El objetivo fundamental de nuestros
estudios esotéricos, es llegar a la cristificación. Ante todo, es necesario
comprender lo que es el Logos.
Hay tres aspectos grandiosos
(arriba): el Padre, el Logos y el Espíritu Santo. Al Espíritu Santo también se
le llama el Mahachohan (en el mundo oriental), o el Señor Shiva. Abajo (aquí,
en el mundo de las formas), existen tres aspectos que se compaginan con los
tres de arriba: el soplo, la sangre y el agua (veamos el Sello de Salomón: arriba,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; abajo, el soplo, la sangre y el agua).
Obviamente, cristificarse es lo
grandioso, lo sublime, lo que realmente nosotros anhelamos. Para llegar a la
cristificación, hay que conocer el esoterismo crístico. Quienes piensan que el
Cristo es solamente un individuo sagrado, llamado Jeshua Ben Pandira, que se le
conoció hace 1.976 años y que enseñó la doctrina de los gnósticos, realmente no
han entendido a fondo el Misterio Crístico. El Cristo es unidad múltiple
perfecta; eso es obvio.
Tres vestiduras de gloria existen:
el Cuerpo Glorioso del Anciano de los Días, que es el primero y el último de
los Misterios; segundo, el Cuerpo Glorioso del Logos Intimo, y tercero, el
Cuerpo Glorioso del Revelador, que no es otro mas que el Espíritu Santo.
Empero, estos cuerpos gloriosos hay que crearlos.
Normalmente, las gentes iniciadas
poseen los Cuerpos Astral, Mental y Causal (los han creado en la Forja de los
Cíclopes), pero, para cristificarse, se necesita algo más: hay que crear las
tres vestiduras de gloria (la del Padre, la del Logos y la del Revelador, que
es el Espíritu Santo). Sin embargo, esas tres vestiduras (en el fondo) son del
Anciano de los Días.
Nosotros tenemos que crear la
vestidura para el Anciano de los Días, es decir, para el Padre; tenemos que
crear la vestidura para el Crestos (el Logos) y para el Revelador o Consolador
(el Espíritu Santo). Y como la trinidad es unitaria, el Anciano de los Días, al
fin y al cabo, es el dueño de las tres vestiduras.
El Anciano de los Días es el
punto dentro del círculo, el gran rostro, el omnimisericordioso, la
misericordia de las misericordias, lo oculto de lo oculto, la bondad de las
bondades. El Hijo, el Logos, es uno con el Padre, y el que conoce al Hijo,
conoce al Padre. Los tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo, devienen del Gran
Aliento, para sí mismos profundamente ignoto. El Gran aliento es aquel rayo que
nos une al Sagrado Sol Absoluto; el Gran Aliento es el Okidanok, omnipresente,
omnipenetrante, omnisciente, omnimisericordioso.
En la aurora de cualquier creación,
el Sagrado Sol Absoluto emana el Gran aliento: el Santísimo Okidanok, o el
activo Okidanok. Pero, por sí mismo, el activísimo Okidanok, (omnipresente y
omnipenetrante) no podría crear, o realizar ninguna creación. El puede penetrar
en cualquier unidad cósmica que surja a la vida, pero jamás quedará detenido o
atrapado por ninguna unidad cósmica. Para poder crear (el Gran Aliento) tiene
que desdoblarse en los tres ingredientes que constituyen el Santo
Triamanzikanno: las tres fuerzas originales de la naturaleza y del cosmos. La
primera es el Santo Afirmar, la segunda es el Santo Negar, la tercera es el
Santo Conciliar. He ahí las tres fuerzas creadoras: positiva, negativa y
neutra; Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esas tres fuerzas crean y vuelven
nuevamente a crear. Si fluyen en forma dispersa, si no se orientan hacia un
punto dado, no pueden realizar ninguna creación. Pero cuando inciden en un
punto cualquiera del espacio, de inmediato originan una creación.
Para que ustedes me puedan entender
mejor, voy a valerme de un ejemplo muy humano: el hombre, elemento masculino,
representa a la primera fuerza (al Santo Afirmar); la mujer, elemento femenino,
representa a la segunda fuerza (al Santo Negar). Hay una tercera fuerza, que es
el Santo Conciliar. Si las fuerzas (masculina, femenina, neutra) fluyen
dispersas, si no inciden en un punto dado, no puede haber creación; más si los
polos positivo y negativo (varón-hembra) se unen, la tercera fuerza (Santo
Conciliar) las concilia para que se realice una creación. Esto que sucede aquí,
en el Microcosmos, también sucede allá arriba, en el Macrocosmos, porque
"tal como es arriba, es abajo".
