Voy a decirles a ustedes una gran verdad: el dolor,
ciertamente, se sacrifica autoexplorándolo y haciéndole la disección. Tomemos
un caso concreto: pongamos que un hombre, de pronto, encuentra a su mujer
platicando muy quedito, por ahí en un cuarto, con otro hombre. Realmente, esto
puede provocarle ciertos celos. Ahora, si encuentra a la mujer ya demasiado
quedito, en demasiada intimidad con un sujeto xx, puede haber un estallido de
celos acompañado de un gran disgusto; tal vez hasta tenga una riña con el otro
hombre, por celos. Esto produce un dolor espantoso al marido, al marido
ofendido, que puede dar origen a un divorcio. Hay un dolor moral horripilante;
sin embargo, no era para tanto, sino que simplemente platicaba muy quedito. Al
marido no le consta nada malo, pero la mente, pues, hace muchas conjeturas y
aunque la mujer niegue, niegue y niegue, la mente tiene muchos pasillos, muchos
recovecos, en los que se forman realmente muchas suposiciones.
¿Qué hacer para eliminar ese dolor, cómo
sacrificarlo? ¿Cómo renunciar al dolor que le ha producido eso? Hay una forma
de hacerlo, de sacrificar ese dolor. ¿Cuál? La autorreflexión evidente del
Ser, la autoexploración de sí mismo.
¿Están seguros ustedes, por ejemplo, que nunca han tenido relación con
otra mujer? ¿Se está seguro que jamás se ha acostado uno a dormir con otra
fémina? ¿Se está seguro que uno jamás ha sido adúltero, ni en esta ni en
pasadas existencias? Claro está que nosotros todos, en el pasado, fuimos
adúlteros y fornicarios; eso es obvio.
Si
uno llega a la conclusión, pues, de que uno también fue fornicario y adúltero,
entonces, ¿con qué autoridad está juzgando a la mujer? Al juzgarla, lo hace sin
autoridad. Ya Jesús El Cristo, en la parábola de la mujer adúltera (aquella
mujer de los Evangelios Crísticos), exclamó: "¡El que se sienta libre de
pecado, que arroje la primera piedra!" Nadie la arrojó, ni el mismo Jesús
se atrevió a acusarla. Le dijo: "¿Dónde están los que te acusaban? Ni yo
mismo te acuso; vete y no peques más"... Ni él mismo, que era tan
perfecto, se atrevió; ahora nosotros, ¿con qué autoridad lo haríamos?
Entonces, ¿quién es el que nos está provocando ese sentimiento de
supremo dolor? ¿No es acaso el demonio de los celos? ¡Obviamente, sí! ¿Y qué
otro demonio? El Yo del amor propio, que ha sido herido mortalmente, pues el Yo
del amor propio es egoísta en un ciento por ciento. ¿Y cual otro? El Yo,
dijéramos, de la auto-importancia (se siente muy importante, se dirá:
"Yo, que soy el señor don fulano de tal, ¿y que esta mujer venga aquí, con
esta clase de conducta?"). ¡Vean qué orgullo tan terrible el del señor de
la auto-importancia! O aquel otro de la intolerancia que dice: "¡Fuera,
adúltera; te condeno, malvada; yo soy virtuoso, intachable!" He ahí, pues,
el delito dentro de uno mismo; ese tipo de Yoes son los que vienen a producir
dolor.
Cuando uno llega a la conclusión de que son esos Yoes los que le han
provocado el dolor, entonces se concentra en la Divina Madre Kundalini y ella
desintegra esos Yoes; cuando se ha desintegrado el Yo, el dolor termina. Al
terminar el dolor, queda la Conciencia libre; entonces, mediante el sacrificio
del dolor, aumenta la Conciencia, se adquiere la fortaleza.
Supongamos que no sean simples celos, sino que hubo adulterio de verdad;
entonces tendrá que venir el divorcio, porque eso lo autoriza la Ley Divina. En
este caso, también puede decirse que se puede sacrificar ese dolor y decir:
"Bueno, ya adulteró; ¿estoy seguro yo de no haber adulterado jamás? Entonces,
¿por qué condeno? No tengo derecho a condenar a nadie, porque el que se sienta
libre de pecado, que arroje la primera piedra". "¿Quien es el que me
está proporcionando el dolor? Los Yoes de la intolerancia, de la
auto-importancia, de los celos, del amor propio, etc."
