La mitología romana reúne las
creencias, rituales y otras prácticas concernientes al ámbito sobrenatural que
sostenía o realizaba el antiguo pueblo romano desde el periodo legendario hasta
que el cristianismo absorbió definitivamente las religiones del Imperio romano
a principios de la edad media.
2. LOS SACERDOTES
La religión romana era muy
ritualista y tenía muchos sacerdotes encargados de los ritos. Los sacerdotes
estaban agrupados en asociaciones llamadas colegios:
1.-Los pontífices: primero
encargados de los puentes de Roma, pero que luego se encargaban de los ritos.
2.- Las vestales: con voto de
virginidad, mantenían encendido el fuego sagrado de la diosa Vesta.
3.- Los augures: adivinaban la
voluntad de los dioses observando el vuelo de las aves.
3. DIOSES DEL PUEBLO ROMANO
El ritual romano distingue
claramente dos clases de dioses:
INDIGETES: eran los dioses
nacionales protectores del Estado y los títulos de los primeros sacerdotes, así
como las festividades fijas del calendario, indicaban sus nombres y naturaleza;
treinta de esos dioses eran venerados en festivales especiales.
NOVENSIDES O NOVENSILES:
fueron divinidades posteriores cuyos cultos se introdujeron ya en el periodo
histórico.
Las primeras divinidades
romanas incluían, además de los di indigetes, una serie de dioses, cada uno de
los cuales protegía una actividad humana y cuyo nombre se invocaba cuando se
ejecutaba dicha actividad, la cosecha, por ejemplo. Fragmentos de un viejo
ritual que acompañaba actos tales como arar o sembrar revelan que en cada fase
de la operación se invocaba una divinidad diferente, cuyo nombre derivaba
regularmente del verbo correspondiente a la acción que se realizaba. Esas
divinidades pueden agruparse bajo el término general de dioses auxiliares o
subalternos, a quienes se invocaba junto con las divinidades mayores.
El carácter de los indigetes y
sus festivales muestran que el primitivo pueblo romano no era sólo una
comunidad agrícola sino que también practicaba la lucha y la guerra. Los dioses
representaban claramente las necesidades prácticas de la vida cotidiana, tales
como las sentía la comunidad romana a la cual ellos pertenecían.
La casa y el fuego del hogar
eran lo más sagrado para los romanos. Cada casa tenía sus dioses. Se daba culto
a los Lares ( dioses protectores del campo y del hogar), a los Manes (
espíritus de los parientes difuntos), a los Diparentes ( almas de los
antepasados), a los Penates (dioses de la familia, protectores de las
provisiones), a los Genios ( protectores de la facultad procreadora del
hombre).
Estaban escrupulosamente
acordados los ritos y las ofrendas que se consideraban adecuadas. Así, por
ejemplo, Jano y Vesta guardaban las puertas y el hogar, los lares protegían el
campo y la casa, Pales, los ganados, Saturno, la siembra, Ceres, el crecimiento
de los cereales, Pomona, los frutos, y Consus y Ops, las cosechas.
Hasta el majestuoso Júpiter,
el soberano de los dioses, era venerado por la ayuda que sus lluvias podían dar
a las granjas y a los viñedos. En un sentido más amplio se le consideraba como
el que tenía el poder sobre el rayo, era el encargado de regir la actividad
humana y, dado su poder omnímodo, protegía a los romanos en sus actividades
militares en las fronteras de su propia comunidad.
En los primeros tiempos
sobresalían los dioses Marte y Quirino, a menudo identificados entre sí. Marte
era un dios protector de los jóvenes y de sus actividades, especialmente de la
guerra; se lo honraba en marzo y en octubre. Los modernos investigadores
piensan que Quirino era el patrono de la comunidad armada en tiempo de paz.
A la cabeza del panteón más
antiguo estaba la tríada formada por Júpiter, Marte y Quirino (cuyos tres
sacerdotes, o flamines, pertenecían a la jerarquía más alta), y Jano y Vesta.
