Quiero referirme, en forma enfática, al año 1.962, el día 4
de febrero, entre las dos y tres de la tarde, cuando acaeció un suceso
extraordinario. Hubo entonces un embotellamiento del tránsito celeste, en la constelación
maravillosa del aguador.
Fue precisamente en ese año, en ese día y a esa hora, cuando
se inició la Era de Acuario, cuando todos los planetas del sistema solar se
dieron cita en la constelación del aguador, para el gran concilio cósmico.
Existen muchas tesis sobre la fecha en que la Era de Acuario
habría de iniciarse. Algunos suponen que fue algunos años antes, otros suponen
que fue años después, pero hechos son hechos, y ante los hechos debemos
rendirnos.
El fenómeno cósmico, repito, fue visto por todos los
astrónomos del mundo, y a partir de esa fecha, la vibración de Acuario se ha
intensificado tremendamente.
Cuando nosotros observamos claramente el signo zodiacal de
Acuario, podemos evidenciar cosas extraordinarias. Acuario es casa de Urano y
de Saturno. Urano es un planeta revolucionario, terrible, catastrófico, y
controla las glándulas sexuales. Saturno, obviamente nos recuerda al caos, el
regreso al punto de partida original.
Leo es un signo zodiacal de fuego, es un signo
revolucionario, tremendo. Acuario, dominado por el caos, es la muerte; Urano es
la revolución. Leo es el fuego abrasador; obviamente, el león de la ley sale al
encuentro de la humanidad, que ya está madura para el castigo final.
Si nosotros meditamos en esto, llegamos a la conclusión de
que los tiempos del fin han llegado, que estamos en ellos.
Incuestionablemente, nos encontramos en un momento crítico,
terrible, difícil: innumerables enfermedades aparecen por aquí, por allá y
acullá; la Tierra tiembla y se estremece por todos los ámbitos del mundo; los
mares, otrora limpios, se encuentran contaminados; las especies marinas están
desapareciendo, los océanos se han convertido en verdaderos basureros; los
desperdicios atómicos, ciertamente, no tienen lugar seguro, donde puedan ser
inofensivos, y claro está que tarde o temprano, cualquier depósito atómico
fallará y vendrá una horrible catástrofe. La tierra, tan necesaria para los
cultivos, se está volviendo estéril, y millones de seres que la pueblan,
experimentarán una gran desolación en un futuro próximo; muchas serán las
personas que perecerán por falta de alimentos. Guerras y rumores de guerras por
todas partes, enfermedades nunca antes vistas, etc., etc., etc. La atmósfera se
encuentra contaminada, y cuando uno sale de viaje a los campos y mira, ve que
el azul del cielo ya no brilla, le falta ese color nítido, perfecto, de otros
tiempos. Ahora brilla con un color ligeramente plomizo, verdoso, lo que indica
que la atmósfera terrestre ha sido alterada.
No se necesita ser muy sabio para entender que la camada
superior de la atmósfera es el filtro que descompone los rayos solares en luz,
calor, color y sonido. Desafortunadamente, ese filtro se ha descompuesto,
debido a las explosiones atómicas. Antes de poco, ese filtro no podrá
descomponer las vibraciones solares en luz, calor, color y sonido, y entonces
el Sol se verá negro como silicio y la Luna roja como sangre.
Por otra parte, la involución ha llegado al máximo, ya no
hay padres para los hijos, ni hijos para los padres. ¡Es espantoso lo que
sucede entre padres e hijos en todos los rincones de la Tierra!
Se ha perdido la vergüenza orgánica, el intelecto se ha
degenerado, por doquiera sólo se oye el llanto y el crujir de dientes, como
dice la Sagrada Escritura.
Más no quiero volverme lúgubre, ni lo hago con el deseo de
espantar a nadie; sólo quiero que reflexionemos, de verdad y muy juiciosamente.
¿Qué fue de las buenas costumbres? ¿En qué quedó la
vergüenza orgánica? ¿Por qué el intelecto se puso al servicio del mal?
