Según el Bundahishn, la
Creación, recopilación de textos cosmológicos realizada a principios del siglo
X d.C. utilizando como fuentes antiguos escritos y leyendas, Zurvan, el Tiempo,
fue el único ser que existió en el vacío original y el creador de los hermanos
gemelos que encarnaban el principio dual por el que se regía el Universo.
Cuando se aproximaba el momento de nacer, Zurvan comunicó al primogénito,
Ormuz, el que vivía bajo la luz, que gobernaría el Universo y le concedió el
don de conocer el futuro. Ormuz informó de ello a su hermano Ahriman, el que
vivía en la oscuridad, y éste sintió envidia y trató de engañar a Zurvan
haciéndose pasar por su hermano en un intento de nacer el primero, pero Zurvan
no cayó en el engaño.
Decía la leyenda que Zurvan, a
fin de neutralizar la influencia de Ahriman, ordenó a Ormuz crear el Universo,
que existiría durante doce mil años divididos en cuatro edades iguales. Durante
los primeros 3.000 años, el mundo de la luz coexistió con el de las tinieblas,
pero entre los hermanos se entabló una guerra que duró 9.000 años al final de
los cuales Ahriman fue vencido y arrojado al abismo.
Ormuz (Ahura Mazda) era un
sabio cuyo conocimiento no poseía límites. Como primera acción, creó seis
espíritus a su imagen y semejanza, que rodeaban su trono y le servían como
mensajeros para relacionarse con los espíritus inferiores y, más tarde, con los
hombres. Tras ellos, formó veintidós espíritus que velaban por la inocencia, la
felicidad y conservación del mundo y actuaban como intérpretes de las plegarias
de los hombres, constituyendo para todos éstos un modelo de perfección y
pureza. En tercer lugar creó un grupo más numeroso de espíritus formados por
sus propios pensamientos e ideas concebidas antes del inicio de la creación del
mundo material.
A continuación, el dios sabio
creó el Universo en forma espiritual y se autoproclamó conservador y juez del
mismo.
Ahriman, también llamado Angra
Mainyu, que significaba espíritu destructivo, creó los demonios y lanzó un
ataque contra Ahura Mazda, quien consiguió rechazarlo hasta la oscuridad
argumentando que no coincidían ni sus pensamientos, ni sus enseñanzas, ni sus
planes, ni sus creencias, ni sus palabras, ni sus almas.
Transcurridos 3.000 años,
Ormuz creó el Universo físico, al toro primordial Gosh y al primer ser humano
mortal, Gayomard. Sin embargo, Ahriman se propuso destruir la creación benéfica
haciendo nacer gran cantidad de espíritus maléficos, que llenaron la tierra de
miseria, malestar y pecado. Los malos espíritus eran la impureza, la violencia,
la codicia, la crueldad y los demonios del frío, del hambre, de la pobreza, de
la esterilidad, de la ignorancia y, el más poderoso de todos, el demonio de la
calumnia. Con su actuación, las aguas se hicieron amargas y salinas, la tierra se
llenó de desiertos y montañas, las plantas se marchitaron y murieron el toro
primordial y el primer ser vivo. No obstante, el esperma de Gayomard fue
llevado al Sol y el de Gosh a la Luna.
La simiente conservada en la
Luna germinó y brotaron nuevas plantas renovándose la vida por las lluvias de
Tir. Del esperma conservado en el Sol creció, tras cuarenta años de permanecer
enterrado, un ruibarbo andrógino del que surgió la primera pareja humana,
Mashyagh y su compañera Mashyanagh. Se inició de esta manera la siguiente era
de 3.000 años, llamada período de la mezcla del bien y del mal. En ella,
Ahriman hizo al hombre codicioso, apático, vicioso y enfermo.
Al final de este tiempo, con
el nacimiento del profeta Zoroastro, se inició el último período de 3.000 años.
En esta fase final, cada mil años nacería un salvador – Soshans − del esperma
de Zoroastro, conservado en el lago Hamunm en Seistan, donde fecundaría
milagrosamente a vírgenes que acudieran allí a nadar. Con el nacimiento del
tercer salvador, empezaría la última batalla y todos los héroes y monstruos del
mito volverían a la vida para participar en la lucha. El mal sería derrotado
finalmente mediante ordalías de fuego de metal fundido que cubrirían la Tierra
y Ahriman sería expulsado para siempre a las tinieblas exteriores. A causa de
esta renovación, la Tierra recuperaría su aspecto anterior.
MITRAÍSMO
En el principio sólo existía
Zervan, el tiempo infinito. La personificación de este tiempo carecía de sexo y
pasiones y se representaba como un monstruo humano con cabeza de león y con una
serpiente enrollada en su cuerpo. Portaba un cetro y un rayo como símbolos de
dios soberano y una llave en cada mano que lo acreditaban como señor del cielo.
Estaba dotado de dos pares de alas que simbolizaban la rapidez del tiempo y su
cuerpo se mostraba decorado con signos del zodíaco y emblemas que significaban
las estaciones del año.
Zervan alumbró a Ahura Mazda,
el Cielo, y Spenta Armaiti, la Tierra. De ellos nacieron deidades menores y
héroes como Artagnes (Hércules), Sharevar (Marte), Atar (Vulcano), Anaitis
(Cibeles), etc. Por otra parte también existía Ahriman, nacido igualmente de
Zervan, que encarnaba el espíritu del mal. Ahriman organizó un ejército de
tinieblas para quitarle el poder a Ahura Mazda, pero éste venció y Ahriman y
sus huestes fueron arrojados de nuevo al abismo infernal. Sin embargo,
consiguieron escapar y se distribuyeron por la Tierra afligiendo a los seres
humanos, quienes, para no caer en el mal, necesitaban un salvador que se
encarnó en Mitra.
El mitraísmo contaba que el
dios nació de una madre roca, junto a un río, bajo un árbol, tocado con un
gorro frigio y con un cuchillo en la mano. Se decía que los pastores lo vieron
nacer, cosa inexplicable porque el género humano no había sido aún creado.
La leyenda contaba cómo Mitra
se enfrentó al Sol y lo dominó coronándolo de rayos y desde entonces se le
identificaba con él.
El dogma central del mitraísmo
decía que Ahura Mazda había creado un toro salvaje al que Mitra persiguió y
venció llevándoselo a su morada en un agotador viaje que simbolizaba los
trabajos y dificultades con los que se enfrentaba el ser humano en la Tierra.
No obstante, el toro consiguió escapar de su prisión y Ahura Mazda envió un
mensaje a Mitra mediante un cuervo con el encargo de localizar al animal y
matarlo. Mitra obedeció y del cuerpo moribundo del toro nacieron las plantas
que cubren la Tierra, de su médula espinal nació el grano, de su sangre el vino
y así sucesivamente. Las fuerzas del mal trataban de emponzoñar todo cuanto
salía del toro, pero no lo consiguieron y el animal fue trasladado a las
moradas celestiales.
Tras ello, se creó el género
humano que quedó sometido a los efectos maléficos de Ahriman en forma de
catástrofes naturales como diluvios, inundaciones, luchas, enfermedades, etc.,
pero Mitra actuó como salvador y finalmente la humanidad se consolidó sobre la
Tierra, y su libertador retornó al Cielo desde donde seguirá protegiendo a sus
seguidores, porque la lucha entre el bien y el mal continúa en el Cielo, con el
enfrentamiento entre los planetas y las estrellas, y en la Tierra en el corazón
y la mente humana.
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