Austri y Vestri (los cuatro puntos cardinales).
Con las dos mayores centellas de Muspellheim, los dioses hicieron el Sol y la Luna, colocándolos sobre dos carros que se turnarían en su giro incesante sobre Midgard. La carroza de la noche era guiada por Nott, hija del gigante Nörfi, y la del día por Dagr, hijo Delling y Nott. Ambas carrozas, para mantener viva la pugna constante entre el bien y el mal, serían eternamente perseguidas por los dos lobos Skoll y Hatri, encarnaciones vivientes de la repulsión y del odio, que trataban de alcanzarlos, sin conseguirlo más que en alguna rara ocasión, los días en que había eclipses de Sol o de Luna y la Tierra se sumergía en oscuridad. Los astros únicamente serían devorados cuando llegara el Ragnarok o Apocalipsis final. Hrímfaxi, era el caballo que tiraba de la carroza de noche y cada mañana caía sobre la Tierra el rocío y la escarcha procedentes de la espuma que se formaba en su boca al trotar. El caballo que arrastraba la carroza del día se llamaba Skinfaxi, y tanto la Tierra y como el Cielo eran iluminados por el resplandor de sus crines y la luz que producían sus cascos al chocar contra el camino.
Más tarde, al cortejo celestial se le fueron añadiendo las seis horas, y las dos grandes estaciones, el invierno y el verano, quedando así terminada la construcción de la Tierra.

Los dioses pensaron crear unos seres especiales para poblar Midgard y al encontrar dos árboles caídos, un fresno y un olmo, decidieron que de ellos nacerían los seres humanos. Odín les dio la vida, Vili los dotó de espíritu y sed de conocimientos y Ve les otorgo el don de los cinco sentidos. El primer hombre, Ask, procedía del fresno y la primera mujer, Embla, nació del olmo, y los Aesir los colocaron en el Midgard para que vivieran.
Al cabo del tiempo nacieron distintas criaturas de la descomposición del los restos del cuerpo de Ymir. Unos eran enanos malvados y repugnantes y los Aesir los desterraron a Svartafheim, mundo subterráneo de Midgard, donde podían cavar en busca de las gemas y metales preciosos que tanto valoraban. Si salían a la superficie, se convertirían en piedra.
Las otras criaturas eran los duendes o elfos, cuyo espíritu era amable y gentil y su aspecto de gran belleza. Habitaron en un lugar llamado Alfheim, pero disfrutaban de la posibilidad de acceder libremente al Midgard.

Tras la construcción de Midgard, los dioses decidieron edificar su propia morada a la que llamaron Asgard, el hogar de los ases. Para unir los mundos de los dioses y de los hombres crearon, a modo de puente, un arco iris de fuego para que los gigantes de la escarcha no pudieran cruzarlo y al que dieron el nombre de Bifröst.
En Asgard cada dios poseía su propio hogar. Odín, el dios principal, tenía tres palacios: el Gladsheim, la sala de reuniones, el Valaskialf, donde estaba su trono llamado Hlidskialf; y el Walhalla o sala de los muertos escogidos. Éste era un enorme palacio con 540 puertas por las que podían cruzar 800 hombres al mismo tiempo. Las puertas servían de entrada a una gran sala cubierta de espadas tan brillantes, que por sí solas iluminaban la estancia. Su luz se reflejaba en el techo artesonado de escudos de oro, y en los petos y mallas que decoraban los bancos. Sobre su techo caminaba la cabra Heidrun, que comía las hojas de Yggdrasil, el árbol de la vida, y de sus ubres manaba el hidromiel que bebían los moradores. Era un paraíso donde llegaban los guerreros muertos en combate (Einheriar) traídos a lomos de sus caballos por los doce Valkirias o Vírgenes Guerreras de Odin. Ellas eran las encargadas de conducir a los guerreros al Walhalla, cabalgando a través del Bifröst, y de curar las heridas que sufrían en los enfrentamientos diarios mantenidos entre sí como entrenamiento para la última batalla que se librará en el Ragnarok, el día del fin del mundo o crepúsculo de los dioses.
Perecer en combate era la muerte noble por excelencia, mientras que morir de vejez o por enfermedad era una deshonra. Cuando se entablaba una batalla en el Midgard, Odín enviaba a las Valkirias, que hacían una selección entre los más valerosos guerreros, éstos eran los Einheriar.
En el Valhala, los Einheriar comían carne del jabalí Saehrimnir, que era sacrificado y se regeneraba milagrosamente todos los días, y se bebía aguamiel.
Una vez saciados, luchaban en el patio unos contra los otros hasta que el cuerno sonaba de nuevo y deponían las armas. Las heridas sanaban inmediatamente bajo los cuidados de las Valkirias, y los combatientes, como buenos amigos, volvían de nuevo a otro banquete.
Las personas que no morían en batalla y los guerreros muertos en combate, pero no seleccionados por las Valkirias, no entraban al Valhalla sino que eran enviadas al reino de Hel (diosa de los muertos, hija del dios del fuego Loki ), donde reinaba la oscuridad y la sombra.