Miremos a nuestro alrededor, veamos todo lo que sucede...
Indubitablemente, la humanidad se encuentra gobernada por los intelectuales,
en todos los ámbitos de la Tierra, pero, ¿de qué ha servido? ¿En qué estado se
encuentra la humanidad? ¡Hay caos, hay anarquía, y esto nadie lo puede negar!
Así pues, reflexionemos... ¿Somos nosotros acaso felices?
¿Quién podría hablar de felicidad en estos tiempos? Nos encontramos, entonces,
frente a nosotros mismos, abocados a nuestro propio destino, enfrentados al
dilema del ser o del no ser de la filosofía.
Ha llegado, pues, la hora de reflexionar profundamente...
¿Quienes somos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cual es el objeto de la existencia? ¿Por
qué vivimos y para qué?
Vivir así "porque sí", comiendo, bebiendo,
reproduciéndonos, resulta en el fondo bastante aburridor, hasta insensato,
diríamos.
Obviamente, nos encontramos en los tiempos del fin.
Cuando miramos a la Tierra con sus cuatro estaciones,
entendemos bien. Nuestro planeta gira alrededor del Sol en 365 días, algunos
minutos y fracciones de segundos; esto se llama año terrestre, que tiene cuatro
estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. No podríamos negar que existe
también el año sideral, el año cósmico. Nuestro Sistema Solar de Ors, en el
cual nos movemos y tenemos nuestro Ser, viaja alrededor del cinturón zodiacal
en 25.920 años, y este viaje del sistema solar alrededor del cinturón zodiacal,
es lo que constituye un año sideral.
El año sideral, al igual que el año terrestre, tiene cuatro
estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. La primavera del año sideral,
es la Edad de Oro, en la que la vida es un verdadero Edén; la humanidad sale
perfecta de las manos de su creador, gobiernan las jerarquías solares, y por
doquiera bulle y palpita la felicidad. En el verano, o Edad de Plata del año
sideral, palidece un poco el esplendor primigenio, continúan las jerarquías
solares gobernando un mundo sin fronteras, un mundo donde sólo hay paz y amor.
En el otoño, o Edad de Cobre del año sideral, la humanidad comienza con sus
fronteras y sus guerras, con sus odios y sus crímenes. Más en el invierno, o
Edad de Hierro, todo termina con un pavoroso cataclismo.
Nosotros nos encontramos, precisamente, en el invierno, en
la edad del Kali Yuga, en la Edad de Hierro. Cada vez que una raza llega a la
Edad de Hierro, al Kali Yuga, perece mediante un pavoroso cataclismo.
¿Qué diremos, por ejemplo, de la Raza Polar, otrora
habitantes del casquete polar del norte? ¡Perecieron!
¿Qué diremos de los lemures? ¡Perecieron por lluvia, fuego y
terremotos!
Y de los atlantes, ¿qué se ha dicho? ¿Qué dicen lo libros
sagrados? Realmente, todos afirman que hubo un diluvio universal. Fue entonces,
cuando los ejes de la Tierra se revolucionaron, cambiaron de lecho, perecieron
millones de habitantes, entre las aguas del Océano Atlántico.
Ahora, es bueno que ustedes entiendan por qué estamos en la
Edad de Hierro.
La simbología esotérica, oculta, para representar el momento
actual, pone un gran reloj de arena, que está quieto, no anda, como indicando
que los tiempos del fin se han cumplido. Junto al reloj, hay un esqueleto con
su guadaña, simbolizando a la muerte.
El principio del fin de esta Raza Aria, comenzó en la
Constelación de Acuario. Fue entonces cuando el Sol reinició su marcha, junto
con todos los planetas del sistema solar, alrededor del cinturón zodiacal.
Una raza no dura más que lo que dura un viaje del sistema
solar alrededor de las doce constelaciones.
Ahora ha vuelto, nuevamente, a su punto de partida original.
