domingo, 30 de octubre de 2022

LA CRISTIFICACION

Comenzaremos nuestra plática de esta noche. Espero que todos pongan el máximum de atención.

            El objetivo fundamental de nuestros estudios esotéricos, es llegar a la cristificación. Ante todo, es necesario comprender lo que es el Logos. 

            Hay tres aspectos grandiosos (arriba): el Padre, el Logos y el Espíritu Santo. Al Espíritu Santo también se le llama el Mahachohan (en el mundo oriental), o el Señor Shiva. Abajo (aquí, en el mundo de las formas), existen tres aspectos que se compaginan con los tres de arriba: el soplo, la sangre y el agua (veamos el Sello de Salomón: arriba, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; abajo, el soplo, la sangre y el agua).

            Obviamente, cristificarse es lo grandioso, lo sublime, lo que realmente nosotros anhelamos. Para llegar a la cristificación, hay que conocer el esoterismo crístico. Quienes piensan que el Cristo es solamente un individuo sagrado, llamado Jeshua Ben Pandira, que se le conoció hace 1.976 años y que enseñó la doctrina de los gnósticos, realmente no han entendido a fondo el Misterio Crístico. El Cristo es unidad múltiple perfecta; eso es obvio.

            Tres vestiduras de gloria existen: el Cuerpo Glorioso del Anciano de los Días, que es el primero y el último de los Misterios; segundo, el Cuerpo Glorioso del Logos Intimo, y tercero, el Cuerpo Glorioso del Revelador, que no es otro mas que el Espíritu Santo. Empero, estos cuerpos gloriosos hay que crearlos.

            Normalmente, las gentes iniciadas poseen los Cuerpos Astral, Mental y Causal (los han creado en la Forja de los Cíclopes), pero, para cristificarse, se necesita algo más: hay que crear las tres vestiduras de gloria (la del Padre, la del Logos y la del Revelador, que es el Espíritu Santo). Sin embargo, esas tres vestiduras (en el fondo) son del Anciano de los Días.

            Nosotros tenemos que crear la vestidura para el Anciano de los Días, es decir, para el Padre; tenemos que crear la vestidura para el Crestos (el Logos) y para el Revelador o Consolador (el Espíritu Santo). Y como la trinidad es unitaria, el Anciano de los Días, al fin y al cabo, es el dueño de las tres vestiduras.

El Anciano de los Días es el punto dentro del círculo, el gran rostro, el omnimisericordioso, la misericordia de las misericordias, lo oculto de lo oculto, la bondad de las bondades. El Hijo, el Logos, es uno con el Padre, y el que conoce al Hijo, conoce al Padre. Los tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo, devienen del Gran Aliento, para sí mismos profundamente ignoto. El Gran aliento es aquel rayo que nos une al Sagrado Sol Absoluto; el Gran Aliento es el Okidanok, omnipresente, omnipenetrante, omnisciente, omnimisericordioso.

            En la aurora de cualquier creación, el Sagrado Sol Absoluto emana el Gran aliento: el Santísimo Okidanok, o el activo Okidanok. Pero, por sí mismo, el activísimo Okidanok, (omnipresente y omnipenetrante) no podría crear, o realizar ninguna creación. El puede penetrar en cualquier unidad cósmica que surja a la vida, pero jamás quedará detenido o atrapado por ninguna unidad cósmica. Para poder crear (el Gran Aliento) tiene que desdoblarse en los tres ingredientes que constituyen el Santo Triamanzikanno: las tres fuerzas originales de la naturaleza y del cosmos. La primera es el Santo Afirmar, la segunda es el Santo Negar, la tercera es el Santo Conciliar. He ahí las tres fuerzas creadoras: positiva, negativa y neutra; Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esas tres fuerzas crean y vuelven nuevamente a crear. Si fluyen en forma dispersa, si no se orientan hacia un punto dado, no pueden realizar ninguna creación. Pero cuando inciden en un punto cualquiera del espacio, de inmediato originan una creación.

            Para que ustedes me puedan entender mejor, voy a valerme de un ejemplo muy humano: el hombre, elemento masculino, representa a la primera fuerza (al Santo Afirmar); la mujer, elemento femenino, representa a la segunda fuerza (al Santo Negar). Hay una tercera fuerza, que es el Santo Conciliar. Si las fuerzas (masculina, femenina, neutra) fluyen dispersas, si no inciden en un punto dado, no puede haber creación; más si los polos positivo y negativo (varón-hembra) se unen, la tercera fuerza (Santo Conciliar) las concilia para que se realice una creación. Esto que sucede aquí, en el Microcosmos, también sucede allá arriba, en el Macrocosmos, porque "tal como es arriba, es abajo".

