EL EQUILIBRIO DE LOS CENTROS
ENERGÉTICOS
Con el mayor gusto me dirijo a
todos en general. Ciertamente, ustedes están aquí para escucharme y yo estoy
aquí para hablarles. El propósito de esta conferencia es explorar un poco eso
que se llama “hombre”. Indubitablemente, al dirigirme a ustedes lo hago con el
anhelo de orientarles positivamente en el conocimiento de sí mismos.
Es necesario conocer el hombre
al máximo, con sus límites y posibilidades. Si vemos nosotros a un hombre,
creemos conocer su físico y en realidad de verdad no le conocemos.
El cuerpo físico no lo es
todo. El cuerpo físico está compuesto por órganos, los órganos por células y
las células por moléculas; las moléculas por átomos y si desintegramos un átomo
del organismo humano (de almidón, de hierro o de albúmina, etc.) liberaremos
energía. En última síntesis, el organismo se resume en distintos tipos y
subtipos de energía.
Así que, en realidad de
verdad, el cuerpo es energía determinada y determinadora; determinadas por
antiguas modalidades u ondulaciones y determinadora de nuevas ondulaciones...
El Yo es un nudo en el libre
fluir de la energía cósmica, un nudo que hay que desatar. El Yo, en sí mismo,
no es algo exclusivamente homogéneo; quiero decir, en forma enfática, que es
heterogéneo.
Decía esta mañana, que la
muerte es una resta de quebrados, y es verdad. Cada uno de nosotros es un punto
matemático en el espacio que accede a servir de vehículo a determinada suma de
“valores”. Obviamente, muerto el cuerpo físico, es decir, concluida la
operación matemática, lo único que continúa son los valores (éstos son
energéticos). En realidad de verdad, los valores continúan dentro de la
dimensión desconocida; los valores, en sí mismos, continúan procesándose
dentro del espacio
psicológico.
Podríamos destruir el
organismo físico, pero jamás podríamos destruir los valores energéticos, pues
la física nos ha enseñado que la energía no puede ser destruida. Puede ser
modificada, sí, o transformada, pero nunca destruida. No se conoce, hasta
ahora, ningún procedimiento científico que permita destruir la energía. Podemos
desatar el nudo energético del “Yo” para que la energía fluya libremente;
podemos disolver los valores psicológicos, pero la energía continuará en otra forma,
con otros modos del movimiento cósmico.
Así que, en realidad de
verdad, la muerte en sí misma, repito, es una resta de quebrados. Los valores
energéticos, sin embargo, tarde o temprano se reincorporan, continúan en un
nuevo organismo y eso está demostrado.
Dentro de nosotros, en verdad,
existen valores energéticos, psicológicos, que en un pasado existieron dentro
de otro organismo. Los valores son de la Naturaleza exactamente y hay valores negativos
y valores cósmicos. Mucha sería la suerte que nosotros tuviéramos, por ejemplo,
en sí mismos, en nuestra psiquis, los valores de un Hermes Trismegisto o de un
Quetzalcóatl, pero en realidad de verdad no poseemos todavía esos mismos
valores. Los valores de un Nietzsche, por ejemplo, son muy distintos a los
valores de un Buddha (eso es obvio) o a los de un Jesús de Nazareth.
Dentro de cada uno de nosotros
hay valores que pertenecieron a cualquier personaje en el pasado. Puede que ese
personaje haya sido un genio o un hombre mediocre, pero los valores son de la
Naturaleza exclusivamente y los tenemos. Si pertenecieron, por ejemplo, a un
carpintero o a un doctor o a un artesano o a un astrónomo, obviamente habrán de
manifestarse en nuestra personalidad humana, tarde o temprano. En todo caso,
quiero que entiendan que al morir continúan esos valores, quiero que comprendan
que esos valores retornan, se reincorporan en un nuevo organismo.
Nosotros estamos aquí
presentes, pero los valores energéticos no se ven mucho. Incuestionablemente, ellos
pertenecieron a alguna otra persona en el pasado; ellos, todos, viven desde
hace algún tiempo entre nosotros y si queremos saber algo sobre esos valores,
es decir, sobre nuestra propia vida, indubitablemente tenemos que pasar por
muchos cambios y autoconocernos...
