CAPÍTULO XXVII
EL PUBLICANO Y EL
FARISEO
Reflexionando un poco sobre las diversas circunstancias de
la vida, bien vale la pena comprender seriamente las bases sobre las cuales
descansamos.
Una persona descansa sobre su posición, otra sobre el
dinero, aquella sobre el prestigio, esa otra sobre su pasado, esta otra sobre
tal o cual título, etc., etc., etc.
Lo más curioso es que todos, ya sea rico o mendicante,
necesitamos de todos y vivimos de todos, aunque estemos inflados de orgullo y
vanidad.
Pensemos por un momento en lo que puedan quitarnos. ¿Cuál
sería nuestra suerte en una revolución de sangre y aguardiente?, ¿En qué
quedarían las bases sobre las cuales descansamos?, ¡Hay de nosotros, nos
creemos muy fuertes y somos espantosamente débiles!
El "Yo" que siente en sí mismo la base sobre la
que descansamos, debe ser disuelto si es que en realidad anhelamos la auténtica
Bienaventuranza.
Tal "Yo" subestima a las gentes, se siente mejor
que todo el mundo, mas perfecto en todo, mas rico, mas inteligente, mas experto
en la vida, etc.
Resulta, muy oportuno citar ahora aquella parábola de Jesús
el Gran KABIR, acerca de los dos hombres que oraban. Fue dicha a unos que
confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros.
Jesús el Cristo, dijo: "Dos hombres subieron al Templo a
orar; uno era Fariseo y el otro Publicano. El Fariseo, puesto en pie oraba
consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este Publicano; Ayuno dos
veces a la semana, doy diezmo de todo lo que gano. Más el Publicano estando
lejos, no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho
diciendo: "Dios sé propicio a mí, pecador". Os digo que éste
descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se
enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido". (LUCAS
XVIII, 10-14)
Empezar a darse cuenta de la propia nadidad y miseria en que
nos encontramos, es absolutamente imposible en tanto exista en nosotros el
concepto ese del "Más". Ejemplos: Yo soy mas justo que aquél, mas
sabio que fulano, mas virtuoso que zutano, mas rico, mas experto en las cosas
de la vida, mas casto, mas cumplidor de sus deberes, etc., etc., etc.
No es posible pasar a través del ojo de una aguja mientras
seamos "ricos", mientras en nosotros exista ese complejo del
"Mas".
"Es mas fácil pasar un camello por el ojo de una aguja,
que entrar un rico en el reino de Dios".
Eso de que tu escuela es la mejor y que la de mi prójimo no
sirve; eso de que tu Religión es la única verdadera, la mujer de fulano es una
pésima esposa y de que la mía es una santa; Eso de que mi amigo Roberto es un
borracho y que yo soy un hombre muy juicioso y abstemio, etc., etc., etc., es
lo que nos hace sentirnos ricos; motivo por el cual somos todos los
"CAMELLOS" de la parábola bíblica con relación al trabajo esotérico.
Es urgente auto-observarnos de momento en momento con el
propósito de conocer claramente los fundamentos sobre los que descansa.
Cuando uno descubre aquello que mas le ofende en un instante
dado; la molestia que le dieron por tal o cual cosa; entonces descubre las
bases sobre las cuales descansa psicológicamente.
Tales bases constituyen según el Evangelio Cristiano
"las arenas sobre las cuales edificó su casa".
Es necesario anotar cuidadosamente como y cuando despreció a
otros sintiéndose superior tal vez debido al título o a la posición social o a
la experiencia adquirida o al dinero, etc., etc., etc.
Grave es sentirse uno rico, superior a fulano o a zutano por
tal o cual motivo. Gente así no puede entrar al Reino de los Cielos.
Bueno es descubrir en que se siente uno halagado, en que es
satisfecha su vanidad, esto vendrá a mostrarnos los fundamentos sobre los que
nos apoyamos.
Sin embargo, tal clase de observación no debe ser cuestión
meramente teórica, debemos ser prácticos y observarnos cuidadosamente en forma
directa, de instante en instante.
Cuando uno comienza a comprender su propia miseria y
nadidad; cuando abandona los delirios de grandeza; cuando descubre la necedad
de tantos títulos, honores y vanas superioridades sobre nuestros semejantes, es
señal inequívoca de que ya empieza a cambiar.
