conferencia tomada de audio
casette, algunas partes faltantes que no son impedimento para entender y
comprender su mensaje.
EL EJERCICIO DEL AUTOCONOCIMIENTO
Bueno, aquí, todos reunidos, vamos a platicar un poco sobre las inquietudes del
Espíritu; ante todo se necesita COMPRENSIÓN CREADORA...
Lo fundamental en la vida es,
realmente, llegar uno a CONOCERSE A SÍ MISMO: ¿De dónde venimos, para dónde vamos? ¿Cuál es el objeto
de la existencia? ¿Para qué vivimos, por qué vivimos?, etc., etc., etc.
Ciertamente, aquella frase que
se puso en el frontispicio del Templo de Delfos es axiomática:
“NOSCE
TE IPSUM” (“Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los
Dioses”)...
Conocerse a sí mismo es lo
fundamental; todos creen que se conocen a sí mismos, y realmente no se conocen.
Así que es necesario llegar al pleno conocimiento de sí mismos; esto requiere incesante
AUTOOBSERVACIÓN, necesitamos vernos tal cual somos...
Desafortunadamente, las gentes
admiten fácilmente que tienen un cuerpo físico, mas cuesta trabajo que comprendan su propia Psicología,
que la acepten en forma cruda, real. El cuerpo físico aceptan que lo tienen porque pueden verlo,
tocarlo, palparlo, mas la Psicología es un poco distinta, un poco diferente.
Ciertamente que, como no pueden
ver su propia psiquis, como no pueden tocarla, palparla, para ellos es algo
vago que no entienden.
Cuando alguna persona comienza
a observarse a sí misma, es señal inequívoca de que tiene intenciones de
cambiar; cuando alguien se observa a sí mismo, se mira a sí mismo, está
indicando que se está volviendo diferente a los demás...
En las diversas circunstancias
de la vida, podemos nosotros AUTODESCUBRIRNOS. Es de los distintos eventos de
la existencia de los que nosotros podemos sacar el “Material Psíquico”,
necesario para el despertar de la Conciencia.
En relación pues, con las
personas, ya sea en la casa, ya sea en la calle, en el campo, en la escuela, en
la fábrica, etc., los Defectos que llevamos escondidos afloran espontáneamente,
y si estamos alertas y vigilantes, como el vigía en época de guerra, entonces
los vemos; Defecto descubierto, debe ser comprendido íntegramente, en todos los
niveles de la Mente.
Si por ejemplo, pasamos por
una escena de ira (supongamos), tendremos que comprender todo lo que sucedió.
Supongamos que tuvimos una pequeña riña; tal vez llegamos a un almacén, pedimos
algo, el empleado nos trajo otra cosa que nosotros no habíamos pedido; entonces
nos irritamos ligeramente:
–
Señor, le decimos, pero si yo he pedido tal cosa y usted me está trayendo tal
otra; ¿no se da cuenta usted que estoy de afán, no puedo perder mi tiempo?
He ahí una pequeña riña, un
pequeño disgusto; es obvio que necesitamos comprender qué fue lo que pasó...
Si llegamos a casa, debemos de
inmediato concentrarnos, profundamente, en el hecho sucedido, y si ahondamos en
los motivos profundos que nos hicieron actuar de esa forma y de esa manera, y
regañar al empleado, o al mozo, porque no nos trajo lo que habíamos pedido,
venimos a descubrir nuestra propia autoimportancia, es decir, nos hemos venido
a creer muy importantes.
Obviamente, ha habido en
nosotros, eso que se llama “engreimiento”, “orgullo”, “irritabilidad”...
He ahí la impaciencia, he ahí
varios Defectos: La impaciencia es un Defecto, el engreimiento es otro Defecto;
la autoimportancia, sentirnos muy importantes, he ahí otro Defecto; el orgullo,
sentirnos muy grandes y ver con desprecio al mozo que nos estaba sirviendo,
todos estos motivos nos hicieron comportarnos en forma inarmónica.
De paso hemos DESCUBIERTO
VARIOS YOES que deben ser trabajados, comprendidos; habrá de estudiarse a fondo
lo que es el Yo del engreimiento, habrá que comprendérsele totalmente, habrá de
analizársele; habrá de estudiarse a fondo lo que es el Yo del orgullo; habrá de
estudiarse a fondo lo que es el Yo de la
autoimportancia; habrá de estudiarse a fondo lo que es el Yo de la falta de
paciencia, lo que es el Yo de la ira, etc.
Es un grupo de Yoes; cada uno
debe ser comprendido, por separado, estudiado, analizado.
Tenemos que aceptar que detrás
de ese pequeño e insignificante suceso, se esconden un grupo de
Yoes, y que esos,
naturalmente, pues, están activos.
Hay que ESTUDIARLOS A CADA UNO
POR SEPARADO; dentro de cada uno de ellos está embotellada la Esencia, es decir
la Conciencia; entonces hay que DESINTEGRARLOS, aniquilarlos, reducirlos a
polvareda cósmica.
Para desintegrarlos, tendremos
que concentrarnos en la DIVINA MADRE KUNDALINI, suplicarle, rogarle que los
reduzca a polvo; pero primero hay que comprender el Defecto (supongamos la
ira), y luego, después de haberlo comprendido, entonces, rogarle a la Divina
Madre Kundalini la elimine; después de comprender la impaciencia, suplicarle a
ella elimine tal error. Después de comprender la autoimportancia.
¿Por
qué nos creemos importantes? Si nosotros no somos más que míseros gusanos del
lodo de la tierra. ¿En qué basamos nuestra autoimportancia? ¿En qué la
fundamentamos? Realmente no hay un basamento para nuestra autoimportancia,
porque nada somos; cada uno de nosotros no es más que un vil gusano del lodo de
la tierra...
¿Qué
somos ante el Infinito, ante la Galaxia en que vivimos, ante esos millones de
mundos que pueblan el espacio sin fin? ¿Para qué sentirnos autoimportantes?
Así, analizando cada uno de
nuestros defectos, los vamos comprendiendo, y defecto que vayamos
comprendiendo, debe ser eliminado con la ayuda de la Divina Madre Kundalini. Es
obvio, que habrá que suplicarle a ella, habrá que rogarle elimine el Defecto
que uno vaya comprendiendo...
