Además del año terrestre, existe también el año sideral. Entiéndase por año terrestre, el movimiento de la tierra alrededor del sol en 365 días y algunas fracciones, con minutos y segundos; obviamente este año terrestre tiene cuatro estaciones: Primavera, Verano, Otoño e Invierno. El año sideral, se realiza en 25,920 años terrestres, con fracciones de minutos y segundos.
Durante el viaje de nuestro sistema
solar se suceden cosas insólitas.
Nuestro sistema solar viaja
alrededor del zodiaco, desde su punto de partida original; mas cuando regresa
al punto de partida, después de haber recorrido el sol con todos sus planetas,
todo el cinturón zodiacal, concluye el año, nos referimos al Año Sideral.
Obviamente tal año, tiene también
cuatro estaciones: Primavera, Verano, Otoño e Invierno. Primavera, la Edad de
Oro; Verano, la Edad de Plata; Otoño, la Edad de Cobre; Invierno, la Edad de
Hierro.
Una raza dura tanto tiempo cuanto
dura el viaje del sistema solar, alrededor del cinturón zodiacal. Nuestra Raza
Aria (que puebla los cinco continentes del mundo), nació después del Diluvio
Universal y durará exactamente hasta esta Era de Acuarius, la cual ya comenzó.
Obviamente, el viaje de nuestro
sistema solar, se inició en Acuarius y termina en Acuarius. Antes de que este
viaje, en el que estamos, se hubiera iniciado, nuestro sistema solar
anteriormente había realizado otro viaje. En aquel pasado viaje, es decir, en
aquel pasado Año Sideral, existió una raza, quiero referirme en forma
enfática, a la Raza Atlante. Los atlantes tenían cuerpos hasta de tres metros
de estatura y llegaron a poseer una poderosa civilización. Ellos vivieron en un
continente que se llamó Atlántida. El Continente Atlante, era inmenso, corría
de Sur a Norte, desde las regiones australes hasta el septentrión.
Tuvo la Raza Atlante sus cuatro
estaciones: su primavera, es decir, la Edad de Oro. Entonces no existían
fronteras, todo era amor y la inocencia reinaba sobre la faz de la tierra.
Aquel que sabía tocar la lira, estremecía al universo con sus melodías,
entonces realmente la lira no había caído sobre el pavimento del templo hecha
pedazos. Gobernaban las dinastías solares.
Más tarde vino la Edad de Plata;
todo pareció decrecer, sin embargo los hombres seguían comunicándose con los
seres inefables, con los ángeles del cristianismo, con los arcángeles,
principados tronos, etc.
Cuando llegó la Edad de Cobre, la
luz se oscureció; ya no hubieron los mismos esplendores de antes, comenzaron a
establecerse fronteras, se iniciaron las guerras, nacieron los odios, el
egoísmo, la envidia, etc., y al fin llegó la edad negra, la Edad de Hierro.
Obviamente la Edad de Cobre fue la
precursora de la Edad de Hierro atlante, la Edad de Cobre fue el otoño, la edad
de Hierro fue el invierno. En la Edad de Hierro los atlantes desarrollaron una
poderosa ciencia materialista. Construyeron cohetes atómicos que podían viajar
hasta la luna; construyeron cohetes atómicos muy poderosos que pudieron viajar
a Mercurio, a Venus, a Marte y en general, a todos los planetas del sistema
solar.
Los Atlantes fueron expertos en
trasplantes. No solamente trasplantaron vísceras como el corazón, riñones,
páncreas, etc., sino que también aprendieron a trasplantar cerebros; esto de
trasplantar cerebros fue el colmo de la ciencia de los trasplantes, así
hubieron sujetos que pudieron continuar viviendo en cuerpos diferentes y sin
interrupción, simplemente trasplantando su cerebro de un organismo a otro.
La ciencia de los Atlantes fue
formidable. Aún hay cavernas secretas en los Himalayas donde se conservan
ciertos aparatos mecánicos que pueden transmitir telepáticamente ciertos
conocimientos a personas humanas. No necesitaban pues los atlantes, devanarse
tanto los sesos para adquirir conocimientos.