Uno no puede cambiar si se cierra a eso que dice: "Mi
casa". "Mi dinero". "Mis propiedades". "Mi
empleo". "Mis virtudes". "Mis capacidades
intelectuales". "Mis capacidades artísticas". "Mis
conocimientos". "Mi prestigio" etc., etc., etc.
Eso de aferrarse a lo "Mío" a "Mí", es
mas que suficiente como para impedir reconocer nuestra propia nadidad y miseria
interior.
Uno se asombra ante el espectáculo de un incendio o de un
naufragio; entonces las gentes desesperadas se apoderan muchas veces de cosas
que dan risa; cosas sin importancia.
¡Pobres gentes!, Se sienten en esas cosas, descansan en
tonterías, se apegan a eso que no tiene la menor importancia.
Sentirse a sí mismos por medio de las cosas exteriores,
fundamentarse en ellas, equivale a estar en estado de absoluta inconsciencia.
El sentimiento de la "SEIDAD", (El SER REAL), sólo
es posible disolviendo a todos esos "YOES" que en nuestro Interior
llevamos; antes, tal sentimiento resulta algo más que imposible.
Desgraciadamente los adoradores del "YO" no
aceptan esto; ellos se creen Dioses; piensan que ya poseen esos "Cuerpos
Gloriosos" de que hablara Pablo de Tarso; suponen que el "YO" es
Divino y no hay quien les quite tales absurdos de la cabeza.
Uno no sabe qué hacer con tales gentes, se les explica y no
entienden; siempre aferrados a las arenas sobre las cuales edificaron su casa;
siempre metidos en sus dogmas, en sus caprichos, en sus necedades.
Si esas gentes se auto-observaran seriamente, verificarían
por si mismos la doctrina de los muchos; descubrirían dentro de sí mismos a
toda esa multiplicidad de personas o "Yoes" que viven dentro de
nuestro interior.
¿Cómo podría existir en nosotros el real sentimiento de
nuestro verdadero SER, cuando esos "Yoes" están sintiendo por
nosotros, pensando por nosotros?
Lo más grave de toda esta tragedia es que uno piensa que
está pensando, siente que está sintiendo, cuando en realidad es otro el que en
un momento dado piensa con nuestro martirizado cerebro y siente con nuestro
adolorido corazón.
¡Infelices de nosotros!, Cuántas veces creemos estar amando
y lo que sucede es que otro dentro de sí mismos lleno de lujuria utiliza el
centro del corazón.
¡Somos unos desventurados, confundimos a la pasión animal
con el amor!, y sin embargo es otro dentro de sí mismos, dentro de nuestra
personalidad, quien pasa por tales confusiones.
Todos pensamos que jamás pronunciaríamos aquellas palabras
del Fariseo en la parábola bíblica: "Dios, te doy gracias porque no soy
como los otros hombres", etc., etc., etc.
Sin embargo, y aunque parezca increíble, así procedemos
diariamente. El vendedor de carne en el mercado dice: "Yo no soy como los
otros carniceros que venden carne de mala calidad y explotan a la gente".
El vendedor de telas en la tienda exclama: "Yo no soy
como otros comerciantes que saben robar al medir y que se han
enriquecido".
El vendedor de leche afirma: "Yo no soy como otros
vendedores de leche que le ponen agua a la misma. Me gusta ser honrado".
La señora de casa comenta en visita, lo siguiente: "Yo
no soy como fulana que anda con otros hombres, soy gracias a Dios persona
decente y fiel a mi marido".
Conclusión: Los demás son malvados, injustos, adúlteros,
ladrones y perversos y cada uno de nosotros una mansa oveja, un "Santito
de Chocolate" bueno para tenerlo como un niño de oro en alguna iglesia.
¡Cuán necios somos!, pensamos a menudo que nunca hacemos
todas esas tonterías y perversidades que vemos hacer a otros y llegamos por tal
motivo a la conclusión de que somos magnificas personas, desgraciadamente no
vemos las tonterías y mezquindades que hacemos.
Existen extraños momentos en la vida en que la mente sin
preocupaciones de ninguna clase reposa. Cuando la mente está quieta, cuando la
mente está en silencio adviene entonces lo nuevo.
En tales instantes es posible ver las bases, los
fundamentos, sobre los cuales descansamos.
Estando la mente en profundo reposo ulterior, podemos
verificar por sí mismos la cruda realidad de esa arena de la vida, sobre la
cual edificamos la casa. (Véase Mateo 7 - Versículos 24-25-26-27-28-29;
parábola que trata de los dos cimientos).
CAPÍTULO XXVIII
LA VOLUNTAD
La "Gran Obra" es ante todo, la creación del
hombre por sí mismo, a base de trabajos confidentes y padecimientos
voluntarios.
La "Gran Obra" es la conquista interior de sí
mismos, de nuestra verdadera libertad en Dios.
Necesitamos con urgencia máxima, inaplazable, desintegrar
todos esos "Yoes" que viven en nuestro interior si es que en realidad
queremos la emancipación perfecta de la Voluntad.
Nicolás Flamel y Raimundo Lulio, pobres ambos, liberaron su
voluntad y realizaron innumerables prodigios psicológicos que asombran.
Agripa no llegó nunca mas que a la primera parte de la
"Gran Obra" y murió penosamente, luchando en la desintegración de sus
"Yoes" con el propósito de poseerse a sí mismo y fijar su
independencia.
La emancipación perfecta de la voluntad asegura al sabio el
imperio absoluto sobre el Fuego, el Aire, el Agua y la Tierra.
A muchos estudiantes de Psicología contemporánea les
parecerá exagerado lo que renglones arriba afirmamos en relación con el poder
soberano de la voluntad emancipada; Sin embargo la Biblia nos habla maravillas
sobre Moisés.
Según Filón, Moisés era un Iniciado en la tierra de los
Faraones a orillas del Nilo, Sacerdote de Osiris, primo del Faraón, educado
entre las columnas de ISIS, la Madre Divina, y de OSIRIS nuestro Padre que está
en secreto.
Moisés era descendiente del Patriarca Abraham, el gran Mago
Caldeo, y del muy respetable Isaac.
Moisés el hombre que liberó el poder eléctrico de la
voluntad, posee el don de los prodigios; esto lo saben los Divinos y los
humanos. Así está escrito.
Todo lo que las Sagradas Escrituras dicen sobre ese caudillo
hebreo, es ciertamente extraordinario, portentoso.
Moisés transforma su bastón en serpiente, transforma una de
sus manos en mano de leproso, luego le devuelve la vida.
La prueba aquella del zarzal ardiente ha puesto en claro su
poder, la gente comprende, se arrodilla y se prosterna.
Moisés utiliza una Vara Mágica, emblema del poder real, del
poder sacerdotal del Iniciado en los Grandes Misterios de la Vida y de la
Muerte.
Ante el Faraón, Moisés cambia en sangre el agua del Nilo,
los peces mueren, el río sagrado queda infectado, los egipcios no pueden beber
de él, y las irrigaciones del Nilo derraman sangre por los campos.
Moisés hace más; logra que aparezcan millonadas de ranas
desproporcionadas, gigantescas, monstruosas, que salen del río e invaden las
casas. Luego, bajo su gesto, indicador de una voluntad libre y soberana,
aquellas ranas horribles desaparecen.
Más como el Faraón no deja libre a los israelitas. Moisés
obra nuevos prodigios: cubre la tierra de suciedad, suscita nubes de moscas
asqueantes e inmundas, que después se da el lujo de apartar.
Desencadena la espantosa peste, y todos los rebaños excepto
los de los judíos mueren.
Cogiendo hollín del homo —dicen las Sagradas Escrituras— lo
tira al aire y, cayendo sobre los Egipcios, les causa pústulas y úlceras.
Extendiendo su famoso bastón Mágico, Moisés hace llover un
granizo del cielo que en forma inclemente destruye y mata. A continuación hace
estallar el rayo flamígero, retumba el trueno aterrador y llueve
espantosamente, luego con un gesto devuelve la calma.
Sin embargo el Faraón continúa inflexible. Moisés, con un
golpe tremendo de su vara mágica, hace surgir como por encanto nubes de
langostas, luego vienen tinieblas. Otro golpe con la vara y todo retorna al
orden original.
Muy conocido es el final de todo aquel Drama Bíblico del
Antiguo Testamento: Interviene Jehová, hace morir a todos los primogénitos de
los egipcios y al Faraón no le queda más remedio que dejar marchar a los
hebreos.
Posteriormente Moisés se sirve de su vara mágica para hender
las aguas del Mar Rojo y atravesarlas a pie seco.