El Sagrado Sol Absoluto quiere cristalizar,
en nosotros, las tres fuerzas primarias de la naturaleza y del cosmos. El Santo
Afirmar puede cristalizar en nosotros, haciendo la voluntad del Padre, así en
los cielos como en la tierra. El Santo Negar cristaliza, en nosotros,
aprendiendo a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros
semejantes, negándonos a sí mismos, aquí y ahora. El Santo Conciliar, la
tercera fuerza, cristaliza en nosotros cuando creamos los Cuerpos Existenciales
Superiores del Ser, mediante el cumplimiento del Deber Parlok del Ser, es
decir, cuando mediante la transmutación de la energía creadora del Tercer
Logos, creamos los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser. Es en esos cuerpos
donde viene a cristalizar la tercera fuerza: el sacratísimo Espíritu Santo.
Comentando, empezaremos por la
tercera fuerza. Ella es el mercurio de la filosofía secreta, el mercurio de los
sabios. Cuando nosotros la hacemos cristalizar en sí mismos, hace de nosotros
el gentil hombre, lleno de sabiduría, de omnisciencia, como un Kout Humi, o un
Serapis, o un Hilarión, etc. Cuando nos negamos a sí mismos, cuando aprendemos
a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros semejantes,
cuando aprendemos a amar a nuestros enemigos, a devolver bien por mal, a amar a
los que nos odian, maldicen y persiguen, cristaliza en nosotros la segunda
fuerza: el Santo Negar, es decir, el Logos, el Crestos, el Christus, el Vishnú,
el Osiris (entonces nos cristificamos). Y el Santo Afirmar viene a tomar forma
en nosotros, a cristalizar, cuando hacemos la voluntad del Padre, así en los
cielos como en la tierra. Si uno no hace la voluntad del Padre, no puede hacer
cristalizar, en sí mismo, la primera fuerza (el adepto, ante todo, tiene que
hacer la voluntad del Padre, jamás desobedecer al Padre).
Imaginen ahora ustedes, por un
momento, a un hombre en quien han cristalizado las tres fuerzas: Santo Afirmar,
Santo Negar, Santo Conciliar. Obviamente, es un hombre divino, inefable; es un
Dios con cuerpo de hombre, es un individuo sagrado, en el sentido más completo
de la palabra. Y en otros términos diríamos: es un Superhombre.
El Crestos Cósmico, considero que
es una fuerza trascendental. El Logos, en realidad de verdad, es múltiple,
tiene muchos rayos dentro de la unicidad, y cada uno de esos rayos tipifica a
algún adepto cristificado; es el Interior del Interior de algún adepto
cristificado.
Lo grande que hay en el Logos, es
su capacidad para trabajar en la Gran Obra (él debe expulsar a los mercaderes
del templo, con el látigo terrible de la voluntad). El Cristo Intimo es lo que
cuenta. Desafortunadamente, las gentes solamente piensan en el Cristo Histórico
y así se apartan de la realidad. Olvidan que El Cristo es lo que es, lo que
siempre ha sido y lo que siempre será; olvidan que El Cristo es la vida que
palpita en cada átomo, como palpita en cada Sol; olvidan que El Cristo vibra de
instante en instante, de momento en momento. Encarnarlo, es fundamental.
Recordemos: "Al que sabe, la palabra da poder; nadie la pronunció, nadie
la pronunciara, sino solamente aquel que lo tiene encarnado" (hay que
encarnarlo).
Dicen que nació en Belén, hace
1.976 años. Ese Belén, como aldea física, en tiempos del Gran Kabir Jesús
(Jeshua Ben Pandira) no existía. "Belén" viene de una voz caldea que
nos recuerda a la famosa "Torre de Bel", la "Torre del Fuego"
(recordad que "vuestros cuerpos son el Templo del Dios vivo y que el
Altísimo mora en vosotros". Así dijo Pablo de Tarso a sus discípulos). La
torre de ese templo, es la cabeza del cuerpo. El mismo Templo de Salomón, tiene
la figura del cuerpo humano (ustedes ya la han visto ilustrada; entiendo que
aquí está, en nuestra Institución).
La Torre de Bel, la "Torre del
Fuego", es formidable. Para que el "Niño de Oro" de la Alquimia,
el Hijo del Hijo pueda encarnar en el hombre, Se necesita que ya la "Torre
de Bel" esté hecha. ¿Cuándo está hecha? Cuando hemos desarrollado el fuego
solar dentro de nosotros mismos; entonces la torre está hecha. En esas
condiciones, el Hijo del Hijo puede penetrar en nosotros para parlar el verbo
de oro del primer instante.