El año sideral está concluyendo y antes de poco habrá llegado a su fin.
Los ejes de la Tierra serán revolucionados. Ya sabemos que
el polo magnético no coincide con el polo geográfico. El Polo Norte se está
deshielando, grandes icebergs se encuentran cerca de la zona ecuatorial, vienen
desprendidos de los Polos. Así pues, la revolución de los ejes de la Tierra es
un hecho y se puede demostrar con aparatos mecánicos perfectos. Añádase a esto,
algo insólito. Quiero referirme Hercólubus, el monstruo gigantesco que ha de
tragarse a nuestro Planeta Tierra.
Ya viene Hercólubus, se encuentra a la vista de todos los
astrónomos del Planeta Tierra; es un mundo gigantesco, poderoso, seis veces más
grande que Júpiter, y pertenece al Sistema Solar de Tilo. No es como muchos
suponen, un planeta dislocado de algún sistema solar. ¡No, no se ha dislocado!;
gira alrededor del centro gravitacional del Sistema Solar de Tilo. Antes de
poco, aquél gigantesco mundo pasará por un ángulo de nuestro sistema solar, y
entonces precipitará la catástrofe.
En mecánica celeste, Hercólubus ayuda a verticalizar los
Polos; él es una pieza de la gran máquina. El acercamiento de Hercólubus está a
las puertas.
En el año 1.999, Hercólubus estará visible ante todos los
seres humanos, todo ojo lo verá; a pleno medio día aparecerá como otro Sol.
Cuando Hercólubus pase cerca de la Tierra, obviamente,
precipitará la catástrofe. El gigantesco mundo posee una fuerza de atracción
extraordinaria, y secuencialmente, el fuego de los volcanes saltará por aquí,
por allá y acullá. El fuego liquido del interior de la Tierra, originará nuevos
volcanes, y en general, el elemento ígneo hará que arda todo lo que es y todo
lo que ha sido. Por eso dijo Pedro: "Los elementos, ardiendo, serán
deshechos, y la Tierra y todas las obras que en ellas hay, serán
quemadas". El agua hará un dúo con el fuego, la revolución de los ejes de
la Tierra cambiará de lecho a los mares, y perecerán todos los seres humanos.
Ahora, quiero que entiendan por qué estamos formando el
Ejército de Salvación Mundial: nosotros queremos iniciar una nueva
civilización, una nueva cultura.
Los tiempos apocalípticos del fin, han llegado. La humanidad
ha rasgado seis sellos del gran libro de San Juan; cuando rasgue el séptimo
sello, se producirá la catástrofe.
Podría aquí objetarse que muchos otros, en el pasado,
aguardaron el fin y nada pasó; yo quiero decir a ustedes, que esta vez hablamos
de mecánica celeste. Si la mecánica celeste no existiera, todo el Cosmos
terminaría en una catástrofe.
Así como en el Continente Atlante hubo una raza elegida que
sirvió de base o núcleo para la formación de esta Quinta Raza Aria, y que hoy
habita perversamente sobre los cinco continentes, así también diré, que hoy se
va a formar un núcleo para la Sexta Raza Raíz.
Así como los atlantes no creyeron jamás al Manú Vaivasvata,
de que los tiempos del fin habían llegado, y en vísperas de la gran catástrofe
se divertían, se daban en matrimonio, bebían y comían y al día siguiente eran
cadáveres, así también diré que lo que estoy afirmando ahora, en forma
enfática, no será creído por todos. Obviamente, muchos se reirán, diciendo:
"Sobre esto del fin del mundo se ha hablado mucho, ¿y qué?" Pedro, el
Apóstol, se adelantó afirmando que "por estos días, muchas gentes inicuas
y perversas dirán: ¿dónde está el cumplimiento de la profecía, si todo
permanece como en los primeros días de nuestros primeros padres?"
Los atlantes, en su tiempo, también se rieron de la
catástrofe, pero cuando la revolución de los ejes de la Tierra hizo que los
mares cambiaran de lecho, se hundió la Atlántida con todos sus millones de
habitantes.