El alumbrado de los Atlantes era atómico. Bien sabemos que en el Asia
hay ciertas cavernas alumbradas con lámparas atómicas que fueron fabricadas
por los atlantes.
Aprendieron los atlantes también a
utilizar la energía solar. Lo peor de todo fue que desarrollaron poderes
mágicos para el mal. Los atlantes, además de ser científicos, eran magos.
Podían construir un robot mecánico y dotarlo de un principio inmortal e
inteligente. Bien sabían los Atlantes que los elementos del fuego, de los
aires, de las aguas, de la tierra, están habitados por múltiples criaturas de
la naturaleza. Para ellos, los elementales de la naturaleza, eso que los
cuentos de niños pequeños llaman, Hadas, o Salamandras o Silfos, o Gnomos,
etc., eran una tremenda realidad.
Aún poseían el sentido de la
clarividencia, y es obvio que mediante ese sentido podían perfectamente ver, no
solamente el mundo tridimensional de Euclides, sino aún más, podían ver
también la cuarta coordenada y la quinta y aún la sexta y la séptima; entonces
ellos se apoderaban de cualquiera de esas criaturas, de los elementos,
criaturas invisibles para los sentidos ordinarios y la metían dentro de su
robot; tales robots, de hecho se convirtieron en seres inteligentes, en seres
que servían a sus amos.
El rito más poderoso de la Atlántida, fue el del Dios Neptuno. Aquel
culto duró muchos siglos; mas sucedió que los atlantes degeneraron. En la edad
del Kali Yuga, poseían tremendos poderes, aún me viene a la memoria el caso de
Ketabel, la de los tristes destinos. Esa Ketabel era extraordinaria, una Reina
que se hizo inmortal. Cuando alguna glándula se le envejecía o trataba de
atrofiársele, los científicos se la extraían y reemplazaban por otra. No
solamente manejaban la endocrinología, los atlantes, sabían que las glándulas
de secreción interna, están relacionadas con los Tattvas, es decir, con las
fuerzas sutiles de la naturaleza, y conocían esas vibraciones de los Tattvas,
entonces las manejaban; fue así como Ketabel, la de los tristes destinos, vivió
miles de años.
Desgraciadamente, Ketabel
estableció en la Atlántida, la antropofagia. Se inmolaban niños, mujeres,
jóvenes, en aras de sus cultos religiosos a las potestades de las tinieblas, y
después las multitudes se lanzaban sobre aquellos cadáveres (antes de que los
cadáveres fueran arrojados a las multitudes, eran llevados al laboratorio, a
fin de extraerles las glándulas para el servicio de Ketabel, la de los tristes
destinos).
La Atlántida degeneró en Magia
Negra y antropofagia. Podían los atlantes fabricar un monstruo mental y luego
cristalizarlo con la voluntad, posteriormente lo alimentaban con sangre.
Las guerras atlantes en los últimos
tiempos fueron espantosas. Se usó la energía nuclear, bombas atómicas acabaron
con las preciosas ciudades de la Atlántida; más al fin terminó el sistema solar
su viaje alrededor del cinturón zodiacal.
Cuando eso sucedió, hubo una
revolución de los ejes de la tierra, los mares se desplazaron cambiando de
lecho; lo que era Polos se convirtió en Ecuador, lo que era Ecuador se
convirtió en Polos. Perecieron millones de personas, todas esas poderosas
ciudades de la Atlántida, quedaron sumergidas entre el océano que lleva su
nombre.
Me viene a la memoria en estos
momentos, el caso de las multitudes que invadieron cierto templo entre los
terremotos, el fuego y las inundaciones. Las gentes desesperadas clamaban al
Gran Sacerdote Ra Mú y le decían: "Ra Mú, sálvanos", mas Ra Mú
apareció ante todos diciendo: "Ya os lo había dicho: Vosotros pereceréis
con vuestras mujeres, con vuestros esclavos y con vuestros hijos, y la futura
raza, si va a seguir vuestro ejemplo, también perecerá". Cuentan las
tradiciones que las últimas palabras de Ra Mú, fueron ahogadas por el humo y
las llamas.
