jueves, 17 de febrero de 2022

LA PSICOLOGIA EXPERIMENTAL Y LOS FENÓMENOS PARAPSICOLÓGICOS


Dentro del terreno de lo psicológico y parapsicológico, existen ciertamente sorpresas extraordinarias. En momentos en que inicio esta plática, me viene a la memoria el caso insólito de Eusapia Palladino, de Nápoles. En presencia de esta mujer se sucedían fenómenos parapsicológicos extraordinarios. Sabios (escépticos, materialistas) de toda Europa, viajaron a Ná­poles con el propósito de "desenmascarar el fraude", como lo decían en aquellos días. Realmente el caso asombraba.


            Para analizar las cuestiones meramente parapsicológicas de Eusapia Palladino, hubo que organizar todo un laboratorio. No faltaban allí, básculas delicadisimas, papel fosforescente, yeso, placas fotográficas muy sensibles, aparatos de música entre cajas de acero, debidamente electrizadas con alta tensión, etc. Este caso parapsicológico era formidable: Eu­sapia Palladino fue sentada en una silla muy especial; de lado y lado se colocaron postes de acero, se le envolvió en alambres de cobre hasta las orejas, los agujeros de las orejas, don­de siempre van los aretes de las mujeres, fue­ron traspasados con alambres, sus dedos, su cuerpo entero, con el propósito de "conjurar cualquier fraude".

            Se le ató a los postes de acero, en forma tal que cualquier movimiento se hacía imposible. Si intentaba durante los experimentos parapsicológicos, mover siquiera un dedo, resonaba un timbre... Se examinó el cuerpo de la pre­sunta paciente; la urea, normal; no se encon­tró albúmina en sus riñones. La sangre, negati­vo total; el funcionamiento hepático, normal; no se hallaron cálculos en la vesícula biliar. El examen endológico demostró un organismo sano. El caso era, pues, formidable.

            En presencia de Eusapia Palladino una me­sa, violando la Ley de la Gravedad, se suspen­dió en la atmósfera. Se sacaron fotografías del hecho, se comprobó hasta la saciedad el fenómeno. Quienes asistieron, eran escépticos materialistas, tipos incrédulos en un ciento por ciento, y sin embargo la Ley de la Gravedad había sido violada. No presentó la paciente (en éste caso concreto) sino únicamente cierto temblor nervioso, más bien de tipo histérico (no creo que hubiese llegado hasta el temblor de tipo epileptoide).

            No poseía cultura de ninguna especie, intelectualmente era una mujer analfabeta.

            Continuando con aquellos experimentos de tipo parapsicológico, acaeció que una bando­lina que se hallaba en el suelo del laboratorio, flotó en la atmósfera circundante, y lo más extraordinario es que resonaba con una música armoniosa, como si manos metafísicas la estuviesen haciendo vibrar. El examen he­cho, en tal caso, no demostró fraude. Quienes estaban, no eran tipos fanáticos, pues eran ab­solutamente escépticos, incrédulos en un cien­to por ciento, y la bandolina flotaba en el ambiente circundante
            La madre de Botacci, la madre de un científico, muerta ella hacía algunos años, apareció en medio del laboratorio. Se sacaron fotografías, los científicos no se dejaron llevar de las emociones inferiores. Usaron sus placas, sus reflectores, etc., y además, las placas foto­gráficas no eran susceptibles de alucinación. Podríamos aceptar la palabra "alucinación", pero no es concebible que las placas fotográficas puedan pasar por el proceso de la alucinación.

            El hecho era concreto y exacto: se trataba de asuntos científicos que debían ser rigurosa­mente comprobados. Fue fotografiada la difunta: también se obtuvieron moldes de ros­tros en yeso, moldes de manos aparentemente invisibles, en yeso. Todo este material didáctico fue rigurosamente registrado, fenómenos, pues, insólitos dentro del terreno mis­mo de lo parapsicológico. Los movimien­tos nerviosos podrían acusar histerismo en la paciente, más no hubo huellas, o no se regis­traron temblores nerviosos de tipo epileptoide. Todo esto, pues, lo hago notar aquí, ante ustedes, dentro del terreno exclusivo parapsicológico.

            Claro, aquellos científicos incrédulos regresaron a sus países de origen, absolutamente convencidos de lo metafísico. De pronto no pudieron ellos sentar teorías: se limitaron a regis­trar fenómenos y creo que esto es mas que su­ficiente para reflexiones.

            Que se puedan inferir de tales fenómenos algunas teorías interesantes, es innegable. "Teoría" significa "procesión de ideas" y en este caso, cada cual es libre de sentar su teoría; yo me limito a citar fenómenos.

            En Estados Unidos, California, en Merville, acaeció otro hecho, también insólito, que traigo esta tarde aquí, para reflexión. To­dos hemos oído hablar de William Crookes, el hombre que presentó la "materia radiante" en sus tubos de ensayo, un científico de renombre. Acaeció en aquel pueblo, también, algo que está fuera de lo normal; ciertas piedras eran arrojadas a casa de una familia distinguida, a la casa de las señoritas Fox. Y lo más intere­sante es que esas piedras entraran por una ventana y salieran por otra, con movimientos, pues, fuera de lo normal. William Crookes, llamado a este tipo de investigaciones parapsi­cológicas, notó que cuando tales fenómenos sucedían en aquella casa, dos jóvenes, dos señoritas, caían en un trance psíquico muy especial. Resolvió examinarlas detenidamente. Se notó, en estos casos, movimientos nerviosos de tipo epileptoide, y esto es bastante interesante. Llegaban estas damas, no sólo a la hipnosis, sino que en un estado más avanzado, penetra­ban hasta la catalepsia. Quienes han estudiado algo de hipnología universitaria, sabrán dife­renciar muy bien entre lo que es un trance hip­nótico y un trance de tipo cataléptico. Podría decirles a ustedes que considero el trance hipnótico, como la introducción, dijéramos, al estado cataléptico.

            Suele ser difícil llevar un paciente al estado cataléptico. Dentro del terreno de la vida real, muchas veces se ha dado sepultura a un suje­to en estado cataléptico. Y me viene a la memoria, en estos momentos, algo que acaecía en Puebla. Allí existía un sepulturero, o un jefe de Panteón, para ser más claro, muy inte­resante. Antes de permitir la sepultura de alguien, exigía que se dejase el ataúd, pues, con el di­funto, una noche dentro de la capilla, con el propósito de darle oportunidad "por si acaso", "por si las moscas", como dicen, a que volviera en sí. Este hombre al fin declaró, a través de la Radio, que "por lo menos un cincuenta por ciento de los candidatos a sepultura, habían resucitado". Fue un poco atrevido su concepto. Aún más: se atrevió a citar nombres y apellidos de doctores que dictaron o que firmaron certificados de defunción. Por aquellos días se estaba formando un gran problema con moti­vo de esas declaraciones en Puebla. Al fin le prohibieron a este hombre seguir hablando; esto debe invitarnos a la reflexión.