            El Sagrado Sol Absoluto quiere cristalizar, en nosotros, las tres fuerzas primarias de la naturaleza y del cosmos. El Santo Afirmar puede cristalizar en nosotros, haciendo la voluntad del Padre, así en los cielos como en la tierra. El Santo Negar cristaliza, en nosotros, aprendiendo a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros semejantes, negándonos a sí mismos, aquí y ahora. El Santo Conciliar, la tercera fuerza, cristaliza en nosotros cuando creamos los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, mediante el cumplimiento del Deber Parlok del Ser, es decir, cuando mediante la transmutación de la energía creadora del Tercer Logos, creamos los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser. Es en esos cuerpos donde viene a cristalizar la tercera fuerza: el sacratísimo Espíritu Santo.

Comentando, empezaremos por la tercera fuerza. Ella es el mercurio de la filosofía secreta, el mercurio de los sabios. Cuando nosotros la hacemos cristalizar en sí mismos, hace de nosotros el gentil hombre, lleno de sabiduría, de omnisciencia, como un Kout Humi, o un Serapis, o un Hilarión, etc. Cuando nos negamos a sí mismos, cuando aprendemos a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros semejantes, cuando aprendemos a amar a nuestros enemigos, a devolver bien por mal, a amar a los que nos odian, maldicen y persiguen, cristaliza en nosotros la segunda fuerza: el Santo Negar, es decir, el Logos, el Crestos, el Christus, el Vishnú, el Osiris (entonces nos cristificamos). Y el Santo Afirmar viene a tomar forma en nosotros, a cristalizar, cuando hacemos la voluntad del Padre, así en los cielos como en la tierra. Si uno no hace la voluntad del Padre, no puede hacer cristalizar, en sí mismo, la primera fuerza (el adepto, ante todo, tiene que hacer la voluntad del Padre, jamás desobedecer al Padre).

            Imaginen ahora ustedes, por un momento, a un hombre en quien han cristalizado las tres fuerzas: Santo Afirmar, Santo Negar, Santo Conciliar. Obviamente, es un hombre divino, inefable; es un Dios con cuerpo de hombre, es un individuo sagrado, en el sentido más completo de la palabra. Y en otros términos diríamos: es un Superhombre.

            El Crestos Cósmico, considero que es una fuerza trascendental. El Logos, en realidad de verdad, es múltiple, tiene muchos rayos dentro de la unicidad, y cada uno de esos rayos tipifica a algún adepto cristificado; es el Interior del Interior de algún adepto cristificado.

            Lo grande que hay en el Logos, es su capacidad para trabajar en la Gran Obra (él debe expulsar a los mercaderes del templo, con el látigo terrible de la voluntad). El Cristo Intimo es lo que cuenta. Desafortunadamente, las gentes solamente piensan en el Cristo Histórico y así se apartan de la realidad. Olvidan que El Cristo es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será; olvidan que El Cristo es la vida que palpita en cada átomo, como palpita en cada Sol; olvidan que El Cristo vibra de instante en instante, de momento en momento. Encarnarlo, es fundamental. Recordemos: "Al que sabe, la palabra da poder; nadie la pronunció, nadie la pronunciara, sino solamente aquel que lo tiene encarnado" (hay que encarnarlo).

            Dicen que nació en Belén, hace 1.976 años. Ese Belén, como aldea física, en tiempos del Gran Kabir Jesús (Jeshua Ben Pandira) no existía. "Belén" viene de una voz caldea que nos recuerda a la famosa "Torre de Bel", la "Torre del Fuego" (recordad que "vuestros cuerpos son el Templo del Dios vivo y que el Altísimo mora en vosotros". Así dijo Pablo de Tarso a sus discípulos). La torre de ese templo, es la cabeza del cuerpo. El mismo Templo de Salomón, tiene la figura del cuerpo humano (ustedes ya la han visto ilustrada; entiendo que aquí está, en nuestra Institución).

            La Torre de Bel, la "Torre del Fuego", es formidable. Para que el "Niño de Oro" de la Alquimia, el Hijo del Hijo pueda encarnar en el hombre, Se necesita que ya la "Torre de Bel" esté hecha. ¿Cuándo está hecha? Cuando hemos desarrollado el fuego solar dentro de nosotros mismos; entonces la torre está hecha. En esas condiciones, el Hijo del Hijo puede penetrar en nosotros para parlar el verbo de oro del primer instante.