¿Por qué llamamos, al Christus
encarnado el "Hijo del Hijo"? Les explico. Realmente, en el Mundo
Causal está el hombre real. Cuando el Logos quiere venir al mundo, nace de una
Virgen y penetra en el Cuerpo Causal, y desde allí se proyecta, se mete entre
el cuerpo humano, en la "Torre de Bel". Si el Crestos desciende de su
mundo logóico para expresarse en el Mundo Causal, entonces ya (en el Mundo
Causal) es el Hijo del Hijo, porque él, como hijo, vibra en Chokmah (desde el
punto de vista cabalístico) y al manifestarse en Tiphereth (el Mundo Causal),
queda convertido en el Hijo del Hijo; después penetra en el cuerpo humano. Así
pues, encarnarlo resulta extraordinario; en modo alguno sería posible la
cristificación, si antes no lo encarnáramos.
Al magnesio interior de la
Alquimia le toca una gran labor cuando encarna: debe eliminar de nosotros a los
"mercaderes del templo", tiene que sacrificarse espantosamente,
convertirse en un hombre entre los hombres, andar por la calle sin que nadie lo
conozca; ser calumniado, odiado, etc. Al Hijo del Hombre lo condenan tres
clases de gentes: primera, los sacerdotes del templo, es decir, los religiosos
de todas las épocas y los devotos de todos los tiempos. Segundo, lo condenan
los escribas, es decir, los intelectuales de su tiempo no lo aceptan. Tercero,
los ancianos, las gentes llenas de experiencia, muy "juiciosas", con
muchas "virtudes", lo juzgan a través de su propio lente psicológico,
lo malentienden y lo excomulgan. Así que, hermanos, en realidad de verdad, el
Hijo, el Crestos encarnado, es odiado por las multitudes, odiado por los
sacerdotes, abominado por los escribas y repudiado por los ancianos. No encaja
el Crestos, dentro de los moldes humanos; por eso es rechazado.
El Crestos es revolucionario por
naturaleza, terriblemente rebelde, y está más allá del bien y del mal; no lo
comprenden las fuerzas del bien, lo odian las fuerzas del mal; actúa en
consonancia con eso que podríamos denominar, nosotros, "comprensión
individual profunda".
Así pues que, mis caros hermanos,
la cristificación es básica, pero hay que ir conociendo el camino, que resulta
difícil al comienzo, trabajosísimo en el medio y espantosamente peligroso al
final. Quien intente cristificarse, es posible que camine bien al principio, es
posible que ande bien al medio, pero es posible que fracase, debido a las
fuerzas del bien, o tal vez por las fuerzas del mal (se puede fracasar por el
bien y se puede fracasar por el mal; por eso es que muy raros son los que
logran la cristificación).
En una chimenea por allá, en
Europa, se encontraron tres granadas. ¿Qué representan las tres granadas?
Representan las tres purificaciones (por el hierro y por el fuego) por las
cuales debe pasar todo aquel que intente llegar a la cristificación. Si ustedes
toman una cruz, verán tres clavos de hierro y encima la palabra
"INRI" (Ignis Natura Renovatur Integram: la naturaleza es renovada
incesantemente por el fuego). Y los tres clavos de hierro, ¿qué significan? Las
tres purificaciones, a base de hierro y fuego. En la primera purificación, el
adepto tiene que trabajar, intensivamente, dentro del campo
esotérico-iniciático. En la segunda purificación, el adepto debe trabajar,
intensivamente, en las Esferas de Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter,
Saturno, Urano y Neptuno. En la tercera purificación, el adepto tiene
forzosamente que pasar por la Iniciación de Judas en la Luna Negra (he ahí las
tres purificaciones)... "Antes de que cante el gallo (dijo El Cristo a
Pedro), me negarás tres veces". Primera negación: primera purificación (el
iniciado debe bajar a los mundos infiernos, a trabajar con el fuego y el agua,
origen de mundos, bestias, hombres y Dioses; toda auténtica Iniciación Blanca,
comienza por allí. Allí baja Marte a retemplar la espada, para conquistar el
corazón de Venus; Hércules, para limpiar los "Establos de Augías";
Perseo, para cortar la cabeza de la Medusa con su espada flamígera). En la
segunda purificación, el adepto tiene que trabajar en los mundos infiernos, en
las Esferas de Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y
Neptuno; tiene que enfrentarse a todos los horrores del cosmos, pasar más allá
del Aqueronte, pasar (en la barca de Caronte) a la otra orilla; sufrir lo
indecible, en el Trono de Dite, en la ciudad maldita; vivir, por un tiempo,
entre los condenados (he ahí los horrores). Pero en la tercera purificación,
debe hacerle frente a horrores que ni remotamente sospecha.