En una escena, pues, toman
parte varios Yoes.
Pongamos otra escena. Una de
celos por ejemplo; incuestionablemente, es grave. En una escena de celos entran
también varios Yoes. Si el hombre se encuentra de pronto, que su mujer está hablando
con otro hombre, que en forma muy quedito; en fin, ¿Qué quiere decir eso?
Sentirá celos, posiblemente que sí, ¿y le formará pelea a la mujer? Es claro.
Pero si observamos esa escena,
veremos que allí hubo celos, ira, amor propio, varios Yoes: el Yo del amor
propio se sintió herido, los celos entraron en actividad, ¿la ira? También...
Cualquier escena, pues,
cualquier acontecimiento, cualquier evento, debe servirnos de base para el
Autodescubrimiento; en cualquier evento venimos a descubrir que tenemos dentro
de nosotros mismos varios Yoes, eso es obvio, varios Yoes...
Por todos estos motivos, se
necesita que nosotros estemos alertas y vigilantes, como el vigía en época de
guerra; es indispensable el estado de ALERTA-PERCEPCIÓN, de ALERTA-NOVEDAD. Si no
procedemos en esa forma, la Consciencia continuará metida dentro de los
agregados psíquicos que en nuestro interior cargamos y no despertaría jamás.
Tenemos que comprender que
estamos dormidos; si la gente estuviera despierta, podría ver, tocar y palpar
las grandes realidades de los Mundos Superiores; si las gentes estuvieran
despiertas, recordarían sus vidas pasadas; si las gentes estuvieran despiertas,
verían la Tierra tal como es.
Actualmente no están viendo la
Tierra tal como es Las gentes de la Lemuria veían el mundo como es; sabían que
el mundo tiene Nueve Dimensiones por todo, diríamos Siete Fundamentales y veían
al mundo pues, en forma multidimensional; en el Fuego percibían las SALAMANDRAS
o criaturas del Fuego; en las Aguas percibían a las criaturas acuáticas, a las
ONDINAS, a las NEREIDAS; en el Aire, eran claros para ellos los SILFOS, y dentro
del Elemento Tierra veían a los GNOMOS.
Cuando levantaban los ojos
hacia el Infinito, podían percibir a otras humanidades planetarias; los
planetas del espacio eran visibles para los antiguos, en forma distinta, pues
veían el AURA DE LOS PLANETAS y también podían percibir a los GENIOS
PLANETARIOS.
Pero cuando la Consciencia
humana quedó enfrascada dentro de todos esos Yoes o agregados psíquicos que
constituyen el mí mismo, el yo mismo, el Ego, entonces la Conciencia se
“durmió”; ahora se procesa en virtud de su propio embotellamiento.
En tiempo de la Lemuria,
cualquier persona podía ver, por lo menos, la mitad de un “HOLTAPAMNAS”; un
HOLTAPAMNAS equivale a cinco millones y medio de tonalidades del color.
Cuando la Consciencia quedó
metida entre el Ego, los sentidos se degeneraron; en la Atlántida ya tan sólo
se podía percibir un tercio de las tonalidades del color, y ahora, apenas si se
perciben los siete colores del Espectro Solar y unas pocas tonalidades...
Las gentes de Lemuria eran
diferentes: Para ellos las montañas tenían alta vida espiritual; los ríos, para
ellos, eran el cuerpo de los Dioses; la Tierra entera era perceptible para
ellos como un GRAN ORGANISMO VIVIENTE, era otro tipo de gentes, diferentes, distintos.
Ahora, desgraciadamente, la
humanidad ha involucionado atrozmente. Por estos tiempos la humanidad está,
pues, en estado de caducidad. Si no nos preocupamos nosotros por autodescubrirnos,
por conocernos mejor, continuaremos con la Consciencia dormida, metida entre
todos los Yoes que llevamos en nuestro interior...
Los psicólogos, normalmente,
creen que tenemos un solo Yo, y nada más. En Gnosis se piensa diferente: En
Gnosis sabemos que la ira es un Yo, que la codicia es otro Yo, que la lujuria
es otro Yo, que la envidia es otro Yo, que el orgullo es otro Yo, que la gula
es otro Yo, etc., etc., etc.
Virgilio, el poeta de Mantua,
el autor de “La Eneida”, decía que “aunque tuviéramos mil lenguas para hablar y
paladar de acero, no alcanzaríamos nosotros a contar nuestros defectos, a enumerar
nuestros defectos cabalmente”... ¡Son tantos!... ¿Y
dónde vamos a descubrirlos? Solamente en el terreno de la vida práctica se hace
posible el Autodescubrimiento.
Cualquier escena callejera es
suficiente para saber cuántos Yoes entraron en actividad. Cualquier Yo que
entre en acción, hay necesidad de trabajarlo para comprenderlo y desintegrarlo;
sólo por ese camino se hace posible liberar la Conciencia; sólo por ese camino
se hace posible el despertar.
A nosotros nos debe interesar,
primero que todo, el DESPERTAR, porque mientras continuemos así como estamos,
dormidos, ¿qué podemos saber de los Misterios de la Vida y de la Muerte? ¿Qué podemos saber de lo Real, de la Verdad?
Para poder uno llegar a
conocer a fondo los Misterios de la Vida y de la Muerte, se necesita, indispensablemente,
despertar. Es posible despertar si uno se lo propone; más no es posible
despertar si la Conciencia continúa embotellada entre todos esos Yoes...
Vivimos dentro de un mecanismo
bastante complicado; la vida se ha vuelto profundamente mecanicista, en un
ciento por ciento; la LEY DE RECURRENCIA es terrible, todo se repite...
La vida podríamos compararla a
una rueda que está girando incesantemente sobre sí misma:
Pasan los acontecimientos una
y otra vez, siempre repitiéndose; en realidad de verdad, nunca hay una solución
final para los problemas; cada cual carga problemas, pero la solución final en
realidad de verdad no existe, y si hubiera una solución final para los
problemas que uno tiene en la vida, esto significaría que la vida no sería
vida, sino muerte. Así pues, la solución final no se conoce.