            ¿Por qué llamamos, al Christus encarnado el "Hijo del Hijo"? Les explico. Realmente, en el Mundo Causal está el hombre real. Cuando el Logos quiere venir al mundo, nace de una Virgen y penetra en el Cuerpo Causal, y desde allí se proyecta, se mete entre el cuerpo humano, en la "Torre de Bel". Si el Crestos desciende de su mundo logóico para expresarse en el Mundo Causal, entonces ya (en el Mundo Causal) es el Hijo del Hijo, porque él, como hijo, vibra en Chokmah (desde el punto de vista cabalístico) y al manifestarse en Tiphereth (el Mundo Causal), queda convertido en el Hijo del Hijo; después penetra en el cuerpo humano. Así pues, encarnarlo resulta extraordinario; en modo alguno sería posible la cristificación, si antes no lo encarnáramos.

Al magnesio interior de la Alquimia le toca una gran labor cuando encarna: debe eliminar de nosotros a los "mercaderes del templo", tiene que sacrificarse espantosamente, convertirse en un hombre entre los hombres, andar por la calle sin que nadie lo conozca; ser calumniado, odiado, etc. Al Hijo del Hombre lo condenan tres clases de gentes: primera, los sacerdotes del templo, es decir, los religiosos de todas las épocas y los devotos de todos los tiempos. Segundo, lo condenan los escribas, es decir, los intelectuales de su tiempo no lo aceptan. Tercero, los ancianos, las gentes llenas de experiencia, muy "juiciosas", con muchas "virtudes", lo juzgan a través de su propio lente psicológico, lo malentienden y lo excomulgan. Así que, hermanos, en realidad de verdad, el Hijo, el Crestos encarnado, es odiado por las multitudes, odiado por los sacerdotes, abominado por los escribas y repudiado por los ancianos. No encaja el Crestos, dentro de los moldes humanos; por eso es rechazado.

            El Crestos es revolucionario por naturaleza, terriblemente rebelde, y está más allá del bien y del mal; no lo comprenden las fuerzas del bien, lo odian las fuerzas del mal; actúa en consonancia con eso que podríamos denominar, nosotros, "comprensión individual profunda".

            Así pues que, mis caros hermanos, la cristificación es básica, pero hay que ir conociendo el camino, que resulta difícil al comienzo, trabajosísimo en el medio y espantosamente peligroso al final. Quien intente cristificarse, es posible que camine bien al principio, es posible que ande bien al medio, pero es posible que fracase, debido a las fuerzas del bien, o tal vez por las fuerzas del mal (se puede fracasar por el bien y se puede fracasar por el mal; por eso es que muy raros son los que logran la cristificación).

            En una chimenea por allá, en Europa, se encontraron tres granadas. ¿Qué representan las tres granadas? Representan las tres purificaciones (por el hierro y por el fuego) por las cuales debe pasar todo aquel que intente llegar a la cristificación. Si ustedes toman una cruz, verán tres clavos de hierro y encima la palabra "INRI" (Ignis Natura Renovatur Integram: la naturaleza es renovada incesantemente por el fuego). Y los tres clavos de hierro, ¿qué significan? Las tres purificaciones, a base de hierro y fuego. En la primera purificación, el adepto tiene que trabajar, intensivamente, dentro del campo esotérico-iniciático. En la segunda purificación, el adepto debe trabajar, intensivamente, en las Esferas de Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. En la tercera purificación, el adepto tiene forzosamente que pasar por la Iniciación de Judas en la Luna Negra (he ahí las tres purificaciones)... "Antes de que cante el gallo (dijo El Cristo a Pedro), me negarás tres veces". Primera negación: primera purificación (el iniciado debe bajar a los mundos infiernos, a trabajar con el fuego y el agua, origen de mundos, bestias, hombres y Dioses; toda auténtica Iniciación Blanca, comienza por allí. Allí baja Marte a retemplar la espada, para conquistar el corazón de Venus; Hércules, para limpiar los "Establos de Augías"; Perseo, para cortar la cabeza de la Medusa con su espada flamígera). En la segunda purificación, el adepto tiene que trabajar en los mundos infiernos, en las Esferas de Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno; tiene que enfrentarse a todos los horrores del cosmos, pasar más allá del Aqueronte, pasar (en la barca de Caronte) a la otra orilla; sufrir lo indecible, en el Trono de Dite, en la ciudad maldita; vivir, por un tiempo, entre los condenados (he ahí los horrores). Pero en la tercera purificación, debe hacerle frente a horrores que ni remotamente sospecha.