Hoy, nuevamente, nos acercamos a otra gigantesca catástrofe.
Yo, como el Manú Vaivasvata, estoy advirtiendo, como en aquél tiempo advertí a
los atlantes.
La hora final se acerca; ya viene ese monstruo planetario,
gigantesco, que ha de tragarse al mundo. ¡Así pues, preparémonos! La Tierra
está sometida, en estos momentos, a una gran agonía, y el fin de toda agonía se
llama muerte. Cuando un enfermo agoniza, cuando presenta síntomas
inconfundibles de su muerte, bien sabemos que lo que sigue es su defunción, su
desenlace.
La Tierra, en estos momentos, está gimiendo, está
agonizando; todo indica desastre, y a la larga terminará en un pavoroso
cataclismo. Cuando veamos que el Sol sale cada vez más hacia el septentrión,
sabremos que el tiempo del fin está más cerca y que vamos hacia la catástrofe.
Así como en la Atlántida se formó un pueblo selecto,
asimismo estamos formando ahora un pueblo selecto. Quiero referirme, en forma
enfática, al Ejército de Salvación Mundial. Este mensaje que estamos
entregando, habrá de llegar a toda la redondez de la Tierra, a todos lo
corazones.
La Gnosis brilla ahora en Argentina, Brasil, Perú, Ecuador,
Chile, Colombia, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala,
México, Santo Domingo, Estados Unidos, Canadá, España e Italia. Antes de poco,
relumbrará maravillosamente en todo el Hemisferio Occidental. Puede decirse que
ya centellea por aquí, por allá y acullá; puede decirse que ya está formado el
Ejército de Salvación Mundial.
Un poco más tarde, continuaremos nosotros en Francia,
Inglaterra y todos los países de Europa. Posteriormente, avanzaremos sobre Asia
y Oriente. Será precisamente, en el Continente Asiático donde la Gnosis llegará
a su apogeo.
Esta es la primera fase de la labor de difusión, y luego los
hermanos, encargados de esta labor, nos retiraremos al silencio y la
meditación, hasta que esté lista la levadura, hasta que llegue la época.
Momentos antes de la catástrofe, secaremos de entre el humo
y las llamas a aquellos que hayan trabajado sobre sí mismos, a aquéllos que
hayan eliminado de su psiquis los elementos inhumanos que poseemos. Serán
seleccionados, llevados a un lugar secreto, a un isla del Pacífico, entre
cierta longitud y latitud, y desde allí contemplaremos el duelo de fuego y
agua, durante siglos.
Después de la catástrofe, la Tierra quedará envuelta en
fuego y vapor de agua. A nosotros los hermanos nos tocará sacar al pueblo
selecto, que vivirá en un lugar escogido, hasta que la Tierra esté nuevamente
en condiciones de ser habitada.
Del fondo de los mares surgirán nuevas tierras, y cuando un
doble arco iris resplandezca en el firmamento, señal de nueva alianza entre
Dios y los hombres, pasaremos el pueblo selecto a habitar nuevas tierras y
nuevos cielos.
Así pues, que se sepa de una vez y para siempre que la Raza
Aria, que hoy perversamente puebla la superficie de la Tierra, va a ser
destruida, ¡de todo esto que se ve, no quedará ni las cenizas! ¡Todo será
quemado, todo será sepultado en el fondo de los mares!
Creo que ahora van entendiendo el sentido, el porqué de la
formación del Ejército de Salvación Mundial.
Empero, no toda la humanidad nos escuchará. Tampoco se
escuchó al Manú Vaivasvata en su época, se rieron de él. Tampoco se escuchó a
los paladines de aquélla época.
La gente nunca acepta la cruda realidad de los hechos, hasta
que los tiene encima; la gente siempre busca escapatorias, busca evasivas,
creen que pueden seguir como están, hasta que viene el fracaso.
V.M. SAMAEL AUN WEOR.
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