Habiendo llegado a la conclusión de que son esos los que nos están
ocasionando el dolor, debemos trabajar para desintegrarlos y el dolor
desaparecerá, quedará eliminado. ¿Por qué? Porque se ha sacrificado, y eso trae
un aumento de la Conciencia, pues aquellas energías que estaban involucradas
en el dolor, quedan liberadas. Esto trae no solamente la paz del corazón
tranquilo, sino que además trae un aumento de la Conciencia; eso se llama
"sacrificar el dolor".
Pero la gente es capaz de todo, menos de sacrificar sus dolores, y
resulta que los máximos dolores son los que brindan a uno las mejores
oportunidades para el despertar, para el despertar de la Conciencia.
Hay que sacrificar el dolor, y existen muchas clases de dolores. Por
ejemplo, un insultador. ¿Qué nos provoca un insultador? Pues el deseo de
venganza (inmediatamente, muy inmediatamente). ¿Por qué? Por las palabras
dichas. Pero si uno no se identifica con los Yoes de la venganza, es claro que
no contestaríamos al insulto con el insulto; mas si uno se identifica con los
Yoes de la venganza, éstos lo relacionan a uno con otros Yoes más perversos y
termina uno en manos de Yoes terriblemente perversos y haciendo grandes
disparates.
Así como existe fuera de nosotros la ciudad (la ciudad de México, por
ejemplo) y así como en la ciudad esta de la vida urbana, común y corriente, hay
gentes de toda clase: Colonias de gentes buenas, Colonias de gentes malas, así
también sucede con la ciudad interior, con la ciudad psicológica; en esa ciudad
psicológica viven muchas gentes, muchas gentes (nuestros propios Yoes son esas
gentes que viven allí) y hay Colonias de gentes decididamente perversas, hay
Colonias de gentes medias y hay Colonias de gentes más o menos selectas
(nuestra propia ciudad psicológica es eso).
Si
uno se identifica por ejemplo con un Yo de venganza, éste a su vez lo relaciona
a uno con otros Yoes de barrios muy bajos, donde viven asesinos ladrones, etc.,
y al relacionarse con éstos, ellos a su vez lo controlan a uno, le controlan
el cerebro y resulta haciendo barbaridad y media (va uno, por último, a parar
a la cárcel). Pero, ¿cómo evitar, entonces, caer uno en semejantes tugurios?
No identificándose con el insultador, no identificándose.
Hay Yoes dentro de uno que le dictan lo que debe hacer y le dicen:
"¡Contesta, véngate, sácate el clavo, desquítate!" Si uno se
identifica con ellos, termina haciéndolo: contestando pues al insultador,
termina uno vengándose, desquitándose; pero si uno no se identifica con el Yo
que le está dictando que haga semejante locura, pues entonces no hace eso. En
todo caso, lo interesante sería que el ofendido pudiera sacrificar el dolor, y
puede sacrificarlo si a través de la meditación comprende que el insultador es
una máquina que está controlada por determinado Yo insultante, y que lo ha
insultado un Yo, y si comprende también que él es otra máquina que tiene
adentro Yoes del insulto. Entonces, si uno compara y dice: "Aquel me
insulta, pero dentro de mí también existen Yoes del insulto; luego no tengo por
qué condenarlo. Además, ¿qué es lo que se ha herido en mí? Posiblemente el amor
propio, posiblemente el orgullo. Bueno, entonces tengo que descubrir si fue el
amor propio, o si fue el orgullo, o qué. Cuando uno ha descubierto quién fue el
que se hirió, pues si sabe que fue el orgullo, debe desintegrar el orgullo, y
si sabe que fue el amor propio, debe desintegrar el amor propio. Esto da como
resultado, al desintegrarlos, que queda libre del dolor, pues ha sacrificado el
dolor y en su reemplazo ha nacido una virtud: la de la serenidad (a despertado
aún más).
Hay que tener en cuenta estos factores y aprender a sacrificar el dolor.
La gente es capaz de sacrificarlo todo, menos el dolor: quieren mucho sus
propios sufrimientos, los idolatran; he ahí el error.
