LA ROSA Y LA VERDADERA ORACIÓN
Si la palabra Religión procede
etimológicamente de religare latino, su significación más estricta será la de
volver a unir, la de volver a enlazar al hombre con la Causa primera que lo ha
creado…
Esta suprema e indudable aspiración, como un
Ángel de la Guarda, camina al lado del hombre desde la Cuna al Sepulcro, y en
todos los instantes de su vida procelosa habla a su oído para que no olvide
este santo deber, único y primordial, que le es impuesto como imagen de Dios…
Pero el hombre, ebrio de los deleites de la
vida, apasionado con los placeres artificiales que él mismo se crea para
halagar su parte de materia, que es la única que da valor y preponderancia, no
escucha esa voz santa que a cada momento le está gritando:
Ora… Ora…
Y sigue su ruta - esa ruta falaz que nos
trazamos por una inconsciencia - buscando aquí y allí, como un santo sendero,
como una oculta felicidad que se le ha perdido y no la encuentra… Bebe en los
senos de las mujeres en flor, agota la fruta prohibida hasta caer rendido al
pie del árbol, se sume en el alcohol como dicha fugaz y artificiosa, recurre a
la crápula más soez, y cuando torna manchado, rendido, impotente, con el alma
rota y el cuerpo maltrecho, entonces se acuerda que pudo existir una vereda de
salvación que no siguió a tiempo, y la desesperación más tenaz hace presa en su
propia carne para hacerle un idiota o conducirle al suicidio…
La Humanidad actual, lleva una carrera
vertiginosa. No se para. No se detiene. Su afán es acortar todo lo distante y
llegar pronto. Pero, a la llegada cesa el afán y la desilusión de lo conseguido
pone un tinte de tristeza en cada alma.
El vicio sigue corroyendo los cuerpos y las
entrañas del Ser. El hombre, la mujer misma, anda a la caza constante de un
momento de voluptuosidad y cuando lo consigue, cuando todo está saciado, da la
razón a Ovidio: Post coitum omnia animalia tristia… Y es que el Santo
Sacramento de creced y multiplicaos, ha cedido su paso al vicio execrable de un
mísero placer, tanto más amargo, cuanto más repetido, sin observar que ese
santo privilegio concedido por Dios, es una dulce dádiva que sólo debe
utilizarse en los instantes cumbres de rendible homenaje…
Torna, ¡Oh, Hombre!, de tu vertiginosa
carrera. Párate. Escucha tu propia voz. Date
cuenta del fin para que fuiste creado. Mira a
la Naturaleza. Observa todas sus bellezas y extasíate ante el ave cuyo blando
gorjeo llena el bosque de rítmica armonía…
Luego,
ojea la planicie.
Vuelve la vista
atrás. Por allí,
vienen rugiendo tus hermanos. No tienen pan. Hay hambre y sus
pequeñuelos lo piden. Caminan bajo la nieve, y las carnes juveniles les tiritan
de frío. Entonces, ¡Oh, Hombre!, álzate y ten un gesto de virilidad, de hombría
de bien y rebélate contra ti mismo, contra lo que tú has creado, contra la
misma Sociedad desaprensiva. Tiéndeles tu mano y derrama dos lágrimas amargas.
Entonces… Ora.
Mira. La Oración es el místico camino de las
Almas y el Ser Humano necesita a cada instante de ella, porque es el único
vehículo de comunicación con Dios.
Pero, fíjate. No es esa Oración la de todas
las Religiones, donde se repiten inconscientemente frases y palabras de hueco
sentido, creyendo que ellas tan sólo son capaces de ablandar el corazón de un
Dios, puramente comerciable, llevándole con absurda apariencia dos velas
míseras o autorizando a un Sacerdote por unas monedas para que perdone los
pecados y conceda privilegios. No es esa la Oración. Eso es indigno, porque
Dios, la Suma Omnipotencia, queda rebajado con este pauperismo estulto.
La Oración es algo más grande, más íntimo,
más callado, más profundamente callado… El que ore, debe dar sin aguardar
recompensa. Esta vendrá luego a modo de salario, que cada uno recibe sin
pedirlo, y serán sus Obras las que reclamen el precio…
Nuestra Oración debe ser dirigida, cada día,
hacia las fuerzas cósmicas con todo fervor y fe, y cuando estemos saturados del
ambiente divino que ellas derraman sobre cada uno, entonces es cuando debemos
solicitar la dádiva. Es decir, que nos penetren, que nos llenen de su santa
influencia, que nos envuelvan con su dulce bienestar para que la espiritualidad
sea carne de nuestra carne y la enfermedad, la desgracia, el fracaso, se
detengan a nuestra puerta.