Una máquina orgánica es muy
interesante, por lo que vale la pena conocerla. El cuerpo humano en sí mismo y
por sí mismo tiene su biología, su anatomía, su patología, etc., y cada área del
cerebro, indudablemente, tiene en reserva muchos poderes vitales.
Hay tres cerebros que no
podemos negar: primero, el cerebro intelectual; segundo, el cerebro emocional y
tercero, el cerebro motor. Existen valores energéticos en el cerebro
intelectual (los valores que la Naturaleza ha colocado en el cerebro
intelectual). Por ejemplo, los criminales poseen valores intelectuales
mediocres y cuando tenemos un desarrollo magnífico, no hay duda que entonces se
expresan a través de nosotros, de nuestro propio cerebro intelectual, valores
geniales porque, repito, los valores son de la Naturaleza.
El cerebro emocional resulta
también muy importante. El cerebro emocional está ubicado en el corazón y
centros específicos nerviosos del sistema gran simpático, así como en el plexo
solar.
Los valores emocionales
resultan importantísimos para la vida. Si no existieran valores emocionales, no
nos entusiasmaríamos por una idea, no nos alegraríamos en un campo de deportes,
y la vida se desarrollaría sin los distintos factores que supone, con una
indiferencia espantosa.
Si existiéramos sin valores
emocionales, aún entre el arte, por ejemplo, si apareciera en escena un
pianista o algún cantante famoso; no teniendo valores emocionales, no
sentiríamos, en realidad de verdad, ningún interés; o apareceríamos en público
completamente indiferentes, no aplaudiríamos a los artistas, no nos alegraría
el espectáculo...
El cerebro motor, ubicado en
la parte superior de la espina dorsal, es también interesantísimo para
nosotros. Los valores que están ubicados en ese cerebro, nos permiten caminar,
movernos, ir de aquí para allá en diferentes direcciones: jugar béisbol,
basketball, hacer gimnasia, etc. Si nosotros no tuviéramos valores en el
cerebro motor, prácticamente no nos interesarían los deportes, ni los paseos,
ni las excursiones, ni nada que se relacionara con el movimiento.
Así que, en verdad, los tres
cerebros son importantísimos. Ahora, cuando intentamos aprender deportes
abusando, obviamente los valores del cerebro motor se van agotando en forma
definitiva.
Y si en el gimnasio
consideramos que el cerebro emocional y el cerebro motor es algo que tenemos
que estar relacionando a todas horas (dando golpes, gesticulando, gritando,
discutiendo, etc.), llega un momento natural en que los valores del cerebro
motor se agotan, y en esas condiciones tal cerebro tiene que fallecer.
Muchas gentes que están en las
“clínicas de reposos mental” es decir, en los manicomios, se debe a que
agotaron los valores del cerebro intelectual. Muchas gentes que están en
estado, dijéramos,
“de
coma”, han agotado sus valores vitales (resultado fatal de vivir en forma
equivocada).
Hay otros que han agotado los
valores vitales de su cerebro emocional. En consecuencia, sufren de
palpitaciones y de trastornos nerviosos, es decir, tienden a sufrir del
corazón, por lo que, sin duda alguna,
el infarto al miocardio les llega tarde o temprano. El infarto aparece mucho
entre los fanáticos del deportes y entre los artistas; entre los emotivos y
sentimentales que han agotado los valores del cerebro emocional.
¿Y qué
diremos del cerebro motor? Éste, ya dijimos, nos permite jugar un poco, nos
permite jugar fútbol, béisbol, etc., pero si abusamos del cerebro motor, tarde
o temprano tal cerebro fallecerá y entonces, es obvio, que tendremos
enfermedades como la embolia cerebral, la parálisis, etc.
Siempre se muere por tercios.
Por ejemplo, hace algún tiempo un amigo nuestro enfermó, había abusado
demasiado del cerebro intelectual. Este hombre muy poco se emocionaba y empezó a
enfermar un día. Exclusivamente se había dedicado al intelecto y un día
cualquiera le dio una embolia. Observamos el caso, lo investigamos y al
visitarle, sucedió que su cerebro intelectual no pudo coordinar las ideas. Días
después falleció su cerebro motor; entonces es obvio que ya no pudo moverse
más. Por último, falleció el cerebro emocional, tuvo un paro cardíaco. Así que,
siempre se muere por tercios y eso ya está demostrado. Todo esto es grave y en
alguna forma se encuentra muy relacionado, ya con el cerebro intelectual, ya
con el cerebro emocional, ya con el cerebro motor.
