sábado, 24 de julio de 2021

COSMOGONIA AKADIA

INTRODUCCIÓN
La mitología acadia tenía abundantes similitudes con la sumeria. Se podría decir que, como en todas las culturas mesopotámicas, se trató de adaptar las creencias de civilizaciones anteriores a las propias. Los acadios también distinguían entre dioses primigenios creadores, dioses celestiales y divinidades terrestres. Cabe señalar cómo sentaron el precedente, luego utilizado por otras religiones, del enfrentamiento entre los dioses primigenios y la segunda generación divina que terminó haciéndose con el poder. Posiblemente este mito que narraba el conflicto divino inspirara algún pasaje del Apocalipsis de san Juan.

COSMOGONÍA
En el poema de la creación Enuma Elish, llamado así por ser las dos primera palabras de la narración, partía, como la mitología sumeria, de un principio líquido del que emergían de forma espontánea dos seres llamados Apsu, el océano primordial de agua dulce que rodeaba a la tierra y que encarnaba el espíritu masculino, y Tiamat, el mar tempestuoso de agua salada que representaba el espíritu femenino
Al unirse las aguas, nacieron Mummu, representación de las olas, y dos serpientes monstruosas llamadas Lahmu y Lahamu, cuya función quedaba difusa y que fue perdiendo importancia hasta desaparecer. Tras ellos nacieron Anshar y Kishar, que simbolizaban los mundos celeste y terrestre respectivamente, y después fueron apareciendo el resto de los dioses del panteón.



LA GUERRA DE LOS DIOSES
Sin embargo, esta nueva generación divina comenzó a perturbar el descanso de Tiamat y, a causa de ello, Apsu y Mummu, decidieron eliminar a sus descendientes, pero Ea, dios de la sabiduría, descubrió su proyecto y los mató, apoderándose de la morada de Apsu y ocupando su lugar. Allí, Ea y su esposa Damkina engendraron a Marduk, quien nació dotado de unos atributos superiores al resto de las divinidades.
Tiamat, muy molesta con sus descendientes, creó un ejército de monstruos colocando a su frente a Kingú, el más temible de todos ellos, al que nombró soberano de los dioses colocando sobre su pecho las tablas del destino, cuyo poseedor ostentaba el poder supremo. Ante este despliegue de fuerzas, el resto de los dioses estaban atemorizados y Anshar, desesperado, ordenó a Ea combatir contra la diosa Tiamat. Éste obedeció, pero fue derrotado y finalmente Anshar y Ea solicitaron la intervención de Marduk, por considerarlo más poderoso que Anu. Marduk exigió a cambio de su participación que se le otorgara la dignidad de dios supremo. El terror que padecían las divinidades era tal que obligó a Anshar a aceptar la exigencia.
Marduk preparó sus armas para la batalla: un arco y una flecha, una maza, una llama ardiente rodeando su cuerpo y una red tejida por él para atrapar a Tiamat. Además ordenó a los vientos que lo acompañaran para crear el desorden y la confusión entre las filas enemigas. También llevó su mejor arma: el diluvio. Una vez preparado, subió a su carro y seguido por sus huestes se dirigió hacia el campo de combate.
Ambos ejércitos se enfrentaron en una encarnizada lucha de la que terminó vencedor Marduk tras matar a Tiamat con la flecha y capturar su cuerpo con la red. Kingu, el jefe rival, fue encadenado y enviado al mundo infernal.

CREACIÓN DE MARDUK
Tras su victoria sobre Tiamat, Marduk despedazó el cuerpo de ésta dividiéndolo en dos partes. Con una de ellas construyó la bóveda celeste y con la otra la tierra. Con el propio cuerpo de Tiamat creó las nubes, el viento, la lluvia, la niebla y de sus lágrimas nacieron los ríos Tigris y Éufrates. También fundó el gran templo de Esharra donde se rendía culto a Anu, Enlil y Ea.
Separó los dioses del cielo de los del infierno y creó, junto con ellos, su residencia, en donde se reunirían todos durante las periódicas asambleas en las que se debatiría sobre el destino del mundo. Este fue el origen mítico de la ciudad de Babilonia, residencia de Marduk.
Como existían muchas tareas cuyo desempeño resultaba trabajoso por los dioses, Marduk creó a los seres humanos para que las realizaran. utilizando una masa formada por la sangre de Kingú, o de la suya propia, según versiones, y polvo.


Esta cosmogonía certificaba el origen divino del ser humano, con independencia de la sangre utilizada para su creación, con lo que la estirpe humana, según la mitología acadia, se encontraba en un estadio más elevado que el que le otorgaban los sumerios puesto que, aunque la sangre procediera de Kingú, el dios derrotado, siempre sería más sublime su nacimiento que si hubiera sido moldeado sólo con barro. La humanidad fue creada para servir a los dioses realizando las tareas que resultaban más penosas para las divinidades tales como construir canales de riego, cultivar los campos, recoger las cosechas, proporcionar alimentos a los dioses, etc.

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