CAPÍTULO XIII MEMORIA-TRABAJ0
Incuestionablemente
cada persona tiene su propia Psicología particular, esto es irrebatible,
incontrovertible, irrefutable.
Desafortunadamente
las gentes nunca piensan en esto y muchos ni lo aceptan debido a que se hallan
atrapados en la mente sensorial.
Cualquiera admite
la realidad del cuerpo físico porque lo puede ver y palpar, empero la
Psicología es cuestión distinta, no es perceptible para los cinco sentidos y
por ello la tendencia general a rechazarla o simplemente a subestimarla y
despreciarla calificándose de algo sin importancia.
Indubitablemente
cuando alguien comienza a auto-observarse es señal inequívoca de que ha
aceptado la tremenda realidad de su propia Psicología.
Es claro que nadie
intentaría auto-observarse si no encontrara antes un motivo fundamental.
Obviamente quien
inicia la auto-observación se convierte en un sujeto muy diferente a los demás,
de hecho indica la posibilidad de un cambio.
Desafortunadamente
la gente no quiere cambiar, se contenta con el estado en que vive.
Causa dolor ver
cómo las gentes nacen, crecen, se reproducen como bestias, sufren lo indecible
y mueren sin saber por qué.
Cambiar es algo
fundamental, pero ello es imposible si no se inicia la auto-observación
psicológica.
Es necesario
empezar a verse a sí mismo con el propósito de auto-conocernos, pues en verdad
el humanoide racional no se conoce a sí mismo.
Cuando uno descubre
un defecto psicológico, de hecho ha dado un gran paso porque esto le permitirá
estudiarlo y hasta eliminarlo radicalmente.
En verdad que
nuestros defectos psicológicos son innumerables, aunque tuviéramos mil lenguas
para hablar y paladar de acero no alcanzaríamos a enumerarlos a todos
cabalmente.
Lo grave de todo
esto es que no sabemos medir el espantoso realismo de cualquier defecto;
siempre le miramos en forma vana sin poner en él la debida atención; lo vemos
como algo sin importancia.
Cuando aceptamos la
doctrina de los muchos y entendemos el crudo realismo de los siete demonios que
Jesús el Cristo sacó del cuerpo de María Magdalena, ostensiblemente nuestro
modo de pensar con respecto a los defectos psicológicos, sufre un cambio
fundamental.
No está de más
afirmar en forma enfática que la doctrina de los muchos es de origen Tibetano y
Gnóstico en un ciento por ciento.
En verdad que no es
nada agradable saber que dentro de nuestra persona viven cientos y miles de
personas psicológicas.
Cada defecto
psicológico es una persona diferente existiendo dentro de nosotros mismos aquí
y ahora.
Los siete demonios
que el Gran Maestro Jesús el Cristo arrojó del cuerpo de María Magdalena son
los siete pecados capitales: Ira, Codicia, Lujuria, Envidia, Orgullo, Pereza,
Gula.
Naturalmente cada
uno de estos demonios por separado es cabeza de legión.
En el viejo Egipto
de los Faraones, el iniciado debía eliminar de su naturaleza interior a los
demonios rojos de SETH si es que quería lograr el despertar de la conciencia.
Visto el realismo
de los defectos psicológicos, el aspirante desea cambiar, no quiere continuar
en el estado en que vive con tanta gente metida dentro de su psiquis, y
entonces inicia la auto-observación.
A medida que
nosotros progresamos en el trabajo interior podemos verificar por sí mismos un
ordenamiento muy interesante en el sistema de eliminación.
Uno se asombra
cuando descubre orden en el trabajo relacionado con la eliminación de los
múltiples agregados psíquicos que personifican a nuestros errores.
Lo interesante de
todo esto es que tal orden en la eliminación de defectos se realiza en forma
graduativa y se procesa de acuerdo con la Dialéctica de la Conciencia.
Nunca jamás podría
la dialéctica razonativa superar la formidable labor de la dialéctica de la
conciencia.
Los hechos nos van
demostrando que el ordenamiento psicológico en el trabajo de eliminación de
defectos es establecido por nuestro propio ser interior profundo.
Debemos aclarar que
existe una diferencia radical entre el Ego y el Ser. El Yo jamás podría
establecer orden en cuestiones psicológicas, pues en sí mismo es el resultado
del desorden.
Solo el Ser tiene
poder para establecer el orden en nuestra psiquis. El Ser es el Ser. La razón
de ser del Ser es el mismo Ser.