            ¿Y qué diremos nosotros de las momias de Guanajuato? Muchas aparecen en actitudes insólitas, como tratando de abrir una caja, o volteadas boca abajo. Se ve que a muchos, pues, se les ha dado sepultura en estado de catalepsia. ¿Qué la ciencia hipnológica universitaria capacite a un profesional para llevar al paciente hasta el estado cataléptico? No es imposible: pero ante todo, el profesional tiene que volverse idóneo en hipnología, de lo contrario, no sería posible llevar a un paciente hasta el estado cataléptico.

            Bueno, para no desviarnos tanto del tema, continuaré diciéndoles a ustedes que aquellas señoritas Fox, de Merville, llegaban hasta el es­tado cataléptico. En los análisis hechos, sí exis­tía, en este caso, movimiento nervioso epi­leptoide. Esto nos invita a la reflexión; nos acordamos de aquellos posesos del Evangelio Crístico, con convulsiones de tipo epiléptico. En todo caso, sí se notó, pues, el movimien­to nervioso epileptoide en las señoritas Fox, de Merville. Por lo demás, el análisis no demos­tró ningún órgano afectado en particular. El análisis cerebral dio buenos resultados y en general, toda su historia clínica, dijéramos, era normal. Cuando estas damas caían en ca­talepsia, se obtenía cierta materialización fan­tasmal, fuera de lo común. William Crookes, que era un físico extraordinario, construyó para el efecto, o hizo para el efecto, organi­zó un laboratorio específico, definido. A ellas las metió en una "cámara negra", debidamente encadenadas, con el propósito de asegurarse de la posibilidad de cualquier fraude. Una vez en catalepsia aquellas damas, venían los fenómenos. Sin embargo el doctor William Crookes, tengo entendido que apelaba en parte a la hipnología, hasta llevarlas al trance. Posteriormente, haciendo mayores esfuerzos, conseguía la catalepsia y ya en estado cataléptico (apareció en pleno laboratorio) alguien: una dama que decía llamarse Katye King, muerta hacía no se cuantos años.

            Todos los científicos que vinieron a los experimentos parapsicológicos del doctor William Crookes (eminente físico, descubridor de la materia en estado radiante), eran gente escéptica. No había allí religiosos ni fanático de ningún tipo; la cuestión era exclusivamente científica. Las fotografías que se tomaron fueron exactas; se logró fotografiar a Katye King, que estuvo materializándose, durante tres años consecutivos, en el laboratorio del eminente físico. Ella se dejó someter a toda clase de análisis científicos y después de tres años, lentamente y en presencia de todos los sabios, se desmaterializó, dejando sin embargo un bucle de ca­bello, allí, como testimonio. Dijo: "He cum­plido una misión, he demostrado que más allá de la tumba hay algo distinto, algo diferente. A eso he venido, y ya cumplida mi misión, me retiro". Abrazó a todos los sabios y en presencia de todos ellos, lentamente se fue desmaterializando. Como para que no creyeran que se trata­ba de simples alucinaciones, dejó un bucle de cabello. Ante hechos insólitos. tan crudos, tan realistas, francamente no concibo cómo pueda existir todavía el escepticismo materialista, máxime cuando en la Universidad de Ciencias Psíquicas de Londres, existe muchisima documentación parapsicológica.

            Algo que nos asombra, y es que por esta época, de la escéptica Rusia marxista-leninista esté viniendo ahora la mayor cantidad de material didáctico-parapsicológico. Han inventado los rusos, un aparato extraordinario, me­diante el cual es posible percibir, y hasta fo­tografiar, el fondo vital orgánico. Tal fondo vital, visto a través de ese apa­rato, recibió en Rusia el nombre específico, definido, de "Cuerpo Bioplástico".

            Se le ha estudiado en relación con los órganos, se le ha estudiado fuera de los órgano, se ha fotografiado al Cuerpo Vital detenida­mente. No hay duda de que el Cuerpo Bioplástico y el Cuerpo Vital es lo mismo. Lo curioso del caso es que los indostanes ya conocían, antes del invento de este aparato, al Cuerpo Bioplástico, sólo que le denominaban Lingam Sarira.

            Y me viene a la memoria, en este momento, un experimento parapsicológico notable. Un sujeto pasivo, en trance cataléptico, pu­do proyectar fuera de sí mismo, a unos cuan­tos metros, al Cuerpo Bioplástico. Algún periodista que se hallaba en esa sesión científica, sacó su pistola y disparó contra tal cuerpo, que se había hecho visible y tangible a pocos metros, frente al sujeto cataléptico. Lo interesante de esta cuestión fue que la bala hubiera ido a parar, exactamente, al ventrícu­lo izquierdo del corazón del sujeto cataléptico. Obviamente, éste murió. Pero yo me pre­guntaría y le preguntaría a ustedes, como per­sonas cultas: ¿cómo es posible que una bala disparada a distancia contra un objeto "A", aparezca de pronto en una persona "B", situa­da al lado del que ha disparado? Tal vez, di­rían ustedes, podría sucederse el hecho de que se hubiese sido víctima de una alucinación, o si el sujeto pasivo hubiera intentado un truco, colocándose él mismo de blanco para la bala. Pero el caso es que el sujeto pasivo estaba al lado del periodista; junto al sujeto pasivo habían otros controlando el experimento.

            Esto escapa perfectamente a las leyes de la Física, como escapa el Meson K, por ejemplo, a la Ley de la Paridad. Bien saben ustedes que en Física, ha llamado la aten­ción que el famoso Meson K se burle de la Ley de la Paridad. Parece interferido el Meson K por leyes de un universo que yo llamaría "universo paralelo". Considero que el concepto de "universos paralelos" resiste cualquier análisis, máxime cuando se ahonda en los misterios del Meson K.

            Bien, obviamente, vemos pues que el Cuerpo Bioplástico tiene realidad. Eminentes hombres dedicados a la ciencia de la Parapsicología, ahondando por este camino de los rusos, han descubierto cuatro cualidades especificas del Cuerpo Vital, o Cuerpo Bioplástico:

            a) Está íntimamente relacionado con los procesos bioquímicos, tanto de asimilación como de eliminación.

            b) Se encuentra asociado también a los procesos relacionados con la sexología, ya sea dentro del terreno de la fecundación, o de los simples partos.

            c) Hay relación del cuerpo ese, con los procesos de la luz, del color, del calor, del sonido, de las percepciones, etc.

            d) Está relacionado con la imaginación y la voluntad.

            Yo creo que Don Emmanuel Kant, el filóso­fo de Königsberg, el autor maravilloso de "La Crítica de la Razón Práctica" y de "La Crítica de la Razón Pura", tuvo gran razón al asegurar la necesidad de un nexus formativus para el organismo humano. Tal ne­xus formativus sería, incuestionable­mente, el Cuerpo Bioplástico ruso.