Tres fuertes terremotos hundieron
al Continente Atlante, entre las enfurecidas olas del océano que hoy lleva su
nombre. Concluida aquella gran catástrofe, se inició la nueva raza.
Obviamente, de entre aquellas
multitudes, antes de que la catástrofe sucediera, se escapó un pueblo. Dicen
las tradiciones que un Gran Maestro llamado Vaivasvata, el Noé bíblico,
indudablemente, llamó a las gentes para decirles lo que iba a suceder, más las
gentes no le creían, se burlaban, se mofaban de él, y en vísperas de la gran
catástrofe, comían, bailaban, se divertían y se daban en casamiento, y al otro
día eran cadáveres.
Los santos seres que rigen el
destino de la humanidad, dieron orden al Manú Vaisvasvata para que saliera con
su pueblo, antes de que el Continente Atlante se sumergiera entre las
tormentosas aguas del océano, y el Manú, al frente de su pueblo, supo
escaparse, tuvo que huir de noche.
Hoy, en el fondo del Océano
Atlántico, subyacen ciudades maravillosas, magníficos palacios donde antes
existieran salas espléndidas con gentes que por allí se deslizaban... ahora
sólo hay focas y peces.
Pasada la gran catástrofe que acabó
con esa cuarta raza y con el Continente Atlante, el sistema solar inició un
nuevo viaje alrededor del cinturón zodiacal. Los que se salvaron de la gran
catástrofe, emigraron hasta el altiplano que está situado en la meseta central
del Asia y que hoy se llama el Tíbet. Fue en ese Tíbet, en esa meseta central
de Asia, donde los sobrevivientes se mezclaron con los hiperbóreos, con los
nórdicos, para originar la nueva Raza Aria.
Después del diluvio nació nuestra
raza. Obviamente, cada raza tiene siete subrazas. La primera subraza se formó
en la meseta central de Asia, que entonces se llamaba la misma, Hashá. La
segunda subraza floreció en la India y las migraciones llevaron pues a la
humanidad hasta las tierras de Persia, Caldea, Egipto, donde floreciera la
tercera subraza de la gran Raza Aria.
La cuarta subraza, fue formada
por griegos y romanos, la quinta subraza está formada por germanos, ingleses
franceses, etc.; la sexta se formó aquí en la América Latina. Habían aquí, como
bien sabemos, mucha gente; moraban aquí en México nuestros antepasados, los
Nahuatls, los Zapotecas, los Toltecas, etc. En Yucatán, en Honduras, en Centro
América, vivían los Mayas; sin embargo, los Aztecas, o sea, los Náhuac,
avanzaron por todo el istmo de la América Central (pues eran guerreros) y
llegaron hasta lo que hoy se llama Panamá. En la América del Sur, existieron
los Incas y su poderosa civilización; no hay duda de que las civilizaciones
prehispánicas más poderosas fueron las de los Nahuacs, Mayas e Incas. No
quiero decir que los Chibchas, Araucanos, etc., no hubieran tenido hermosas
culturas, más es verdad que las civilizaciones más fuertes fueron las del
México Antiguo, Yucatán, Centro América con los Mayas y los Incas en el Perú,
allá en el alto Cuzco.
Cuando los españoles llegaron aquí
a nuestra querida tierra mexicana, y cuando invadieron en general a toda esta
tierra de América, se mezclaron con las razas autóctonas y de esta mezcla
nacimos nosotros los hombres de la Sexta Subraza Aria.
La séptima se está formando en los
Estados Unidos de Norteamérica, ya existe. Es el resultado de la mezcla de
todas las razas del mundo.
SAMAEL AUM WEOR
1 comentario:
Muito mais que nos USA, no Brasil a miscigenação é infinitamente maior. Japonesa com Africano, Chines com Alemão etc...etc!
Publicar un comentario