            Yo muchas veces les he dicho a ustedes, aquí, que la Luna Psicológica tiene dos aspectos: el que se conoce y el que no se conoce, el visible y el oculto. En el aspecto oculto de la Luna Psicológica, tenemos elementos que nunca aceptaríamos tener, y que solamente pueden ser disueltos mediante la Iniciación de Judas Iscariote.

            Así, hermanos, una vez que el adepto ha pasado por las tres purificaciones, a base de hierro y fuego, consigue la Ascensión del Crestos dentro de sí mismos, la Resurrección del Logos (íntimamente, dentro de lo psicosomático, dentro de lo místico-sensorial, dentro de lo meramente psíquico, o psicológico-trascendental); entonces queda convertido, dijéramos, en columna de un templo. Por eso dice El Apocalipsis: "Al que venciere, le haré columna del Templo de mi Dios y no saldrá de allí"... Convertirse uno en columna viva del Templo del Dios y no salir más: he ahí lo grandioso. De manera que es bueno que ustedes entiendan lo que es la cristificación.

            A los hermanos venezolanos, suramericanos, tengo que decirles lo siguiente: por allá, en esos países del Sur, los hermanos gnósticos se preocupan mucho por las Iniciaciones, por grados, por los poderes, pero no se preocupan (en realidad de verdad) por negarse a sí mismos. Y el Gran Maestro dijo: "El que quiera seguirme, tome su cruz, niéguese a sí mismo y sígame"... No se preocupan, en los países de Sur América, por la disolución del Ego. Esto me ha tenido bastante preocupado, porque me temo que vamos a tener una gran cosecha de Hanasmussen en Suramérica, con doble centro de gravedad. Si aquellos hermanos se dedican exclusivamente a la transmutación, conseguirán la creación de los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, pero si no trabajan correctamente (eliminando el mercurio seco, es decir, los elementos psicológicos indeseables que en nuestro interior cargamos), obviamente fracasaran, se convertirán, repito, en Hanasmussen con doble centro de gravedad y fallarán lamentablemente. Uno podría crearse los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, pero si no elimina el Ego, no podría cristificarse y la cristificación es lo que cuenta.

        Así, mis queridos hermanos, el Sol de la Media Noche, el Logos, nos invita a la cristificación. Necesitamos nosotros comprender que mediante el fuego vulcánico lunar, podemos crear los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser; pero hay que ir más lejos, hay que crear las tres vestiduras de gloria: la del Padre, la del Logos y la del Espíritu Santo. Eso no sería posible si no elimináramos, de sí mismos, todo el mercurio seco que en el interior llevamos. Cuando uno comprende esto, trabaja como es debido.

            Incuestionablemente, mediante la transmutación del Exiohehari, es decir, del esperma sagrado, elaboramos el mercurio de los sabios. Este mercurio, combinado con el azufre, es decir, el fuego, con la sal sublimada, asciende avasalladoramente por la médula espinal hasta el cerebro, es el azoe, el INRI. Incuestionablemente, el excedente de tal azoe cristaliza en octavas ascendentes. Con su primera cristalización, se forma en nuestro organismo el Cuerpo Astral. Uno sabe que tiene un Cuerpo Astral cuando puede usarlo, cuando puede caminar con él, cuando puede moverse. Con la segunda cristalización, en una segunda octava vibrante, relacionada con las siete notas de la gran escala musical, cristaliza el Cuerpo de la Mente Individual. Uno sabe que posee una Mente Individual cuando puede usarla, cuando puede viajar con ella, a través del espacio infinito; cuando puede aprehender o capturar todas las verdades cósmicas de la naturaleza, por sí mismo y directamente. Con la tercera cristalización, en una tercera octava (relacionada con las notas Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si), viene a tomar forma en nosotros el Cuerpo Causal, el Cuerpo de la Voluntad Consciente. Obviamente, uno sabe que posee un Cuerpo de la Voluntad Consciente, cuando camina con él, cuando viaja con él a través del espacio.