Estos dioses tenían en los primeros tiempos una individualidad poco definida, y
sus historias personales carecían de bodas y genealogías. A diferencia de la
mitología griega, no se consideraba que los dioses actuaran como los mortales,
por lo que no existen muchos relatos de sus actividades. Este culto, más
antiguo, se asociaba con Numa Pompilio, el segundo rey legendario de Roma, cuya
consorte y consejera, según se creía, era la diosa romana de las fuentes y de
los partos, Egeria. Sin embargo, se añadieron nuevos elementos en una fecha
relativamente temprana. La leyenda asignaba a la casa real de los Tarquinos el
establecimiento de la gran tríada capitolina: Júpiter, Juno y Minerva, quienes
poseían el lugar supremo en la religión romana. Otras incorporaciones fueron el
culto de Diana en el Monte Aventino y la introducción de los Libros Sibilinos,
profecías sobre la historia del mundo que, según la leyenda, obtuvo Tarquino a
finales del siglo VI a.C. de la Sibila de Cumas.
4. INCLUSIÓN DE OTRAS
DIVINIDADES
Las religiones primitivas
romanas se modificaron tanto por la incorporación de nuevas creencias en épocas
posteriores, como por la asimilación de gran parte de la mitología griega. Así
pues, la religión romana se consolidó antes de que comenzase la tradición
literaria, por lo tanto, los primeros escritores romanos que se ocuparon de
ella desconocían sus orígenes en la mayor parte de los casos, tal como el
polígrafo del siglo I a.C. Marco Terencio Varrón. Otros escritores, como el
poeta Ovidio en sus Fastos, con una gran influencia de los modelos
alejandrinos, incorporaron creencias griegas para llenar los vacíos de la tradición
romana.
La absorción de los dioses
nativos de los países vecinos se produjo cuando Roma conquistó el territorio
circundante. Los romanos solían dar a los dioses locales del territorio
conquistado los mismos honores que a los suyos propios. En muchas ocasiones, se
invitaba a las divinidades recién asimiladas a mudar su residencia a nuevos
santuarios en Roma. Además, el crecimiento de la ciudad atrajo a los
extranjeros, a quienes se les permitió continuar el culto de sus propios
dioses. Junto con Cástor y Pólux, gracias a este proceso de asimilación
cultural, parecen haber contribuido al panteón romano Diana, Minerva, Hércules,
Venus, y otras divinidades de menor rango, algunas de las cuales eran romanas y
otras procedían de Grecia.
La primera religión oriental
que llegó a Roma fue el culto a la diosa Cibeles y a su amante Atis: era una
pareja divina. Cibeles, llamada “gran madre” simbolizaba la fecundidad y el
poder de la naturaleza. El símbolo del culto a Cibeles era un meteorito negro.
Era un culto primitivo y violento: en las ceremonias del culto a Cibeles, los
fieles eran rociados con la sangre de las víctimas, que debían purificar al
hombre y volverle inmortal.
Desde Iran nos llega Mitra.
Era un dios-soldado. Los persas consideraban a Mitra intermediario entre las
fuerzas buenas y malas. Tras un ritual impresionante, en el que el fiel era
cubierto por la sangre de un toro degollado, el adepto se convertía en soldado
de Mitra pues éste, al principio del mundo, capturó a gran Toro que lo
simbolizaba y lo sacrificó por orden del dios Sol.
Las diosas y dioses romanos
importantes acabaron identificándose con las diosas y dioses griegos más
antropomorfos, cuyos atributos y mitos también se incorporaron.
5. FESTIVIDADES RELIGIOSAS
El calendario religioso romano
reflejaba la hospitalidad de Roma ante los cultos y divinidades de los
territorios conquistados. Originalmente eran pocas las festividades religiosas
romanas. Algunas de las más antiguas sobrevivieron hasta finales del imperio
pagano, preservando la memoria de la fertilidad y los ritos propiciatorios de
un primitivo pueblo agrícola. Sin embargo se introdujeron nuevas festividades
que señalaron la naturalización de los nuevos dioses. Llegaron a incorporarse
tantas fiestas que los días festivos eran más numerosos que los de trabajo.
Entre las festividades religiosas romanas más importantes figuraban las
saturnales, las Lupercales, las Equiria y los Juegos Seculares.