            Ahondando por estos caminos, llegamos a la conclusión de que un cuerpo puramente bioquímico, fisiológico, anatómico, no puede existir sin un nexus formativus. Tampoco yo podría concebir la existencia de este edificio, si no hubieran cimientos para los muros, para las partes.

            Pero hay algo que to­davía no hemos tocado. Me viene a la memoria el caso de Katye King, materializada en pleno laboratorio, o la madre de Botacci, el gran científico italiano, materializada también en aquel otro laboratorio de Nápoles.

            No hay duda de que existe un Yo psicológico. F.W.H. Myers, nos habla francamente del "Yo Subliminal" (cada cual es muy libre de pensar como quiera), pero no en­contraríamos realmente una explicación lógica que resistiera un análisis, si no existiese un sujeto de tipo más bien psicológico. No es posible concebir una máquina que pueda, por sí misma, tener procesos analíticos definitivos: que tenga emociones, que tenga psiquis, si no existiese un sujeto de tipo más bien psicológico (metafísico, dirían los re­ligiosos). ¡Allá los religiosos con su metafísica! Respeto las religiones, pero no me estoy metiendo por ahora en eso. Quiero ceñirme en forma estricta, a la cuestión psicológica y de paso tocar los problemas de tipo parapsicoló­gicos.

            Cuando uno sondea a un sujeto pasivo, en una sesión de hipnología, puede descubrir que existe el subconsciente y el preconsciente. Sobre los términos "subjetivo" y "objetivo", "consciente" y "subconsciente", hay mucha discusión actualmente. Los psicólogos, dijé­ramos, del siglo pasado, consideraban "consciente" todo lo que se relacionaba con las per­cepciones físicas ordinarias: los procesos de razonamiento, los procesos emocionales, etc. Consideraron como "subconsciente", aquellos procesos que escapan a la percepción ordinaria. Para ellos, subconscientes eran los sueños, subconscientes eran los fenómenos telepáticos, etc. Pero la Psicología Revolucionaria va mas lejos: considera "consciente", lo real, aquello que se halla relacionado con los fundamen­tos mismos de los procesos psicológicos, aquello que está íntimamente vinculado a los intuitos de Kant, a las experiencias directas de lo real, a los éxtasis de los santos.

            Y no quiero con esto, hacer demagogia y convertirme en émulo de muchos sapientes. No, únicamente quiero hablar en forma concreta y enfática. Objetivo es lo real, lo espiritual, subjetivo lo que no tie­ne realidad, o lo que tiene una realidad cir­cunstancial: aquello que verdaderamente per­tenece al diario bregar por la existencia.

            Esto que digo, en modo alguno puede sa­tisfacer a los académicos, debido al hecho con­creto de que en la Academia, se considera "objetivo" y "real" a lo físico y a las percepciones sensoriales externas, y "subjetivo" a lo que no puede tener realidad física, concreta. Hago esta aclaración para especificar bien el sentido de esta plática.

            En todo caso, el Yo de muchos psicólo­gos, el Yo de la Psicología Experimental, no lo considero algo meramente objetivo; pero sí digo que es subjetivo en un ciento por ciento, que pertenece a las regiones del subconsciente. Hay asociación entre lo subjetivo y lo subconsciente: lo subjetivo es subconsciente, lo objetivo es consciente. Considero que el Yo es subjetivo.

            Los Teósofos piensan que existe un Yo de tipo superior, y lo denominan "Alter ­Ego", también aceptan un "Yo Inferior". Creen, dicen ellos, "que el Superior debe dominar al Inferior", que cuando eso se lo­gra, nos convertimos en algo así como Mahat­mas, como dicen en el Indostán, es decir, en hombres de tipo superior. ¡Allá los Teósofos con sus conceptos! Yo entiendo, sencillamente, que "superior" e "in­ferior" son dos secciones de una misma cosa: "Yo Superior", "Yo Inferior", son dos seccio­nes de lo mismo. En todo caso, el Ego, el Yo, es subjetivo, tiene un principio y tiene un fin. El Yo, en sí mismo, en modo alguno es algo, dijéramos, permanente, como supo­nen muchos psicólogos, el Yo es algo plu­ralizado.

            La doctrina de los muchos, del Tíbet, vale la pena tenerla en cuenta. Creen los tibetanos que dentro de nosotros existen muchos Yoes, esto no lo aceptaría jamás la Psicología moderna de tipo occidental. La doctrina de la multiplicidad del Yo, es tibetana. No hay duda, también, de que los egipcios aceptaron tal doctrina, y a los diversos Yoes les denominaban los "Demonios Rojos de Seth".

            Así pues, dentro de nosotros hay una multiplicidad de Yoes.

            Sí, los tibetanos hablan de los agregados psíquicos, en la Doctrina de los Muchos. Considerando las co­sas desde ese punto de vista, llegamos a la con­clusión de que el Yo no es algo permanente. Obviamente, nadie podría aceptar un Yo psicológico si no lo ha visto, desde el punto de vista sensorial.

            Pero si he citado en alguna forma los fenó­menos de la Parapsicología, los fenómenos observados en Nápoles y los Estados Unidos, lo he hecho con el propósito de que ustedes en­tiendan que sí ha sido comprobada la realidad de un Yo, que inclusive continúa después del sepulcro. Sólo añado a ese punto de vista, dijéramos, fenomenológico, la doctrina tibetana de los muchos: consi­dero que dentro de cada uno de nosotros hay muchos Yoes.

            Obviamente, esto podría darnos una expli­cación concreta del por qué de las contradic­ciones psicológicas en los seres humanos. "Yo voy a comer", dice el Yo del estómago. "No, no es eso lo que quiero", dice el Yo inte­lectual, "voy a leer un poco". De pronto interviene un tercero en discordia, y asegura: "Voy a dar una caminata, en vez de comer o de leer", es el Yo del movimiento. Hay, pues, una serie de contradicciones dentro de nosotros que bien vale la pena tener en cuenta.

            Además, deben saber ustedes, caballeros, damas, que la máquina orgánica está muy bien hecha. Tenemos un cerebro intelectual, tenemos un centro emocional, y eso nadie me lo puede negar. Sí, el Centro Intelec­tual esta ubicado estrictamente en el cerebro, el Emocional se ha­lla ubicado, exactamente, en el corazón y sistema nervioso gran simpático en general. Tenemos un Centro Motor, que está ubica­do en la parte superior de la espina dorsal, tenemos un Centro Instintivo que está en la parte inferior de la espina dorsal, y tenemos el Centro Sexual.