            El Hombre Causal es el verdadero hombre; todo lo demás es añadidura. El Mental, el Astral, el Físico, son vestiduras; el verdadero hombre es el Hombre Causal (antes de penetrar en el hombre físico, o físico-psíquico-mental. El Hombre Causal, incuestionablemente, conoce las leyes de causa y efecto. Cuando el Crestos entra en el Hombre Causal, resplandece (en el Hombre Causal) el Hijo del Hijo; después deviene entrando en el organismo humano. Todo eso hay que entenderlo, mis caros hermanos.

            Indubitablemente, si alguien creara esos cuerpos, se convertiría en hombre, recibiría sus principios anímicos y espirituales, y se transformaría en un hombre real. Pero una cosa es convertirse en hombre y otra, muy distinta, elevarse a la estatura del Cristo. Para que el Cristo penetre en un hombre, se necesita trabajar intensivamente con el fuego y el agua (repito: origen de mundos, bestias, hombres y Dioses).

            El Cristo, ya encarnado, en principio nace como una criatura inocente, débil, pero conforme el tiempo va pasando, El Crestos se va desarrollando y desenvolviendo dentro de lo psicológico, dentro de lo psicosomático y también hasta dentro de lo místico-sensorial, y al fin, la Gran Obra se realiza.

            El Crestos tiene que eliminar todos los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos (él sufre mucho, trabajando); debe vivir, dentro de nosotros, todo el Drama Cósmico, tal como está escrito en los Cuatro Evangelios. Las multitudes piden su crucifixión: "¡Crucifixia (dicen las multitudes), crucifixia, crucifixia!" Pero, ¿qué multitudes? Los Yoes, que en nuestro interior llevamos. Al fin lo aprehenden, lo capturan, lo llevan ante las autoridades de Pilato, de Caifás, de Herodes, etc. No olviden que tenemos tres traidores dentro de nosotros mismos: el primero es el demonio de la mala voluntad (es Caifás); el segundo es el demonio de la mente (Pilato). Este se lava las manos, se declara "inocente", justifica sus peores errores, busca evasivas, etc. El tercero es el demonio del deseo (Judas Iscariote). He ahí los tres traidores.

            Contando desde abajo hacia arriba, tendríamos que enfrentarnos primero a Judas (el demonio del deseo), posteriormente a Pilato (el demonio de la mente) y por último a Caifás (el demonio de la mala voluntad). Estos tres traidores son las Tres Furias; estos tres traidores, repito, están dentro de nosotros mismos, aquí y ahora; tienen distintas expresiones, están personificados por diversos Yoes (jerárquicos, dijéramos) dentro de nuestra psiquis.

            El Crestos tiene que desintegrar a los tres traidores. ¡Más, cuánto ha de sufrir El Crestos dentro de nosotros! Sus sufrimientos están escritos en los Cuatro Evangelios... ¿Que es amarrado a la columna? ¡Es verdad! ¿Que tiene que recibir cinco mil y más azotes? ¡Cierto! ¿Qué es coronado con su corona de espinas? ¡Nadie lo puede dudar! ¿Qué es herido, insultado, abofeteado? ¡También es muy cierto! Los tres traidores lo juzgan: Pilato ordena que se le azote (Ecce Homo, dice Pilato; he ahí el hombre). Sufre lo indecible (el Crestos, el Logos) cuando se encarna. De manera que el sufrimiento del Crestos no es exclusivo de hace 1.976 años, no es algo meramente histórico. El tiene que pasar por toda su Vía Crucis, cada vez que viene al mundo, cada vez que se encarna. Ha de sufrir el Señor lo indecible y al fin es crucificado en el Mundo de las Causas Naturales, donde las multitudes le vituperan. Posteriormente, yace dentro de su santo sepulcro, y por último, terminada la tercera purificación, se levanta de entre su sepulcro de cristal para resucitar en el hombre y trabajar por la humanidad.

            El Crestos, resurrecto en el hombre, devela los Misterios; enseña no solamente a los exteriores, sino a los exteriores de los exteriores, y no sólo a los interiores de cada cual, sino a los interiores de los interiores. El Logos, cada vez que resucita en un hombre, realiza alguna obra portentosa (así está escrito y así es). El tiene que instruir a los siete y a los doce (a las Doce Potestades) y a los Veinticuatro Ancianos y a los Setenta y dos y a los Cuatro, etc., etc., etc.