El ordenamiento en
el trabajo de auto-observación, enjuiciamiento y eliminación de nuestros
agregados psíquicos, va siendo evidenciado por el sentido juicioso de la
auto-observación psicológica.
En todos los seres
humanos se halla el sentido de la auto-observación psicológica en estado
latente, mas se desarrolla en forma graduativa a medida que vayamos usándolo.
Tal sentido nos permite
percibir directamente y no mediante simples asociaciones intelectuales, los
diversos yoes que viven dentro de nuestra psiquis.
Esta cuestión de
las extra-percepciones sensoriales comienza a ser estudiada en el terreno de la
Parapsicología, y de hecho ha sido demostrada en múltiples experimentos que se
han realizado juiciosamente a través del tiempo y sobre los cuales existe mucha
documentación.
Quienes niegan la
realidad de las extra-percepciones sensoriales son ignorantes en un ciento por
ciento, bribones del intelecto embotellados en la mente sensual.
Sin embargo, el
sentido de la auto-observación psicológica es algo más profundo, va mucho más
allá de los simples enunciados parapsicológicos, nos permite la
auto-observación íntima y la plena verificación del tremendo realismo subjetivo
de nuestros diversos agregados.
El ordenamiento
sucesivo de las diversas partes del trabajo relacionadas con el tema este tan
grave de la eliminación de agregados psíquicos, nos permite inferir una
"memoria-trabajo" muy interesante y hasta muy útil en la cuestión del
desarrollo interior.
Esta
memoria-trabajo, si bien es cierto que puede darnos distintas fotografías
psicológicas de las diversas etapas de la vida pasada, juntadas en su totalidad
traerían a nuestra imaginación una estampa viva y hasta repugnante de lo que
fuimos antes de iniciar el trabajo psico-transformista radical.
No hay duda de que
jamás desearíamos regresar a esa horrorosa figura, viva representación de lo
que fuimos.
Desde este punto,
tal fotografía psicológica resultaría útil como medio de confrontación entre un
presente transformado y un pasado regresivo, rancio, torpe y desgraciado.
La memoria-trabajo
se escribe siempre a base de sucesivos eventos psicológicos registrados por el
centro de auto-observación psicológica.
Existen en nuestra
psiquis elementos indeseables que ni remotamente sospechamos.
Que un hombre
honrado, incapaz de tomarse jamás nada ajeno, honorable y digno de toda honra,
descubra en forma insólita una serie de yoes ladrones habitando en las zonas
más profundas de su propia psiquis, es algo espantoso, mas no imposible.
Que una magnífica
esposa llena de grandes virtudes o una doncella de exquisita espiritualidad y
educación magnífica, mediante el sentido de la auto-observación psicológica
descubra en forma inusitada que en su psiquis íntima vive un grupo de yoes
prostitutas, resulta nauseabundo y hasta inaceptable para el centro intelectual
o el sentido moral de cualquier ciudadano juicioso, mas todo eso es posible
dentro del terreno exacto de la auto-observación psicológica.
CAPÍTULO XIV
COMPRENSIÓN
CREADORA
El Ser y el Saber
deben equilibrarse mutuamente a fin de establecer en nuestra psiquis la
llamarada de la comprensión.
Cuando el saber es
mayor que el ser origina confusión intelectual de toda especie.
Si el ser es mayor
que el saber puede dar casos tan graves como el del santo estúpido.
En el terreno de la
vida práctica conviene auto-observarnos con el propósito de auto-descubrirnos.
Es precisamente la
vida práctica el gimnasio psicológico mediante el cual podemos descubrir
nuestros defectos.
En estado de alerta
percepción, alerta novedad, podremos verificar directamente que los defectos
escondidos afloran espontáneamente.
Es claro que
defecto descubierto debe ser trabajado conscientemente con el propósito de
separarlo de nuestra psiquis.
Ante todo no
debemos identificarnos con ningún yo-defecto si es que en realidad deseamos
eliminarlo.
Si parado sobre una
tabla deseamos levantar ésta para colocarla arrimada a una pared, no sería
posible esto si continuáramos parados sobre ella.
Obviamente debemos
empezar por separar a la tabla de sí mismos, retirándonos de la misma y luego
con nuestras manos levantar la tabla y colocarla recargada al muro.
Similarmente no
debemos identificarnos con ningún agregado psíquico si es que en verdad
deseamos separarlo de nuestra psiquis.
Cuando uno se
identifica con tal o cual yo, de hecho lo fortifica en vez de desintegrarlo.