Yo muchas veces les he dicho a
ustedes, aquí, que la Luna Psicológica tiene dos aspectos: el que se conoce y
el que no se conoce, el visible y el oculto. En el aspecto oculto de la Luna
Psicológica, tenemos elementos que nunca aceptaríamos tener, y que solamente
pueden ser disueltos mediante la Iniciación de Judas Iscariote.
Así, hermanos, una vez que el
adepto ha pasado por las tres purificaciones, a base de hierro y fuego,
consigue la Ascensión del Crestos dentro de sí mismos, la Resurrección del
Logos (íntimamente, dentro de lo psicosomático, dentro de lo místico-sensorial,
dentro de lo meramente psíquico, o psicológico-trascendental); entonces queda
convertido, dijéramos, en columna de un templo. Por eso dice El Apocalipsis:
"Al que venciere, le haré columna del Templo de mi Dios y no saldrá de
allí"... Convertirse uno en columna viva del Templo del Dios y no salir
más: he ahí lo grandioso. De manera que es bueno que ustedes entiendan lo que
es la cristificación.
A los hermanos venezolanos,
suramericanos, tengo que decirles lo siguiente: por allá, en esos países del
Sur, los hermanos gnósticos se preocupan mucho por las Iniciaciones, por
grados, por los poderes, pero no se preocupan (en realidad de verdad) por
negarse a sí mismos. Y el Gran Maestro dijo: "El que quiera seguirme, tome
su cruz, niéguese a sí mismo y sígame"... No se preocupan, en los países
de Sur América, por la disolución del Ego. Esto me ha tenido bastante
preocupado, porque me temo que vamos a tener una gran cosecha de Hanasmussen en
Suramérica, con doble centro de gravedad. Si aquellos hermanos se dedican
exclusivamente a la transmutación, conseguirán la creación de los Cuerpos
Existenciales Superiores del Ser, pero si no trabajan correctamente (eliminando
el mercurio seco, es decir, los elementos psicológicos indeseables que en
nuestro interior cargamos), obviamente fracasaran, se convertirán, repito, en
Hanasmussen con doble centro de gravedad y fallarán lamentablemente. Uno podría
crearse los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, pero si no elimina el
Ego, no podría cristificarse y la cristificación es lo que cuenta.
Así, mis queridos hermanos, el Sol de
la Media Noche, el Logos, nos invita a la cristificación. Necesitamos nosotros
comprender que mediante el fuego vulcánico lunar, podemos crear los Cuerpos Existenciales
Superiores del Ser; pero hay que ir más lejos, hay que crear las tres
vestiduras de gloria: la del Padre, la del Logos y la del Espíritu Santo. Eso
no sería posible si no elimináramos, de sí mismos, todo el mercurio seco que en
el interior llevamos. Cuando uno comprende esto, trabaja como es debido.
Incuestionablemente, mediante la
transmutación del Exiohehari, es decir, del esperma sagrado, elaboramos el
mercurio de los sabios. Este mercurio, combinado con el azufre, es decir, el
fuego, con la sal sublimada, asciende avasalladoramente por la médula espinal
hasta el cerebro, es el azoe, el INRI. Incuestionablemente, el excedente de tal
azoe cristaliza en octavas ascendentes. Con su primera cristalización, se forma
en nuestro organismo el Cuerpo Astral. Uno sabe que tiene un Cuerpo Astral
cuando puede usarlo, cuando puede caminar con él, cuando puede moverse. Con la
segunda cristalización, en una segunda octava vibrante, relacionada con las
siete notas de la gran escala musical, cristaliza el Cuerpo de la Mente
Individual. Uno sabe que posee una Mente Individual cuando puede usarla, cuando
puede viajar con ella, a través del espacio infinito; cuando puede aprehender o
capturar todas las verdades cósmicas de la naturaleza, por sí mismo y
directamente. Con la tercera cristalización, en una tercera octava (relacionada
con las notas Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si), viene a tomar forma en nosotros el
Cuerpo Causal, el Cuerpo de la Voluntad Consciente. Obviamente, uno sabe que
posee un Cuerpo de la Voluntad Consciente, cuando camina con él, cuando viaja
con él a través del espacio.