            En el esoterismo crístico se cita a los Doce Apóstoles. ¿Cuáles son? En el Evangelio están, pero, realmente, esas Doce Potestades son doce partes del Ser de cada uno de nosotros. Quienes piensen que los Doce Apóstoles son doce personajes meramente históricos, están totalmente equivocados. Resulta que los doce son doce partes del Ser de cada uno de nosotros. Yo, por mi parte, siento gran respeto, infinita veneración por Santiago El Mayor. No hablo por el Santiago histórico, de hace unos cuantos miles de años; no estoy refiriéndome a él. Repito: siento gran admiración por el Santiago Interior, que no es otra cosa sino el mercurio de los sabios. Bien sabemos que el mercurio de los sabios, es el alma metálica del esperma sagrado, el Exiohehari. Fabricar el mercurio fue un secreto siempre, nunca fue divulgado; los alquimistas callaron...

            Muchas personas comienzan a trabajar en la Gran Obra y lo hacen sin cuidado, sin saberlo hacer. Téngase en cuenta que El Génesis nunca se equivoca: "Separó Dios las aguas de las aguas" (las aguas superiores, hubo de separarlas de las aguas inferiores). Es con las aguas superiores con las que hay que elaborar el mercurio de los sabios. Esas aguas superiores son negras al principio y están representadas por el cuervo negro. Se vuelven blancas después, más de inmediato no son inmaculadas: deben pasar por algunos cambios, deben volverse viscosas, blancuzcas, pesadas, antes de ser blancas y puras. Y por último se tornan amarillas (el mercurio es amarillo). Cuando las aguas se han vuelto amarillas, pueden ser fecundadas por el azufre.

            En Alquimia, cuatro animales tipifican estas operaciones alquimistas: La primera es el Cuervo Negro, que representa a las aguas negras; la segunda, la Paloma Blanca, que representa a las aguas blancas; la tercera, el Aguila Amarilla, que representa al mercurio amarillo, y la cuarta, el Faisán Rojo, que representa a las aguas fecundadas por el azufre, es decir, el fuego. Cuando las aguas son fecundadas por el fuego, inician su ascenso, a lo largo de la espina dorsal; entonces se dice que el iniciado ha despertado el Kundalini, el fuego. Este Kundalini es una mezcla de sal, azufre y mercurio y asciende por la espina dorsal hasta el cerebro. Su excedente cristaliza, como ya dije a ustedes, en los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser.

Así, mis queridos hermanos, es como entra uno a trabajar en la creación de los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, que lo convierten a uno en un hombre real, en un hombre verdadero. Pero si quiere uno pasar mas allá de un simple hombre, si quiere cristificarse, indubitablemente necesitará eliminar la totalidad del mercurio seco, es decir, todos los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos, eso es fundamental.

            Ahora bien, vean ustedes la importancia del mercurio: cómo sirve para la cristalización de los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser en nosotros (que es, repito, el alma metálica del esperma). Ese mercurio es el mismo Santiago, el Apóstol Santiago dentro de nosotros mismos. Santiago es representado con una concha en su sombrero, semejante a una estrella reluciente. Ya sabemos nosotros que una estrella de siete puntas tipifica a los hijos del Sol. Lleva un cayado, vara o báculo, símbolo de la espina dorsal del adepto, y una calabaza, conteniendo el agua de la vida. También lleva en sus manos El Apocalipsis, que es el libro de la sabiduría, donde están todas las reglas de la Alquimia, toda la ciencia de los alquimistas medievales. Ahora comprenderán ustedes por qué siento tanta admiración por el bendito Patrón de la Gran Obra. Pero él no está fuera de nosotros mismos, sino dentro de nosotros (Santiago El Mayor).

            También está dentro de nosotros Pedro, que nos enseña todo el trabajo en la Gran Obra. Pero no hay duda que la principal enseñanza, sobre la Gran Obra, se recibe a través de Santiago. El Padre de todas las luces, a través de Santiago, nos hace saber la ciencia trascendental de la Gran Obra.

            Está Juan en nosotros: el Verbo, la Palabra que subyace oculta en el fondo del arca, aguardando el instante precioso de ser despertada. Está también en nosotros Marcos, quien cuida de la Unción Gnóstica. Por eso es que nosotros, al asistir al ritual, debemos con agrado llevar a nuestros labios el pan y el vino de la transubstanciación. Ese pan se carga, mediante el rito, con los átomos crísticos, solares. Ese vino también se llena de átomos crísticos de altísimo voltaje y al recibir el pan y el vino, penetran en nuestro estómago y los átomos crísticos se difunden por todo nuestro organismo. Ellos nos inspiran, ellos nos auxilian; el pan y el vino resultan extraordinarios para la cristificación; siempre hace falta venir aquí, a recibir la Unción Gnóstica, porque todos nosotros necesitamos de los átomos del Cristo Cósmico. Todos nosotros estamos pesados, torpes; necesitamos un auxilio especial y ese nos lo puede dar El Crestos, en cada átomo que llevamos al interior de nuestros cuerpos.