Hay algunos experimentos
científicos al respecto, como los realizados por un médico brasileño.
Lo que se ha podido
determinar, sobre todo acerca del cerebro motor, es extraordinario. Sin embargo,
eso no es todo. Para poder tener una vida larga y armoniosa, lo importante es
aprender a manejar los tres cerebros con perfecto equilibrio.
Existe una comunidad religiosa
budista en el centro del Asia; esa comunidad es muy interesante: los miembros
de esa comunidad han aprendido a manejar los tres cerebros con perfecta disciplina,
no abusan nunca de esos tres cerebros. De pronto están “esquiando”, corriendo
juntos, mientras otros se dedican a cultivar su cuerpo, poniendo en actividad
el cerebro motor. En cualquier otro instante, lo vemos dedicado al arte, ya sea
a la música, ya sea a la escultura, a la danza, etc. Como mantienen
equilibrados los tres cerebros, eso permite que aquellos monjes budistas vivan hasta
edades de 300 y 400 años. Ellos no usan, en forma exclusiva, un solo cerebro
(recordemos que nosotros somos tricerebrados). Así que, ellos son lo suficientemente
inteligentes como para manejar, en forma alternada, los tres cerebros de la
máquina orgánica...
Incuestionablemente, lo que a
nosotros nos está perjudicando es el abuso o mucho uso del cerebro intelectual;
abusamos demasiado del intelecto, gastamos los valores vitales del intelecto.
Así que, francamente, ¿Con qué
podríamos comparar nosotros a alguien que sólo vive dentro de la cerebración
intelectual, a alguien que no haga deporte, a alguien que jamás escucha música
agradable, que no se emociona con nada en la vida? Creo que podríamos
compararlos con una de esas criaturas extrañas, de esas que viven por este
tiempo en el fondo de los océanos...
Una persona así jamás se
desarrolla como hombre, en el sentido completo de la palabra. A mí me parece
que nosotros debemos empezar por el desarrollo armonioso del hombre y eso sería
únicamente posible si aprendemos a manejar los tres cerebros en forma
equilibrada.
Si están ustedes cansados
intelectualmente, si han estudiado mucho, salgan un rato del recinto, den un
paseo en bicicleta, asistan a una partida de fútbol, etc., o escuchen buena
música, salgan a ver una exposición de pintura, vayan a un teatro. Hagan, en
fin, algo emocional. Si nosotros manejamos esos tres cerebros (a veces el
emocional, a veces el motor, a veces el intelectual), pero en forma
equilibrada, podemos asegurarles que conquistarán una salud maravillosa y que podrán
vivir muy larga vida. Recuerden lo que les acabo de decir de esos monjes
budistas que viven hasta 300 y 400 años...
Bien, nosotros apenas somos
“animales intelectuales”, es decir, nosotros le dimos al instinto forma
intelectual; el instinto natural de las distintas formas animales ahora es en
nosotros racional.
Mejor dicho, para poner un
poco más de énfasis en esta cuestión, somos “bípedos intelectuales”.
Pero hay varias clases de
criaturas en el Universo. Existen las criaturas unidimensionales, de una sola
dimensión. Por ejemplo, un insecto que sólo dura unas cuantas horas de verano,
tiene un solo cerebro: el instintivo. Existen criaturas bidimensionales, es
decir, que poseen dos cerebros: el instintivo y el emocional. Tales criaturas
son los animales superiores: el caballo, el elefante, el perro, el gato, etc. Y
existen también criaturas que tienen tres cerebros: el instintivo, el emocional
y el intelectual. Obviamente, tales especies adquieren formaciones superiores.
Incuestionablemente, me refiero al “animal intelectual” equivocadamente llamado
“hombre”.
Hay una diferencia o un
espacio muy grande entre el “animal intelectual” (que puede corregir sus
sensaciones y percepciones) y la criatura bidimensional. Un caballo, por
ejemplo, o un burro o un león, no pueden corregir sus sensaciones y
percepciones; eso es obvio.