El Hombre Causal es el verdadero
hombre; todo lo demás es añadidura. El Mental, el Astral, el Físico, son
vestiduras; el verdadero hombre es el Hombre Causal (antes de penetrar en el
hombre físico, o físico-psíquico-mental. El Hombre Causal, incuestionablemente,
conoce las leyes de causa y efecto. Cuando el Crestos entra en el Hombre
Causal, resplandece (en el Hombre Causal) el Hijo del Hijo; después deviene
entrando en el organismo humano. Todo eso hay que entenderlo, mis caros
hermanos.
Indubitablemente, si alguien creara
esos cuerpos, se convertiría en hombre, recibiría sus principios anímicos y
espirituales, y se transformaría en un hombre real. Pero una cosa es
convertirse en hombre y otra, muy distinta, elevarse a la estatura del Cristo.
Para que el Cristo penetre en un hombre, se necesita trabajar intensivamente
con el fuego y el agua (repito: origen de mundos, bestias, hombres y Dioses).
El Cristo, ya encarnado, en
principio nace como una criatura inocente, débil, pero conforme el tiempo va
pasando, El Crestos se va desarrollando y desenvolviendo dentro de lo
psicológico, dentro de lo psicosomático y también hasta dentro de lo
místico-sensorial, y al fin, la Gran Obra se realiza.
El Crestos tiene que eliminar todos
los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos (él sufre mucho,
trabajando); debe vivir, dentro de nosotros, todo el Drama Cósmico, tal como
está escrito en los Cuatro Evangelios. Las multitudes piden su crucifixión: "¡Crucifixia
(dicen las multitudes), crucifixia, crucifixia!" Pero, ¿qué multitudes?
Los Yoes, que en nuestro interior llevamos. Al fin lo aprehenden, lo capturan,
lo llevan ante las autoridades de Pilato, de Caifás, de Herodes, etc. No
olviden que tenemos tres traidores dentro de nosotros mismos: el primero es el
demonio de la mala voluntad (es Caifás); el segundo es el demonio de la mente
(Pilato). Este se lava las manos, se declara "inocente", justifica
sus peores errores, busca evasivas, etc. El tercero es el demonio del deseo
(Judas Iscariote). He ahí los tres traidores.
Contando desde abajo hacia arriba,
tendríamos que enfrentarnos primero a Judas (el demonio del deseo),
posteriormente a Pilato (el demonio de la mente) y por último a Caifás (el
demonio de la mala voluntad). Estos tres traidores son las Tres Furias; estos
tres traidores, repito, están dentro de nosotros mismos, aquí y ahora; tienen
distintas expresiones, están personificados por diversos Yoes (jerárquicos,
dijéramos) dentro de nuestra psiquis.
El Crestos tiene que desintegrar a
los tres traidores. ¡Más, cuánto ha de sufrir El Crestos dentro de nosotros!
Sus sufrimientos están escritos en los Cuatro Evangelios... ¿Que es amarrado a
la columna? ¡Es verdad! ¿Que tiene que recibir cinco mil y más azotes? ¡Cierto!
¿Qué es coronado con su corona de espinas? ¡Nadie lo puede dudar! ¿Qué es
herido, insultado, abofeteado? ¡También es muy cierto! Los tres traidores lo
juzgan: Pilato ordena que se le azote (Ecce Homo, dice Pilato; he ahí el
hombre). Sufre lo indecible (el Crestos, el Logos) cuando se encarna. De manera
que el sufrimiento del Crestos no es exclusivo de hace 1.976 años, no es algo
meramente histórico. El tiene que pasar por toda su Vía Crucis, cada vez que
viene al mundo, cada vez que se encarna. Ha de sufrir el Señor lo indecible y
al fin es crucificado en el Mundo de las Causas Naturales, donde las multitudes
le vituperan. Posteriormente, yace dentro de su santo sepulcro, y por último,
terminada la tercera purificación, se levanta de entre su sepulcro de cristal
para resucitar en el hombre y trabajar por la humanidad.
El Crestos, resurrecto en el
hombre, devela los Misterios; enseña no solamente a los exteriores, sino a los
exteriores de los exteriores, y no sólo a los interiores de cada cual, sino a
los interiores de los interiores. El Logos, cada vez que resucita en un hombre,
realiza alguna obra portentosa (así está escrito y así es). El tiene que
instruir a los siete y a los doce (a las Doce Potestades) y a los Veinticuatro
Ancianos y a los Setenta y dos y a los Cuatro, etc., etc., etc.
