CAPÍTULO XXI MEDITACIÓN
En la vida lo único
importante es el cambio radical, total y definitivo; lo demás francamente no
tiene la menor importancia.
La meditación
resulta fundamental cuando sinceramente queremos nosotros tal cambio.
En modo alguno
deseamos la meditación intrascendente, superficial y vana.
Necesitamos
volvernos serios y dejar a un lado tantas tonterías que abundan por allí en el
seudo-esoterismo y seudo-ocultismo barato.
Hay que saber ser
serios, hay que saber cambiar si es que en realidad de verdad no queremos
fracasar en el trabajo esotérico.
Quien no sabe
meditar, el superficial, el intonso, jamás podrá disolver el Ego; será siempre
un leño impotente entre el furioso mar de la vida.
Defecto descubierto
en el terreno de la vida práctica, debe ser comprendido profundamente a través
de la técnica de la meditación.
El material
didáctico para la meditación se encuentra precisamente en los distintos eventos
o circunstancias diarias de la vida práctica, esto es incontrovertible.
Las gentes siempre
protestan contra los eventos desagradables, nunca saben ver la utilidad de
tales eventos.
Nosotros en vez de
protestar contra las circunstancias desagradables, debemos extraer de las
mismas, mediante la meditación, los elementos útiles para nuestro crecimiento
anímico.
La meditación de
fondo sobre tal o cual circunstancia agradable o desagradable, nos permite
sentir en sí mismos el sabor, el resultado.
Es necesario hacer
una plena diferenciación psicológica entre lo que es el sabor trabajo y el
sabor vida.
En todo caso, para
sentir en sí mismos el sabor trabajo, se requiere inversión total de la actitud
con que normalmente se toman las circunstancias de la existencia.
Nadie podría gustar
del sabor trabajo en tanto cometiera el error de identificarse con los diversos
eventos.
Ciertamente la
identificación impide la debida apreciación psicológica de los eventos.
Cuando uno se
identifica con tal o cual acontecimiento, en modo alguno logra extraer del
mismo los elementos útiles para el auto-descubrimiento y crecimiento interior
de la conciencia.
El trabajador
Esoterista que regresa a la identificación después de haber perdido la guardia,
vuelve a sentir el sabor vida en vez del sabor trabajo.
Esto indica que la
actitud psicológica invertida antes, ha vuelto a su estado de identificación.
Cualquier
circunstancia desagradable debe ser reconstruida por medio de la imaginación
consciente a través de la técnica de la meditación.
La reconstrucción
de cualquier escena nos permite verificar por sí mismos y en forma directa la
intervención de varios yoes participantes en la misma.
Ejemplos: Una
escena de celos amorosos; en ella intervienen yoes de ira, celos y hasta odio.
Comprender cada uno
de estos yoes, cada uno de estos factores, implica de hecho profunda reflexión,
concentración, meditación.
La marcada
tendencia a culpar a otros es óbice, obstáculo para la comprensión de nuestros
propios errores.
Desgraciadamente
resulta tarea muy difícil destruir en nosotros la tendencia a culpar a otros.
En nombre de la
verdad hemos de decir que nosotros somos los únicos culpables de las diversas
circunstancias desagradables de la vida.
Los distintos
eventos agradables o desagradables existen con nosotros o sin nosotros y se
repiten mecánicamente en forma continua.
Partiendo de este
principio, ningún problema puede tener una solución final.
Los problemas son
de la vida y si hubiese una solución final la vida no sería vida sino muerte.
Entonces puede
haber modificación de las circunstancias y de los problemas, mas nunca dejarán
de repetirse y jamás tendrán una solución final.
La vida es una
rueda que gira mecánicamente con todas las circunstancias agradables y
desagradables, siempre recurrente.
No podemos detener
la rueda, las circunstancias buenas o malas se procesan siempre mecánicamente,
únicamente podemos cambiar nuestra actitud ante los eventos de la vida.