Al recibir la unción, debemos hacerlo con infinita veneración, con gran respeto, con profundo amor. No olviden ustedes que el pan, en sí mismo, representa al mercurio de los sabios; no olviden ustedes que el vino representa, en sí mismo, al azufre, es decir, al fuego.

            ¿Qué nosotros necesitamos liberar al azufre de entre sus prisiones? ¡Es verdad! ¿Qué nosotros necesitamos de las distintas operaciones aritméticas del mercurio? ¡Es cierto! Separar los distintos elementos, uno de otros; los distintos elementos superiores, hay que separarlos de los inferiores. Los elementos inferiores de las aguas de la vida, deben tornarse claros, preciosos; los elementos superiores de esas aguas deben, al fin y al cabo, mezclarse con el fuego. Todo esto son procesos de trabajo, de esoterismo, de gran industria: separar lo superior de lo inferior. Hay que subir y volver a bajar, y volver a subir y volver a bajar, para tomar el poder de lo de arriba y de lo de abajo, y así convertirnos en reyes de todo lo creado... "Sube de la tierra al cielo (dice Hermes Trismegisto) y vuelve a bajar, y de nuevo torna a subir y otra vez a bajar, y así tendrás el poder sobre todas las cosas"... "Separarás lo superior de lo inferior, con gran industria"...

            Les estoy mostrando a ustedes el camino que lleva a la cristificación. No dejen ustedes de asistir siempre a la Unción. Es preferible que el vino sea de uva. Por estos tiempos no se justifica que nosotros tengamos aquí, en la Unción Gnóstica, jugo de ese que venden en las farmacias; eso señala, indica falta de amor en los hermanos. Por estos tiempos abunda la uva; nosotros podemos beber el jugo de la vid, la uva pura.

Obsérvese cómo actúa la fuerza del Crestos en los ventisqueros, cómo penetra hasta la cepa, cómo hace crecer el tallo (la vid) y al fin toda esa fuerza logóica queda encerrada en la uva. El sacerdote, en estado de éxtasis, percibe la substancia del Crestos en el vino y la desliga para que actúe dentro del organismo. El sacerdote, en estado de éxtasis, percibe la fuerza crística en el pan, en el trigo; él desliga esa fuerza, para que actúe dentro del organismo humano. De manera que cuando uno recibe el Pan y el Vino de la Transubstanciación, lleva a su interior átomos crísticos de altísimo voltaje que le auxiliarán, le ayudarán (eficientemente) en este trabajo.

            INRI: Ignis Natura Renovatur Integram. No olviden pues, mis queridos hermanos, lo que es el fuego. Crestos es el fuego del fuego, la llama de la llama, la signatura astral del fuego.

            ¿Quién conoce el Misterio del Fuego? ¿Quién lo ha revelado? Realmente, el fuego es algo que continúa siendo un enigma. Si nosotros, dijéramos, rastrillamos un cerillo, con el frotamiento veremos el fuego. Muchos dirán: "¡Producto de la combustión!" (no es eso). ¿Quién hizo mover el cerillo? Fue necesario que tuviéramos fuego en la sangre, en las venas (energía), para que el cerillo pudiera ser rastrillado, frotado; entonces apareció el fuego. ¿Producto de la combustión? ¡Absurdo! Al contrario, la combustión es un producto del fuego (allí estaba encerrado, latente); bastó que se le quitara, dijéramos, la envoltura en que estaba para que surgiera.

            No tiene un principio, no tiene un fin. Las criaturas vienen al mundo por el fuego y se van, termina la vida, cuando cesa el fuego. Se desenvuelven, se reproducen por el fuego; dejan de existir cuando el fuego se retira. La Esencia que en nuestro interior cargamos (enfrascada, desgraciadamente, entre tantos elementos psíquicos indeseables), es fuego vivo. Cuando los distintos ingredientes, entre los cuales se haya enfrascada son destruidos, queda en nuestro interior la Esencia libre, convertida en una bola de fuego (ese fuego es el fuego del Crestos, del Logos).

