CAPITULOXLII EL DRAGÓN DE LAS TINIEBLAS
Después de
las Bodas Alquímicas con esa mujer inefable que se llama GINEBRA, la Reina de
los "JINAS", hube entonces de enfrentarme valerosamente al Dragón de
las Tinieblas.
Ya dije en
mi pasado capítulo que la Walkiria deliciosa, exige siempre de su adorable
caballero, todo género de inauditos prodigios, de valor y sacrificio.
Entre el
fuego abrasador del Universo, ciertamente no existen excepciones: Hasta las
DAMAS ADEPTOS deben pelear en muchas batallas, cual épicas amazonas, cuando
anhelan de verdad desposarse con el Bienamado (EL BUDDHI).
Yo pensaba
que después de las Bodas Alquímicas con mi adorada, entraría de lleno en una paradisíaca
luna de miel, ni remotamente sospechaba que entre las guaridas sumergidas del
Subconsciente,
se escondiera el izquierdo y tenebroso Mara, el padre de las tres Furias
clásicas.
Gigantesco
monstruo de siete cabezas infrahumanas, personificando amargamente a los siete pecados
capitales...
Yo del Yo,
horripilante engendro del abismo dentro del cual estaba embotellado un buen porcentaje
de mi conciencia.
Al
escribir estas líneas no podemos dejar de recordar aquel versículo Apocalíptico
que dice textualmente: "Y fue lanzado fuera el Gran Dragón, la serpiente
antigua que se llama diablo y satanás, el cual engaña al mundo entero; fue
arrojado a la tierra,y sus ángeles (los Yoes que constituyen el Ego), fueron
arrojados con él".
Si Miguel
Arcángel y sus luminosos ángeles de la Luz Divina libraron heroicas batallas
contra el Dragón, ¿por qué habría yo precisamente de ser una excepción a la
regla general?
¡Válgame
Dios y Santa María!, pues hasta el mismo Budha Gautama Siddharta, hubo de
librar espantosas guerras contra el Dragón horripilante MARA y sus tres
asqueantes Furias.
No está de
más transcribir aquí en forma oportuna, cierto versículo del evangelio
Buddhista que a la letra dice: "MARA (El Dragón de las tinieblas),
profirió las amenazas que inspiran el terror, y suscitó tal huracán, que los
cielos se oscurecieron y el mar rugió y palpitó. Pero bajo el árbol de Budhi
(la Higuera símbolo del sexo), el Bienaventurado permanecía tranquilo sin temer
nada. El iluminado sabía que ningún mal podía acaecerle".
¡Ah!, si
el Adepto pudiese exclamar: "Yo no soy el Dragón...", si pudiese
decir: "Ese monstruo nada tiene que ver conmigo...".
Empero,
está escrito claramente en el libro de todos los enigmas, que MARA es el MI
MISMO, el SI MISMO, en sus estados de infraconsciencia más profunda.
Zeus desde
el Olimpo, gobierna el mundo, y muchas veces hacen los Dioses lo que no se
espera y lo que se aguarda no sucede, y el cielo da a los negocios humanos fin
no pensado. Así ha acontecido ahora.
¿Pelear
contra el Dragón después de la Boda? ¡Qué sorpresa Dios mío!, extraño es lo que
me pasa...
Fácil es
descender a los MUNDOS-INFIERNOS; pero no lo es tanto volver. ¡Allí está el
duro trabajo! ¡Allí la difícil prueba!
Algunos
héroes sublimes, pocos en verdad, han logrado el regreso triunfal. Bosques impenetrables
separan al averno del mundo de la luz; y las aguas del pálido río, el Cócito, trazan
repliegues laberínticos en aquella penumbra, cuya sola imagen estremece.
Y rugió la
gran bestia espantosamente como cuando un león ruge y se estremecieron de
horror las potencias de las tinieblas.
Cuando en
el inmenso bosque silano, en la sombra espléndida del Taburno, dos toros de afilados
cuernos corren enfurecidos uno contra otro para pelear, los humildes pastores espantados
se retiran y como es apenas natural, todo el rebaño queda allí inmóvil y mudo
de terror.
Ellos con
todas sus fuerzas se van llenando de terribles heridas y con todo su peso se
hunden sus afilados cuernos en la carne; sus cuellos y espaldas manan roja
sangre purpurina y todo el bosque profundo retiembla con sus mugidos.
Igualmente
el Dragón de las tinieblas y mi alma anhelante, corrían uno contra el otro protegiéndose
con sus escudos y el abismo se llenaba de estruendo.
Júpiter el
venerable Padre de los Divinos y de los humanos, tiene en equilibrio,
contemplando la dura brega, los dos platillos maravillosos de su balanza
cósmica, y depone sobre cada uno de ellos los destinos de los dos combatientes.
¿Cuál sucumbirá? ¿En qué parte pesará la muerte? El pérfido Mara se siente
invulnerable en su audacia. La esperanza y el exceso de odio le agitan.
Empuña el
monstruo con su siniestra mano la temible lanza de Longibus; tres veces intenta
herirme en vano; desesperado arroja contra mí el Asta Santa; eludo el golpe de
la dura pica; interviene en esos precisos instantes mi Divina Madre Kundalini;
se apodera de la singular reliquia y con ella hiere mortalmente al abominable
engendro del infierno.
El Dragón
Rojo pierde poco a poco su gigantesca estatura, se empequeñece espantosamente,
se reduce a un punto matemático y desaparece para siempre en el tenebroso
antro...
Terribles
son los secretos del viejo abismo, océano sombrío y sin límites, donde la noche
primogénita y el Caos, abuelos de la naturaleza, mantienen una perpetua
anarquía en medio del rumor de eternas guerras, sosteniéndose con el auxilio de
la confusión.
El calor,
el frío, la humedad, la sequía, cuatro terribles campeones, se disputan allí la
superioridad y conducen al combate sus embriones de átomos que, agrupándose en
torno de la enseña de sus legiones y reunidos en sus diferentes tribus, armados
ligera o pesadamente, agudos, redondeados, rápidos o lentos, hormiguean tan
innumerables como las arenas del Barca o las de la ardiente playa de Cirene,
arrastrados para tomar parte en la lucha de los vientos y para servir de lastre
a sus alas veloces.
El átomo a
quien mayor número de átomos se adhiere domina por un momento. El Caos gobierna
como árbitro, y sus decisiones vienen a aumentar cada vez más el desorden,
merced al cual reina; después de él, es ostensible que en esas regiones
sumergidas sublunares el acaso lo dirige todo.
Ante aquel
abismo salvaje, cuna y sepulcro de la naturaleza, ante aquel antro que no es
mar ni tierra, ni aire, ni fuego, sino que está formado de todos esos
elementos, que, confusamente mezclados en sus causas fecundas, deben combatir del
mismo modo siempre, a menos que el LOGOS creador disponga de sus negros
materiales para formar nuevos mundos, ante aquel Tártarus bárbaro, el
horripilante engendro abismal exhaló su último aliento.
Entonces
sucedió algo insólito, maravilloso, extraordinario. Aquella fracción de mi
conciencia antes embutida entre el cuerpo descomunal del abominable monstruo,
regresó al fondo de mi alma...
CAPITULO
XLIII CONCLUSIÓN DE LOS TRABAJOS LUNARES
Después de
haber reducido a polvareda cósmica a MARA, el padre de las tres Furias
clásicas, hube entonces de enfrentarme valerosamente a las bestias secundarias
del abismo.
El día
terminaba lentamente; el aire delicioso de la noche invitaba a descansar de sus
fatigas a los seres vivientes que pueblan la faz de la tierra, y yo sólo me
preocupaba por sostener los combates del camino y de las cosas dignas de
compasión que mi memoria escribirá sin equivocarse.
¡Oh Musas
inefables! ¡Oh alto ingenio Divinal!, venid en mi auxilio ¡Júpiter, venerable
Padre de los Divinos y de los humanos! inspírame para que mi estilo no desdiga
de la naturaleza del asunto.
Interrumpió
mi sueño profundo un trueno tan fuerte, que me estremecí como hombre a quien se
despierta violentamente; me levanté y, dirigiendo una mirada en derredor mío,
fijé la vista para reconocer el lugar donde me hallaba; vime en una casa solitaria
junto al camino tenebroso.
Sentado en
un tosco sillón junto a la ventana desde la cual bien podía contemplarse el
escarpado sendero, evoqué entonces los tiempos idos...
Ciertamente
en otras edades yo había estado allí en la mansión del abismo y ante el mismo camino...
Nada de
esto me pareció nuevo; comprendí que estaba recapitulando misterios;
levantándome de la silla, abrí la vieja puerta de aquella morada y salí
caminando despacito... despacito por el camino solitario...
De una
sola ojeada, y atravesando con la mirada un espacio tan lejano como es dable a
la penetración de la vista espiritual, ví aquel lugar triste, devastado y
sombrío...
El piso
estaba húmedo y yo hube de detenerme intempestivamente ante cierto cable
eléctrico que yacía tendido en el suelo...
¿Un cable
de cobre cargado con alta tensión? ¡Qué horror!... y estuve a punto de
pisarlo...
"Es
preferible morir siendo libre, que vivir estando preso". Así clamó la voz
del silencio en la noche del misterio...
Y yo que
alarmado intentaba en esos precisos instantes retroceder, me sentí
reconfortado.
Avancé
resueltamente por aquellos parajes SUB-LUNARES a lo largo de la tortuosa senda abismal...
Vía
horrenda entre las pavorosas entrañas de la Luna pálida; misterioso sendero del
pasado gran día cósmico... ¡Cuántos recuerdos me traes!...
¡Ah sí!,
yo estuve activo en el MAHAMVANTARA anterior y viví entre los Selenitas del
Mundo
Lunar...
Ahora ese
viejo Mundo Lunar es un cadáver y de los Selenitas no quedan ni sus huesos...
Hondas
reflexiones conmovieron terriblemente las fibras más íntimas de mi alma
mientras silente caminaba por aquel sendero sumergido...
Entretanto
mi cuerpo planetario aquí en la Tierra, yacía en profundo reposo...
¿Es acaso
raro que el alma se escape del cuerpo físico durante la meditación? ¿Soñar?
¡No!... Ha mucho tiempo dejé de soñar... quienes despiertan conciencia ya no
sueñan...
¿AUTO-CONCIENCIA?
Esta es una facultad diferente y yo la tengo porque estoy bien muerto...
¿CONCIENCIA
OBJETIVA? Es obvio que si no la tuviese tampoco podría informar a mis amados
lectores sobre la vida en los mundos superiores...
¿Estudios?...
Sí y los hago fuera de mi cuerpo físico durante el Samadhí.
Empero,
volvamos a nuestro relato querido lector y perdonad esta pequeña, pero
importante
disgresión.
El
escarpado sendero lunar virando sorpresivamente hacia la izquierda, penetró
dentro de ciertas colinas muy pintorescas...
En ellas
vi algo así como un parque nacional en día domingo; un abigarrado conjunto de humanas
criaturas parecía disfrutar deliciosamente de la pradera...
Para solaz
y entretenimiento de muchos, algunos vendedores ambulantes iban y venían aquí, allá
y acullá vendiendo globos de colores...
Símbolo
viviente de la vida profana, así lo entendí; empero es ostensible que quise
vivir todo aquello con intensidad...
Estaba muy
absorto en todo eso, contemplando las muchedumbres de siempre, cuando de
pronto, he
aquí que algo insólito e inusitado sucede; me pareció como si de verdad el
tiempo se detuviera un momento...
En esos
instantes de terror surge de entre la maleza un lobo sanguinario que feroz y
con mirada aviesa intenta en vano agarrar su presa; ante él huyen de la felina
Parca despiadada algunas gallinas que cacarean...Extraordinaria simbología
oculta: Ave de corral, pusilánime, cobarde, tímida. Lobo sanguinario, cruel,
despiadado...
¡Pavor!
¡Terror! ¡Espanto!..., humanos estados sublunares de la infraconsciencia humana
y yo que había muerto en mí mismo..., ignoraba la existencia de esos animales
dentro de mis propios infiernos atómicos...
Afortunadamente
jamás en la dura brega arrojé mi Pica Santa; gracias a mi Madre Divina
Kundalini
he podido exceder a muchos en fuerza y habilidad con la lanza...
Habiendo
caído ya los principales demonios abismales, viles representaciones de mis
defectos infrahumanos, concluyeron épicamente mis trabajos lunares dando muerte
con el asta santa a muchas otras bestias infernales.
No está de
más decir que hube de recoger muy rico botín de guerra después de muchas
cruentas batallas...
Quiero
referirme con gran énfasis a aquellas múltiples gemas preciosas de mi propia
conciencia embutidas entre los deformes cuerpos abismales.
La última
parte del trabajo fue de carácter completamente atómico; no es nada fácil
expulsar a las malignas inteligencias de entre sus habitáculos nucleares.
Esto es
ciertamente lo que se entiende por transformar las aguas negras en blancas.
Ahora
tales átomos se han convertido en vehículos maravillosos de ciertas inteligencias
luminosas.
Chispas
magníficas capaces de informarnos sobre las actividades del enemigo secreto...
Una noche
de gloria tuve la honra más grande que se le pueda brindar a un ser humano: fui
visitado por el CRISTO Cósmico. El Adorable traía un gran libro en su mano
derecha como diciéndome: "Vais a entrar ahora en la esfera de
Mercurio".
Al ver al
Maestro no pude menos que exclamar diciendo: ¡Señor!, habéis llegado más pronto
de lo que yo pensaba. Todavía no os aguardaba.
El Cristo
vivo respondió dulcemente: "Yo a veces demoro en llegar cuando me toca
venir en el mes de marzo. Tú tienes que seguir muriendo todavía".
"¿Cómo
seguir muriendo todavía? ¡Sí! respondió el Adorable: Tenéis que seguir
muriendo", repitió...
Lo que
sucedió luego fue prodigioso. El Maestro se elevó lentamente hacia el sol de la
media noche, desprendiéndose después un poco del astro Rey como para bendecirme
y perdonar mis antiguos errores...
SAMAEL AUN WEOR
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