Gira la RUEDA DE LA VIDA,
siempre pasando los mismos acontecimientos, repitiéndolos en forma más o menos
modificada, más o menos alta o baja, pero repitiéndolos. Llegar a la solución final,
impedir que la repetición de eventos o circunstancias prosiga, es algo más que
imposible.
Entonces, lo único que tenemos
nosotros es que aprender a saber cómo vamos a reaccionar ante las distintas
circunstancias de la vida.
Si siempre reaccionamos de la
misma forma, si siempre reaccionamos con violencia, si siempre reaccionamos con
lujuria, si siempre reaccionamos con codicia ante los hechos diversos que se repiten
una y otra vez en cada existencia humana, no cambiaríamos nunca, porque los
acontecimientos que ustedes están viviendo actualmente, ya los vivieron en la
pasada existencia.
Esto significa que, por
ejemplo, si ahora están ustedes sentados escuchándome, en la pasada existencia
también estuvieron sentados escuchándome (no estaban aquí mismo, en esta casa,
pero sí en cualquier lugar de la ciudad). Así también, en la antepasada
estuvieron sentados escuchándome, en la trasantepasada estuvieron también
sentados escuchándome y yo estuve hablándoles a ustedes; es decir, siempre esta
Rueda de la Vida está girando y los acontecimientos van pasando, siempre son
los mismos.
Así pues, es imposible impedir
que los acontecimientos dejen de repetirse; lo único que podemos hacer es
CAMBIAR NUESTRA ACTITUD hacia los acontecimientos de la vida.
Si nosotros aprendemos a NO
REACCIONAR ante ningún impacto proveniente del mundo exterior; si aprendemos a
ser serenos, impasibles, entonces sucederá que podremos evadir, o podremos evitar
que los acontecimientos produzcan en nosotros los mismos resultados.
Supongamos: Vamos a ver, por
ejemplo, en una pasada existencia estuve platicando aquí, con nuestro hermano
gnóstico, con el Dr, H. D., sobre un acontecimiento que cité en mi libro titulado
“El Misterio del Áureo Florecer”. Hablábamos de aquella existencia en la cual
me llamé yo Juan Conrado (Tercer Gran Señor de la Provincia de Granada), en la
antigua España, en la época de la Inquisición, cuando el Inquisidor Torquemada
hacía desastres en toda Europa: Quemaba viva a la gente en la hoguera...
Ciertamente, había yo llegado
a él con el propósito de pedir una amonestación cristiana para alguien;
tratábase de un Conde que me zahería constantemente con sus palabras, que hacía
mofa de mí, etc.
En aquella época andaba yo de
“Bodhisattva caído” y por cierto que no era una mansa oveja; el Ego estaba bien
revivo, pero quería evitar un nuevo duelo, no por temor, sino porque ya estaba cansado
de tantos duelos, pues tenía fama de ser un gran espadachín, claro...
Me llegué muy temprano ante
las puertas del Palacio de la Inquisición; un fraile ahí, un “monje
azul” que contestaba a la puerta, me dice:
– ¡Qué
milagro de verle a usted, Señor Marqués, por aquí.
–
Muchas gracias, su Reverencia, vengo a solicitar una audiencia con el Señor
Inquisidor, Monseñor Tomas de Torquemada...
–
¡Imposible! –dijo–, hoy hay muchas visitas; sin embargo, voy a tratar de
conseguir para usted, la audiencia...
–
Muchas gracias, su Reverencia –le dije por adaptarme, naturalmente, a todos los
convenios de aquella época–.
En realidad de verdad tenía
que adaptarse uno, o de lo contrario se le ponía la cosa grave...
En todo caso, el monje aquel
desapareció como por encanto; y aguardé pacientemente que regresara.
Al fin regresó; ya de regreso,
me dice:
– Está
conseguida para usted la audiencia, Señor Marqués; puede pasar...
Pasé, atravesé un patio y
llegue a un gran salón que estaba en tinieblas; pasé a otro salón que estaba
también en profundas tinieblas y por último a un tercer salón, ése estaba
iluminado por una lámpara; la lámpara se hallaba colocada sobre una mesa; ante
la mesa estaba sentado el Inquisidor, Don Tomás de Torquemada... ¡Nada menos
que el Gran Inquisidor! (un ser, pues cruel). Sobre su pecho caía una gran
cruz; se encontraba en un estado aparentemente beatífico, con las manos puestas
sobre el pecho. Al verme, yo también, no hice más que saludarle con todas las
reverencias de las época. Me dijo:
–
Siéntese usted, Señor Marqués; ¿qué lo trae a usted por aquí? Entonces le dije:
–
Vengo a solicitar una amonestación cristiana para el Conde Don Fulano de Tal y
tal y tal –con cincuenta mil nombres y apellidos–, que lanza sus sátiras contra
mí, mofas, burlas y no tengo ganas de otro duelo más; quiero evitar un nuevo
duelo...
– Oh
no se preocupe usted Señor Marqués –me respondió–; ya tenemos muchas quejas
contra ese condesito, aquí en la Casa Inquisitorial; vamos hacerlo aprehender,
le llevaremos a la torre del martirio, le meteremos los pies entre carbones
encendidos, para quemarle bien los pies, para que sufra; le levantaremos las
uñas de las manos, y le echaremos plomo derretido en las uñas, lo torturaremos,
y después, lo llevaremos a la plaza pública y lo quemaremos en la hoguera...
Bueno, yo no había pensado ir
tan lejos; únicamente iba a pedir una amonestación cristiana.
Claro, quedé perplejo al
escuchar a Torquemada hablando en esa forma, con las manos puestas sobre el
pecho, en una actitud beatífica. Aquello me causó horror; no pude menos que
manifestar mi descontento, tuve que decirle:
–
¡Usted es un perverso; yo no he venido a pedirle que queme vivo a nadie, ni que
venga usted a torturar a nadie; únicamente he venido a pedirle una amonestación
cristiana, y eso es todo; ahora se dará cuenta usted por que no estoy de acuerdo
con su secta!...
Y en fin, pronuncié otras
tantas palabras, lancé algunos tantos gritos (que por ahora me reservo) en un
lenguaje un poquito altisonante, motivo más que suficiente como para que aquel alto
dignatario de la Inquisición dijera:
– ¿Con
que esas tenemos, Señor Marqués?...