            ¿Que cada uno de esos cen­tros tenga su mente específica? Eso es innega­ble: lo vemos en los funcionalismos. La máquina orgánica es un poco compleja. Las impresiones llegan al cerebro y son remitidas por el Ego, o por el Yo, a cualquiera de los centros de la máquina. Puede suceder que el Yo envía las impresiones, en forma equivocada, a un centro que no le pertenece, y entonces tenemos un error manifiesto en la personalidad. Suele acaecer, señores, de que muchas veces se confunde un centro con otro. Ejemplo: una mujer atiende muy bien a un hombre, y de pronto porque "le cae" muy simpático, le brinda atenciones específicas de toda clase, etc. Claro, aquellas impresiones llegan al Centro Intelectual del hombre; pero puede suceder que el Ego, o el Yo, remita tales impresiones al Centro Sexual, por ejem­plo, y entonces el sujeto sienta, por esa mu­jer, atracción sexual, o que las remita al Cen­tro Emocional, y entonces el sujeto llega a creer que esa mujer, por el hecho de haberle brindado tales atenciones, está enamorada de él. Equivocado así, puede requerir de amores a la mujer, y si la mujer nunca ha pensado en enamorarse de él, sino que lo ha atendido por simple amistad, por simple cortesía, queda tremendamente sorprendida cuando el sujeto vie­ne a requerirla de amor... Yo conozco a alguien por allí, cuyo nombre no menciono, que siempre vive en esa equivocación; se equivocó una vez y se sigue equivocando mil veces. El hombre, cada vez que ve a una dama que le atiende, cree que está enamorada y de hecho la requiere de amores. Las damas, por lo común, quedan tremendamente sorprendidas, puesto que ellas no se han enamorado de él. Así ha conseguido, este hombre, que gentes que le tenían estimación ahora lo aborrezcan. Conclusión ya está bas­tante "grandecito" y no logra conseguir mujer. Vean ustedes, pues, cuán fácil es enviar las impresiones que llegan a través de los sentidos a un centro que no le corres­ponde.

            Si no tuviéramos el Yo psicológico, si solamente existiera dentro de nosotros el ma­terial psíquico, estoy seguro que en este caso las impresiones serían remitidas, exac­tamente, al centro correspondiente de la má­quina orgánica, pero, desgraciadamente, el Yo psicológico suele confundir "la gimna­sia con la magnesia".

            Incuestionablemente, el Yo psicológico es un manojo de prejuicios, temores, odios, apetencias, recelos, fornicaciones, adulterios, etc., etc., etc. Conclusión: el Yo psicológico está compuesto por un cúmulo de Yoes, de tipo también psicológico. Cada Yo tiene los tres cerebros: el intelectual, el emocional y el motor-instintivo-sexual. Cada uno de los Yoes que en nuestro interior cargamos, parece una persona diferente, es una persona diferente. Todos estos Yoes que en nuestro interior cargamos, riñen por la supremacía, quisieran ser los amos, los señores, y cuando uno de ellos logra el control total de la máquina orgá­nica, cree que ha triunfado, pero no tarda el momento en que otro lo desplace. Consideradas las cosas desde este ángulo, miradas desde este punto de vista, ciertamente no tenemos noso­tros, todavía, un verdadero sentido de respon­sabilidad moral.

            El Yo que hoy jura amor eterno a una mujer, es desplazado más tarde por otro que "no tiene velas en el entierro". Total, el sujeto se retira y la mujer queda decepcionada. El Yo que hoy jura amor por una gran causa, es desplazado más tarde por otro que no tiene que ver nada con ese juramento; el indi­viduo se retira y sus amigos quedan bastante con fundidos. No tenemos, verdaderamente, continuidad de propósitos.

            ¿Cuántos sujetos ingresan (por ejemplo, a una Facultad), por ejemplo la Facultad de Medicina? Estoy seguro que no todos los que ingresan, van a salir de profesionales. Algunos se cansan y no vuelven; otros no pueden con la materia, pero es difícil encontrar a alguien que tenga continuidad de propósitos. Así sucede con todas las otras materias facultativas.

            Si existiera continuidad de propósitos, pues todos podríamos llegar a la meta. Realmente, muchas veces comenzamos a hacer algo y nos cansamos, pronto cambiamos de idea. ¿Por qué? Porque otro Yo desplaza al Yo que se había interesado por tal o cual proyecto.
            La Conciencia normal no es la sub­consciencia. El Yo es subconsciente en un ciento por ciento, y la Esencia o el ma­terial psíquico, está embotellada en el Yo subconsciente. Debido a eso, el Yo subcons­ciente, que es colectivo o grupal, resulta en el fondo fatídico, porque debido al Yo subconsciente, la Esencia, el material psíqui­co, o sea, la Conciencia, se halla embotellada, se procesa en virtud de su propio embotellamiento, se hace subconsciente y al­gunas veces se torna infraconsciente, y llega hasta el inconsciente psicológico.

            Nosotros necesitamos autoexplorar este Yo pluralizado de la Psicología, necesitamos de la autoobservación psicológica. Cuando alguien acepta que tiene una psicología, comien­za a autoobservarse. Desgraciadamente, muy pocos aceptan que tienen una psicología; acep­tan que tienen un cuerpo físico, porque lo pue­den tocar, porque lo pueden oler, pero no acep­tan tan fácilmente que tienen una psicología, porque eso no se puede ver a simple vista, no se puede tocar. Pero si alguien aceptara que tiene una psi­cología, podría cambiar. Cuando alguien lo acepta, de hecho comienza a autoobservarse, comienza a hacer uso del sentido de la autoobservación psicológica. Cuando alguien comienza a hacer uso de tal sentido, se torna distinto a los demás, se vuelve diferente.

            Si uno lograra aniquilar completamente al Yo psicológico, el material psíquico, la Conciencia, podría despertar, y la Concien­cia despierta, desarrolla de hecho, el sentido espacial. El sentido espacial confiere, en sí mismo, no solamente tal capacidad a los cinco sentidos ordinarios, sino a muchos otros senti­dos que la ciencia oficial ignora. Despertada la Conciencia, tal sentido espacial se desarrolla; pero, para que la Conciencia des­pierte, se necesita desintegrar el Yo pluralizado de la Psicología. Ese Yo pluralizado puede desintegrarse si empezamos con la autoobservación psicológica.

            Es en el terreno de la vida práctica: en relación con nuestros familiares, en la casa, o en la calle, o en la escuela, o en el Templo, o en el campo donde nuestros defectos escondidos aflo­ran espontáneamente, naturalmente, y si nos hallamos en estado de alerta percepción, alerta ­novedad, entonces los vemos. Defecto descubierto, debe ser enjuiciado analíticamente, debe ser abierto con el bisturí de la autocrítica; así podremos comprenderlos. Cuando uno ha comprendido íntegramente un defecto, en todos los niveles de la mente, en todos los recovecos del entendimiento, en­tonces puede desintegrarlo.

            Es fácil desintegrar un defecto, cuando se ha comprendido íntegramente. Defecto desin­tegrado, es Yo desintegrado: equivale a de­sintegrar un agregado psíquico. El porcentaje de Conciencia o material psíquico embutido entre tal agregado, queda de hecho, liberado.

