
R.- Les voy a decir una gran
verdad: resulta que Samael no es un seudónimo ni mucho menos. Hay la creencia
en todos de que es un seudónimo; realmente yo soy Samael. Ustedes habrán oído y
leído, en Cábala, que se habla de Samael y se le define como "el Regente
del Planeta Marte", como un Angel, y se le define también "como un
demonio". Bueno, la cruda realidad de los hechos es que yo soy Samael, y digo
con toda franqueza lo soy.
Si me tocara ir al paredón de
fusilamiento por decir quién soy, con mucho gusto tengo el valor de ir; de
manera que no tengo ningún seudónimo.
¿Por qué se dice que "primero fue un
Angel y después un demonio"? Sencillamente porque en la Meseta Central del
Asia, cuando comenzó la Raza Aria a existir sobre la faz de la Tierra, entonces
cometí el error del Conde Zanoni.
Yo tenía un cuerpo inmortal, un cuerpo lemur,
es decir, de lemures; yo vi hundirse a la Lemuria, a través de diez mil años,
entre el Océano Pacífico; conocí a la Atlántida y acompañé al Manú Vaivasvata
en su éxodo; entonces huimos de la Atlántida con el "Pueblo
Selecto", rumbo a la Meseta Central del Asia.
Yo conservaba el mismo cuerpo; desafortunadamente,
repito, cometí un error en el antiguo continente asiático, en los Himalayas.
Allí habían distintos reinos y yo me fui a uno de esos reinos, junto con todos
aquellos que habían logrado salvarse de la catástrofe atlante.
Se me había prohibido tomar esposa,
porque a los hijos de los Dioses se les tiene prohibido tomar mujeres; ya no la
necesitábamos, pero yo no obedecí y fallé por ese lado.
Entonces tomé esposa; como resultado, mi
Divina Madre me llevó a una caverna profunda y me mostró la suerte que me
aguardaba. Vi lluvia, lágrimas; todo: enfermedades, miseria; me vi como un
judío errante por todos los pueblos de la Tierra...
Le pedí perdón, mas no valió: ya había
"metido la pata". Conclusión: ya caído, me quitaron aquel cuerpo
espléndido de la Lemuria, inmortal, y quedé sometido a la rueda de los
nacimientos y de las muertes, como cualquier hijo de vecina, como cualquiera...
Por eso digo: mi Real Ser es ciertamente
la Mónada Regente del Planeta Marte.
En cuanto a mí, me había convertido en
Bodhisattva caído, habían resucitado en mí todos los Yoes; entonces me había
convertido en verdadero diablo.
Andaba muy mal, de capa caída, más en
esta existencia comprendí la necesidad de eliminar todos los agregados
psíquicos y de realizar la Gran Obra, y de volver al Padre.
De manera que estoy hablándole a
ustedes con el corazón en la mano; soy Samael Aun Weor; es el nombre mío como
Bodhisattva, Samael es el nombre de mi Mónada...
Estoy consciente del amanecer de la vida, yo
asistí a la aurora de la creación; estoy aquí con la humanidad desde que rayara
la aurora, desde que el corazón del sistema solar comenzó a palpitar, después
de la noche profunda del Gran Pralaya; vine aquí porque me mandó mi Dios
Interior Profundo, mi Padre que está en secreto, con el propósito de servir a
la humanidad, y creo que estoy sirviéndole, estoy trabajando por la humanidad.
Permanecí unos cuantos siglos caído, ¡como
no!, pero gracias a Dios ya me levanté del lodo de la tierra y estoy dedicado a
hacer la Gran Obra del Padre.
Así pues, yo digo lo que he
experimentado. Estoy metido dentro de este cuerpo para ayudar a la humanidad;
pero en nombre de la verdad les digo: ¡Soy el Arcángel Samael! Si los necios no
creen, no me importa; si se ríen, tampoco me importa; yo cumplo con decir lo
que soy, sin importarme si creen, si no creen, si ríen, si dudan. ¡Allá ellos!
A mí lo único que me toca es decir lo que soy cuando se me interroga, y enseñar
la doctrina, que es una orden del Padre, de mi Padre que está en secreto.
Ahora les voy a contar algo
extraordinario... Cuando yo reconquisté en mi presente existencia (digo
"reconquisté", porque ya les conté que andaba de Bodhisattva caído,
que tuve que luchar para volver a levantarme), el grado de Adepto Calificado,
obviamente fui recibido en el Mundo Causal, porque en el Mundo Causal está el Templo
de la Gran Logia Blanca.
Dentro del templo, los adeptos hicieron
desfiles completamente militarizados; todos me saludaron con el saludo
gnóstico, los movimientos dentro del templo fueron completamente militares;
desfilaron ante mi insignificante persona que nada vale, únicamente para darme
la bienvenida, para recibirme como lo hacen con cualquier adepto que sea
recibido en esa región; la transmisión se hizo toda telepática, no vi ni una
sola sonrisa en todos los adeptos.