Cuando los guerreros egipcios se precipitan por allí
persiguiendo a los israelitas, Moisés con un gesto, hace que las aguas se
vuelvan a cerrar tragándose éstas a los perseguidores.
Incuestionablemente muchos Seudo-Ocultistas al leer todo
esto, quisieran hacer lo mismo, tener los mismos poderes de Moisés, sin embargo
esto resulta algo más que imposible en tanto la Voluntad continúe embotellada
entre todos y cada uno de esos "Yoes" que en los distintos trasfondos
de nuestra psiquis cargamos.
La Esencia embutida entre el "Mi Mismo" es el
Genio de la lámpara de Aladino, anhelando libertad... Libre tal Genio, puede
realizar prodigios.
La Esencia es "Voluntad-Conciencia"
desgraciadamente procesándose en virtud de nuestro propio condicionamiento.
Cuando la Voluntad se libera, entonces se mezcla o fusiona
integrándose así con la Voluntad Universal, haciéndose por esto soberana.
La Voluntad individual fusionada con la Voluntad Universal,
puede realizar todos los prodigios de Moisés.
Existen tres clases de actos: A) Aquellos que corresponden a
la Ley de los accidentes. B) Esos que pertenecen a la Ley de Recurrencia,
hechos siempre repetidos en cada existencia. C) Acciones determinadas
intencionalmente por la Voluntad-Consciente.
Incuestionablemente sólo gentes que hayan liberado su
Voluntad mediante la muerte del "Mí Mismo", podrán realizar actos
nuevos nacidos de su libre albedrío.
Los actos comunes y corrientes de la humanidad, son siempre
el resultado de la Ley de Recurrencia o el mero producto de accidentes
mecánicos.
Quien posee Voluntad libre de verdad, puede originar nuevas
circunstancias; quien tiene su Voluntad embotellada entre el "Yo
Pluralizado", es victima de las circunstancias.
En todas las páginas bíblicas existe un despliegue
maravilloso de Alta Magia, Videncia, Profecía, Prodigios, Transfiguraciones,
Resurrección de muertos, ya por insuflación o por imposición de manos o por la
mirada fija sobre el nacimiento de la nariz, etc., etc., etc.
Abunda en la Biblia el masaje, el aceite sagrado, los pases
magnéticos, la aplicación de un poco de saliva sobre la parte enferma, la
lectura del pensamiento ajeno, los transportes, las apariciones, las palabras
venidas del cielo, etc., etc., etc., verdaderas maravillas de la Voluntad
Conciente liberada, emancipada, soberana.
¿Brujos?, ¿Hechiceros?, ¿Magos Negros?, Abundan como la mala
hierba; empero esos no son Santos, ni Profetas, ni Adeptos de la Blanca
Hermandad.
Nadie podría llegar a la "Iluminación Real", ni
ejercer el Sacerdocio Absoluto de la Voluntad-Conciente, si previamente no
hubiera muerto radicalmente en sí mismo, aquí y ahora.
Muchas gentes nos escriben frecuentemente quejándose de no
poseer Iluminación, pidiendo poderes, exigiéndonos claves que les conviertan en
Magos, etc., etc., etc., empero nunca se interesan por auto-observarse, por
auto-conocerse, por desintegrar esos agregados psíquicos, esos "Yoes"
dentro de los cuales se encuentra enfrascada la Voluntad, la Esencia.
Personas así, obviamente están condenadas al fracaso. Son
gentes que codician las facultades de los Santos, pero que de ninguna manera
están dispuestas a morir en sí mismas.
Eliminar errores es algo mágico, maravilloso de por sí, que
implica rigurosa auto-observación psicológica.
Ejercer poderes es posible cuando se libera radicalmente el
poder maravilloso de la Voluntad.
Desgraciadamente como las gentes tienen la voluntad
enfrascada entre cada "Yo", obviamente aquella se encuentra dividida
en múltiples voluntades que se procesan cada una en virtud de su propio
condicionamiento.
Resulta claro comprender que cada "Yo" posee por
tal causa su voluntad inconsciente, particular.
Las innumerables voluntades enfrascadas entre los
"Yoes", chocan entre sí frecuentemente, haciéndonos por tal motivo
impotentes, débiles, miserables, victimas de las circunstancias, incapaces.
V.M. SAMAEL AUN WEOR.
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