            Normalmente, la gente tiene un tres por ciento de Conciencia despierta y un noventa y siete por ciento de subconsciencia, pero si desintegramos algunos agregados psíquicos, aumentaremos el porcentaje. Si la huma­nidad tuviera un diez por ciento de Conciencia despierta, ya no habrían guerras en el mundo, y cuando uno consigue tener siquiera un cincuenta por ciento de Conciencia despierta, logra la percepción objetiva, real, de los fenómenos naturales.

            Las gentes comunes y corrientes no logran la percepción objetiva de los fenómenos. Estoy absolutamente seguro que de todos los fe­nómenos físicos que acaecen a nuestro alrede­dor, solamente logramos percibir una millonésima parte. No hay duda de que actualmente, nuestra Conciencia se encuentra muy enfrascada dentro del Ego.

            Si logramos, en realidad, aniquilar el ciento por ciento del famoso Ego, o Yo pluralizado, lograríamos también el despertar absoluto de la Conciencia, en un ciento por cien­to. La Conciencia, completamente despierta, la Conciencia objetiva, ya no es una Conciencia subjetiva: tampoco pertenece al terreno de lo infraconsciente o de lo inconsciente, o del mero preconsciente froidiano: es una Consciencia verdaderamente objetiva, en el sentido trascendental de la palabra.

            Hombres de Conciencia objetiva, fueron un Hermes Trismegisto, un Quetzalcóatl, un Gautama (en la India), un Pitágoras (en Grecia) un Zaratustra (en Persia), etc. La Conciencia objetiva, despierta en un ciento por ciento, nos permite experimentar directamente, eso que no es de la mente eso, que está más allá del cuerpo, de los afectos y del entendimiento, eso que es lo real, la verdad.

            Las gentes comunes y corrientes, no perciben jamás un fenómeno en su forma íntegra o unitotal. Para percibirlo, se necesita gozar de la Conciencia objetiva, porque sólo la Conciencia objetiva logra la percepción integral de tal o cual fenómeno. Normalmente, nosotros vemos una flor, admiramos su geometría, y si hemos estudiado un poco de Química, sabemos la fórmula química de tal flor, la aplicamos a la flor durante nuestro análisis. En una palabra, vemos en la flor lo que hemos estudiado, lo que aprendimos en el aula de estudio, lo que nuestros profesores nos en­señaron, pero no vemos la flor en sí misma, tal cual es, sino nuestras teorías, depositadas en la flor. Esto molesta mucho a Marx, pero Kant tiene razón cuando afirma que "no per­cibimos las cosas en sí". ¿Cómo podrían ustedes asegurar que están viendo este vaso? Ciertamente, están ustedes percibiendo la imagen de este vaso, pero el vaso en sí mismo no lo están percibiendo. Estoy seguro que ustedes no están viendo los átomos de este vaso, los electrones, los iones, los protones, etc. Estoy absolutamente seguro de que ustedes no están viendo el movimiento molecular, o atómico, en el vaso: están viendo una imagen del mismo, pero no la cosa en sí, al vaso en sí.

            De manera que eso que disgusta tanto a Marx en su dialéctica materialista es para él desafortunadamente, algo que no podría de ninguna manera documentar. Don Emmanuel Kant, al decir que "no vemos las cosas en sí mismas", esta afirmando algo crudamente real: vemos las imágenes de las cosas, pero no las cosas en sí mismas.
            Dentro del terreno de lo meramente parapsicológico, nosotros tenemos que entender los funcionalismos de la mente, en forma más profunda. No se trata de creer o no creer, porque esto de que "yo creo" y esto de que no creo puede dejarse para asuntos de religiones: pero nosotros no estamos en asuntos de religiones.

            Los sabios de la Parapsicología avanzada y revolucionaria, clasifican a la mente en tres aspectos: primero, Mente Sensual; segundo, Mente Intermedia; y tercero, Mente Profundamente Interior. La Mente Sensual elabora, como dice Don Emmanuel Kant, el filósofo de königsberg, sus conceptos de contenido mediante los datos aportados por los sentidos, es decir, mediante las percepciones sensoriales externas. La Men­te Intermedia contiene, en sí misma, eso que se llama "creencias", y la Mente Interior, está cerrada normalmente en los seres humanos.

            En cuanto al Gran Kabir Jesús, que cito ahora aquí, en forma oportuna, calificaba a la Mente Sensual como la "levadura de los sa­duceos", materialistas e incrédulos.

            Ciertamente, la Mente Sensual no podría sa­ber nada de lo real, de la verdad, de lo divinal, puesto que elabora sus concep­tos de contenido, como lo asegura Don Emmanuel Kant, en "La Crítica de la Razón Pura", exclusivamente con los datos aportados por los cinco sentidos, no puede saber nada que se salga de los cinco sentidos: por eso se le denomina "Mente Sensual", es la "leva­dura de los saduceos materialistas", de aquella época de Jeshua Ben Pandira.

            Y en cuanto a la Mente Intermedia, se le clasificó en aquella época como la "levadura de los fariseos", porque contiene creencias, nada mas, sin comprobación científica de ninguna especie. El sujeto xx concurre a su rito, a su culto, a su secta, a lo que sea, por cumplir, porque se ha comprometido, o porque su familia pertenece a tal secta, pero jamás se autoexplora psicológicamente, nunca, jamás en la vida, se preocupa por eliminar los defectos de tipo psicológico: aparenta una cosa y es otra. He ahí el fariseo, o al Yo Fariseo.

            Y en cuanto a la Mente Interior, ya cambia la cuestión. Ciertamente, la Mente Interior, propiamente dicha, analizada en la Parapsicología Revolucionaria, es diferente, es capaz. Y se ha podido corroborar esto con fenómenos Parapsicológicos extraordinarios: que es capaz de percibir por sí misma y en forma directa, los fenómenos naturales íntegros, unitotales.

            Alguien podría, por ejemplo, no saber nada de Química y conocer de inmediato un fenó­meno químico, aunque no utilizase los térmi­nos químicos, a condición, claro está, de ha­ber abierto la Mente Interior. Alguien po­dría no haber estudiado Física jamás, pero si ha abierto la Mente Interior, puede percibir el fenómeno físico en forma íntegra, aunque usa­se otros términos distintos a los que comúnmente denominamos "términos físicos".

            Quien ha abierto la Mente In­terior, puede, naturalmente, experi­mentar eso que no es del tiempo, eso que es la verdad. Pero, para abrir la Mente Interior, se requiere ante todo haber eliminado el "Yo Subliminal" de Myers, haber destruido todos esos agregados psíquicos que en su conjunto constituyen el mí mismo, el sí mismo, el Yo psicológico.