Allí habían adeptos chinos, alemanes,
ingleses, franceses, y de todas partes del mundo; adeptos que están trabajando
en la Gran Obra del Padre.
Más no había una sola sonrisa en
ninguno; había en todos ellos una seriedad tremenda. Telepáticamente se me hizo
toda la transmisión; sin palabras. Se me dijo del gran acontecimiento que va a
haber, y que está ya a las puertas: de los millones de seres humanos que van a
perecer por el fuego, el agua y los terremotos; de las guerras que vendrán
antes, del hambre que nos aguarda; de las epidemias, de la terrible desolación.
Total, en ellos no había nada de
alegría, ni sonrisas; no había tiempo para sonreír, sino una severidad
terrible. Se me hizo entender la gran responsabilidad que pesa sobre mis
hombros, cual es la de guiar al Ejército de Salvación Mundial.
Así lo entendí, la transmisión fue
telepática. También se me dijo que "nave que no andara sería
cortada", es decir, que si a un grupo gnóstico de pronto se le diera por
entregarse, dijéramos, a la negligencia, a no hacer aplicación de la
enseñanza, por flaquear, en una palabra, ese grupo sería cortado, se le
quitaría la fuerza psíquica a ese grupo (la fuerza terrible de los mundos superiores),
y fracasaría ese grupo.
Así pues, se necesita establecer un
ejército, y antes de que venga la gran catástrofe, ese ejército tiene que ser
sacado secretamente, llevado a un lugar. Yo sé cuál es ese lugar, pero si lo
digo perjudicaría a la Obra del Padre.
En ese lugar no les va a pasar nada;
serán llevados los hermanos de ese Ejército, los hermanos que de verdad
demuestren que están trabajando sobre sí mismos.
Serán llevados a ese lugar en su hora,
en su día; en su momento se les dará el aviso (¡hermanos: ha llegado el
momento!) y nos reuniremos para ir a ese lugar, desde donde contemplaremos el
duelo del fuego y el agua durante siglos; padres e hijos, todos, debemos
contemplar ese duelo.
Después de dos siglos, cuando del fondo
de los mares salgan nuevas tierras, en esas nuevas tierras irá a vivir ese
grupo selecto y se convertirán en el núcleo de la futura Sexta Gran Raza Raíz.
Obviamente, en ese intervalo la Tierra
estará envuelta en fuego y vapor de agua; durante ese intervalo habrá que
acabar de disolver el Ego, porque en la nueva edad, en la Edad de Oro, no se
le dará cuerpo físico a alguien que tenga Ego, porque uno solo que tuviera Ego,
ese solo acabaría con la Edad de Oro, corrompería la Edad de Oro, la dañaría;
esa es la cruda realidad.
En la Edad de Oro no habrán
fronteras, será una Tierra transformada, una Tierra regenerada. Esto que estoy
diciéndole a ustedes, está simbolizado por el Toro Alado, ese toro con alas,
símbolo de una Tierra regenerada, símbolo del Evangelio según San Lucas, que
es el Evangelio según la Luz, el Evangelio Solar, el Evangelio para la futura
Edad de Oro.
La Edad de Oro no será dentro de
unos tantos millones de años; no. Es ahora, en Acuario, y ya estamos en
Acuario. Nostradamus dice que "bajo Acuario viene la Edad de Oro", y
Nostradamus no se equivocó jamás... Además, los hechos son hechos: ya
Hercólubus está a la vista de los telescopios; entonces, ¿qué más queremos?
Así pues, que el objetivo de estos estudios es precisamente ese: preparar un
grupo de gentes que sirvan de núcleo para la futura Sexta Raza Raíz; eso es lo
fundamental. Si ustedes cooperan con el Sol, si trabajan sobre sí mismos,
podrán formar parte de ese núcleo. Está a las puertas la catástrofe, pero las
gentes oyendo, no oyen y viendo, no ven.
Hace muchísimos años, cuando yo era
muy joven, me revelaron en los mundos superiores, esto que estoy aquí diciendo;
entonces supe que me tocaba cumplir esta misión, y me veía así, ante ustedes,
delante de los grupos, diciéndoles esto que estoy diciendo ahora, y veía
también, con mi facultad clarividente, al Hercólubus; me veía, a través del
tiempo, cómo más tarde me tocaría hablarle a las gentes, decirles esto; veía
que muchos no creían, y que muchos otros me ponían atención, pero no me creían,
dudaban de mí, se reían; me veía también en las calles, hablándole a las
gentes, pero no me creían.
Más al fin llegó la catástrofe y acabó
con todos; de manera que lo que estoy diciéndole a ustedes, se cumplirá. Así le
decía yo a los atlantes y se reían. El día en que se vieron "metidos en la
bolsa", como decimos por allí, quisieron seguirnos para ver si se
salvaban, pero nos fuimos antes de que despertaran.
SAMAEL AUN WEOR
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