Hizo sonar una campana y
apareció un grupo de caballeros, armados hasta los dientes. Se puso de pie
aquel caballero del Santo Oficio, se levantó airoso y ordenó a los caballeros
aquellos diciendo:
–
¡Prended a este hombre!
– ¡Un
momento caballeros –les dije–, recordad las reglas de la Caballería! –porque en
aquella época las reglas de la Caballería eran respetables y respetabilísimas
por todo el mundo–. ¡Dadme una espada –le dije al estilo, pues, “Gachupín”;
estaba metido entre Gachupines, claro–, y me batiré con cada uno de
vosotros!...
Era ni más ni menos que un
Gachupín hablante... Nos encontrábamos reencarnados en plena Edad Media; bueno
en plena Edad Media en épocas de Torquemada. Un caballero me entrega la espada,
me da la espada (yo la recibo); luego da un paso hacia atrás y me dice:
– ¡En
guardia! Le respondí:
–
¡Siempre estoy!...
Y nos trabamos en dura lid. No
se oían sino los golpes de las espadas; parecía que esas espadas, al golpearse
unas contra otras, lanzaran chispas. Aquel caballero era muy hábil en la esgrima,
pues manejaba las armas a la maravilla; yo tampoco era una mansa oveja, ¡claro
está que no! Total, que el duelo fue muy grave; sólo me faltaba hacer uso de mi
mejor estocada para salir victorioso, pero los otros caballeros que estaban
viendo el asunto, se dieron cuenta que su compañero “iba
derecho al panteón”, y claro que me cayeron en pandilla
me atacaron con una furia terrible, y eran muchos...
Me defendí como pude, saltaba
sobre las mesas, utilizaba los muebles como escudo; en fin, hice maravillas
para tratar de sobrevivir, para defenderme, más llegó un momento en que el
brazo derecho se cansó, ya no podía con el peso
de la espada, y dije:
– Han
ganado ustedes por sorpresa, porque me han caído en pandilla, eso no es de
caballeros; si queréis la espada,
aquí está. Cuando el Señor
Inquisidor dijo:
– ¡A
la hoguera!
Y en fin no fue difícil
quemarme vivo. Allí tenían un poco de leña, al pie de un poste de acero; me
encadenaron a aquel poste, prendieron fuego a la leña, y a los pocos segundos
estaba yo allí ardiendo, como tea encendida. Sentí gran dolor en las carnes,
veía como mi cuerpo físico se quemaba, hasta quedar reducido todo a cenizas.
Quise dar un paso
(intencionalmente), a ver qué sucedía, pero lo que ocurrió fue, que antes de
dar el paso, sentí que aquel dolor supremo se convertía en felicidad (entendí
que más allá del dolor, mucho más allá del dolor, existe la felicidad; que el
dolor humano por muy grave que sea, tiene un límite); una lluvia bienhechora
comenzó a caer sobre mi cabeza; sentí que me aliviaba, di un paso y vi que
podía dar otro; total, salí de aquel Palacio caminando despacito, despacito, y
era que ya había desencarnado; aquel cuerpo físico pereció, pues, en la hoguera
de la Inquisición...
Hoy, por ejemplo, al repetirse
un evento de ésos en mi vida, estoy seguro que ya no iría a una hoguera, ni a
un paredón, ni algo por el estilo. ¿Por qué? Porque al no tener ya esos Yoes de
la ira, de la impaciencia, escucharía al Inquisidor serenamente,
impasiblemente; comprendería el estado en que se encuentra, guardaría un
silencio total, ninguna reacción saldría de mí. Como resultado, no pasaría
nada, eso es claro; podría salir tranquilo, sin problemas.
De manera que los problemas,
en realidad de verdad, los forma el Ego. Si en aquella ocasión yo no hubiera
reaccionado en esa forma contra el “Santo Oficio” (como así le llamaban),
contra la Inquisición, contra el “monje azul”, etc., etc., etc., pues es obvio
que no habría desencarnado en esa forma.
Esto no significa cobardía,
sino sencillamente, habría permanecido sereno, impasible; luego habría dado la
espalda y me habría retirado sin problemas.
Sólo quedaría un punto en
discusión: El condesito aquél habría sido aprehendido y quemado vivo en la
hoguera y se me podría echar la culpa a mí, ¿no?...
Pues, habría tenido el valor
de ir e informarle eso al Conde, aunque aquel Conde se hubiera llenado de
tremenda ira contra mí y le habría salvado su existencia, tal vez hasta el
hombre hubiera quedado agradecido, es decir, circunstancias tan fatales no
habrían sucedido si el Ego hubiera sido desintegrado.
Desgraciadamente, tenía un Ego
muy desarrollado y esos son los problemas que se forma el Ego. Cuando uno no
tiene Ego, esos problemas no se suceden; puede que las circunstancia se repitan,
pero ya no suceden, ya no vienen esos problemas.
La cruda realidad es que los
eventos pueden estarse repitiendo, pero lo que nosotros tenemos es que
modificar nuestra actitud hacia los eventos; si nuestra actitud es negativa,
pues, nos crearemos gravísimos problemas, eso es obvio...
Necesitamos pues cambiar
nuestra actitud hacia la existencia, pero uno no puede cambiar su actitud hacia
la vida si no elimina aquellos “elementos perjudiciales” que lleva en su
psiquis.
La ira, por ejemplo, ¿cuántos
problemas le trae a uno la ira? La lujuria, ¿cuántos problemas le trae a uno la
lujuria? Los celos, ¿cuán nefastos son? La envidia, ¿cuántos inconvenientes le proporciona
a uno?
Uno tiene que cambiar su
actitud ante las distintas circunstancias de la vida; éstas se repiten con uno
o sin uno, pero se repiten, pueden repetirse sin uno o con uno, pero se
repiten; lo que importa es que uno cambie su actitud hacia las distintas
circunstancias de la vida; es decir, necesitamos nosotros AUTOCONOCERNOS
PROFUNDAMENTE.
Si nos autoconocemos,
descubrimos nuestros errores, y si los descubrimos, los eliminamos, y si los
eliminamos, “despertamos”, y si “despertamos”, venimos a conocer los Misterios
de la Vida y de la Muerte, venimos a experimentar “ESO” que no es del tiempo,
Eso que es la Verdad.