            Pasar por la aniquilación budista, sería loable. Quien se resuelve a pasar por la famosa aniquilación budista, es decir, por la autodestrucción del Ego psicológico, logra el absoluto despertar de la Conciencia. Cuando la Conciencia despierta radicalmente, entonces, como secuencia o corolario, se abre la Mente Interior. Esta no se fundamenta en la "fe del carbo­nero ", ni en las creencias, ni en los conceptos materialistas, etc., tiene, como único funda­mento, la Conciencia despierta. Una Concien­cia despierta es una Conciencia que puede cap­tar todos los fenómenos cósmicos y transmitirlos a la Mente Interior.

            Esa madre de Botacci, fotografiada en un Laboratorio de Nápoles, no es más que el Yo pluralizado, haciéndose tangible en pleno laboratorio. Esa Katye King, fotografiada, es­tudiada en Estados Unidos por el famoso físico William Crookes, en el fondo no es más que un agregado psíquico de alguien que murió, un Yo psicológico materializado, visible y tangible, ante los científicos.

            P.- Cuando usted hablaba sobre los fenómenos físicos y decía que nosotros no vemos las cosas tal como son, en sí mismas, francamente no entendimos el sentido de su conferencia, no entendimos su mensaje.

            R.- Ciertamente, saber escuchar suele ser más difícil que saber hablar, porque tenemos dentro de nosotros un pésimo "secretario" que hace el papel de traductor. Ese secretario está lleno de preconceptos, prejuicios, teorías, conceptos, etc., etc., etc., y lo que escucha lo traduce exactamente de acuerdo con su criterio, y entonces, ciertamente, no se escucha al conferencista. se escucha al ego traductor, que es el pésimo "secretario" que en nuestro interior cargamos.

            Si la mente se abriera a lo nuevo, si viera el presente tal cual es, y no a través del lente psicológico del pasado, o de los prejuicios, conceptos o temores, podría fácilmente enten­derse al conferencista. Pero, como le digo, todos cargamos en nuestro interior, un traductor que es el Ego, y que traduce de acuerdo con su propio criterio. Por lo tanto, es muy difícil poder escuchar sabiamente a alguien. Hasta aquí mis palabras. ¿Alguna otra persona quiere tener la amabilidad de preguntar?

            P.- Siguiéndole un poco la pregunta al compañero, vienen a mi mente las palabras de Aristóteles, que nos dice que "no hay, en el conocimiento, nada que no entre primero por los sentidos". Entonces, si nosotros, o por falta de instrucción o por mala improvisación, en relación con el tema tratado, en este caso de usted, no hemos entendido, o hemos comprendido muy poco, ¿quiere decir que nuestra mente no ejerce su función y que la teoría de Aristóteles no tiene sentido?

            R.- Aristóteles, incuestionablemente, dio su concepto: Aristóteles fundó la "Divina Entelequia", es decir, el sistema inductivo, que va de lo conocido a lo desconocido. Incuestionablemente, Aristóteles sentó su escuela, mas no podríamos aceptarlo a él como una autoridad absoluta, porque tengo entendido también, que existió un Platón.

            Si bien es cierto que Aristóteles fue discípulo de Sócrates, también es verdad que Platón fue discípulo del mismo Sócrates. Y no hay duda de que Platón, por oposición al sistema inductivo Aristotélico, estableció su sistema deductivo neoplatónico, que va de lo desconocido a lo conocido.

            El sistema aristotélico se relaciona completamente con la Mente Sensual; quiere, me­diante tal sistema, a través de sus esilogismos, prosilogismos, silogismos, etc., llevar al hombre al conocimiento de la verdad, lo cual resulta en el fondo imposible, porque como ya lo sostuvo muy sabiamente Don Emmanuel Kant, el filósofo de Königsberg, "la Mente Sensual elabora sus conceptos de contenido mediante las percepciones sensoriales externas y nada más, por lo que ella no puede saber en sí misma, nada que se escape de los cinco sentidos".

            El sistema deductivo neoplatónico es supe­rficial, quiere la experiencia de lo real, partiendo de lo ontológico a lo meramente psicosomático e intelectual. Platón se preocupa por abrir la Mente Interior del ser humano, y esto se puede inferir de sus obras, tales como "La República", "Eucaristias", etc., etc.

            Así pues, conceptúo que necesitamos abrir la Mente Interior, si es que queremos conocer lo real. Y no podríamos abrir esa Mente Interior, si no aceptáramos, ante todo, la doctrina de la aniquilación budista, o esa otra doctrina sentada por Fray Diego Molina en su famoso "Quietismo" (de tipo mas bien nirvánico), que tanto molestó a los inquisidores medievales, motivo por el cual fue encerrado en calabozo de por vida.

            En todo caso, la muerte del Ego es básica, si se quiere despertar la Conciencia en forma objetiva. Ahora podemos explicarnos por qué las religiones de tipo ortodoxo se preocupan, en forma específica, por la eliminación de nuestros defectos de tipo psicológico. Si nosotros eliminamos nuestros errores, si no aplazamos el error para mañana, podemos conseguir el despertar de la Conciencia, y ésta es una verdad objetiva, fundamental.

            P.- Entonces, de acuerdo con sus respuestas, usted nos habla de un conocimiento realmente tan árido, tan difícil, que uno puede llegar a pensar que los conocimientos adquiri­dos a través de los cinco sentidos, aún siendo pragmáticos, no sirven para nada.

            R.- Incuestionablemente, es obvio, y no lo podemos negar jamás, que el conocimien­to tiene que entrar por los cinco sentidos; pero lo que quiero enfatizar aquí, en esta plática, es que no podríamos quedarnos, definitivamente, dentro de la Mente Sensual, que ne­cesitamos nosotros ir más lejos, pasar aún mu­cho más allá de la Mente Intermedia.

            Necesitamos abrir la Mente Interior, por­que cualquier doctrina, ya sea ésta de tipo budista o cristiana, nos dice que debemos eliminar nuestros defectos psicológicos. Obvia­mente, si así procedemos, abrimos la Mente Interior, y la Mente Interior abierta, obviamente nos permite la experiencia directa de la verdad.

            No niego que los cinco sentidos sean útiles; lo que afirmo es diferente: que en modo algu­no debemos quedarnos embotellados dentro de la Mente Sensual. No niego que los conoci­mientos deben pasar primero por los cinco sentidos; lo que quiero decir es que debemos hacernos conscientes de nuestros propios conocimientos, que hay téc­nicas, por ejemplo, en relación con la medi­tación, que nos permiten hacernos conscien­tes de nuestros conocimientos, que nos permi­ten llevar nuestros conocimientos a la existencia misma, directa, de lo real.

            Pero esos conocimientos deben filtrarse por medio de la meditación. El paso por lo prag­mático no lo niego, pero deben llegar los conocimientos a la Mente Interior, y llegar aún más allá: llegar a la Conciencia; pasar más allá de la Mente Interior y llegar a la Con­ciencia, si estudiamos y practicamos con to­das las técnicas de la meditación.