Aprender a sacrificar uno sus mismos dolores, es lo interesante para
despertar Conciencia. Claro, no es cosa fácil, el trabajo es duro y va contra
uno mismo; es algo muy duro, no es muy dulce, pero sí vale la pena ir uno
contra sí mismo, por los resultados que se van a obtener al despertar.
P.- Venerable Maestro: ¿qué es un Paramartasatya?
R.- ¿Qué podría decirte de un Paramartasatya (de un habitante del
Absoluto)? No se alcanza semejante estatura sino mediante sucesivos
despertares de la Conciencia, y no se puede llegar a los sucesivos despertares
de la Conciencia, sin aprender a sacrificar los propios sufrimientos. Porque,
en realidad de verdad, cada vez que uno sacrifica un sufrimiento, se
acrecienta la Conciencia y se adquiere mas fortaleza psicológica.
Sacrificar el dolor: esa es la clave más extraordinaria que hay, para ir
logrando el despertar de la Conciencia. Esos sucesivos despertares, a su vez
van, dijéramos, acrecentando o intensificando el desarrollo de la Razón
Objetiva, que pertenece como ya dije a la Mente Interior profunda.
Hay
que ir despertando la Conciencia, y conforme uno va despertando la Conciencia,
va pagando Karma y lo va pagando, si uno, por ejemplo, se hace consciente del
dolor que le produjo un negocio mal hecho. Supongamos, por ejemplo, que
descubre que el Yo del egoísmo estaba allí activo; entonces lo desintegra y
paga Karma; o si descubre que el Yo de la ambición estaba allí activo, paga
Karma al desintegrarlo. Obviamente, si las gentes aprovecharan hasta el mas
ínfimo suceso de su vida para sacrificar el dolor, a la hora de la muerte
desencarnarían con la Conciencia lúcida, despierta y completamente libres de
Karma.
Ahora, en la práctica hemos podido evidenciar que realmente los demás
no son los que nos producen a nosotros los dolores, los sufrimientos: los
provocamos nosotros mismos. Por ejemplo, supongamos que a uno de ustedes un
ladrón le roba su cartera. Al saberlo exclamarán: "¡Me acaban de robar, he
perdido mi dinero!" Luego viene la angustia: "¡Quedé sin dinero!, ¿y
ahora qué voy a hacer?" Pero vamos a ver: ¿el ladrón nos produjo el dolor,
o quién? Ustedes dirían que el ladrón, pero si se auto-exploran, descubrirán
que dentro de ustedes está el Yo del apego al dinero, o del apego a la cartera
y detrás puede estar también el Yo del temor que exclama; "¿Y ahora que
haré sin mi dinero?"
De
manera que allí están el Yo del apego y el Yo del temor; esos Yoes producen
angustia. Pero si uno a través de la meditación comprende que el dinero es
pasajero, que las cosas materiales son vanas e ilusorias; si se hace consciente
de esa verdad, si esa verdad no queda simplemente en el intelecto, sino que
pasa a la Conciencia; si llega uno a comprender que estaba apegado a su
cartera y a su dinero, si llega uno a comprender que tiene temor de verse sin
dinero frente a los problemas de la vida, entonces se propone, naturalmente,
acabar con esos dos Yoes: el del temor y el del apego.
Cuando uno dice: "Voy a sacrificar el dolor, porque éste es vano e
ilusorio, y le hace la disección a ese dolor y llega a comprender que en
realidad es vano e ilusorio (porque una cartera o el dinero son puras
sandeces); termina entonces desintegrando el Yo del apego al dinero y el Yo
del temor. En esa forma se sacrifica el dolor y éste desaparece. Al llegar a
estas alturas, viene a darse cuenta quién era en verdad el que le estaba
provocando el dolor, que no fue el ladrón el que le estaba produciendo el
dolor, sino el Yo del apego a las cosas materiales y el Yo del temor. Y lo
viene a comprobar después que sacrifica el dolor, después de desintegrar los
Yoes del temor y del apego; entonces comprende que las causas del dolor las
lleva uno dentro de sí mismo, no fuera de sí mismo.
Indubitablemente, si uno no sacrifica el dolor, no
será feliz jamás.
SAMAEL AUN WEOR
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