En el esoterismo crístico se cita a
los Doce Apóstoles. ¿Cuáles son? En el Evangelio están, pero, realmente, esas
Doce Potestades son doce partes del Ser de cada uno de nosotros. Quienes
piensen que los Doce Apóstoles son doce personajes meramente históricos, están
totalmente equivocados. Resulta que los doce son doce partes del Ser de cada
uno de nosotros. Yo, por mi parte, siento gran respeto, infinita veneración por
Santiago El Mayor. No hablo por el Santiago histórico, de hace unos cuantos
miles de años; no estoy refiriéndome a él. Repito: siento gran admiración por
el Santiago Interior, que no es otra cosa sino el mercurio de los sabios. Bien sabemos
que el mercurio de los sabios, es el alma metálica del esperma sagrado, el
Exiohehari. Fabricar el mercurio fue un secreto siempre, nunca fue divulgado;
los alquimistas callaron...
Muchas personas comienzan a
trabajar en la Gran Obra y lo hacen sin cuidado, sin saberlo hacer. Téngase en
cuenta que El Génesis nunca se equivoca: "Separó Dios las aguas de las
aguas" (las aguas superiores, hubo de separarlas de las aguas inferiores).
Es con las aguas superiores con las que hay que elaborar el mercurio de los
sabios. Esas aguas superiores son negras al principio y están representadas por
el cuervo negro. Se vuelven blancas después, más de inmediato no son
inmaculadas: deben pasar por algunos cambios, deben volverse viscosas,
blancuzcas, pesadas, antes de ser blancas y puras. Y por último se tornan
amarillas (el mercurio es amarillo). Cuando las aguas se han vuelto amarillas,
pueden ser fecundadas por el azufre.
En Alquimia, cuatro animales
tipifican estas operaciones alquimistas: La primera es el Cuervo Negro, que
representa a las aguas negras; la segunda, la Paloma Blanca, que representa a
las aguas blancas; la tercera, el Aguila Amarilla, que representa al mercurio
amarillo, y la cuarta, el Faisán Rojo, que representa a las aguas fecundadas
por el azufre, es decir, el fuego. Cuando las aguas son fecundadas por el
fuego, inician su ascenso, a lo largo de la espina dorsal; entonces se dice que
el iniciado ha despertado el Kundalini, el fuego. Este Kundalini es una mezcla
de sal, azufre y mercurio y asciende por la espina dorsal hasta el cerebro. Su
excedente cristaliza, como ya dije a ustedes, en los Cuerpos Existenciales
Superiores del Ser.
Así, mis queridos hermanos, es
como entra uno a trabajar en la creación de los Cuerpos Existenciales
Superiores del Ser, que lo convierten a uno en un hombre real, en un hombre
verdadero. Pero si quiere uno pasar mas allá de un simple hombre, si quiere
cristificarse, indubitablemente necesitará eliminar la totalidad del mercurio
seco, es decir, todos los elementos indeseables que en nuestro interior
cargamos, eso es fundamental.
Ahora bien, vean ustedes la
importancia del mercurio: cómo sirve para la cristalización de los Cuerpos
Existenciales Superiores del Ser en nosotros (que es, repito, el alma metálica
del esperma). Ese mercurio es el mismo Santiago, el Apóstol Santiago dentro de
nosotros mismos. Santiago es representado con una concha en su sombrero, semejante
a una estrella reluciente. Ya sabemos nosotros que una estrella de siete puntas
tipifica a los hijos del Sol. Lleva un cayado, vara o báculo, símbolo de la
espina dorsal del adepto, y una calabaza, conteniendo el agua de la vida.
También lleva en sus manos El Apocalipsis, que es el libro de la sabiduría,
donde están todas las reglas de la Alquimia, toda la ciencia de los alquimistas
medievales. Ahora comprenderán ustedes por qué siento tanta admiración por el
bendito Patrón de la Gran Obra. Pero él no está fuera de nosotros mismos, sino
dentro de nosotros (Santiago El Mayor).
También está dentro de nosotros
Pedro, que nos enseña todo el trabajo en la Gran Obra. Pero no hay duda que la
principal enseñanza, sobre la Gran Obra, se recibe a través de Santiago. El
Padre de todas las luces, a través de Santiago, nos hace saber la ciencia
trascendental de la Gran Obra.
Está Juan en nosotros: el Verbo, la
Palabra que subyace oculta en el fondo del arca, aguardando el instante
precioso de ser despertada. Está también en nosotros Marcos, quien cuida de la
Unción Gnóstica. Por eso es que nosotros, al asistir al ritual, debemos con
agrado llevar a nuestros labios el pan y el vino de la transubstanciación. Ese
pan se carga, mediante el rito, con los átomos crísticos, solares. Ese vino
también se llena de átomos crísticos de altísimo voltaje y al recibir el pan y
el vino, penetran en nuestro estómago y los átomos crísticos se difunden por
todo nuestro organismo. Ellos nos inspiran, ellos nos auxilian; el pan y el
vino resultan extraordinarios para la cristificación; siempre hace falta venir
aquí, a recibir la Unción Gnóstica, porque todos nosotros necesitamos de los
átomos del Cristo Cósmico. Todos nosotros estamos pesados, torpes; necesitamos un
auxilio especial y ese nos lo puede dar El Crestos, en cada átomo que llevamos
al interior de nuestros cuerpos.