            Uno, por medio de las técnicas de la medi­tación, consigue hacerse consciente de sus propios conocimientos; pero si uno se quedara únicamente dentro de la Mente Sensual, nunca se haría consciente de sus propios conocimien­tos. Mas si uno se hace consciente de sus pro­pios conocimientos, incuestionablemente, llega a experimentar la verdad de los mismos y eso es lo interesante; poder llegar a experimentar la verdad de tal o cual teoría, de tal o cual con­cepto. Y es posible cuando los conocimientos se hacen pasar, a través de la Mente Central y de la Mente Interior, hasta la Conciencia misma.

            Esa es la cruda realidad de los hechos. Pero si nosotros solamente nos quedáramos dentro de la procesión de las teorías, jamás llegare­mos a experimentar la verdad de tal o cual doc­trina, de tal o cual concepto. Así pues, debe­mos ir más lejos, debemos ir muchísimo más allá del intelecto; necesitamos hacernos cons­cientes de lo que estudiamos, y eso es todo.

            P.- Decía usted que la Mente Interior es capaz de percibir directamente la verdad y por otra parte no niega que el conocimiento debe entrar por los cinco sentidos. Entonces, ¿cómo es posible que haya alguien que pueda utilizar los métodos deductivo e inductivo, sin percibir nada a través de los sentidos?

            R.- Con mucho gusto daré respuesta a esa inquietante pregunta, que por cierto, está muy interesante.

            En nombre de la verdad hemos de decir, hemos de volver a lo que ya dije, de las dos escuelas: la neoplatónica y la aristotélica. La escuela aristotélica, dijimos, es induc­tiva, se basa en la "Divina Entele­quia"; la neoplatónica es deductiva. La aristotélica, o inductiva, parte de lo conocido a lo desconocido; la neoplatónica es deductiva y parte de lo desconocido a lo conocido.

            Esto significa que a la Mente Interior se puede llegar por dos caminos: el inductivo o el deductivo. El inductivo, como dije, parte de lo conocido a lo desconocido. Si nosotros toma­mos una materia de conocimiento y la somete­mos a rigurosa meditación, con el propósito de volvernos conscientes de todos sus postulados, obviamente, la pasamos de la Mente meramente Sensual, a través de la Mente In­termedia, hasta la mismísima Mente Interior. Y aún más: podemos llevarla hasta la Conciencia Superlativa y Trascendental del Ser, y así hacernos conscientes de la materia que hemos tomado como tema de meditación. Mas si nosotros queremos los famosos "intuitos", anhelamos los "intuitos", de que nos hablara Don Emmanuel Kant en "La Critica de la Razón Pura", bastaría colocarnos en estado pasivo, tanto en el sentido meramente intelectual como emocional, para que a través de los Centros Superiores del Ser, esos mismísimos "intuitos" del Ser, en sí mismos, llegaran a la Mente Interior, a través de la Conciencia.

            Entonces tenemos dos flechas: una que parte desde el exterior hacia la Mente Interior, y otra que fluye desde adentro, desde la Conciencia Superlativa del Ser, hacia la Mente interior, también. Así tenemos que los dos sistemas: el inductivo y el deductivo, podrían llevarnos hasta la Mente Interior; eso es obvio y así queda explicado.

            Lo interesante es tocar esa Mente Interior, que es el vehículo funcional de la Conciencia. Esto es posible, pero a condición de que noso­tros no nos contentáramos, únicamente, con los meros silogismos, o prosilogismos intelectuales de Aristóteles, sino que cultiváramos en una forma eficiente la técnica científica de la meditación interior profunda; porque si solamente nos contentáramos con la lógica formal, analítica, o hasta con la lógica dialéctica, lo haríamos de todas maneras embotella­dos dentro del batallar de las antítesis, ca­racterística básica de la Mente Sensual, y de allí no pasaríamos, nunca llegaríamos a experimentar la verdad de cualquier teoría o cualquier hipótesis.

            Así que, necesitamos cultivar la técnica de la meditación. Así, y en esa forma, sí podría­mos, mediante el sistema inductivo, llegar hasta la misma Mente Interior, partiendo de lo conocido a lo desconocido. También podríamos usar el sistema deductivo neoplatónico. Si mediante la misma meditación nos colocáramos
en estado pasivo, receptivo, vendrían los "intuitos" a la Mente interior y conoceríamos la verdad.

            Yo pregunto: ¿alguna persona de ustedes, a logrado abrir esa Mente Interior? ¿Alguno de ustedes es capaz de conocer un fenómeno, sin haber estudiado nada al respecto?

            Se dio, hace poco, un caso de esos en Costa Rica. Hablando concretamente, un nativo indígena, no importa cómo se llamara, que trabajaba la Medicina en forma, dijéramos, clandestina, no autorizado por la Facultad, fue, claro está, llamado por las autoridades competentes. Los médicos lo situaron en un callejón sin salida. El dijo conocer toda la ciencia médica y toda la farmacopea, habida y por haber. Un grupo de doctores, trajeron distintos remedios, es decir, les quitaron los rótulos a los distintos frascos: todo lo situaron frente a frente y le hicieron preguntas. El señaló cada remedio, dio su nombre específico, su composición quí­mica, etc. Se le hicieron insólitas preguntas sobre Anatomía, Fisiología, Patología, Biología, y las respuestas resultaron exactas. En tales con­diciones, no pudo el cuerpo médico menos que quedar asombrado, y a este hombre, en­tiendo que se le recibió en un Hospital. Allí, se le dio oportunidad para que ejerciera su oficio de médico. Este caso es histórico y suce­dió hace poco en Costa Rica.

            Sin embargo, el caballero aquel, el indíge­na aquel, era ignorante, analfabeto, y conocía toda la ciencia médica a la maravilla. Obviamente, había abierto su Mente Interior, eso es obvio; de lo contrario, no podríamos nosotros dar una explicación lógica a esta cuestión.

            En los Evangelios de las distintas religiones, llámense cristianas, budistas, musul­manas, o como se quiera, nunca faltan "san­tones", "místicos", etc., etc., etc., que se denominan "iluminados".  Tales sujetos saben mucho mas que cualquiera de nosotros, los in­telectuales.

            Por lo común, asombran a la gente de su época. Si leemos cuidadosamente la historia de cualquier religión del mundo, hallaremos tales casos. Podríamos nosotros aquí comportarnos como verdaderos escépticos y reírnos un poco, pero los      hechos son hechos y ante los hechos tenemos que rendirnos; esa es la cruda reali­dad.

            P.- ¿Podría afirmarse que la Psicología es lo relativo a las leyes psíquicas o leyes del Alma?

            R.- Los mismos términos lo están indicando, ¿no?



            P.- ¿Cómo dice usted, Maestro?