Pero mientras nosotros
continuemos con la Consciencia embotellada entre el Ego, entre el Yo o entre
los Yoes, obviamente no sabremos nada de los Misterios de la Vida y de la
Muerte, no podremos así, experimentar lo Real, viviremos en la ignorancia.
Se hace, pues, urgente e
inaplazable cumplir con la máxima de Tales de Mileto: “NOSCE TE IPSUM”:
“Hombre, conócete a tí mismo y conocerás al Universo y a los Dioses””.
Todas las LEYES DE NATURALEZA
están DENTRO DE UNO MISMO; y si uno no las descubre de uno mismo, tampoco las
puede descubrir fuera de sí mismo.
Así pues, dentro de uno está
el Universo “el hombre está contenido en el Universo, y el Universo está
contenido en el hombre”; si descubrimos al Universo dentro de nosotros mismos,
pues lo descubrimos realmente; pero si dentro de sí mismo no lo descubrimos
tampoco lo podremos descubrir fuera de sí mismo, eso es obvio.
Existen en nosotros
posibilidades extraordinarias, pero ante todo debemos partir del principio “NOSCE TE IPSUM”... Hombre conócete a ti mismo y conocerás al
Universo y a los Dioses.
La FALSA PERSONALIDAD, por
ejemplo, es óbice para la verdadera Felicidad; todo ser humano tiene una Falsa
Personalidad que está formada por el engreimiento, por la vanidad, por el orgullo,
por el temor, por el egoísmo, por la ira, por la autoimportancia, por el
autosentimentalismo, etc...
La Falsa Personalidad es
verdaderamente problemática, porque está dominada por ese tipo de Yoes que he
enumerado; mientras uno posea la Falsa Personalidad, en modo alguno habrá de conocer
la Real Felicidad, ¿cómo la conocería?
Si uno quiere ser feliz, y
todos tenemos derecho a la Felicidad, tiene que empezar por eliminar la Falsa
Personalidad; pero para poder eliminar la Falsa Personalidad, Tiene uno que
eliminar los Yoes que la caracterizan (los que he enumerado).
Eliminados esos Yoes, entonces
todo cambia: Se crea en nuestra Conciencia un CENTRO DE GRAVEDAD continuo, y
deviene un estado de Felicidad extraordinaria.
Pero mientras exista la Falsa
Personalidad, la Felicidad no es posible. Debemos tener en cuenta todo eso, si
es que realmente nosotros anhelamos, algún día, ser felices.
Incuestionablemente, lo más
importante en la vida práctica, viene a ser, precisamente, fabricar, o digo yo,
cristalizar, en la humana Personalidad, eso que se denomina “ALMA”. ¿Qué es lo
que se entiende por “Alma”? Todo ese conjunto de PODERES, FUERZAS, VIRTUDES,
FACULTADES, etc., del Ser.
Si uno elimina, por ejemplo,
el defecto o el Yo de la ira, en su reemplazo cristalizará, en nuestra humana
persona, la Virtud de la SERENIDAD; si uno elimina el Defecto del egoísmo, en
su reemplazo cristalizará en nuestra humana persona la Virtud maravillosa del
ALTRUISMO; si uno elimina el Defecto de la lujuria, en su reemplazo
cristalizará en nuestra Alma la Virtud extraordinaria de la CASTIDAD; si uno
elimina de su naturaleza el odio, en su reemplazo cristalizará en nuestra
Personalidad el AMOR; si uno elimina de la Personalidad el defecto, por
ejemplo, de la envidia, en su reemplazo cristalizará, en la humana persona, la
alegría por el bien ajeno, la FILANTROPÍA, etc.
Así que es necesario
comprender la necesidad de eliminar los elementos indeseables de nuestra psiquis,
para cristalizar en nuestra humana persona eso que se llama “Alma” (un conjunto
de fuerzas, de atributos, de virtudes, de poderes cósmicos, etc.).
Sin embargo, he de decir que
no todo es intelecto; el intelecto es útil cuando está al servicio del
Espíritu, pero no todo es intelecto. Incuestionablemente, debemos pasar por
grandes “crisis emocionales”, si es que queremos nosotros cristalizar Alma en
sí mismos.
SI EL AGUA NO HIERVE A CIEN
GRADOS, no cristaliza lo que hay que cristalizar y no se elimina lo que se debe
eliminar; así también, si no pasamos previamente, por graves crisis
emocionales, no cristalizará en nosotros eso que se llama “Alma”, no se
eliminará en nosotros eso que se debe eliminar.
Entonces, así es, así ha sido
siempre; cuando el Alma cristaliza completamente en uno, hasta el mismo cuerpo
físico se convierte en Alma.
Jesús de Nazareth, el Gran
Kabir, habló claro sobre eso, dijo: “EN PACIENCIA POSEERÉIS VUESTRAS ALMAS”.
Las gentes no poseen su Alma, el Alma les posee; el Alma de cada persona sufre,
cargado con un fardo abrumador: “La Persona”...
Poseer Alma es algo muy
difícil, escrito está “en paciencia poseeréis vuestras Almas”... Hay Yoes muy difíciles de eliminar, defectos
terribles, Yoes que están en relación con la LEY DEL KARMA; cuando se llega a
eso, parece como si nos detuviéramos en el avance, obviamente que sí. Mas con
infinita paciencia, al fin se consigue la eliminación de esos Yoes.
La PACIENCIA y la SERENIDAD
son Facultades extraordinarias o Virtudes magníficas, necesarias para avanzar
por este camino de la Transformación Radical. En mi libro “Las Tres Montañas”, hablo
precisamente sobre la cuestión de la Paciencia y de la Serenidad...
Un día, estando en un
Monasterio, aguardábamos un grupo de hermanos, impacientemente, al Abad, al
Hierofante; mas éste tardaba, y pasaban las horas y éste tardaba, todos estaban
preocupados...
Habían allí algunos Maestros
muy respetabilísimos, pero llenos de impaciencia. Se paseaban, pues, dentro del
salón, iban y venían, se halaban el cabello, se rascaban la cabeza, halaban las
barbas, impacientes; yo permanecía sereno, pacientemente aguardaba; únicamente
me causaban curiosidad estos hermanitos impacientes; permanecía tranquilo...