Al recibir la unción, debemos
hacerlo con infinita veneración, con gran respeto, con profundo amor. No
olviden ustedes que el pan, en sí mismo, representa al mercurio de los sabios;
no olviden ustedes que el vino representa, en sí mismo, al azufre, es decir, al
fuego.
¿Qué nosotros necesitamos liberar
al azufre de entre sus prisiones? ¡Es verdad! ¿Qué nosotros necesitamos de las
distintas operaciones aritméticas del mercurio? ¡Es cierto! Separar los
distintos elementos, uno de otros; los distintos elementos superiores, hay que
separarlos de los inferiores. Los elementos inferiores de las aguas de la vida,
deben tornarse claros, preciosos; los elementos superiores de esas aguas deben,
al fin y al cabo, mezclarse con el fuego. Todo esto son procesos de trabajo, de
esoterismo, de gran industria: separar lo superior de lo inferior. Hay que
subir y volver a bajar, y volver a subir y volver a bajar, para tomar el poder
de lo de arriba y de lo de abajo, y así convertirnos en reyes de todo lo
creado... "Sube de la tierra al cielo (dice Hermes Trismegisto) y vuelve a
bajar, y de nuevo torna a subir y otra vez a bajar, y así tendrás el poder
sobre todas las cosas"... "Separarás lo superior de lo inferior, con
gran industria"...
Les estoy mostrando a ustedes el
camino que lleva a la cristificación. No dejen ustedes de asistir siempre a la
Unción. Es preferible que el vino sea de uva. Por estos tiempos no se justifica
que nosotros tengamos aquí, en la Unción Gnóstica, jugo de ese que venden en
las farmacias; eso señala, indica falta de amor en los hermanos. Por estos
tiempos abunda la uva; nosotros podemos beber el jugo de la vid, la uva pura.
Obsérvese cómo actúa la fuerza
del Crestos en los ventisqueros, cómo penetra hasta la cepa, cómo hace crecer
el tallo (la vid) y al fin toda esa fuerza logóica queda encerrada en la uva.
El sacerdote, en estado de éxtasis, percibe la substancia del Crestos en el
vino y la desliga para que actúe dentro del organismo. El sacerdote, en estado
de éxtasis, percibe la fuerza crística en el pan, en el trigo; él desliga esa
fuerza, para que actúe dentro del organismo humano. De manera que cuando uno
recibe el Pan y el Vino de la Transubstanciación, lleva a su interior átomos
crísticos de altísimo voltaje que le auxiliarán, le ayudarán (eficientemente)
en este trabajo.
INRI: Ignis Natura Renovatur
Integram. No olviden pues, mis queridos hermanos, lo que es el fuego. Crestos
es el fuego del fuego, la llama de la llama, la signatura astral del fuego.
¿Quién conoce el Misterio del
Fuego? ¿Quién lo ha revelado? Realmente, el fuego es algo que continúa siendo
un enigma. Si nosotros, dijéramos, rastrillamos un cerillo, con el frotamiento
veremos el fuego. Muchos dirán: "¡Producto de la combustión!" (no es
eso). ¿Quién hizo mover el cerillo? Fue necesario que tuviéramos fuego en la
sangre, en las venas (energía), para que el cerillo pudiera ser rastrillado,
frotado; entonces apareció el fuego. ¿Producto de la combustión? ¡Absurdo! Al
contrario, la combustión es un producto del fuego (allí estaba encerrado,
latente); bastó que se le quitara, dijéramos, la envoltura en que estaba para
que surgiera.
No tiene un principio, no tiene un
fin. Las criaturas vienen al mundo por el fuego y se van, termina la vida,
cuando cesa el fuego. Se desenvuelven, se reproducen por el fuego; dejan de
existir cuando el fuego se retira. La Esencia que en nuestro interior cargamos
(enfrascada, desgraciadamente, entre tantos elementos psíquicos indeseables),
es fuego vivo. Cuando los distintos ingredientes, entre los cuales se haya
enfrascada son destruidos, queda en nuestro interior la Esencia libre,
convertida en una bola de fuego (ese fuego es el fuego del Crestos, del Logos).