LOS NUEVE MUNDOS
Junto a los Aesir, dioses del cielo que se ocupaban de los asuntos espirituales, existía otro grupo de dioses, los Vanir, divinidades del mundo real, que se dedicaban a los aspectos materiales.
Su origen era nebuloso y se conocían distintas versiones sobre él. Por una parte existía la creencia de que podrían ser descendientes de Ymir al haber nacido, tal como los elfos, de los restos en descomposición del gigante. Alguna Edda sugería que eran elfos de categoría superior y que, con el paso del tiempo, llegaron a diferenciarse incluso en el mundo en que residían. Los dioses Vanir habitaban el reino de Vanaheim.
Otra versión estimaba que Njord y Nerthus fueron, posiblemente, las deidades fundadoras y principales de los Vanir, que constituirían la más antigua religión escandinava y que más adelante sería sustituida por una nueva, cuyos dioses dominantes fueron los Aesir.
Los Vanir eran dioses de la fertilidad, el mar y la prosperidad. Mientras que los Aesir fueron dioses guerreros, los Vanir generaban riqueza y protegían la fecundidad, el placer y la paz. Poseían un profundo conocimiento sobre las artes mágicas y podían predecir el futuro. Practicaban la endogamia y el incesto, relaciones que no eran bien vistas entre los Aesir. Por ejemplo alguna versión establecía que Frey y Freya eran hijos de Njord y su hermana Nerthus. Esta costumbre se extendió a los seres humanos y generó conflictos cuando los cristianos intentaron convertir a los paganos nórdicos. El culto a los Vanir era predominante en comunidades pesqueras.

Así, pues, existían nueve mundos o reinos distintos
Helheim, el reino de los muertos.
Svartalfaheim, el reino de los enanos o elfos de las tinieblas.
Niflheim, el reino primordial oscuro y de hielo.
Jotunheim, el reino de los gigantes.
Midgard, el reino de los hombres.
Vanaheim, el reino de los Vanes o Vanir.
Alfheim, el reino de los elfos de la luz.
Asgard, el reino de los dioses.
Muspelheim, el mundo primordial de fuego

Todos los mundos estaban ubicados en un gran fresno llamado Yggdrasil, el árbol de la vida, cuya muerte significaría la destrucción total del Universo. Yggdrasil sostenía el cielo y en su copa vivía un águila, con un gavilán entre sus ojos llamado Vederfolner. La ardilla Ratatosk (diente roedor) recorría el tronco transmitiendo noticias e insultos entre el águila y el dragón o serpiente Nidhug. Cuatro ciervos corrían por sus ramas lanzando el rocío acumulado en ellas sobre el Midgar desprendiéndolo con sus patas. Yggdrasil tenía tres raíces. Una se dirigía hacia el pozo de Urd situado en Asgard, otra se orientaba hacia el pozo de Mimer que estaba en Jotunheim y la tercera se encaminaba hacia la fuente de Hvergelmir (caldera rugiente) del mundo Niflheim.
El pozo de Urd estaba vigilado por tres Norns, doncellas, encargadas de sacar agua del pozo para regar Yggdrasil. Las Norns, llamadas Urd (pasado), Verdandi (presente) y Skuld (futuro) eran las diosas que decidían el destino de los hombres. El pozo de Mimer o Mimir, era el pozo de la sabiduría y la inteligencia y contenía todo el conocimiento atesorado desde el principio de los tiempos. El que bebiera agua del pozo recordaría el pasado y conocería el futuro. En la fuente Hvelgelmir se encontraba la serpiente Nidhug, que intentaba, sin descanso, derribar el árbol de la vida royendo su raíz.

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Yggdrasil tenía tres planos. En el superior se encontraba Asgard, el reino de los dioses celestiales. En el segundo plano estaban los mundos de Midgard, reino de los hombres, Vanaheim, reino de los dioses Vanir, y Elfheim, mundo de los elfos de la luz. En el plano más inferior se encuentran los dos mundos primigenios, Niflheim o reino de la oscuridad y del hielo y Muspellheim, el reino del fuego y de la luz. Además de ellos estaban Jotunheim, mundo de los gigantes de la escarcha, Helheim, mundo de los muertos, gobernado por la diosa Hel y a donde iban los muertos no escogidos por la Valkirias y cuyas puertas estaban guardadas por el perro de tres cabezas llamado Garn. Y finalmente, Svartalheim, mundo de los enanos o elfos de la oscuridad que tenía la particularidad de que todo cuanto se creaba en él, se representaba en Midgard.

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