            R.- Los mismos términos lo indican. Obviamente, las leyes psíquicas o leyes del Alma, constituyen el estudio de la Psicología.

            P.- ¿Podría, por favor, ampliar un poco su explicación?

            R.- Pues digo que los mismos términos lo indican. Ya sabemos que "Logos" es "Ley", y "Psiquis" se traduce como "Alma". De ma­nera que si decimos: "Ley de la psiquis o del Alma", pues estamos dando, a la palabra "Psicología", su traducción. Ahora, lo mera­mente parapsicológico también está definido con el término.

            Recordemos el término "paralelo", por ejemplo, o "paralela". Lo parapsicológico marcha, en forma paralela con lo psicológico; solamente que dentro del terreno parapsicológico, se va más a fondo, se estudian ciertos fenómenos que normalmente no se estudian en Psicología: se estudian aquellos fenómenos, dijé­ramos, psicológicos, que llamaría "extraor­dinarios".

            Dentro de lo meramente parapsicológico podríamos incluir, por ejemplo, los fenó­menos catalépticos; podríamos incluir hasta la hipnología misma, podríamos incluir ciertos trances místicos que se notan en algunos sujetos psíquicos receptivos. Todo ello está, dijéramos, debidamente correlacionado con lo fisiológico y hasta con lo patológico, etc., etc.

            P.- La Psicología moderna, sí es aceptada como materia científica, mientras que la Para­psicología no es considerada en la misma for­ma. ¿Cuál es su concepto, en este sentido?

            R.- Marchan paralelas obviamente... Es­te es un terreno un poquito espinoso, porque sucede que en los últimos tiempos, dentro de las diversas escuelas, ha habido cierta pugna­cidad entre la Psicología y la Parapsicología. Algunos han llegado a clasificar a la Parapsicología, de "pseudociencia", de "algo que no tiene un verdadero valor científico", lo cual es absurdo.

            Para el sabio, o no digo solamente para el sabio, sino para los que aspiramos al real conocimiento académico, es tan importante la Psicología como la Parapsicología. Noso­tros no podemos subestimar, en forma alguna, ningún renglón del saber. Obviamente, ninguno de noso­tros es sabio, pero sí amamos la cultura, ama­mos la ciencia, y como personas serias que somos, no debemos subestimar ningún renglón del saber. Es mi humilde concepto.

            P.- Yo opino que el problema radica en que la Parapsicología no está aún perfeccionada y que las investigaciones, realizadas en este campo, carecen de validez científica. ¿No lo cree usted así?

            R.- He citado precisamente aquí, hoy, fenómenos parapsicológicos, con el objeto de hablar de hechos concretos y sentar diferen­cias. Incuestionablemente, la Parapsicología, por sí misma, sola, es considerada actualmente, por muchos psicólogos, como una espe­cie de "pseudociencia". Obviamente, todavía hay muchos psicólogos que no la consideran como una "ciencia seria".

            Pero yo me preguntaría, a su vez: ¿si los psicólogos, a través de los siglos, no hubieran hecho estudios analíticos u observaciones, ten­dríamos hoy, acaso, una ciencia seria? Esto ha costado mucho trabajo: llegar a tener la materia psicológica perfeccionada. Dentro del terreno de lo meramente parapsicológico, digo yo, obviamente, también hay mucho que perfeccionar.

            Si la Parapsicología quiere llegar a conver­tirse, dijéramos, en una materia de tipo sólido, necesita seguir observando los fenóme­nos extrasensoriales y documentándose, debi­damente, con los elementos serios de juicio que existen, no solamente en el occidente del mundo, sino también en el mundo oriental.

            Bien vale la pena que nosotros ahondára­mos dentro de los textos sánscritos, que estu­diásemos todos esos fenómenos de los Dervi­ches del Turquestán (Derviches extraordina­rios); que investigáramos profundamente la Gran Tartaria, donde existe documentación extraordinaria sobre fenómenos parapsicológicos.

            Ya, con tales documentos así, con tal observaciones, estoy seguro de que podría ser, la Parapsicología contemporánea, transformada totalmente y venir a ser una materia formidable de estudio. En todo caso, los datos que hasta ahora tiene la Parapsicología, resultan formidables, extraordinarios, no podemos nosotros echarlos en el saco del olvido. Me parece que ha llegado la hora de continuar nuestras investigaciones.

            P.- Aún estando la Parapsicología en estado embrionario, ¿podría considerarse una ciencia?

            R.- La Parapsicología es ciencia. Si no ha llegado la Parapsicología a la perfección, es otra cosa. Algún día, a base de rigurosas observaciones y estudios analíticos de fondo, llegará la Parapsicología a una maravillosa ciencia, perfecta. Hoy por hoy, no negamos que la Parapsicología se encuentra en estado embrionario. Jamás podría negarlo, pero puede desarrollarse, mediante la observación y el estudio.

            P.- Si los fenómenos parapsicológicos que hasta los momentos se han observado, resultan contundentes y definitivos, ¿por qué, entonces les niegan validez, incluso científica?

            R.- Bueno, incuestionablemente, no pueden ser negados los fenómenos parapsicológicos. Esta vez me remito, exclusivamente, a la cuestión "fenómeno"... Que un sujeto, por ejemplo, en estado de hipnosis, diga lo que está sucediendo a cinco kilómetros de distancia, y que eso que él diga, está sucediendo realmente y queda debidamente comprobado, por observación exacta, es un fenómeno que nadie puede negar.

            ¿Que se logró la materialización, por ejemplo, de "un algo", no importa el nombre que le demos a ese "algo", en un laboratorio, como es el caso de Eusapia Palladino, de Nápoles, o el de William Crookes, el eminente físico? Es un fenómeno parapsicológico que no puede ser negado. De manera que los fenómenos extrasensoriales, en el fondo, son parapsicológicos, y si resultan exactos, pues constituyen, naturalmente, elementos de estudio muy serios.

            Obviamente, con tales datos, analizados y rigurosamente estudiados, se puede enriquecer la Parapsicología, y se enriquecerá cada vez mas. Ahora, lo que faltaría saber es, desde que ángulo nos vamos a colocar para enjuiciar los fenómenos. Podríamos enjuiciarlos desde el punto de vista meramente psicológico, podríamos enjuiciarlos desde el punto de vista exclusivamente materialista, pero, en este caso, la dialéctica materialista fallaría, ante fenómenos parapsicológicos exactos.

            Obviamente, si no nos colocamos desde un ángulo juicioso, desde un ángulo preciso, para enjuiciar esta clase de elementos, incuestionablemente iríamos al fracaso, no podríamos elaborar una real ciencia parapsicológica. En todo caso, si bien es cierto que la Psicología es grandiosa, que es una ciencia extraordinaria, no podemos negar también que la Parapsicología está avanzando a pasos agigantados y que, un día llegará a constituir una cátedra preciosa. Ese es pues, mi concepto.

SAMAEL AUN WEOR

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