La signatura astral del fuego es lo
que cuenta, y ese es El Crestos. Si golpeamos a una roca con un eslabón,
veremos saltar el fuego (allí está el fuego vivo). Es el Logos, El Crestos; El
Crestos está crucificado en esta gran creación. Es el fuego, el fuego cósmico;
pero no el fuego común y corriente, sino el fuego del fuego, la llama de la
llama, la signatura astral del fuego. Ese fuego arde, incesantemente, en todo
lo que es, en todo lo que ha sido, en todo lo que será (es el INRI).
Mucho se ha hablado sobre El Cristo; se
han escrito enormes volúmenes, tratando de explicar al Cristo, y la Gnosis lo
explica con cuatro letras que ven ustedes ahí, sobre esa cruz tosca de madera:
INRI. Eso es El Cristo: INRI, es decir, fuego, fuego solar, fuego que arde en
toda la creación.
"Y el día del Señor vendrá,
como ladrón en la noche, cuando menos se aguarde". ¿Qué se quiere decir
con eso? Y arderá el fuego, en toda esta naturaleza: todo esto va a ser quemado
con fuego (El Crestos tiene que quemar con fuego todo esto, para que surja una
Edad de Oro). El Crestos mismo, es el fuego. Surgirá la Edad de Oro, después de
que todo haya sido consumido por el fuego viviente y filosofal.
Con la presencia de Hercólubus,
esto que estoy diciendo se convertirá en un hecho. El atraerá, hacia la
superficie, al fuego, al fuego líquido que dentro del interior de la Tierra
existe, y brotarán volcanes por doquiera, que vomitarán fuego y lava, que
reventarán parte de la corteza geológica, vomitando la totalidad del fuego.
Correrán los ríos de fuego por todas partes, quemando todo; por eso se ha dicho
que "el Señor vendrá como ladrón en la noche, cuando menos se
aguarde". He ahí una tremenda realidad.
Bien, mis caros hermanos, ahora doy
libertad para que cada cual pregunte lo que tenga que preguntar, diga lo que
tenga que decir. A ver, hermano...
P. - Yo entendí, Maestro.
R. - ¡Maravilloso! ¿Algún otro
hermano tiene algo que decir? Que ninguno se quede con dudas, deben preguntar.
Recuerden ustedes que Parsifal no llegó a ser Rey del Grial, la primera vez,
porque no preguntó el por qué de los dolores de Amfortas. Habla, hermano.
P. - Maestro: ¿en qué forma se
oponen las fuerzas del bien, en el camino de una persona que busca la cristificación?
R. - Aclaro: El Cristo está más
allá del bien y del mal. Obviamente, todavía ustedes tienen que depender de las
fuerzas del bien y del mal. Si ustedes quisieran, en este momento, pasar más
allá del bien y del mal, pues "no más" no pueden. Pero un día llegará
en el que ustedes pasarán más allá de las fuerzas del bien y de las fuerzas del
mal; entonces comprenderán mis palabras. Hoy, todavía, no están preparados para
eso. Hoy tienen ustedes que marchar junto a las fuerzas del bien, pero sí
tienen que ir empezando por volverse más comprensivos, de los Yoes del bien,
porque los Yoes del bien no saben hacer el bien. Por ejemplo: alguien viene y
nos pide una limosna (se trata de un marihuanero). Un Yo del bien, dentro de
nosotros, mete la mano a la bolsa y le da la limosna; cree haber hecho obra
buena, cuando ha hecho obra mala (esos centavos van a servir para marihuana)...
Un Yo del bien en nosotros, condolido por alguien (por un borracho), le da una
moneda para que el borracho vaya a beber al Bar. Y casi siempre, los Yoes hacen
el bien cuando no deben hacerlo (y no saben hacerlo). Son, esos Yoes del bien,
los fariseos hipócritas que todos los pobres animales intelectuales cargan en
su interior (cada uno de nosotros tiene el Yo Fariseo). El no habla sino de
cosas santas, es muy bueno, buenísimo. Sin embargo, ya ven ustedes, es como los
sepulcros blanqueados: por fuera están muy hermosos, pero por dentro están
llenos de huesos y toda clase de podredumbre. Los fariseos hipócritas, lo del plato
y del vaso cuidan, y asean mucho por fuera, aunque por dentro estén todos
sucios (y no hay quien no tenga el Yo Fariseo). Sí, el Yo Fariseo es un
prototipo del bien, en cada uno de nosotros: muy buenecito, muy servicial, pero
condena al Cristo, lo condena cada vez que El Cristo viene al mundo.
¡He dicho!
V.M. SAMAEL AUN WEOR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario