sábado, 2 de octubre de 2021

COSMOGONIA CALDEA

Los caldeos, herederos de la cultura sumerio-acadia, creían que el Universo apareció cuando un abismo primordial e informe llamado Nammu, se abrió espontáneamente y originó el nacimiento de An, dios del cielo, y de Ki, diosa de la Tierra.
Consideraban el Universo como un espacio completamente cerrado, en cuyo centro se encontraba la Tierra flotando inmóvil sobre el mar. La Tierra estaba formada por inmensas llanuras y en su centro se elevaba una alta montaña. El mar que rodeaba a la tierra estaba limitado por una alta e impenetrable muralla. El mar era un espacio prohibido para los hombres ya que si una persona se aventuraba en él, se perdería para siempre. Únicamente podrían navegarlo aquellas personas que hubiesen obtenido una autorización especial de los dioses, que lo otorgaban es muy contadas ocasiones tal como relataba la Epopeya de Gilgamesh.
El cielo estaba formado por una bóveda semiesférica sostenida por la muralla que rodeaba a la tierra. Su constructor fue Marduk, quien utilizó un metal duro y pulido que reflejaba la luz del Sol durante el día y que, al llegar la noche, adoptaba un color azul oscuro al transformarse en un telón que servía de fondo a la representación que hacían los dioses, identificados con los planetas, la Luna y las estrellas.

LA CREACIÓN SEGÚN BEROSO
Beroso, el caldeo, sacerdote babilonio en el siglo III a. C., en una obra titulada “De las cosas babilónicas” narraba cómo “En el primer año emergió del mar en los confines de Babilonia un extraño ser llamado Oannes, que tenía el cuerpo de pez, pero bajo la cabeza y la cola nacían una cabeza y unos pies humanos. Esta criatura pasaba todo el día con los hombres sin tomar alimento alguno y les transmitía el conocimiento de la escritura y de las diversas ciencias y artes, enseñándoles cómo construir ciudades y templos, los fundamentos de la agricultura, la geometría, la elaboración de leyes y cuanto conocimiento era necesario para la vida. Al ponerse el Sol se sumergía en el mar, donde pasaba las noches. Más tarde aparecieron otros seres semejantes a éste”.

Oannes también transmitió a los hombres el relato de la creación diciendo que “hubo un tiempo en el que reinaban las tinieblas y el agua. Estos elementos estaban poblados por seres monstruosos entre los que existían hombres de dos alas, algunos con cuatro alas y dos caras, con un cuerpo y dos cabezas, una de hombre y otra de mujer, y dotados de órganos masculinos y femeninos. Otros tenían piernas de cabras y cuernos, algunos pies como las patas de los caballos, otros tenían forma de centauros. También existían toros con cabeza humana y perros de cuatro cuerpos con cola de pez en los cuartos traseros y caballos con cabeza de perro o colas de peces. Además pululaban peces, reptiles, serpientes y otros muchos animales portentosos, que tenían entre sí trocados los rostros y cuyas imágenes se podían contemplar en el templo de Bel.

Una mujer llamada Omorka o Tiamat reinaba sobre todos los monstruos hasta que Belo partió la mujer por medio, y de la mitad de ella hizo la tierra y de la otra mitad el cielo y mató los animales que había en ella”.

No obstante, Beroso decía que todo esto era una alegoría. Que, en realidad, al principio sólo existían tinieblas, agua y los animales que podían vivir en ella y que Belo partió las tinieblas separando el cielo de la tierra y ordenó el mundo, pero los animales no pudiendo soportar la luz perecieron. Entonces, Belo contempló la tierra desierta y estéril y ordenó a uno de los dioses que le cortara la cabeza permitiendo que su sangre se mezclase con la tierra y creando así a los seres humanos y a los animales que pudieran soportar el aire. Al propio tiempo, Belo creó el Sol, y la Luna, las estrellas y los cinco planetas. La humanidad al estar originada por la sangre del dios supremo estaba dotada de inteligencia y participaba de la sabiduría divina.

En la cosmogonía caldea, a diferencia del Enuma Elis, no se mencionaban las luchas entre los dioses ni los intentos de terminar con la humanidad e, incluso, los seres monstruosos aparecían más como engendros del caos que como servidores de Omorka.

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