Ahora bien, cada criatura
existente en esta delgadísima película de la vida orgánica, juega un gran papel
en la economía del Universo. Incuestionablemente, cada criatura capta
determinados tipos de energía universal. Por ejemplo, las criaturas de
solamente una dimensión, unidimensionales, pueden perfectamente captar
determinados tipos de energía del planeta Tierra, pueden transformarlas y
retransmitirlas de nuevo al interior de la Tierra para su economía.
Las criaturas bidimensionales
captan otros tipos de energías que perfectamente pueden transformar y luego
retransmitir a las capas anteriores del organismo planetario, y las criaturas
tridimensionales captarán otro tipo de energías que vienen del Cosmos, y podrán
luego transformarlas y retransmitirlas a las capas anteriores del organismo planetario.
Obviamente, la Tierra vive de
todos esos tipos y subtipos de energía que los distintos organismos animales
transforman. También es muy cierto que las plantas cumplen una gran función,
aún cuando algunas de éstas sólo transforman las energías de la misma Tierra,
para luego retransmitirlas al interior del organismo planetario. Hay plantas
que captan energías de la Naturaleza y del Cosmos y que transmiten al interior
del mundo; y por último hay plantas que captan energías del infinito,
provenientes del Megalocosmos, y que luego transforman y retransmiten al
interior del mundo. Con todos esos tipos y subtipos de energía, repito, se
sostienen las energías vitales del planeta Tierra...
De todos los animales
(unidimensionales, bidimensionales y tridimensionales), el “animal intelectual”
es el más importante. Los animales unidimensionales, por ejemplo, no podrían
jamás transformar las energías venidas desde el Cosmos. No olviden ustedes que
las tres fuerzas primarias de la Naturaleza y del Cosmos, son fundamentales
para los distintos sustentos de la vida. Estas tres fuerzas son la positiva, la
negativa y la neutra. Un animal unidimensional capta únicamente un tipo de
fuerza, nada más. Una criatura bidimensional capta dos tipos de fuerzas, pero
los tres tipos de fuerzas solamente pueden captarlas los “animales
intelectuales”, motivo por el cual es el animal superior de la Naturaleza.
De modo pues, necesitamos
conocer cómo puede captar nuestro organismo las fuerzas superiores
de la Naturaleza y del Cosmos.
Para ello es bueno tener presente que la Consciencia Cósmica está en todo lo
que es, en todo lo que ha sido y en todo lo que será.
Los antiguos adoraban al Sol,
y esto es algo que bien vale la pena que conozcamos íntegramente.
Entonces, ¿cómo se explica que
pueblos tan cultos como los mayas, los náhuatls, los zapotecas, etc., adoraran
al Sol y que sin embargo, todas sus cosas pertenecieran a una elevadísima
cultura?
No es al sol nuestro, al sol
físico, al que le rindieron culto, sino a la energía cósmica y al Sagrado Sol
Absoluto. A mi no se me ocurriría jamás la idea de que un Quetzalcóatl adorara
a un sol físico; tampoco pensaría jamás que un Manco Cápac rindiera culto a un
sol material.
Los antiguos egipcios (así se
evidencia de sus ideas arquetípicas y de su arquitectura solar) tampoco
rindieron culto a un sol físico. Obviamente, los egipcios adoraron a RA, al Sol
de la Medianoche, al Sagrado Absoluto Solar. Todos los vestigios dejados por
los egipcios, así lo confirman...
Del Sol Sagrado Absoluto emana
el sagrado y activo Okidanock (omnipresente, omnipenetrante, omnisciente);
emana el Gran Aliento, para sí mismo profundamente ignoto.
Incuestionablemente, el Gran
Aliento, es decir, el activo Okidanock (omnipresente, omnipenetrante, omnisciente),
emanó (en la aurora de esta creación) del Sagrado Sol Absoluto, y debe desdoblarse
en tres ingredientes fundamentales para poder crear: el primero, la fuerza
positiva; el segundo, la fuerza negativa; el tercero, la fuerza neutra. Si esas
tres fuerzas cósmicas (positivas, negativas y neutras) no incidieran en un
punto dado del Universo, cualquier tipo de creación sería imposible. Es por eso
que estas tres fuerzas (positiva, negativa y neutra) coinciden en un punto dado
y allí donde se encuentran, surge una creación.
Tomemos como ejemplo al
hombre: éste, por sí solo, no podría crear un hijo, y una mujer sola tampoco
podría concebir. Se necesita que el hombre se una sexualmente a su mujer para
poder crear. El polo positivo (hombre) se une al polo negativo (mujer) y la
fuerza neutra los concilia a ambos; entonces se realiza la creación de un hijo.
Tal como sucede aquí abajo,
sucede en el Cosmos infinito: la fuerza positiva se une a la fuerza negativa y
la fuerza neutra concilia a las dos fuerzas contrarías para realizar alguna
creación.
Así que, mis queridos amigos,
gracias a la fuerza positivas, negativas y neutras, todos existimos en el
mundo. Interesante sería poder cristalizar, dentro de nosotros mismos, a las
tres fuerzas superiores de la Naturaleza y del Cosmos.
En psicología muy antigua, a
la fuerza positiva se le denominaba “Santo Afirmar”, a la fuerza negativa se le
calificaba como “Santo Negar” y a la fuerza neutra como “Santo Conciliar”.
Estas tres
fuerzas son la causa-causorum
de toda creación.
Nosotros debemos aprender a
manejar esas tres fuerzas, para que cristalicen en nuestro organismo;
necesitamos saber cómo se procesan en determinado instante (las tres fuerzas
primarias) en los tres cerebros: el intelectual, el emocional y el
motor-instintivo-sexual.
Si nosotros, por ejemplo,
aprendiéramos a manejar la tercera fuerza, incuestionablemente lograríamos
cristalizarla en sí mismos; pero habría que estudiar la doctrina de un
Quetzalcóatl, de un Hermes, de un Jesús o alguna enseñanza de tipo gnóstico.
También habría que estudiar al Dr.
Krumm Heller, Médico Coronel
del Ejército Mexicano y Catedrático de la Universidad de Berlín, quien escribió
datos muy interesantes sobre la transmutación y sublimación de la energía
creadora.
Si nosotros tenemos la
suficiente voluntad como para poder transmutar la “libido” sexual, incuestionablemente
que encarnaríamos en sí mismos la tercera fuerza y obtendríamos facultades extraordinarias
que se manifestarían en nuestro organismo humano. Esas fuerzas sublimadas, esa energía
creadora transmutada, implica ya el manejo de las tres fuerzas, pero en todo
caso, la sublimación de la “libido” desarrolla en nosotros facultades
extraordinarias y nos lleva a la cristalización de la tercera fuerza en sí
mismos.
Es necesario, también, crear
en nosotros la segunda fuerza, es decir, el “Santo Negar”, esto es posible si
aprendemos a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros
semejantes; eso es obvio. Hace poco tiempo, en otra plática, hablábamos con los
hermanos sobre el “Rasgo Psicológico Principal” de cada uno de nosotros. No hay
duda que si nosotros trabajamos sobre ese “Rasgo
Psicológico Principal”, sobre ese “elemento” básico o fundamental que nos
caracteriza, lograremos eliminar el Yo de la psicología experimental; sería más
fácil acabar con todos los otros defectos psicológicos. Así que, el que esté
interesado en aniquilar sus defectos psicológicos, eliminarlos, pues debe
aprender a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de sus
semejantes.
No podríamos cristalizar la
segunda fuerza, que es el “Santo Negar”, tomando otro camino diferente.
Y por último, quien quiera
cristalizar la primera fuerza, que es el “Santo Afirmar”, tendrá que aprender a
decir la verdad, tendrá que aprender a obedecer a las partes más elevadas de su
propio Ser. No está de más aclararles a ustedes que en lo profundo de nosotros
mismos, viven las partes más elevadas del Ser, que son completamente divinales.
Quien aprende a obedecer a las partes más elevadas del Ser, indubitablemente
logrará, tarde o temprano, cristalizar en sí mismo la primera fuerza: el “Santo
Afirmar”. Si alguien consigue cristalizar en sí mismo (gracias a los tres cerebros)
las tres fuerzas principales de la Naturaleza y del Cosmos, incuestionablemente
se convertirá (en verdad) en un Superhombre, en el sentido más completo de la
palabra.
“Incuestionablemente,
entre los mamíferos intelectuales, el hombre y el Superhombre, existe enormes
diferencias. Hay necesidad de crear en sí mismos al Hombre, antes de que el
Superhombre nazca en nosotros. Eso es obvio”.
SAMAEL AUN WEOR
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