Bajo el Imperio, las
saturnales se celebraban durante siete días, del 17 al 23 de diciembre, durante
el periodo en el que comienza el solsticio de invierno. Toda la actividad
económica se suspendía, los esclavos quedaban transitoriamente libres, había
intercambio de regalos y predominaba un ambiente de alegría. Las Lupercales era
una antigua fiesta en la que originalmente se honraba a Luperco, un dios
pastoril de los ítalos. La festividad se celebraba el 15 de febrero en la gruta
del Lupercal en el monte Palatino, donde se suponía que una loba había
amamantado a los legendarios fundadores de Roma, los gemelos Rómulo y Remo.
Entre las leyendas romanas vinculadas con ellos se encuentra la de Fáustulo, el
pastor que se suponía que había descubierto a los niños en la guarida de la
loba y los había llevado a su casa, donde los crió su mujer Aca Larentia.
Las Equiria, festival en honor
de Marte, se celebraba el 27 de febrero y el 14 de marzo, tradicionalmente la
época del año en la que se preparaban nuevas campañas militares. En el Campo de
Marte se hacían carreras de caballos que definían claramente la celebración.
Los Juegos Seculares, que
incluían tanto espectáculos atléticos como sacrificios, se realizaban a
intervalos regulares, tradicionalmente sólo una vez en cada saeculum, o siglo,
para señalar el comienzo de uno nuevo. La tradición, no obstante, no siempre se
respetaba.
6. TEMPLOS ROMANOS
La arquitectura de los templos
romanos, así como su número total, también refleja la receptividad de la ciudad
a todas las religiones del mundo conocido. El templo de Isis y Serapis en el
Campo de Marte, construido con estilo y materiales egipcios para albergar el
culto helenizado de la deidad egipcia Isis, es representativo de la
heterogeneidad de los monumentos religiosos romanos. Los templos de Roma más
dignos de mención eran el templo de Júpiter Capitolino y el Panteón. El templo
de Júpiter Capitolino, en el monte Capitolino, estaba dedicado en el 509 a.C. a
Júpiter, Juno y Minerva. Construido originalmente en estilo etrusco, fue
reconstruido o restaurado varias veces bajo el imperio y destruido finalmente
por los vándalos en el 455 d.C. El Panteón fue construido desde el 117 al 138
d.C. por el emperador Adriano y dedicado a todos los dioses; este edificio
reemplazaba a un templo más pequeño que
había construido Marco Agripa.
El Panteón se convirtió en iglesia cristiana en el 607 es ahora un monumento
nacional italiano.
7. DECADENCIA DE LA RELIGIÓN
ROMANA
La traslación de las
cualidades antropomórficas de los dioses griegos a la religión romana y, tal
vez aún más, el predominio de la filosofía griega entre los romanos cultos,
produjo su desinterés cada vez mayor por los viejos ritos, hasta tal punto que
en el siglo I a.C. los oficios sacerdotales antiguos prácticamente
desaparecieron. Muchos hombres cuyo origen patricio los habilitaba para estas
tareas no creían en los ritos, y si los practicaban era por interés político, y
la masa del pueblo inculto fue aceptando cada vez más los ritos extranjeros.
Sin embargo, los cargos de pontífice y de augur siguieron siendo cargos
políticos codiciados.
El emperador Augusto emprendió
una completa reforma y restauración del antiguo sistema, y él mismo llegó a ser
miembro de todas las órdenes sacerdotales. Aunque los primeros rituales habían
tenido poco que ver con la moralidad —entendida como una relación práctica con
poderes ocultos en la que los individuos servían a los dioses y recibían a
cambio seguridad—, sí produjeron una disciplina piadosa y religiosa y, por
tanto, Augusto los consideró una salvaguarda contra cualquier desorden interno.
Durante este periodo, la leyenda de la fundación de Roma por el héroe troyano
Eneas cobró una gran fuerza gracias a la publicación de la Eneida por Virgilio.
A pesar de las reformas
instituidas por Augusto, la religión romana en el Imperio tendió cada vez más a
centrarse en la Casa imperial y, en consecuencia, los emperadores fueron
divinizados después de su muerte. Esta divinización había comenzado incluso
antes del establecimiento del imperio con Julio César. Los emperadores Augusto,
Claudio, Vespasiano y Tito también fueron divinizados y, después del reinado
(96-98 d.C.) de Marco Coceyo Nerva, muy pocos emperadores no recibieron esa
distinción.
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