Conforme nosotros
aprendamos a extraer el material para la meditación de entre las mismas
circunstancias de la existencia, nos iremos auto-descubriendo.
En cualquier
circunstancia agradable o desagradable existen diversos yoes que deben ser
comprendidos íntegramente con la técnica de la meditación.
Esto significa que
cualquier grupo de yoes interviniendo en tal o cual drama, comedia o tragedia
de la vida práctica, después de haber sido comprendido integralmente deberá ser
eliminado mediante el poder de la Divina Madre Kundalini.
A medida que
hagamos uso del sentido de la observación psicológica, este último se irá
también desarrollando maravillosamente. Entonces podremos percibir interiormente
no solamente a los yoes antes de haber sido trabajados, sino también durante
todo el trabajo.
Cuando estos yoes
son decapitados y desintegrados, sentimos un gran alivio, una gran dicha.
CAPÍTULO XXII RETORNO Y RECURRENCIA
Un hombre es lo que su vida: si un hombre
no trabaja su propia vida, está perdiendo el tiempo miserablemente.
Solo eliminando los elementos indeseables
que en nuestro interior cargamos, podemos hacer de nuestra vida una obra
maestra.
La muerte es el regreso al principio de la
vida, con la posibilidad de repetirla nuevamente en el escenario de una nueva
existencia.
Las diversas escuelas de tipo
pseudo-esoterista y pseudo-ocultista sostienen la teoría eterna de las vidas
sucesivas, tal concepto está equivocado.
La vida es una película; concluida la
proyección, enrollamos la cinta en su carrete y nos la llevamos para la
eternidad.
El reingreso existe, el retorno existe; al
volver a este mundo proyectamos sobre el tapete de la existencia la misma
película, la misma vida.
Podemos sentar la tesis de existencias
sucesivas; más no de vidas sucesivas porque la película es la misma.
El ser humano tiene un tres por ciento de
esencia libre y un noventa y siete por ciento de esencia embotellada entre los
yoes.
Al retornar el tres por ciento de esencia
libre impregna totalmente al huevo fecundado; incuestionablemente continuamos
en la semilla de nuestros descendientes.
Personalidad es diferente; no existe
ningún mañana para la personalidad del muerto; esta última se va disolviendo
lentamente en el panteón o cementerio.
En el recién nacido solo se haya
reincorporado el pequeño porcentaje de esencia libre; esto da a la criatura
auto-conciencia y belleza interior.
Los diversos yoes que retornan dan vueltas
alrededor del recién nacido, van y vienen libremente por doquiera, quisieran
meterse dentro de la maquina orgánica más esto no es posible en tanto no se
haya creado una nueva personalidad.
Conviene saber que la personalidad es
energética y que se forma con la experiencia a través del tiempo.
Escrito está que la personalidad ha de
crearse durante los primeros siete años de la infancia y que posteriormente se
robustece y fortifica con práctica.
Los yoes empiezan a intervenir dentro de
la máquina orgánica poco a poco a medida que la nueva personalidad se va
creando.
La muerte es una resta de quebrados,
terminada la operación matemática lo único que continúa son los valores (esto
es los yoes buenos y malos, útiles e inútiles, positivos y negativos).
Los valores en la luz astral se atraen y
repelen entre sí de acuerdo con las leyes de la imantación universal.
Nosotros somos puntos matemáticos en el
espacio que servimos de vehículos a determinadas sumas de valores.
Dentro de la humana personalidad de cada
uno de nosotros existen siempre estos valores que sirven de basamento a la ley
de Recurrencia.
Todo vuelve a ocurrir tal como sucedió mas
el resultado o consecuencia de nuestras acciones precedentes.
Como quiera que dentro de cada uno de
nosotros existen muchos yoes de vidas precedentes, podemos afirmar en forma
enfática que cada uno de aquellos es una persona distinta.
Esto nos invita a comprender que dentro de
cada uno de nosotros viven muchísimas personas con distintos compromisos.