Al fin, después de varias
horas se presento el Maestro y dirigiéndose a todos les dijo:
– A
ustedes les faltan dos Virtudes que este hermano tiene –y me señaló a mí–.
Luego dirigiéndose
a mí me dijo: Dígales usted,
hermano, cuáles son esas dos Virtudes. Entonces yo me puse de pie y dije:
– HAY
QUE SABER SER PACIENTES, HAY QUE SABER SER SERENOS...
Todos quedaron perplejos;
enseguida el Maestro trajo una naranja (que es símbolo de Esperanza) y me la
entregó, aprobándome; quedé aprobado para entrar en la Segunda Montaña, que es la
de la Resurrección; los otros, los impacientes, quedaron aplazados.
Se me citó después en otro
Monasterio para firmar algunos papeles que tenía que firmar, y así lo hice; más
tarde concurrí a ese Monasterio, firmé los papeles y se me entregaron ciertas instrucciones
esotéricas, y se me admitió pues en los estudios de la Segunda Montaña; y
aquellos compañeros, a estas horas, todavía están luchando por lograr la
Paciencia y la Serenidad, pues no la tienen...
Vean ustedes lo importante que
es ser paciente, ser sereno. Así, cuando uno está trabajando en la disolución
de un Yo, y por nada de la vida consigue disolverlo porque se ha vuelto muy
difícil (pues hay Yoes así, que se relacionan con el karma), no le queda a uno
más remedio que multiplicar la Paciencia y la Serenidad, hasta triunfar.
Pero muchos son impacientes,
quieren eliminar tal o cual Yo, ya, de inmediato, sin PAGAR EL “PRECIO” correspondiente, y eso es absurdo.
En el trabajo sobre uno mismo,
se necesita multiplicar la Paciencia hasta el infinito y la Serenidad hasta el
colmo de los colmos; quien no sabe tener Paciencia, quien no sabe ser sereno, fracasa
en el Camino Esotérico.
Obsérvensen ustedes en la vida
práctica: ¿Son impacientes? Obsérvensen, ¿Saben permanecer serenos en el
momento preciso?
Si no tiene esas dos preciosas
Virtudes, pues hay que trabajar para conseguirlas. ¿Cómo?
Eliminando los Yoes de la
impaciencia, eliminando, pues, los Yoes de la falta de serenidad, del enojo
(los Yoes del enojo que son los que no permiten la serenidad).
¿Qué
es lo que buscamos a la larga nosotros con todo esto? Cambiar, pero CAMBIAR TOTALMENTE,
porque así como estamos, incuestionablemente, lo único que hacemos es sufrir,
amargarnos la vida.
Cualquiera puede hacernos
sufrir a nosotros, basta con que nos toquen una fibra del corazón para que ya
estemos sufriendo. Si nos dicen una palabra dura, sufrimos; si nos dan unas
palmaditas en el hombro y unas palabras dulces, nos alegramos; así somos de
débiles: Nuestros procesos psicológicos no dependen ya... Mejor dicho, no
tenemos nosotros poder sobre nuestros procesos psicológicos, cualquiera puede
manejarnos nuestra psiquis.
¿Quieren
ver ustedes a una persona enojada? Díganle una palabra dura y la verán enojada;
y si quieren verla contenta, denle una palmadita en un hombro, díganle unas
palabras dulces y ya cambia, ya está contenta. ¡Qué fácil!, ¿no? Cualquiera
juega con la psiquis de los demás; ¡qué ébiles son estas criaturas!
Se trata, pues de cambiar, de
que todo esto que tenemos nosotros de débiles sea eliminado; hasta nuestra
misma “IDENTIDAD PERSONAL” debe perderse para nosotros mismos.
Esto quiere decir, que el
cambio debe ser tan radical, que hasta nuestra misma Identidad Personal (“yo
soy fulano de tal”, etc.) debe perderse para sí mismos; llegará el día en que
no encontraremos nuestra misma Identidad Personal; si se trata de convertirnos
en algo distinto, en algo diferente, obviamente, hasta la misma Identidad
Personal debe perderse.
Necesitamos convertirnos en
criaturas distintas, en criaturas felices, en seres dichosos; tenemos derecho a
la Felicidad, pero si no nos esforzamos, pues, ¿cómo vamos a cambiar, de qué manera?
He ahí lo grave.
Lo más importante es NO
IDENTIFICARNOS con las circunstancias de la existencia. La vida es como una
película, y es de hecho una película que tiene un principio y tiene un fin;
distintas escenas van pasando por la pantalla de la Mente, y el error más grave
de nosotros consiste en identificarnos con esas escenas. ¿Por qué? Porque
pasan, sencillamente porque pasan; son escenas de una gran película, y al fin
pasan...
Afortunadamente, en el camino
de mi vida, senté como lema, siempre eso: NO IDENTIFICARSE UNO CON LAS
CIRCUNSTANCIAS DIFERENTES DE LA VIDA...
Me viene a la memoria,
dijéramos, casos de la niñez: Como quiera que mis padres terrenales se habían
divorciado, nos tocaba a nosotros los hermanos de una gran familia, sufrir.
Habíamos quedado nosotros con
el “jefe” de la familia y se nos prohibía visitar, pues, a la jefa”, o sea, a
nuestra madre terrenal; sin embargo, nosotros no éramos así, tan ingratos, como
para poder olvidar la “jefa”.
Me escapaba siempre de casa
con un hermanito menor que me seguía; íbamos a visitarla y luego regresábamos a
casa, a donde el “jefe”, mas mi hermanito sufría mucho, pues al regreso se cansaba
porque era muy pequeño, y yo tenía que llevarlo entonces sobre mis espaldas
(¡qué tan pequeño estaría!), y lloraba aquél amargamente y decía:
–
Ahora, al regresar a casa, el “jefe” nos va a dar de azotes y de palos. Yo le
respondía diciéndole:
–
Pequeño, ¿por qué lloras? TODO PASA, acuérdate que todo pasa...
Cuando llegábamos a casa, ciertamente
nos aguardaba el “jefe”, lleno de grande ira, y nos daba de latigazos.