La Oración, además, no debe ser un hábito ni
una rutina, sino una fervorosa expansión del Hijo que pide al Padre o del Alma
que trata de fundirse al Espíritu Inmenso que todo lo inunda…
En la Oración, se debe sentir uno como
diferenciado y, sin embargo, unido a Dios - como parte que somos de la
Divinidad, - para lograr el dulce éxtasis que ha de abrir nuestra
Rosa bendita…
Y esta ha de ser la obligación de cada día.
Si nuestro tiempo es corto, basta un simple recogimiento mental. A veces, la
Poesía, la Pintura, la Música, un Paisaje de la misma Naturaleza, son bastantes
para hacernos sentir y, en ese momento, estamos en Oración, en plena unión con
Dios mismo…
Si en cada Oración hacemos Magia Divina,
pedid en todas ellas por vuestros enemigos. No hay más grato placer… Pero pedid
también por todos. Por los que nos aman, porque nos comprenden, y por todos
aquellos que nos odian, porque no nos comprenden.
La Rosa - vuestra propia dignidad latente -
irá abriendo sus pétalos en el hilo de las horas y poco a poco os sentiréis
dichosos. Entonces, la Felicidad que buscáis en vuestro vértigo será realizada
y a la vuelta de un camino, cuando menos lo esperéis, en choza humilde o en
suntuoso palacio, os gritará: AQUÍ ESTOY.
EPÍLOGO
Lector querido:
La Rosa Esotérica ha terminado, y con ella mi
tortura infinita de no ser más explícito en asunto de tanta trascendencia…
Cuando el Maestro habla, la Rosa pone sobre sus labios angustioso sigilo y la
Esfinge se alza ante él con el dedo en el labio para recordarle su deber de
silencio…
No es posible hablar más… Que estas pequeñas
normas, trazadas para ti, sean como una Vía Láctea en tu sendero y ellas te
ayuden a cultivar tu jardín para que una nueva Primavera lo haga florecer con
Rosas Luminosas.
Ve y medita. Estudia y observa y no rompas,
jamás, el ritmo de la Naturaleza. Todo en ella es Armonía, Arte misterioso y
sublime; un Verso mágico, como un rayo de Sol, cruzando los bellos horizontes y
tú - ente divino - tienes el deber de contribuir rítmicamente a esa Armonía…
Labra tu Piedra y sé sereno… Si tu Espíritu
está sereno, porque tu Piedra fue labrada, podrás asomarte al alma de todos los
Humanos para observar sus contrastes de Luz y de Sombras. Acabará para ti la
rudimentaria y frívola manera de ver las cosas y tu personalidad se ensanchará,
rompiendo los límites de tu objetivo para que veas en plena luz.
Hay que ser libres. Romper las cadenas que
nos atan, para arrojar fuera de nosotros la Cruz de nuestros viejos prejuicios,
y estar exentos de todo bagaje, de toda carga que pueda aprisionarnos. Así
sentiremos sobre nuestros hombros dos alas gigantescas que se agitan y
estaremos aptos para el menor impulso de vuelo.
Tal vez un día, no lejano, cultivando tu
Huerto Florido, sientas la gloria del éxtasis, y entonces verás qué sagrado
terror y qué amoroso deleite tiene este dulce Shámadi para tu alma, cuando se
sienta desprendida. Las horas dejarán de ser lo que son, dentro del orden del
Tiempo, y bajo el arco triunfal de la otra vida penetrarás cubierto de Rosas.
Ni el antes ni el después, tendrán razón para ti. Todo será uno en la quieta
beatitud de ese instante donde todo se hermana, hasta el placer y el dolor,
para buscar la Unidad, que es la nota mágica de toda Belleza…
Toma este Libro por guía… Que sea tu
Breviario de cada hora. Lo que en él está callado, como deber de sigilo,
pregúntaselo a tu Ego Interno. Húndete en ti mismo y háblale. El lo sabe todo y
podrá intuirte otras normas. Así serás como aquel discípulo mexicano, a quien
el Santo Maestro le expuso en sueños el más grande y secreto misterio de la
Rosa…
Que los siete caminos estéticos que van hacia
la Divinidad, se abran a tu paso para que las Rosas florezcan sobre tu Cruz.
krumm heller
No hay comentarios:
Publicar un comentario