Dentro de la personalidad de un ladrón
existe una verdadera cueva de ladrones; dentro de la personalidad de un
homicida existe todo un club de asesinos; dentro de la personalidad de un
lujurioso existe una casa de citas; dentro de la personalidad de cualquier
prostituta existe todo un prostíbulo.
Cada una de esas personas que dentro de
nuestra propia personalidad cargamos, tiene sus problemas y sus compromisos.
Gente viviendo dentro de la gente,
personas viviendo dentro las personas; esto es irrefutable, irrebatible.
Lo grave de todo esto es que cada una de
esas personas o yoes que dentro de nosotros vive, viene de antiguas existencias
y tiene determinados compromisos.
El yo que en la pasada existencia tuvo una
aventura amorosa a la edad de los treinta años, en la nueva existencia
aguardará tal edad para manifestarse y llegado el momento buscará a la persona
de sus ensueños, se pondrá en contacto telepático con la misma y al fin vendrá
el reencuentro y la repetición de la escena.
El yo que a la edad de cuarenta años tuvo
un pleito por bienes materiales, en la nueva existencia aguardará tal edad para
repetir la misma comidilla.
El yo que a la edad de veinticinco años se
peleó con otro hombre en la cantina o en el bar, aguardara en la nueva existencia
la nueva edad de veinticinco años para buscar a su adversario y repetir la
tragedia.
Se buscan entre sí los yoes de uno y otro
sujeto mediante ondas telepáticas y luego se reencuentran para repetir
mecánicamente lo mismo.
Esta es realmente la mecánica de la Ley de
Recurrencia, esta es la tragedia de la vida.
A través de millares de años los diversos
personajes se reencuentran para revivir los mismos dramas, comedias y
tragedias.
La humana persona no es más qué una
máquina al servicio de estos yoes con tantos compromisos.
Lo peor de toda esta cuestión es que todos
estos compromisos de la gente que llevamos en nuestro interior se cumplen sin
que nuestro entendimiento tenga previamente alguna información.
Nuestra personalidad humana en este sentido
parece un carro arrastrado por múltiples caballos.
Hay vidas de exactísima repetición,
recurrentes existencias que nunca se modifican.
En modo alguno podrían repetirse las
comedias, dramas y tragedias de la vida sobre la pantalla de la existencia, sino
existiesen actores.
Los actores de todas estas escenas son los
yoes que en nuestro interior cargamos y que vienen de antiguas existencias.
Si nosotros desintegramos a los yoes de la
ira, las escenas trágicas de la violencia concluyen inevitablemente.
Si nosotros reducimos a polvareda cósmica
a los agentes secretos de la codicia, los problemas de la misma finalizarán
totalmente.
Si nosotros aniquilamos a los yoes de la
lujuria, las escenas del prostíbulo y de la morbosidad finalizan.
Si nosotros reducimos a cenizas a los
personajes secretos de la envidia, los eventos de la misma concluirán
radicalmente.
Si nosotros matamos a los yoes del
orgullo, de la vanidad, del engreimiento, de la auto-importancia, las escenas
ridículas de estos defectos finalizarán por falta de actores.
Si nosotros eliminamos de nuestra psiquis
los factores de la pereza, de la inercia y de la flojera, las horripilantes
escenas de esta clase de defectos no podrán repetirse por falta de actores.
Si nosotros pulverizamos los yoes asqueantes
de la gula, de la glotonería, finalizarán los banquetes, las borracheras, etc.
por falta de actores.
Como quiera que estos múltiples yoes se
procesan lamentablemente en los distintos niveles del ser, se hace necesario
conocer sus causas, su origen y los procedimientos Crísticos que finalmente
habrán de conducirnos a la muerte del mí mismo y a la liberación final.
Estudiar al Cristo íntimo, estudiar el
esoterismo Crístico es básico cuando se trata de provocar en nosotros un cambio
radical y definitivo; esto es lo que estudiaremos en próximos capítulos.
V.M. SAMAEL AUN WEOR.
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