            La signatura astral del fuego es lo que cuenta, y ese es El Crestos. Si golpeamos a una roca con un eslabón, veremos saltar el fuego (allí está el fuego vivo). Es el Logos, El Crestos; El Crestos está crucificado en esta gran creación. Es el fuego, el fuego cósmico; pero no el fuego común y corriente, sino el fuego del fuego, la llama de la llama, la signatura astral del fuego. Ese fuego arde, incesantemente, en todo lo que es, en todo lo que ha sido, en todo lo que será (es el INRI).

            Mucho se ha hablado sobre El Cristo; se han escrito enormes volúmenes, tratando de explicar al Cristo, y la Gnosis lo explica con cuatro letras que ven ustedes ahí, sobre esa cruz tosca de madera: INRI. Eso es El Cristo: INRI, es decir, fuego, fuego solar, fuego que arde en toda la creación.

            "Y el día del Señor vendrá, como ladrón en la noche, cuando menos se aguarde". ¿Qué se quiere decir con eso? Y arderá el fuego, en toda esta naturaleza: todo esto va a ser quemado con fuego (El Crestos tiene que quemar con fuego todo esto, para que surja una Edad de Oro). El Crestos mismo, es el fuego. Surgirá la Edad de Oro, después de que todo haya sido consumido por el fuego viviente y filosofal.
            Con la presencia de Hercólubus, esto que estoy diciendo se convertirá en un hecho. El atraerá, hacia la superficie, al fuego, al fuego líquido que dentro del interior de la Tierra existe, y brotarán volcanes por doquiera, que vomitarán fuego y lava, que reventarán parte de la corteza geológica, vomitando la totalidad del fuego. Correrán los ríos de fuego por todas partes, quemando todo; por eso se ha dicho que "el Señor vendrá como ladrón en la noche, cuando menos se aguarde". He ahí una tremenda realidad.

            Bien, mis caros hermanos, ahora doy libertad para que cada cual pregunte lo que tenga que preguntar, diga lo que tenga que decir. A ver, hermano...

            P. - Yo entendí, Maestro.

            R. - ¡Maravilloso! ¿Algún otro hermano tiene algo que decir? Que ninguno se quede con dudas, deben preguntar. Recuerden ustedes que Parsifal no llegó a ser Rey del Grial, la primera vez, porque no preguntó el por qué de los dolores de Amfortas. Habla, hermano.

            P. - Maestro: ¿en qué forma se oponen las fuerzas del bien, en el camino de una persona que busca la cristificación?

            R. - Aclaro: El Cristo está más allá del bien y del mal. Obviamente, todavía ustedes tienen que depender de las fuerzas del bien y del mal. Si ustedes quisieran, en este momento, pasar más allá del bien y del mal, pues "no más" no pueden. Pero un día llegará en el que ustedes pasarán más allá de las fuerzas del bien y de las fuerzas del mal; entonces comprenderán mis palabras. Hoy, todavía, no están preparados para eso. Hoy tienen ustedes que marchar junto a las fuerzas del bien, pero sí tienen que ir empezando por volverse más comprensivos, de los Yoes del bien, porque los Yoes del bien no saben hacer el bien. Por ejemplo: alguien viene y nos pide una limosna (se trata de un marihuanero). Un Yo del bien, dentro de nosotros, mete la mano a la bolsa y le da la limosna; cree haber hecho obra buena, cuando ha hecho obra mala (esos centavos van a servir para marihuana)... Un Yo del bien en nosotros, condolido por alguien (por un borracho), le da una moneda para que el borracho vaya a beber al Bar. Y casi siempre, los Yoes hacen el bien cuando no deben hacerlo (y no saben hacerlo). Son, esos Yoes del bien, los fariseos hipócritas que todos los pobres animales intelectuales cargan en su interior (cada uno de nosotros tiene el Yo Fariseo). El no habla sino de cosas santas, es muy bueno, buenísimo. Sin embargo, ya ven ustedes, es como los sepulcros blanqueados: por fuera están muy hermosos, pero por dentro están llenos de huesos y toda clase de podredumbre. Los fariseos hipócritas, lo del plato y del vaso cuidan, y asean mucho por fuera, aunque por dentro estén todos sucios (y no hay quien no tenga el Yo Fariseo). Sí, el Yo Fariseo es un prototipo del bien, en cada uno de nosotros: muy buenecito, muy servicial, pero condena al Cristo, lo condena cada vez que El Cristo viene al mundo.

 ¡He dicho!
V.M. SAMAEL AUN WEOR.
     

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