Posteriormente, por cierto, que nos internábamos en nuestra recámara a dormir; pero
ya al acostarnos, le decía yo a mi hermano: – ¿Te
fijas? Ya pasó; ¿Te convenciste de que todo pasa? Eso ya pasó; todo pasa...
Un día de esos tantos, nuestro
“jefe” alcanzó a oír cuando yo le decía a mi hermano: “Todo pasa, eso ya pasó”, y claro mi “jefe”,
dijéramos, que era bastante iracundo, empuñó de nuevo el látigo terrible que
traía, y penetró en la recámara ante de nosotros diciendo: –
¿Con que todo pasa? ¡Sinvergüenzas!...
Y luego otra azotaina más
terrible nos dio, retirándose después (al parecer muy tranquilo por habernos
azotado). Ya que él se retiró, un poquito más quedito le dije a mi hermano:
– ¿Te
fijas?, eso también ya pasó...
Es decir, nunca me
identificaba con esas escenas; y tomé como lema en la vida jamás identificarme con
las circunstancias, con los eventos, con los acontecimientos, pues, se que esas
escenas van pasando.
¡Tanto
que uno se preocupa porque tiene un problemazo, que no halla como resolver, y después
ya pasa y viene otra escena completamente distinta; entonces, ¿para qué se
preocupó si tenía que pasar?, ¿con qué objeto se preocupó?
Cuando uno se identifica con
los distintos eventos de la vida, comete muchos errores. Si uno se identifica
con una copa de licor que le están ofreciendo un grupo de amigos “briagos”,
pues resulta borracho; y si uno se identifica con una persona del sexo opuesto
en un momento dado, resulta fornicando, y si uno se identifica con un
insultador que lo está hiriendo a uno con la palabra, resulta uno también
insultado...
¿A
ustedes les parece cuerdo que nosotros, que somos gentes (bueno), aparentemente
serias, resultemos insultando? ¿Ustedes creen que eso estaría bien?
Si uno se identifica con una
escena, por ejemplo, de aquello del sentimentalismo llorón, donde todos están
llorando amargamente, pues, uno también resulta con su buen montón lágrimas.
¿Ustedes
creen que eso está correcto, que otros nos pongan a llorar así, porque “les dio
su gana”?
Esto que estoy diciéndoles a
ustedes es indispensable, si es que ustedes quieren Autodescubrirse; es
indispensable porque si uno se identifica completamente con una escena, quiere
decir que SE HA OLVIDADO DE SÍ MISMO, se ha olvidado del trabajo que está
haciendo, entonces está perdiendo el tiempo totalmente...
Las gentes se olvidan de sí
mismas completamente, se olvidan de su propio Ser Interior Profundo, porque se
identifican con las circunstancias.
Normalmente las gentes andan
dormidas por eso: Porque están identificadas con las circunstancias que les
rodean, y cada cual tiene su “CANCIONCITA PSICOLÓGICA”, como decía por allí, en
mi libro “Psicología Revolucionaria”...
De pronto encuentra uno a
alguien que le dice: “Yo, en la vida, tuve que hacer esto, y esto, y esto; me
robaron, fui un hombre rico, tuve dinero, me estafaron; un fulano de tal fue el
malvado que me estafó”, total: su Canción Psicológica...
Diez años, se encuentra uno a
ese mismo sujeto, y vuelve a contar su misma “canción”; veinte años, se lo
encuentra y vuelve a narrarle su misma Canción Psicológica, ésa es su Canción Psicológica.
Quedó identificado con ese evento para el resto de su vida.
En esas circunstancias, ¿cómo
va uno a disolver el Ego, De qué manera? Si lo está fortificando.
Al identificarse así, lo
fortifica, fortifica a los Yoes. Si uno se identifica con una trifulca, resulta
uno también dando puñetazos.
Me viene a la memoria el caso
por ahí de un boxeo, de un campeón peleando contra otro (en los Estados
Unidos), y al final todos los espectadores terminaron dándose golpes unos
contra otros, perfectamente locos; todos dándose de puñetazos, unos contra
otros, todos resultaron boxeadores...
Observen ustedes lo que es la
identificación.
He visto de pronto a una dama,
viendo una película donde los actores lloran (bueno, lloran fingiendo, claro
está), pero aquella dama que está contemplando la película, resulta llorando
también, terriblemente, con un estado de angustia espantosa.
Vean ustedes lo que es la
identificación: ¿Qué ha hecho esa pobre mujer que se ha identificado con esa
película? Se ha creado al héroe de la película o a la heroína. Un nuevo Yo que
ha creado dentro de sí misma; y ese nuevo Yo le ha robado parte de su Conciencia.
De manera que ahora esa
persona, si estaba dormida, ahora sigue más dormida. ¿Por qué?
Por la identificación, eso es
obvio.
En cierta ocasión se me
ocurrió ir a un cine, hace muchísimos años. La película pues estaba muy
romántica; allí aparecía un par de enamorados que se querían y se adoraban y no
se qué...
Bueno, y yo muy interesado en
ver al par de enamorados: Esas poses, esas palabras; qué miradas, qué cosas, y
yo encantado mirándolos, mirándolos... Al fin terminó la tal película esa, y muy
tranquilo me fui para la casa.
Ya estando en casa sentí sueño
y me acosté
y entonces esa noche fui a dar al Mundo de la Mente; allí me encontré una mujer
como aquella que yo había admirado en la película; ¡estaba hasta guapita!
Estaba frente a mí tal mujer.
Me senté con ella en una mesa
para tomar algunas refrescos, y entonces vinieron las dulces palabras, muy
semejantes a las de la película por cierto. Conclusión: no llegué hasta la
Cópula Química ni nada por el estilo, pero no faltaron los besos, los abrazos,
las caricias, las ternuras, y cincuenta mil cosas por el estilo...
Les estoy narrando esta
historia sucedida hace veinte años; no es de ahora, porque ahora no voy a los
cines, pero en aquella época sí iba a algún cine; me parecía que era una
diversión muy sana (así creía yo).
Ya al llegar al Mundo Astral,
me encontré dentro de un gran Templo, y pude verificar que un Maestro me había
estado analizando; claro, en mi interior me dije: “¡Metí la pata!”.
Me retiré unos cuantos pasos,
para aguardar o ver que sucedía, y de pronto el Maestro aquel me envía un papel
con el Guardián del Templo. El Guardián me lo entregó; leí el papel que decía:
“Retírese
usted inmediatamente de este Templo, pero con INRI” (con “INRI” es conservando
el Fuego, puesto que no había propiamente fornicado, no pasaba de las
ternuras). Total que entonces dije yo:
“Ni
modo, esto está muy grave”...
Muy despacio salí, avancé por
el corredor de la nave central, y antes de salir fuera del Templo, en un
reclinatorio me arrodillé humildemente, pidiendo compasión, pidiendo que
tuvieran un poquito de piedad con mi insignificante persona, que sí había
estado “metiendo la pata”...
Así estaba yo, en mis
plegarias y oraciones, cuando de pronto viene el Guardián nuevamente hacia mí,
y me dice, ya en forma más terrible:
– ¡Se
le ha ordenado a usted que se retire! Cuando le dije que quería yo hablar con
el Maestro para exponerle mis razones, entonces me respondió:
– El
Maestro ahora está ocupado; está examinando otras EFIGIES del Mundo Mental...
Allí fue cuando vine a darme
cuenta que con lo que yo había estado, era una EFIGIE MENTAL creada por mí
mismo; la había creado en pleno cine; esa Efigie había tomado vida propia en el
Mundo Mental, era una mujer exactamente igual a la actriz que había visto en la
película.
Total, en mi pobre Mente la
había reproducido, y ahora en el Mundo de la Mente, me había encontrado cara a
cara con tal Efigie creada por mí mismo...
El Maestro continuaba
examinando otras Efigies de otros Iniciados; no me quedó más remedio que salir
del Templo. Volví a mi cuerpo físico; durante todo el día siguiente estuve muy
triste, lamentando haber ido al cine. “¡Qué metida de pata! –dije–, no he
debido haber ido; vean a lo que fui yo: ¡a crear una Efigie Mental!”
Pedí perdón cincuenta millones
de veces al Cristo, al Cristo Íntimo; porque dije: “El es el único que podrá
perdonarme este metidón de pata”...
A la noche siguiente pedí de
todo corazón que ME REPITIERAN LA PRUEBA, que me sentía capaz de salir
victorioso; no más ternuras ni más caricias para esa Efigie Mental, etc.
Y ciertamente, me concedieron
la repetición de la prueba; me llevaron en CUERPO MENTAL al mismo lugar, a la
misma mesa; volví a encontrarme otra vez con la “dama de los sueños”, la actriz
que había visto en la pantalla. Ya iban a empezar las ternuras nuevamente, y me
acordé de la cuestión. Inmediatamente desenvaine la ESPADA FLAMÍGERA y dije:
–
¡Conmigo tú no puedes; tú no eres más que una forma mental creada por mi propia
Mente! Y allí mismo hice uso de la Espada Flamígera y volví pedazos esa Efigie
Mental, la volví polvo...
Pasado eso, entonces fui
nuevamente llamado al Templo Astral, y entré al Templo Astral, esta vez
victorioso, triunfante; me recibieron con mucha música, mucha fiesta;
nuevamente, después, vinieron las instrucciones, diciéndome:
– Que
no volviera a los cines, porque podía PERDER LA ESPADA...
Me llevaron, en Astral, a
mostrarme lo que son los cines, que están llenos de Efigies Mentales, las
Efigies que dejan los espectadores. Todo lo que uno está viendo allí, en
pantalla, sobre todo cuando es morboso, se reproduce en la Mente de las gentes:
Las mismas figuras, las mismas formas; los que salen, dejan multitud de formas
mentales en esos ANTROS DE LA MAGIA NEGRA.
Conclusión: Se me dijo que “en
vez de estar yendo a los cines, repasara mis existencias anteriores, que es más
útil que estar yendo a los cines”...
Yo cumplí la orden, y es claro
que dejé de ir a los cines. Pero, ¿qué fue lo que me perjudicó?
Pues, haberme identificado con
aquella película que estaban dando; me pareció tan hermosa la dama aquella, en
aquella época, que yo mismo llegué a sentirme un galán, no el de la pantalla,
sino yo. Resultado: FRACASO... Esto sucedió hace 20 años, o pongan 22, pero no
se me ha olvidado...
Uno nunca debe identificarse
con nada de lo que vea en la vida; las circunstancias, los eventos desagradables,
pasan, todo pasa, Deben aprovecharse las circunstancias para estudiarse, para
observarse uno a sí mismo; en vez de estar identificados con las circunstancias
desagradables, debe estar uno estudiándose a sí mismo: ¿Tengo ira, tengo celos,
tengo odio?, ¿qué estoy sintiendo en este momento, frente a esto que me está
sucediendo?
Así es como se aprovecha el
Yo, sabiendo uno NO IDENTIFICARSE, sabiendo sacar partido de todo; no olviden
ustedes que las peores adversidades le ofrecen a uno las mejores oportunidades para
el Autodescubrimiento.
Cuando uno se identifica con
las circunstancias desagradables, comete errores, se complica la vida y se
forman problemas.
Todas las gentes están llenas
de problemas porque se identifican con lo que les sucede, con lo que les está
pasando, con lo que están viviendo; por eso es que están, todos, llenos de
problemas.
Pero si uno no se identifica
con nada de lo que le esté sucediendo, si dice: “Todo pasa, todo pasa; ésta es
una escena que pasa”, y no se identifica con ella, pues tampoco se complica la
vida.
Pero a la gente le encanta
complicarse la vida; si alguien les hiere con una palabra dura, reaccionan con
violencia.
A todos les gusta complicarse
la existencia, y mientras se reacciona con violencia, pues peor, porque más
dura se pone la cuestión, más trabajoso se vuelve todo.
Aprovechemos las
circunstancias desagradables de la vida para el Autodescubrimiento; así sabremos
que clase de defectos psicológicos poseemos. Tomemos LA VIDA como un GIMNASIO PSICOLÓGICO;
si así procedemos, entonces podremos Autodescubrirnos... Hasta aquí mis
palabras de esta noche.
SAMAEL AUN WEOR
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