Supongamos que un
yo cualquiera de lujuria se adueña de los rollos que tenemos en el centro
intelectual para proyectar en la pantalla de la mente escenas de lascivia y
morbosidad sexual, si nos identificamos con tales cuadros pasionarios
indubitablemente aquel yo lujurioso se fortificará tremendamente.
Mas si nosotros en
vez de identificarnos con esa entidad, la separamos de nuestra psiquis
considerándola como un demonio intruso, obviamente habrá surgido en nuestra
intimidad la comprensión creadora.
Posteriormente
podríamos darnos el lujo de enjuiciar analíticamente a tal agregado con el
propósito de hacernos plenamente conscientes del mismo.
Lo grave de las
gentes consiste precisamente en la identificación y esto es lamentable.
Si las gentes
conocieran la doctrina de los muchos, si de verdad entendieran que ni su propia
vida les pertenece, entonces no cometerían el error de la identificación.
Escenas de ira,
cuadros de celos, etc., en el terreno de la vida práctica resultan útiles
cuando nos hallamos en constante auto-observación psicológica.
Entonces
comprobamos que ni nuestros pensamientos, ni nuestros deseos, ni nuestras
acciones nos pertenecen.
Incuestionablemente
múltiples yoes intervienen como intrusos de mal agüero para poner en nuestra
mente pensamientos y en nuestro corazón emociones y en nuestro centro motor
acciones de cualquier clase.
Es lamentable que
no seamos dueños de sí mismos, que diversas entidades psicológicas hagan de
nosotros lo que les viene en gana.
Desafortunadamente
ni remotamente sospechamos lo que nos sucede y actuamos como simples marionetas
controladas por hilos invisibles.
Lo peor de todo
esto es que en vez de luchar por independizarnos de todos estos tiranuelos
secretos cometemos el error de vigorizarlos y esto sucede cuando nos
identificamos.
Cualquier escena
callejera, cualquier drama familiar, cualquier riña tonta entre cónyuges, se
debe indubitablemente a tal o cual yo, y esto es algo que jamás debemos
ignorar.
La vida práctica es
el espejo psicológico donde podemos vernos a sí mismos tal cual somos.
Pero ante todo
debemos comprender la necesidad de vernos a sí mismos, la necesidad de cambiar
radicalmente, sólo así tendremos ganas de observarnos realmente.
Quien se contenta
con el estado en que vive, el necio, el retardatario, el negligente, no sentirá
nunca el deseo de verse a sí mismo, se querrá demasiado y en modo alguno estará
dispuesto a revisar su conducta y su modo de ser.
En forma clara
diremos que en algunas comedias, dramas y tragedias de la vida práctica
intervienen varios yoes que es necesario comprender.
En cualquier escena
de celos pasionarios entran en juego yoes de lujuria, ira, amor propio, celos,
etc., etc., etc., que posteriormente deberán ser enjuiciados analíticamente,
cada uno por separado a fin de comprenderlos íntegramente con el evidente
propósito de desintegrarlos totalmente.
La comprensión
resulta muy elástica, por ello necesitamos ahondar cada vez más profundamente;
lo que hoy comprendimos de un modo, mañana lo comprenderemos mejor.
Miradas las cosas
desde este ángulo podemos verificar por sí mismos cuán útiles son las diversas
circunstancias de la vida cuando en verdad las utilizamos como espejo para el
auto-descubrimiento.
En modo alguno
trataríamos jamás de afirmar que los dramas, comedias y tragedias de la vida
práctica resultan siempre hermosos y perfectos, tal afirmación sería
descabellada.
Sin embargo, por
absurdas que sean las diversas situaciones de la existencia, resultan
maravillosas como gimnasio psicológico.
El trabajo
relacionado con la disolución de los diversos elementos que constituyen el mí
mismo, resulta espantosamente difícil.
Entre las cadencias
del verso también se esconde el delito. Entre el perfume delicioso de los
templos, se esconde el delito.
El delito a veces
se vuelve tan refinado que se confunde con la santidad, y tan cruel que se
llega a parecer a la dulzura.
El delito se viste
con la toga del juez, con la túnica del Maestro, con el ropaje del mendigo, con
el traje del señor y hasta con la túnica del Cristo.
Comprensión es
fundamental, mas en el trabajo de disolución de los agregados psíquicos, no es
todo, como veremos en el capítulo siguiente.
Resulta urgente,
inaplazable, hacernos conscientes de cada Yo para separarlo de nuestra Psiquis,
mas eso no es todo, falta algo más, véase el capítulo dieciséis.
V.M SAMAEL AUN WEOR.
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